Capítulo 2
Tres puertas de cedro
-Tío, qué te pasa a ti con la amiga de Natasha, pensaba que te llevabas bien con ella también, a juzgar por lo mucho que te ayudan las dos con las materias-Logan no había demorado nada en intentar saciar su curiosidad apenas Jonás los dejó solos, aludiendo que iba a prepararles una sorpresa.
-Con Naty va todo bien, es un tía cojonuda, además de que que es la chica de John, o sea, que es casi hermana. Pero su compinche es harina de otro costal. No sabes lo irritante que puede ser. Mandona, sabihonda, prepotente, con esa pose de niña buena todo el rato, como si no matara una mosca, cuando todo el mundo sabe que es una mosquita muerta-alegó Silver mientras prendía su cuarto cigarrillo de la noche.
-No será que te gusta la desgraciá, pillín. Que te conozco y sé que te van las mujeres difíciles.
-Vamos Lo, no digas estupideces. Me conoces, sabes que tengo mis estándares con el sexo opuesto y esa chiquilla no cumple con ninguno. ¿La has visto? No se arregla, todo el tiempo usando ropa ancha y de las que no se pondría ni mi abuela, las gafas le quedan fatal, igual que ese moño estilo bailarina clásica que estoy seguro no se quita ni para dormir. Vamos que con esa no se me levanta ni enmarihuanao.
-Estás exagerando y siendo prejuicioso también. Robin no está tan mal, solo que es una muchacha sencilla y muy inteligente-recalcó Lo al tiempo que rechazaba el chupito que acababan de ponerle delante.
Había perdido la cuenta de cuántos se había zampado ya, y estaba comenzando a marearse. Esto de tener un amigo rico y con buenas conexiones molaba un montón, pero a él no le iba eso de perder la conciencia por la bebida, por muy gratis y abundante que la tuviera. Sabía cuándo parar. Unos pocos tragos eran suficientes para sentirse bien y encajar en el grupo, aunque era de los que pensaba que la diversión la hace uno mismo, no el alcohol.
-Y muy zorra también, o ya se te olvidó que tuvo un hijo a los 14 años-Silver no había abandonado aún el tema de la señorita DeLuca; menos mal que la detestaba, porque de otra forma, cualquiera podía pensar que era todo lo contrario.
-Hermano mío, eso le podía haber pasado a cualquiera. Estás siendo un troglodita y un machista. Yo prefiero aplaudirle la valentía que tuvo de tener a su hijo a esa edad, sola, el haberlo sacado adelante todos estos años y aún así, sacar tiempo y fuerzas para asistir a la universidad y estar a punto de graduarse con las mejores calificaciones. A eso yo le llamo tener huevos.
-Bueno, y si tanto la defiendes por qué no te lanzas, a lo mejor te acepta para padrastro del crío-dijo Silver en tono burlón.
-Ojalá pudiera, sería hasta un alivio para mí. Pero sabes que no tengo cabeza ni corazón para otra mujer que no sea...
La llegada de John a la barra lo silenció abruptamente.
Su mutismo repentino tenía una explicación, una que sólo Silver conocía y que probablemente solo él entendería.
-Y ahora hermanos míos, llegó el momento que todos estábamos esperando-anunció Jonás a la vez que se colgaba de los hombros de sus colegas, quienes lo miraban como si acabaran de enterarse que estaban esperando alguna cosa.
John los condujo casi a rastras hasta una puerta que daba a una escalera. Por ella subieron y llegaron hasta un piso solitario con un pasillo al que adornaban tres puertas de madera preciosa que eran la cara visible de tres habitaciones distintas. Cada una estaba identificada de manera diferente. La de la izquierda con el día de la semana (Jueves), la del centro con el mes del año (Agosto) y la de la derecha con el signo zodiacal que regía en el fecha (Leo).
La intriga se hizo presente en el acto, por lo que Jonás procedió a explicar de qué se trataba todo aquello.
-A ver colegas, quiten esas caras de susto que nadie los va a torturar. Estas habitaciones son como la esencia de este club, el plato principal, al cual, por supuesto, no todos tienen acceso-dijo con orgullo de saberse entre los privilegiados.
Detrás de esas puertas solo encontrarán placer-continuó-pero no placer sexual del tipo que sé que se están imaginando. Esto es otra onda chavales. Vean, dentro de esos cuartos hay espacio para los placeres sensoriales o lo que es lo mismo, todo lo que involucra los sentidos; hay placer síquico (imaginación) y lúdico (juegos) y lo tercero va de dolor, sadismo, masoquismo y todas esas mierdas.
Según la explicación de John, la idea era encontrar disfrute en algo más que el sexo básico de todos los días. Explorar tus gustos, conocer mejor sus cuerpos y sus límites, salir de la rutina y darle rienda suelta a lo imaginativo.
Dentro de las habitaciones encontrarían una chica dispuesta a darle el tipo de placer al que estaba destinado ese cuarto en específico.
Lo de las clasificaciones por el día de la semana, el mes y el horóscopo fue un misterio que no pudo explicar, tampoco que fuera a ser importante para ellos. Aunque sí les advirtió que no aspiraran a tener sexo con su acompañante, pues no lo tenían permitido.
-Son las reglas y saben cómo hacerlas cumplir-había dicho con el ceño fruncido, buscando ponerle seriedad al asunto. -Y entonces, qué les parece-preguntó entusiasmado el rubio fortachón.
-Creo que este mundo está cada día más loco, ya no saben lo que van a inventar para sacarte dinero-se apresuró a dar su opinión Silver, en vista de que Lo se había quedado lelo, como la jirafa, que casi siempre es la última en entender el chiste.
-No lo veas así bro. Yo prefiero pensar que la gente cada día es más ingeniosa y deberíamos estar agradecidos de que compartan su ingenio con nosotros. No seas aburrido y disfruta por una vez en tu vida de algo diferente, o es que acaso la noche de hoy no se trataba de sacarle el cuerpo a lo común-John le dio una palmadita en la barbilla y lo miró con cara de payaso de circo a la espera de su aplauso.
Logan seguía sin hablar y dirigía la mirada a una y otra y otra puerta con reiteración. Talmente parecía que para sus adentros cantaba: tin Marín, de dos pingüé...
-OK, tú ganas, me apunto. Cómo sé cuál es la puerta donde no está lo del masoquismo ese para pasarle de largo. Eso no es lo mío-preguntó Silver.
-Yo quiero lo de los sentidos, me gusta la idea-por fin se le había destrabado la lengua al larguirucho de la triada, incluso parecía más embullado que el propio Jonás.
-De eso nada caballeros-saltó enseguida el promotor de toda aquella aventura. -Si algún día vienen solos y pagan el servicio, podrán elegir hacia qué cuarto dirigirse, e incluso qué compañía quieren, cuántas y de qué sexo. Pero hoy yo mando, y esto será a la suerte-diciendo esto les extendió tres papelitos bien doblados que el muy pícaro ya traía preparados en el bolsillo trasero de su jean.
Cada uno se abalanzó en pos del suyo.
-Que sea lo que Dios quiera-balbuceó Lo mientras se persignaba.
Fue precisamente él quien primero descubrió el destino que «Dios» le había deparado, «zodíaco» se leía en el pequeño trozo de papel blanco. A John le tocó la puerta del mes y a Silver, la del día de la semana.
Todos se miraron, se desearon éxitos con la mirada y se encaminaron a descubrir qué placeres los esperaban una vez en el interior de esas habitaciones.
Estaría hablando demás si les dijera que Jonás entró como Pedro por su casa al cuarto que le tocó, así de seguro era siempre. A Logan, como en su vida diaria, el temor y la cautela le movían los pies, cada uno le pedía permiso al otro para dar el siguiente paso.
Y Silver, ese era un escéptico declarado y a esas alturas, ya había empezado a dudar hasta de que realmente estaba allí, prestándose para las locuras que se le ocurrían a Jonás; pero aún así, siguió adelante.
Se enfrentó al poderoso e intimidante cedro que una vez fue árbol y ahora era madera torneada y pulida con forma de puerta, giró el picaporte que lo obedeció de inmediato y entró a un espacioso salón provisto de una enorme cama en el centro. Había una pared plagada de espejos y en la otra, se dejaban ver dos puertas contiguas y mucho más pequeñas que la principal.
-Hola, hay alguien-llamó sin gritar, aunque su voz sonó aún más grave de lo que en realidad era por la acústica del lugar.
Un ruido proveniente de una de las puertas lo hizo estar seguro de que no estaba solo.
-Puedes esperarme sentado en la cama si quieres, enseguida salgo-le escuchó decir a su acompañante.
Al oírla, la curiosidad se hizo presente en la habitación y lo tomó de la mano. Ahora no habría quien lo hiciera salir de allí, sin antes ver qué aspecto podía tener alguien que hablaba de esa manera tan sensual, tan poética, tan irresistible.
Caminó hasta los pies de la cama, la observó, la tocó y entonces la vio salir. Se sentó de golpe, quizá por la impresión y supo que no sería ese el último jueves. Quería más.
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