Capítulo 33: Sueños
—¡Ay!
Por séptima vez vuelvo a caer de espaldas al intentar subir de un árbol, esto ya no suele ser gracioso como antes en donde bromeaba sobre mis habilidades lobunas, hoy más bien, comienzo a frustrarme más al darme cuenta que no soy una mujer lobo, por más que quiera ser optimista, los días transcurren y no veo una evolución en mi cuerpo. Lo único que he obtenido en los días anteriores son golpes, heridas y rasguños; debería ser tiempo que me rinda para serle sincera de una vez a Caden en decirle que no soy lo que él piensa, o al menos, lo que toda su manada cree, aunque la opinión de los demás hombres y mujeres lobo deben de haber cambiado ya al enterarse que, en sí, no tengo un oído agudo, un súper olfato, una extraordinaria fuerza y una increíble velocidad. Ni siquiera mis heridas o contusiones sanan, más bien, termine siendo siempre una humana ordinaria.
Dejo caer mi cabeza hacia atrás para sentir como al final de nuevo mi cuerpo se embarra de tierra mojada, últimamente, todo me ha dejado de importar cuando todos los días no hago más que terminaran rendida y sucia por los entrenamientos que las hermanas de Caden me han ofrecido, lo peor de ello, es que ellas siguen teniendo esa esperanza que pronto mis habilidades cobraran vida por su cuenta cuando menos lo espere, pero siendo sincera, ya no quiero seguir esperando cuando mi cuerpo está más que adolorido y cansado.
Ni siquiera de esta forma me sentía cuando Kilian me entrenaba, al menos en esa situación puedo decir que aprendí más rápido de lo esperado y por supuesto, no obtenía tanto golpes como los que he recolectado hasta el momento. Lo único que deseo es que esto se detenga, no puedo exigirle a mi cuerpo que dejé brotar aquello que quizás no tengo, pero el problema es que mi testarudez no logra entender que esto solo logrará que termine en un hospital, ya que aún dentro de mí, hay una parte en la que desea que siga intentándolo y aunque suena estúpido es la razón por la que sigo con los entrenamientos.
Dejo salir un bufido para mirar hacia la copa de los árboles en donde varios rayos de sol sobresalen de ellos, la voz de Halia es la única que hace que me levante al saber que viene corriendo hacia a mí para ayudarme, eso sin decir, que apenas al ponerme de pie, me sostengo del árbol del que me he caído para darles una mirada a las tres hermanas que tienen un rostro preocupado al ver que mi intento de sostenerme y llegar hasta la copa de los árboles con mis garras no ha funcionado.
Y la verdad, es que... ¿cómo funcionará si no tengo garras solo uñas?
— ¿Te encuentras bien? —Pregunta Valquiria.
—Sí, de todas formas, no alcance a llegar a la mitad del árbol —dije quitando varias hojas que se encuentran pegadas en mi ropa.
— ¿Segura que no te hiciste daño? —Repite Malika.
—Muy segura —suelto una leve sonrisa.
—Pues eso no es cierto, tu codo está sangrando. —Señala Halia.
Me miro el codo para darme cuenta que esté se encuentra sangrando al haber obtenido un buen rasguño que probablemente me lo hice mientras me deslice en el árbol y busque una forma para agarrarme, la cual termino por ser inútil.
— ¿Quieres dejarlo hasta acá? —Valquiria habla del entrenamiento.
En realidad, quiero que esto termine para que todos se den cuenta de una sola vez que no soy una mujer lobo, porque por más que quiera sacar esos poderes que los licántropos tienen, en sí, yo no los suelo tener.
—Sí, necesito un descanso... —Empiezo a caminar, pero está vez casi cojeando.
—Apóyate de nosotras. —Menciona Malika.
Pongo mis brazos encima de los hombros de Valquiria y Malika para darme esa pequeña ayuda de caminar hasta la casa, al parecer también me termine torciendo el tobillo, si no termine desnucada es porque Dios todavía desea que siga viva, porque con los golpes que he obtenido hoy de las caídas, es de menos que ya no quiera seguir intentando escalar árboles hasta que pueda ser suficientemente consciente de que tendré garras para agarrarme del tronco.
Samay suelta un suspiro en donde toma el lugar de Malika para ayudarme también a caminar hacia la casa, sinceramente, con las últimas tres semanas, ha sido imposible poder tener una conversación privada con ella cuando hemos llegado a tener todo tipo de interferencias, entre ellas fuera y dentro de casa. Lo único que puedo decir que últimamente parece no querer dejarme sola ni con las hermanas de Caden; esto es por lo mismo de que debe ser al tener desconfianza entre toda la familia Dankworth; sinceramente como guardiana, su papel solo es de cuidarme las espaldas, pero realmente también ha terminado por ser mi enfermera y consejera, en ciertos momentos en los que Valquiria o Malika no pueden encargarse totalmente de mí o de mis heridas.
Terminamos por llegar a la casa para ver cómo Malika abre la puerta mientras que Halia es la primera en entrar, apenas subo los primeros escalones cuando dejo salir un gruñido de dolor al saber que lo único que requiero ahora es una ducha, un descanso y tiempo para analizar que yo misma estoy arriesgando mi vida, tan así, que me veo como una masoquista en seguir con este entrenamiento cuando constantemente veo que no obtengo los resultados que todos esperarían de mí.
— ¿Qué te paso? —Llega Caden a la entrada de su casa.
Ni siquiera me animo en responder cuando busco la forma de que las chicas me lleven a mi habitación, pero en vez de que ellas me ayuden, Caden termina por agarrarme para llevarme pronto al segundo piso en donde le pide a Samay que me prepare la bañera.
—Creo que me torcí el tobillo —le comento.
—Mierda... —Maldice.
Samay no tarda en prepararme la bañera para después salir despacio de la habitación, en donde me hace un gesto de preocupación al ver que no me encuentro nada bien, pero para tranquilizarla, murmuro unas palabras silenciosas las cuales termina por comprender para así salir de la habitación y darnos privacidad a mí y Caden. Él empieza a quitarme los zapatos, como también, el pantalón y la camisa hasta dejarme solo con la ropa interior.
—Tienes dos nuevos cardenales. —Toca ambos moretes.
Realmente los cardenales son los de menos cuando en mi cabeza vuelve a brotar esa interrogante sobre porque no he conseguido tener alguna evolución con mi cuerpo con respecto a la mordida, se supone que tengo un retraso en mis habilidades, pero eso no significa que estás no vayan apareciendo con el tiempo. No sé qué es lo que me sucede o al menos, que tuvo esa mordida para que no sea totalmente una mujer lobo.
—Creo que debes de detenerte, no es buen momento para que sigas presionándote más cuando tu cuerpo no puede darlo todo ahora —suspiro ante su sugerencia.
—Lo sé... —Digo con lágrimas llenas de frustración.
—Oh bestia —me abraza.
—¡¿Qué es lo que me pasa?! ¡La mordida debió de funcionar! ¡Samay y Zöe lo vieron! ¡El druida también! ¡Hasta tú! —Digo molesta. —Si no tiene efecto, entonces, ¿qué soy? —Digo con la respiración agitada.
—Prometo que mañana iremos a ver que te sucede, solo debes tener un poco más de paciencia —pongo los ojos en blanco.
—Es lo que menos tengo —digo entre dientes.
—Báñate, luego descansa. Tu cuerpo necesita regenerarse —niego.
—Sabes que ni eso tengo. —Digo malhumorada.
—Vendré a verte en unos minutos, ¿sí? —Ignora mi comentario.
Se da la vuelta para dejarme a solas en el cuarto de baño, lo único que sé es que mediante pasan los días, empiezo a alterarme más, algo que no sucedía comúnmente conmigo, lo que espero es que no sean los efectos de la próxima luna llena, sino estaré en problemas con este tipo de comportamiento.
Me quito la ropa interior para luego entrar en la bañera, ahí empiezo a lavarme todo el cuerpo mientras me quito la suciedad y por supuesto, la sangre. Unos minutos ahí sobraron para darme cuenta que de alguna forma tengo que contactar a Kilian, porque solo él me dará la respuesta que requiero.
(...)
***
Abro los ojos y pronto me encuentro en un lugar que no es exactamente la casa de Caden, más bien, nuevamente es uno de esos sueños en los que sé que, aunque no sepa donde esté, puedo percibir una cierta familiaridad como si ya hubiera estado ahí. Me levanto y está vez hay nieve en mi alrededor, tanta que cubren mis pies, pero en vez de sentir frío, siento como si estuviera abrigada.
Varios copos de nieve caen en mi cabello y en mi rostro logrando que al tocarlos o ponerlos en la palma de mi mano, pronto se descongelen; en mi alrededor hay muchos árboles que se encuentran desnudos, es decir, sin sus hojas, pero el color de su tronco, tan vivo y fuerte combina con la blanca capa de nieve que se extiende por todo el lugar. Miro a mi alrededor, y el sitio se encuentra desierto, es probable que, en su momento, sea más que un enorme bosque, pero no puedo decir mucho de él cuando un ruido me hace girar.
Miro de un lado hacia el otro, pero no encuentro nada, pero presiento unos extraños pasos que parecen moverse de forma cautelosa para no ser encontrados; me quedo un instante petrificada para solo mover mis ojos, el sonido desaparece y nuevamente la nieve es la única protagonista del momento; pero apenas me doy la vuelta cuando de unas ramas salta un lobo blanco; estoy a punto de correr y huir, pero esté se queda en frente de mí.
Ambos nos damos una mirada como si estuviéramos tratando de comprender que estamos haciendo ahí. Trataría de huir o alejarme, pero un cosquilleo en mi interior hace que me quede en mi lugar al creer que el lobo no me atacará, que más bien, se encuentra en frente de mí por alguna extraña razón luego de solo verme y sacudir un poco su cabeza al estar cubierto de nieve.
—¿Qué quieres? —Le pregunto de forma pacífica.
Sus orejas se mueven para luego levantar su hocico y empezar a olerme; acerco mi mano para acariciarlo pero antes de tocarle tan solo un pelo, dejo que olfateé la palma de mi mano, en donde al darse cuenta que no hay peligro, simplemente, agacha su cabeza a fin de que pueda acariciarlo; sin embargo, en vez de que pueda solo pasar mi mano, termino por arrodillarme y verlo con más detenimiento, a punto de que cuando nuestros ojos se cruzan, abro la boca y presiento que es como si me estuviera viendo al espejo.
Con un solo parpadeo, ya no veo más al lobo, más bien ahora quien se encuentra en frente de mí es una niña, pero no una cualquiera... Es Aneu.
La impresión es tan grande que estoy a punto de caer de espaldas, pero eso no sucede cuando se acerca más a mí para agarrar mis mejillas. Sus manos están cálidas, aunque en sus ojos se refleja una cierta tristeza, de la que no me atrevo a preguntarle si es por la muerte de sus padres. Simplemente, sus dedos repasan cada uno de mis rasgos faciales como si estuviera guardándolos en su mente.
— ¿Qué fue de ti? —Le pregunto.
Ella no contesta, solo me mira mientras que al darse la vuelta se queda mirando un punto ciego del que yo no puedo ver; algo parece llamarle la atención hasta que nuevamente me da una pequeña mirada y de los bolsillos de su vestido, saca algo en donde al tomar mi mano para abrirla, deja unos colmillos, de los que me quedo impactada. Hubiera llegado a botarlos del susto si ella no se hubiera quedado sosteniendo mi mano.
— ¿Qué es esto? —Le pregunto inquieta.
—En ellos está toda la verdad. —Menciona.
—¿Qué?
Extrañamente cuando iba a decir otra palabra, observe su boca a punto de darme cuenta como ella no tiene sus cuatro colmillos. Parece que se arrepintió a último momento, logrando que cerrara su boca y está vez, nuevamente al pestañar, ella ya no se encontrara. Dejándome con cuatro pequeños colmillos de los que no tengo idea que hacer con ellos y más al no comprender porque dice que en ellos está la verdad.
La nieve sigue cayendo, pero me quedo en aquel lugar, intentando resolver aquel acertijo, el que solo me deja pensando que si es posible que esos sean aquellos dientes que perdí y no volvieron a nacer.
***
—¡Hola! ¿Ya te sientes mejor? —Valquiria abre un poco la puerta haciendo que me despierte de repente.
Observo por todo mi alrededor para darme cuenta que he regresado al mundo real, descubro que ya no me encuentro en el bosque del invierno ni tampoco que tengo aquellos dientes en mi mano. Ahora solo me encuentro postrada en la cama, como si todo en serio siempre fuese un sueño cuando mayormente mi cuerpo tiene esa extraña sensación de como si todo hubiera llegado a ser real.
—Algo... —Digo levantándome un poco de la cama —Vengan, pasen —la invito a entrar junto con sus hermanas.
La pequeña Halia entra corriendo para después ponerse a mi lado, en donde termino por agarrarla y ponerla a mi lado para que se siente, ella me entrega un pequeño ramo de flores silvestres que al parecer ha cortado del bosque, así que, tomándolas, dejándole un beso en su frente y agradeciéndole su obsequio, las dejo a mi lado.
—Lo siento, no debí exigirte que volvieras a subir al árbol —dijo Malika avergonzada.
—No es tu culpa, en verdad, de nadie es. Creí que esta vez, podría subir, pero falle —dije desganada.
— ¿Por qué no tienes poderes como nosotras? —Pregunto Halia.
Su pregunta hace que termine por despertarme más rápido, haciendo que abra la boca, pero al final la termine cerrando al no tener la respuesta correcta ante su interrogante, en verdad, hasta ahora nadie sabe por qué mis poderes de licántropo no han aparecido, lo cual la excusa de que tenga un retraso ya no me es válida, cuando eso solo sucede con hombres o mujeres lobos de sangre pura, en mi caso, no es así, por lo que empiezo a creer que tengo una ausencia de poderes.
—Halia —la reprende Valquiria.
— ¿Qué? ¿Está mal lo que dije? —Dijo la pequeña con inocencia.
—No, solo es que no tenemos respuesta de ello. —Le respondo.
Me a recuesto entre unas almohadas para ver cómo Malika pronto sale de la habitación y en menos de dos minutos vuelve, pero con una bandeja de comida, bueno, mejor dicho de golosinas que no son más que galletas y dulces; al menos eso podría elevar mi ánimo porque así como lo tengo, parezco como si tuviera depresión aunque me pregunto si podría tenerla al final ya que no tengo poderes de mujer lobo.
Pero apenas al tener todas aquellas delicias en frente de mí, nuevamente recuerdo el sueño y además de ello, los colmillos. Por lo que, si Aneu también fue una cachorra de padres lobo, es probable que las hermanas de Caden sepan algo del tema sobre los dientes a fin de que pueda comprender lo que ella trato de decirme antes de desaparecer.
—No comas muchos dulces Halia, tus dientes pueden picarse y llenarse de caries —le digo a la hermana menor de todas.
—Eso no puede suceder, nuestros dientes también son resistibles, ¿verdad, Valquiria? —Le doy una mirada a la segunda hermana de Caden.
—En verdad no, Halia. Tienes que cuidártelos, recuerda que ahí están varias de tus memorias —enarqué la ceja.
— ¿Qué? —resalté confundida.
— ¿No lo sabías? —Añade Malika.
—No —respondo a lo que espero que ellas me expliquen.
—Para nosotros los dientes suelen ser muy importantes, mayormente, no son como los de ustedes, a los humanos que se les cae y vuelven a nacer, pero nosotros como licántropos son únicos —empieza a decir Valquiria.
— ¿En serio? —Valquiria y Malika asienten.
—Sí, en realidad los dientes tienen un sinfín de significados que van propiamente a nuestro desarrollo evolutivo. Por lo que adquieren un poder importante —menciona Malika.
—¿Qué poder? —Les pregunto.
Valquiria y Malika se dan una mirada al mismo tiempo como si pensaran primero en si decirme la verdad o guardar el secreto; aquellos segundos llenos de intriga, me vuelven más impaciente porque al menos estoy descubriendo una parte de la que no conocía sobre los hombres lobo, hasta me suele parecer extraño que Kilian no me haya comentado o explicado algo con respecto a ello cuando todo suena no sólo interesante, sino que importante y más para mi investigación.
—Hemos escuchado por nuestros padres que dicen que en los colmillos se guardan tus primeras memorias, todo lo que tenga que ver relacionado desde tu nacimiento hasta tu infancia o adolescencia. —Me quedo admirada al escuchar eso.
— ¿Es por eso que me dolieron mucho cuando empezaron a crecerme? —Interrumpió Halia.
—Si hermana. —Le respondió Malika. —Nuestros dientes en sí, no se caen. Más bien crece a medida que nosotros también lo hacemos. Por eso de niños nos duele porque da paso de ser solo unos cachorros para empezar a madurar y ser unos lobos. —Empiezo a comprender la importancia de los colmillos para ellos.
—Y... ¿qué sucedería si no los tuvieran? —Valquiria eleva su ceja.
—¿Si perdiéramos esos dientes? —Especifica.
—Sí. —Le digo.
—Bueno, lo poco que he escuchado es que, si te los arrancan o se te caen, pierdes un parte de tu memoria. Olvidas ciertos recuerdos, pero también poderes, porque ahí también se consume una parte de tus energías, habilidades, emociones... —sigue explicando Valquiria.
Sería una estupidez tener que pensar que esa pueda ser la razón por la que deliberadamente mis habilidades de mujer lobo no han evolucionado estos días, pero no tiene mucha lógica cuando no nací teniendo sangre de un licántropo, más bien, siempre fui humana por lo que eso no debería de afectar cuando personas como Elaine y Justin han podido convertirse en lobo más cuando ya han perdido sus dientes de leche.
—También está implicado con los sueños —pronto le di una mirada a Malika.
— ¿En qué? —La anime para que prosiguiera.
—Si sueñas que has perdido tus caninos son señal de que estás dejándote vencer en tus propias batallas, en donde la mayoría de tus esfuerzos o expectativas no se están llegando a cumplir como lo deseas y eso está ocasionando que todo tu entorno sea laboral, sentimental, personal, estén en riesgo. —Suspiro al darme cuenta que tiene que ver mucho con lo que me está sucediendo últimamente.
Veo que toda está explicación que tanto Valquiria y Malika me han mencionado está conectado con mis vivencias y sueños, aunque me falta por descubrir la razón por la que Aneu me entrego esos dientes que ahora empiezo a creer que no son de ella, más bien, puedan que sean míos. Sin embargo, no recuerdo en qué momento, estos se llegaron a caer o al menos, que mis padres los hayan guardado como un recuerdo de mi infancia, pero si es posible conseguirlos, quizás de alguna u otra forma, puedan devolverme una parte de mis memorias que claramente he perdido a partir de mi nacimiento hasta mis diez años; porque sí Aneu mencionó que ahí obtendría la verdad, pues seguiré con su consejo.
(...)
—Así que, ¿no has podido convertirte en mujer lobo? —Me pregunta el druida de la manada de Caden.
—No, realmente parece como si no me hubieran mordido —mencione desanimada.
—Es extraño, porque una vez que sana la mordida, los poderes que trae en ella, empiezan a aparecer —empieza a sacar unos libros.
— ¿Alguna vez ha recibido un caso como este? —Observo como empieza a buscar una respuesta a mi problema.
—No, mayormente la mordida solo trae dos opciones, te adaptas a ella o mueres —suspiro al saber eso.
—Pero en mi caso, no se ha dado una o la otra —murmuré disgustada.
—A no ser que tu cuerpo se esté resistiendo a ella —encojo los hombros porque no tengo idea de cómo saber eso.
— ¿Hay posibilidad de que pueda convertirme en otra cosa que no sea en una mujer lobo? —eleva su rostro para verme —Es decir, a veces dicen que la mordida te convierte en lo que en verdad eres... Y si, no tengo rasgo para ser un lobo —me explico.
—Eso, son solo mitos y patrañas, el gen de la mordida te convierte en sí en un licántropo, no en otra bestia. —Menciona. —La única forma que puedas convertirte en otra criatura es que tengas sangre de una quimera —hago una mueca.
—Lo dudo, mis padres son personas ordinarias —me acerco a él para saber qué es lo que está leyendo.
—No todo lo ordinario significa que sea normal, ¿qué tal si te han estado encubriendo todo este tiempo algún secreto? —Me hace dudar de mis propias palabras con ese comentario.
Es una buena pregunta, pero, aun así, aunque me hubieran estado escondiendo algún secreto, pude haber identificado alguna señal en todo este tiempo, porque de todas formas lo único que pude detectar de su parte es que en ningún momento ellos querían que me fuera de Maryland o al menos de su hogar, razón por que me sentía casi en cautiverio como un animal porque sentía que no me estaban dando ese espacio que necesitaba o darme esa libertad que podía haberme hecho más independiente.
—No sé... —digo dudando por un instante de que mis padres me ocultaran un gran secreto —¿Eres nuevo? Es que la última vez, me atendió otro druida —cambie de tema.
—¿Nuevo? —Suelta una risa. —Tengo más años de los que tú crees —elevo una ceja.
—Pero te vez joven, de unos... ¿Treinta años? —Veo como se controla para no soltar una carcajada.
—¿Treinta años? —Lo dice de forma repulsiva. —Tengo doscientos setenta y dos años. —Intento no abrir los ojos de la sorpresa.
—Ah claro, eso significa que vives más años de lo previsto. —Respondo disimulando la impresión.
Pensé que los druidas vivían el número de años como un humano, pero ahora me estoy dando cuenta que en realidad no es así, parece que ellos también tienen un poder de vivir la cantidad de años que se le fueran proporcionados por su poder.
—Y... ¿qué has hecho para que te veas...? —le señalo de arriba hacia abajo su físico.
— ¿Joven? Soy joven, querida loba sin poderes —percibí su irónico insulto.
—Gracioso —murmuro molesta.
—Sabes que nos enfocamos a la naturaleza que nos proporciona la madre tierra, ¿no? —Asiento al recordar las explicaciones de Kilian. —Todo árbol que crece, cada gota de agua que fluye en un río, cada pequeña partícula aire que respiramos y el número de rayos del sol que recibimos en una sola mañana, es la energía que recibimos para vivir y fortalecernos con ella —me explica.
— ¿Qué pasa si uno de los elementos falta? —Veo como algo no le parece.
—Nuestras fuerzas disminuyen, perdemos poderes y podemos morir al no haber un equilibrio con todas ellas. —Me da una mirada.
Me doy cuenta que cada elemento de la tierra influye en cada criatura que habita en este planeta.
Me retiro el cabello de mi rostro para seguirle dando una mirada curiosa, veo una cicatriz apenas notable de su cara, como también, veo una cierta superioridad en él que no desearía ni de broma querer comprobar sus poderes, porque hasta de una corta distancia se puede sentir como con ese semblante intelectual e introvertido que tiene, resalta el poder magnificente que su cuerpo radicalmente transmite.
— ¿De dónde eres? —Sigo investigando sobre él.
—Irlanda. —Responde.
—Vienes de lejos —encoje los hombros con indiferencia.
— ¿Cuál es tu nombre? —Le pregunto al no saberlo.
—Cian. —Pronuncia.
Deja de mover las hojas de un antiguo libro para empezar a leer lo que está en él, su dedo índice se mueve de línea a línea para poder tener alguna posible respuesta de lo que me esté sucediendo. Veo como su postura se pone rígida y tensa para hacer una mueca con su rostro, cada uno de sus movimientos son evidentes acerca de que algo está sucediendo, pero prefiero que siga leyendo para saber si encuentra algo que al menos no sea malo.
—No creo que sea una buena idea tener que hacerte una regresión de memoria para saber si todo proviene de algún problema de tu pasado que no permite destacar tus poderes —dice rascándose la barbilla.
— ¿Por qué no es una buena idea? —Solo veo letras en otro idioma en su libro que es nada de mi entender.
—Por dos cosas. La primera si fueran mujer lobo sería fácil que un lobo capacitado en la regresión de memoria, podría entrar sus garras en la membrana de la columna vertebral de tu nuca para poder suprimir ciertos recuerdos y así al menos, tener una idea sobre que ha pasado para que no puedas usar tus habilidades. —Explica.
— ¿Cuál es el riesgo? —Le pregunto.
—Al no ser una mujer lobo, no resistirás a la regresión, añadiendo que, una mala colocación de las garras en tu nuca, podría dejarte inválida —me asusto al escuchar eso.
—Y la otra —le pido que continué.
—No sé si sería factible regresar ciertas memorias por medio de la terapia de hielo... —estoy a punto de preguntarle qué es eso cuando prosigue —, sería tener que ponerte en una bañera llena de agua fría con cubos de hielo, en donde tendríamos que detener tu corazón mientras que revives ciertos acontecimientos de tu pasado, esto en un promedio de tres minutos antes que despiertes. —Vuelve a explicarme. —El problema es que, no sabemos qué recuerdos recuperarás por lo que podría fallar la operación del plan y añadiendo que no quiero arriesgar tu vida sabiendo que últimamente los entrenamientos han agotado tu cuerpo y mente. —Apruebo sus palabas porque en sí, no me siento estable para hacer algo que está fuera del panorama de seguir viva.
—Entonces, ¿qué recomiendas? —Suspira y mira por un instante la ventana.
—Mañana habrá un eclipse lunar, lo cual tendré que hacer un ritual para ver si puedo sacar algunas memorias tuyas por medio de la energía de la naturaleza y el eclipse —menciona —. Hay alguna memoria específica de la que no recuerdes... —Trago hondo sin saber que decir.
—Mi infancia, no recuerdo nada de ella hasta mis diez años —le comento.
—Bueno, las memorias de la infancia importan, pero para esta ocasión... —lo detengo.
—Lo sé, pero... Nunca tuve colmillos y un día después que reaccionará me crecieron de forma repentina —empecé a contarle mi problema —, luego me entero que estos tienen ciertos poderes de memoria —añado —. Además, he tenido sueños extraños que no comprendo porque los tengo. —Le confieso.
Veo como se queda pensando un instante mientras que evalúa cada una de mis palabras; quisiera quitarme esa sensación de sentirme como si Aneu estuviera viviendo bajo mi propia piel, añadiendo que cada vez que veo al abuelo de Caden tengo ese instinto de protección en donde debo de resguardar mi vida en cualquier ataque que él podría hacerme de forma desprevenida y eso sin agregar que estoy bajo un territorio desconocido en el que puedo ser una víctima fácil de todos los depredadores que conviven a mi alrededor.
—Tengo un cosquilleo y necesito que me digas la verdad —tengo la impresión que no será algo de mí agrado.
— ¿Sobre qué? —Digo con seriedad.
— ¿Cómo te llamas? —Parpadeo varias veces por si no escuche bien su pregunta.
— ¿A qué te refieres? —Me hago la desentendida.
—Tu nombre verdadero —musita —, quiero saber la verdad ahora —mi pecho se hincha de aire al ver como sigilosamente se acerca a mí —y no me vengas con tonterías que tu apellido no es Woods —intento no temblar al sentirme intimidada por su voz y mirada.
—Mi apellido si es Woods —digo con la voz casi entrecortada.
—No Gemma, no es Woods. —Me doy cuenta como ya sabe la verdad.
—Para que quieres saber entonces, si conoces la verdad. —Digo con firmeza.
— ¿Confirmas que eres una Hewlett? —Achico los ojos.
¿Debería mentirle? Además, ¿qué ganaría él al saber que en verdad mi primer apellido no es Woods sino que Hewlett? El conflicto interno que tengo en este instante es que no sé si se trata de un espía del abuelo de Caden, lo cual eso me pone en peligro cuando sé que su familia odiaría escuchar que soy Hewlett porque, aunque no tenga que ver con lo que le haya sucedido a su abuela, es probable que ellos no piensen lo mismo, así como la primera vez que Caden supo de ello.
— ¿Para qué quieres saber? —Digo con curiosidad.
—Porque si fuera tú, no me acercaría mucho a los Dankworth y no, Gemma —veo como su mirada se intensifica. —No lo digo porque pienses que le diré la verdad a ellos. —Cruza los brazos.
—Entonces, ¿por qué me lo dices? —Veo como sus ojos verdes se alzan luego de ver el suelo.
—Porque sé lo peligrosos que son... —Lo interrumpo.
—Lo sé... —Ahora él me interrumpe.
—No, no lo sabes. Sé lo capaces que ellos son para cobrar venganza y no creo que tú, aunque seas la prometida de Caden, tengan piedad de ti. —Eso eriza mi piel.
¡Mierda!
—Así que, si quieres salir viva de esto... Tendrás que seguir mis órdenes. —Menciona con cautela.
— ¿Por qué debería hacer eso? —Sonríe.
—Olvide decírtelo, a veces los celtas, también podemos predecir eventos y si más lo recuerdo, pronto la loba del invierno revivirá y cobrara venganza de los suyos. —Dice con una sonrisa llena de orgullo.
¿Qué? ¿A qué se refiere con eso de la loba del invierno? Dios... En qué lío me meterá este maldito druida.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top