Capítulo 15
Natasha bajo amenaza de muerte
Mientras Logan le contaba a su amigo de la infancia lo ocurrido esa noche, una llamada telefónica le provocaba un sobresalto de muerte a Robin, que ya dormía luego de convencerse de que Silver, no cedería a su provocación y no iría a visitarla, tampoco volvería a escribirle.
Para qué mentir, eso la había decepcionado un tanto, pero al final logró dormirse.
La idea de que al día siguiente, sábado, podía dormir la mañana, la ilusionaba; sin embargo, el timbre del móvil la puso sobreaviso. Nada bueno ocurre cuando alguien te llama a las tantas de la madrugada, mucho menos un fin de semana, mucho menos Natasha.
Su amiga se disculpó por llamar tan tarde, ¿o debía decir, tan temprano? Pero bien sabía que Robin siempre estaba dispuesta a escuchar y ayudarla, así que ni siquiera esperó a que le aceptara su disculpa.
—Tengo algo que contarte, y es grave—advirtió. —Pero prefiero decirte personalmente, por teléfono sería muy complicado. Mejor espero que amanezca y voy a verte. Mañana a primera hora, mejor dicho, en un rato estaré ahí.
Colgó.
Robin no tuvo ni que hablar. Naty había dispuesto de su agenda de sábado sin pensar en que ella podía haber tenido planes. A veces le molestaba que fuera así de egoísta, que pusiera sus problemas por encima de los demás.
Casi siempre, cuando Nat se portaba así, Robin se lo achacaba a sus costumbres de niña mimada e incluso acarreaba con las culpas, pues la había acostumbrado a ello dándole mucha importancia a los líos de su amiga y echando a un lado los suyos propios.
Esta vez, no sería la excepción. Adiós a su idea de dormir la mañana.
El sol aún bostezaba en el cielo cuando el timbre de la puerta del apartamento de Robin comenzó a chillar como si lo estuvieran torturando.
Cuando la dueña de la casa—todavía en pijamas y cargando una taza de café humeante—, abrió, la visitante entró como si la estuvieran persiguiendo.
—Ay amiga, creo que he metido la pata hasta el fondo del pozo y ahora no sé cómo sacarla de ahí—dijo la rubia apelando a sus habilidades histriónicas.
A dramática no le ganaba ni la Meryl Streep.
Robin puso los ojos en blanco y la llevó casi a rastras hasta el único sofá que había en aquel diminuto salón que a la vez le funcionaba de comedor y cocina. Le brindó su taza de café pero esta la rechazó enseguida.
—Hija no tienes algo más fuerte que darme—preguntó Naty mirando insistentemente a la cocina a ver si divisaba alguna botella con algo interesante dentro.
—Sabes que en esta casa vive un niño, así que no, no tengo nada más fuerte que darte; además, no te parece que es muy temprano para beber.
—Bueno, pues no quiero café, capaz me queme la lengua y necesito tenerla lista y dispuesta para hablar.
—Acaba de cantar entonces y no des más vueltas que ya me tienes nerviosa.
—Anoche me acosté con Logan—disparó a boca de jarro y ahora fue la morena la que terminó con la lengua herida por la caliente bebida que disfrutaba.
La expresión de Robin hablaba sin pronunciar sonidos: ¿de qué locura me estás hablando?, ¿y eso cómo pasó?, ¿cuál fue el motivo?, ¿quién dio el primer paso?, ¿cómo fue todo?, ¿te gustó?, ¿y ahora qué va a pasar?
Las preguntas salían una detrás de la otra, pero eran los ojos de Robin los que hablaban, en vista de que su lengua estaba incapacitada para tal actividad.
Por fortuna, era un lenguaje que Natasha sabía interpretar muy bien y comenzó enseguida a contar, paso por paso, lo ocurrido la noche anterior entre ella y Lo.
—Anoche salí con Jonás. Me iba a llevar a cenar para resarcirme por lo sucedido entre nosotros el otro día. Todo iba bien hasta que nos topamos con una tipeja ahí que lo saludó muy efusivamente. Eso me molestó, pero logré contenerme y no armar ningún show. Sin embargo, media hora más tarde vi que le llegó un mensaje a su celular. Pregunté de quién era y me dijo que de su mamá.
Llegado a ese punto del relato, Natasha había cambiado de idea y se disponía a servirce también una taza de café, un poco que para aplacar los nervios. Dos tragos de la amarga bebida más tarde, continuó explicándose.
—Por supuesto que no me fié de su respuesta. Esa señora no le manda mensajes ni para felicitarlo en su cumple, le iba a escribir precisamente en ese momento. Ese hijo de su gran madre me subestima demasiado—volvió a callar, era evidente que pensar en ello le había dolido.
Robin vio como dos lágrimas rodaban loma abajo y sin frenos sobre sus mejillas, y no pudo evitar sentirse mal por su amiga, por lo que estaba pasando. Tenía más ganas de ir a pasarle el auto por encima a aquel imbécil, que de seguir escuchándola hablar y machacarse con los recuerdos.
No obstante, sabía que Naty ahora la necesitaba. Le era útil en ese minuto, prestándole oídos a su confesión. A veces quien sufre solo precisa que alguien esté ahí, aunque no opine, aún cuando no aconseje, pero que esté ahí y que esa amistad sea en ese instante, más que un refugio, un confesionario.
—Él lo que no sabe—continuó su revelación una vez desapareció de su rostro con el dorso de una de sus manos, el rastro húmedo que habían dejado las lágrimas. —No sabe, o bueno, no estaba al corriente de que yo me sabía su contraseña.
—Oh por Dios Nat, qué hiciste—por fin abrió la boca su amiga.
—Lo que hubiera hecho cualquiera que desconfía hasta de la sonrisa de amabilidad que su novio le dedica a una camarera. Entré a su teléfono mientras él estaba distraído con un conocido que encontró. Y qué crees que hallé; pues resulta que el mensaje de antes se lo había enviado la zorra que nos encontramos, decía: «Cuando te canses de la niñita, ya sabes dónde encontrar a una mujer»—el llanto regresaba.
—Sabes lo que más me molesta hermanita, que me lo negó todo, aún con las evidencias en la mano. Me dijo que yo era una histérica, que el que busca siempre encuentra, que era una desubicada y una loca por estar invadiendo su privacidad, que él no podía respetarme cuando yo no me respetaba a mí misma y un sin fin de cosas más que me dijo y que ahora no quisiera recordar.
Robin le alcanzó un vaso de agua para que intentara apaciguar el jadeo que le provocaba llorar de la forma en que lo hacía.
—¿Y cómo entra Logan en todo eso?—preguntó la morena en cuanto notó que regresaba la calma y que el líquido salado que desprendían sus emociones, ya no empañaba el azul de sus ojos.
—Lo llamé a Logan en cuanto aquel despreciable me dejó en mi casa. Necesitaba hablar con alguien, alguien que me hiciera reír y olvidar. No tengo a más nadie a quien recurrir que a ustedes dos, y a ti si te llamaba sería para llorar y no quería eso. Ese flaco tiene un don para hacerme sentir especial ¿sabes?
—Porque te quiere de verdad, no como otros—inquirió la morocha.
—Me consta. Si ves mi amiga, me dijo cosas tan lindas, cosas que yo he necesitado tanto que Jonás me diga alguna vez, no solo cuando quiere llevarme a la cama. Y entonces una cosa llevó a la otra y lo invité a mi casa. Y eso fue todo.
—Cómo que fue todo. Ah no blanquita, si llegaste hasta aquí, ahora me haces el cuento completo—demandó su compañera presa totalmente del morbo de la situación.
—Lo que te cuente es poco Ro—le dijo un tanto emocionada. —Fue lindo, fue divertido, divino, excitante, único. Me trató como si yo estuviera hecha de pétalos pero a la vez fue salvaje, loco, perverso. Creo que anoche me regalaron el sexo más espectacular de mi vida—dijo, pero su exaltación de repente se volvió tristeza.
Robin lo captó enseguida.
—Pero eso es bueno ¿no? Me alegra saber que alguien te haya hecho ver por fin, que Jonás no es el único hombre de la tierra, pero me pone más contenta aún que esa persona haya sido Logan. Siempre he pensado que él es el chico adecuado para ti y...
Nuevamente lágrimas en tropel.
—¿Y ahora qué dije?—se preocupó Robin.
—Ay amiga es que creo que he hecho algo muy estúpido. Soy burra, me pongo bruta, no la pienso.
—Ya deja de insultarte y acaba de decirme qué hiciste, no creo que pudieras hacer algo más grave que serle infiel a tu novio con su mejor amigo, pero a ver, desembucha.
—Le escribí a Jonás...y le conté todo, no me guardé nada—confesó la rubia y procedió a esconder sus ojos turquesa dentro de sus manos abiertas.
Robin enmudeció. La miró desconcertada y solo dijo una frase:
—Yo te mato Natasha Peter, te juro que te mato.
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