Capitulo 5: Preguntas

- ¿Creíste que tu madre te dejó y ya?

- ¿Mi... madre?

Atzin miró a la mujer con desconcierto.

- Tu madre te amaba, Atzin -le dijo Iztli con voz dulce-. Ella solo quería darte una segunda oportunidad.

Atzin bajó la mirada al plato, sintiendo un vacío en el pecho. Todo había empezado con ese maldito accidente... Pero en su cautiverio siempre se preguntó si valía la pena vivir así. ¿No era mejor haber muerto que perder su humanidad? ¿No era más cruel que le dieran esperanzas falsas?

- Por favor, no me hable de ella... No después de... esto -susurró el chico, señalándose a sí mismo con amargura.

- Por favor, déjame explicarte, ¿sí? -rogó la mujer, tratando de ser lo más delicada posible-. Ella no tenía idea de lo que te iban a hacer. Ella confió en Genetix, pensó que te sanarían, que te harían volver a ser el de antes y que podrías ser feliz.

- ¿Feliz...? -repitió el chico con sarcasmo, con una risa amarga mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos-. Por favor, déjelo así... yo... ¿A qué viene todo esto?

- Ella lleva desaparecida desde hace unos días... El día que se supone que escapaste.

Atzin apartó la mirada, intentando no hacer contacto visual, y enrolló su cola entre sus piernas con frustración, sin decir nada pero escuchando.

- Ella me mandó a buscarte para cuidarte. Ella creía que con tu habilidad... podrías ayudar a otros...

- ¿Solo por eso me salvó? -soltó Atzin alzando el rostro viendo incrédulo a la mujer sintiendo un estrujón en el corazón-. ¿Solo porque le sirvo para algo?

-No es eso...yo.. -intentó interceder la mujer, sin embargo, Atzin se levantó del sillón sin importarle el ardor de sus heridas, pasando sus dedos por su cabello con frustración, dando una ligera vuelta cansado.

- No. No, no, no, no... ¡No! -murmuró el muchacho con una voz llorosa, rascando su cabeza, riendo con dolor de la decepción.

Leo solo miraba al chico desde el sillón, sintiendo la ansiedad que emanaba en su desesperación. La mujer solamente estaba callada en su silla, inclinando la cabeza hacia abajo, mientras la chica veía con pena al muchacho. Se le notaba que quería hablar, pero no podía hallar las palabras correctas.

- ... Atzin -continuó la mujer con voz queda, poniéndose de pie, avanzando hacia el muchacho-. Sé que no tienes motivos para confiar en mi palabra o la de tu madre. Pero te pido que escuches. Fuiste bendecido con un milagro de los dioses... Y ellos quieren que sea usado. Lorena te hizo de tal manera que pudieras romper tus cadenas, para que así puedas romper las de otros. Genetix...

- Lárguese.

Con frialdad, Atzin se alejó y vio cómo la mujer trataba de tocar su pelo. La hizo apartar la mano con rapidez y ella asintió con vergüenza, alejándose con respeto del muchacho hasta salir de la habitación.

Atzin se llevó inmediatamente las manos al rostro, sumiendo su rostro en ellas, quebrándose silenciosamente en llanto, aunque los otros dos chicos lo veían.

- Lo siento..- Lloro el muchacho con pena ,sintiendo rápidamente la culpa invadirlo

-No te disculpes - contesto la pelinegra levantándose - mi madre es... Insistente.

Atzin bajo la mirada suspirando intentando despabilarse,

- Ten - dijo la morena extendiéndole una camisa y pantalón que parecían escogidos para él - para que tengas algo que vestir.

- Gracias..- contesto el peliblanco

- Emm ¿Ameyali verdad? - interfirio Leo viendo a la muchacha - ¿Ustedes... ? Más bien,¿Qué tiene que ver Genetix con ustedes?

- Digamos que es un tema complicado - menciono la chica con recelo cruzándose de brazos y sentándose en el sillón mientras Atzin se iba al baño a cambiar - ¿Pero porque el interés? ¿Eres estudiante de psicología o algo? Porqué conozco a una morra que ocupa ayuda sería, tiene un crush por el mamado de spiderverse

- ¡No, no! - rio apenado el chico - Es que... Mira

Rápidamente el muchacho rebuscó entre su cartera extendiéndole a la chica la fotografía de su padre dandosela a analizar.

- ¿Lo haz visto? Es mi papá,lleva desaparecido desde hace años cuando realizaba una investigación y.. quería saber si de casualidad tú o tu madre

La chica comenzó a analizar aquel rostro: En la foto se ve a un hombre alto y moreno, con una barba cuidada y el cabello esponjado como el de su hijo. Está sonriendo con orgullo y abrazando a Leo y a Luis, quiénes parecían tener unos diez y 13 años respectivamente. Llevaba una camisa blanca y una corbata azul, y detrás de él se ve un cartel que dice "Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo". Sus ojos reflejan el amor que siente por su hijo, pero también el coraje que lo llevo a investigar los misterios del lado más podrido de nuestro país. Es un hombre que inspira respeto y admiración, pero también ternura y comprensión.

- No, lo siento - respondió la chica devolviéndole la fotografía

- Entiendo...gracias aún así

La puerta del baño crujió nuevamente dándole paso a Atzin vistiendo el nuevo conjunto creado apartir de la unión de una camisa rojo tezontle con mangas lo suficientemente largas para cubrir sus brazos pintos y pantalones de tonos arenosos anchos que le permitían esconder su cola con comodidad. Para completar su atuendo, se calzó unos tenis blancos que le daban un toque casual y se puso el gorro negro que cubría sus branquias y parte de su cabello blanquecino. Aunque no lo dijera, se sentía más seguro a la idea de salir a la calle y mezclarse con los humanos, sabía que no podía ocultar por completo su naturaleza acuática pero sinceramente con eso le bastaba.
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Unos cuantos minutos después Atzin y Leo salieron de la casa de Ameyali bajando las escaleras en medio del pasillo que se abría paso a la calle tras una reja que la muchacha abrió.

- Bueno ya está. Si ocupan algo saben dónde encontrarnos

- Gracias por cuidarnos - Menciono Atzin aún avergonzado por la situación

- De qué, pero porfavor manténgase fuera de problemas

- No prometemos nada - Bromeo Leo despidiéndose de igual forma.

Atzin y Leo caminaban hacia Xochimilco al amanecer. La ciudad dormida se desperezaba con el trinar de los pájaros y el olor del café que se colaba por las ventanas. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles, que se mecían con la brisa en un baile de luz y sombra. El aire, fresco y húmedo, transmitía una calma inusual para la gran urbe.

Los pocos transeúntes que había a esa hora se apresuraban a sus trabajos, mientras el sonido de las campanas de las iglesias y el gorjeo de las aves, tan nítidos como el silbido de un caracol, les daban los buenos días como si fueran la voz cálida de la ciudad radiante.

Los dos chicos iban en silencio, sin saber qué decirse. Atzin sentía alivio por haber escapado de la casa de la mujer, pero también confusión y culpa por lo que le había revelado a Iztli. Se tocó el gorro que ocultaba sus branquias y su pelo, y se preguntó cómo le contaría su situación a Leo, si es que se atrevía. No sabía si podía confiar en él, aunque le había salvado la vida y le había ofrecido su ayuda. Tal vez solo lo hacía por curiosidad, o por lástima, o por algún otro motivo oculto. Tal vez lo traicionaría, como lo había hecho su propia madre o la mujer. Pero algo, quizás estupidez, quizás esperanza, le impulsaba a querer creer en el chico.

Leo, por su parte, también estaba pensando en Atzin. Le intrigaba, pero también quería respetar su espacio. Los dos caminaron en silencio por un rato, hasta que el más alto decidió romper el hielo.

-Y emm... Atzin, ¿verdad?

-Sí -respondió asintiendo el peliblanco con timidez-. ¿Y tú...?

-Ah, Leo, Leo Escobedo.

-Mucho gusto... -dijo el moreno volviendo la vista a la ciudad-. Tú... me dijiste que tenías preguntas, ¿no?

-Sí.

-¿No me las vas a hacer?

-¿Seguro? No quiero ser muy invasivo...

-Tómalo como pago de los tacos.

-Eso aún me lo debes -interrumpió el mayor medio regañando al muchacho, pero riendo leve al final.

-Ay, pero... te juro que no era mi intención -chilló Atzin con penita.

-Mhm -entonó Leo un murmullo sarcástico, pero enfocándose nuevamente en el tema-. Bueno, veamos... ¿Tú saliste de Genetix, no?

Atzin asintió levemente, mirando al muchacho a los ojos, quizás con la intención de afrontar la idea del lugar.

-¿Por qué llegaste ahí?

-Yo... No recuerdo exactamente -soltó Atzin con incomodidad.

Leo no era tonto, sabía que el chico mentía, pero no iba a presionarlo, entendía el peso que podría traerle la situación con solo recordarla, por lo que decidió ignorarlo por ahora.

-Entiendo... Hmmm... ¿Sabes si tenían más gente como tú y la pajarraca de anoche?

-Ni siquiera sabía que ella existía -respondió con sinceridad el peliblanco, viendo al muchacho nuevamente-. Yo estaba en una zona aislada donde solo los científicos entraban.

-¿De dónde crees que la hayan sacado?

-No lo sé, pero se veía entrenada -recordó Atzin-. Tenía incluso un comunicador, como si fuera militar.

-Pues ayer fue a la taquería buscándote, así que deberás tener cuidado de no llamar la atención -respondió el castaño, cuando una nueva duda se formuló-El hombre del comunicador, ¿lo escuchaste, no?

-Sí, ¿por qué?

-Dijo que la misión fue cancelada, pero no dijo el porqué.

-Capaz fue por la llegada de la señora Iztli

-O quizás un problema más grande se presentó.

-Quizás -correspondió a la idea Atzin con curiosidad-. ¿Pero qué pudo haber sido?

-Ni idea... Oye, ¿y dónde es que te estás quedando?

-Ah, pues, por ahí en los canales, mi abuelo tenía una casa ahí y pues ahí me ando quedando ahorita.

-¿Y qué comes?

-...

-¿¿No comes??

-¡Técnicamente! Los ajolotes adultos solo deben comer 2-4 veces a la semana.
-¿Y qué edad tienes?

-... 17. ¡Pero en términos de ajolote la edad máxima es 15!

-Pues por algo entonces el cabello blanco -se burló el castaño, tomando desprevenido al muchacho que se comenzó a reír.

Atzin y Leo llegaron a una cuadra de la taquería ,se detuvieron en una esquina y se miraron con una sonrisa cómplice.

-Bueno, pues, creo que este es el momento de despedirnos -dijo Leo, extendiendo la mano hacia Atzin.

-Sí, supongo que sí -respondió Atzin, estrechando la mano del chico-. Gracias por todo, Leo. De verdad.

-No hay de qué, Atzin. Ha sido un placer conocerte. Y recuerda, si necesitas algo, estoy acá en la taquería de 2 a 7.

-Lo haré, lo prometo.

Los dos se soltaron la mano y se abrazaron brevemente, sintiendo una extraña conexión entre ellos. Se separaron y se quedaron mirando unos segundos, sin saber qué más decir.

-Bueno, pues, adiós -dijo Leo, rompiendo el silencio.

-Adiós -repitió Atzin, asintiendo con la cabeza.

Los dos se dieron la vuelta y empezaron a caminar en direcciones opuestas, pero antes de que se alejaran demasiado, una voz familiar los hizo detenerse.

-¡Leo! ¡Dios santo al fin apareces! -gritó la tía de Leo, Sandra, saliendo de la taquería con el delantal puesto y el rostro desencajado.

Leo se giró y vio a su tía corriendo hacia él, con los ojos llenos de lágrimas y el cabello despeinado. Se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar al estado de la mujer que rápidamente lo comenzaba a revisar.

-Tía, yo... -balbuceó Leo, intentando explicarse.

-¿Qué te pasó? ¿Estás bien? ¿Por qué no contestabas el teléfono? ¡Nos traías con el Jesús en la boca! -exclamó Sandra, abrazando a Leo con fuerza y besándole la frente.

-Tía, tranquila, estoy bien, no me pasó nada -dijo Leo, mintiendo tratando de calmarla-Estaba en casa de un amigo y se me acabó la batería.

-¡Pero porque no pediste que te prestarán un teléfono! Te estuve llame y llame

-¿Porque? ¿Qué pasó? -preguntó Leo, preocupado por el tono de su tía.

- Leo, los militares de ayer... fueron al hospital de Luis.
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Xaman entró en el laboratorio de Godoy, arrastrando los pies y con la cabeza gacha. Sabía que se había metido en un lío, pero no esperaba la furia que vio en los ojos de su jefe y padre adoptivo.

-¿Qué demonios se te pasó por la cabeza, Xaman? -rugió Godoy, golpeando la mesa con el puño-. ¿Cómo se te ocurrió ir a cazar a Atzin sin mi permiso?

Xaman se encogió de hombros, sin atreverse a mirarlo.

-Lo siento, Jefe, solo quería... -balbuceó Xaman, buscando una excusa.

-¿Querías qué? ¿Demostrar tu valía? ¿Vengarte de la señora Iztli? ¿O acaso te dejaste llevar por tu instinto animal? -inquirió el hombre, acercándose a ella con paso firme.

La muchacha retrocedió, asustada ante el hombre. Su rostro mostraba las arrugas de la edad y el estrés, y sus labios se curveaban en una mueca de desprecio. Sus ojos, ambar la atravesaban con una mirada fría y severa.

-No, Jefe, no fue eso, yo... -intentó explicarse Xaman, pero Godoy la interrumpió.

-Te di una oportunidad, te acogí como a una hija, te entrené y te di un propósito. Y así me lo pagas, desobedeciéndome y poniendo en riesgo la misión.

Godoy la apartó de un manotazo, haciéndola caer al suelo. La chica se golpeó la cabeza contra el borde de una mesa, y sintió un dolor agudo. Se llevó la mano a la nuca, y vio que tenía sangre.

La pelinegra se quedó en el suelo, sollozando y temblando. Godoy la miró con desdén, y se dio la vuelta.

-Tienes suerte, Xaman, de que todo este circo tuyo nos dio una pista por dónde iniciar -dijo el mayor, volviéndose hacia la chica, que seguía en el suelo, mirando la escena con temor.
Godoy le quitó la bolsa de la cabeza al muchacho, revelando su rostro herido de Luis.

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