#3: Sospechas

- ¡Walter, viniste! Sabía que no me dejarías sola - Caroline Applegate abrazó fuertemente a su hermano una vez que llegó a la estación.

- No te dejaría sola, Caroline. -dijo Walter.

- Hannah, sé educada y saluda al tío Walter - le habló a una niña castaña de ojos de igual color.

- Hola tío Walter -dijo la pequeña Hannah.

- Hola Hannah. Bueno, ¿cómo llegaremos al pueblo?

- En carreta -contestó Caroline- Es lo mejor en esta zona. Andando.

Los tres subieron a la carreta. Colocaron el escaso equipaje de Walter en la parte de atrás al costado de Hannah. Los hermanos Applegate se sentaron en la parte delantera para controlar al caballo y comentar ciertas cosas.

- Dijiste que Hannah estaba actuando extraño -comentó Walter- Yo la veo de lo más normal.

- Ahora. Pero antes de que llegaras, actuaba muy diferente -dijo Caroline.

- Hannah, ¿Qué has hecho últimamente?

- He salido a jugar con Carmen, tío -dijo la niña- Siempre jugamos cada noche cerca del Gran Cañón.

Algo se iluminó en la mente de Walter, pero prefirió quedarse en silencio.

- Bien, hemos llegado -anunció Caroline.

Walter se puso a apreciar el paisaje de Canyon Village: edificaciones antiguas, entre ellas una iglesia a punto de desmoronarse. No habia señal de teléfono y la electricidad era escasa. Definitivamente, Canyon Village era un pueblo perdido en el tiempo.

Caroline detuvo la carreta frente a una vieja casa de madera. Al entrar, Walter vió que el interior era tan antiguo como el exterior, y la poca luz que entraba por las gruesas cortinas le daba un aspecto algo tétrico a la sala principal.

- Bien hermanito, dormirás en la habitación de huéspedes. Está al lado de la habitación de Hannah -ordenó la hermana de Walter- Cariño, prepara un poco de té y trae los bizcochos que preparamos anoche.

- Si mamá -dijo Hannah, mientras que Walter subía las escaleras para dejar su equipaje en la habitación.

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Ya recostado en su catre y con el estómago lleno, Walter estaba dispuesto a darse un merecido descanso. Extrañaba su hogar, a su esposa, a sus hijos, pero debía cumplir con la responsabilidad que se le otorgó junto al caso.

Un ruido lo sobresaltó. Las pisadasde alguien hacían que el viejo piso de madera crujiera.

- Hannah. ¿Qué haces despierta a esta hora? -preguntó Walter a su sobrina, que estaba en el pasillo.

- Carmen me llama. Ya es hora de jugar. -dijo con la voz dulce que poseía.

Aunque algo andaba mal.

Hannah seguía con los ojos cerrados.

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