Capítulo Veintisiete: Familia Schwarzenberg.
Capítulo veintisiete: Familia Schwarzenberg.
Edmun.
15 de abril, 2016.
—Iré por un café.
Alzo la vista de mi libro y estiro mi mano, tirando del cuello de su suéter para que vuelva a sentarse. Ha sido este tira y afloja los últimos treinta minutos. Dietmar maldice y suspira de nuevo. Soy consciente de que si lo dejo ir por el supuesto café, podría huir.
Está pálido y no deja de mover su pierna de esa manera fastidiosa y estresante, pero no me quejo sobre ello porque no va de nervios, se trata de miedo, uno muy real y comprensible.
—No quiero ir, de verdad no quiero —murmura viéndome con grandes ojos suplicantes.
Su cabello naturalmente rizado, en este momento es un desastre rubio de tanto que ha tirado de el. Estiro mi mano y despeino dicho cabello.
—Toda acción tiene consecuencia, Dietmar y los Schwarzenberg siempre hemos sabido eso.
—Pero sabes por qué lo hice —Su voz es sombría, demasiado para alguien de dieciocho años.
Pero nunca fuimos niños realmente.
—Lo sé y aunque hubiese deseado que no tuvieras que hacerlo, sucedió. Solo será tu familia, Dietmar, nadie va a lastimarte.
— ¿Por qué creería en tu palabra? Por lo que sé podrías abandonarme a los lobos e irte apenas tengas la oportunidad. Me abandonaste por años, ¿Por qué no hacerlo ahora que he causado tal problema?
No negaré que escuece su duda y más que esta sea válida, me he ordenado desde que Dietmar llegó a casa, no pensar en qué situaciones o bajo qué contextos ha estado creciendo mi pequeño hermano.
—No te abandonaré ahora —Me mira con desconfianza, sonrío a medias—. Valerie me mataría si lo hago.
—Dios bendiga la existencia de Valeria —Toma un par de respiraciones—. No pienses que soy un cobarde, me las he visto en malas situaciones, pero nunca así y no está mal estar asustado, ¿Verdad? Es decir ¿Quién querría morir?
»Realmente tengo miedo. Luhanne no va a entenderlo, él es capaz de simplemente arrojarme a la calle y papá no diría nada.
—No creo que Anton deje que tiren uno de sus hijos a la calle —Lo tranquilizo y él enarca una ceja—. Al menos no uno que le cae bien. Fabienne y tú son sus bebés, va a protegerte.
»Naciste en la familia equivocada, Dietmar, no tendrías que estar viviendo esta mierda a tu edad.
—Lo viviste peor.
—Lo hice, pero ¿Y qué? Supongo que hay desgraciados que lo pasan infinitamente peor.
— ¿Podría ser peor?
—Sí, podría estar muerto.
Permanecemos en silencio, leo otro par de páginas de mi libro, las bestias de mis estudiantes presentarán una prueba la próxima semana y necesito tener todo el conocimiento fresco para cuando comiencen a inventarse teorías absurdas en sus respuestas. No tardan en anunciar que nuestro vuelo será abordado y debido a que me tomé la molestia de pagar primera clase para no tener que compartir de más con personas que no me interesan, somos de los primeros en abordar.
Dietmar se sitúa en el asiento de la ventana y repentinamente se vuelve silencioso, pensativo y analítico. Yo escribo un mensaje a Alex y Matthew informando que estaré afuera por unos días, a Valerie le escribo diciéndole que ya abordé antes de activar el modo avión. Retomo mi lectura, pero me es difícil concentrarme sabiendo que después de tantos años, estoy a tan solo un vuelo de volver a Austria.
Extraño el hermoso país que es, respirar en él es encontrarte con arte, pero desprecio las circunstancia y situación que envuelve mi estadía en el lugar. Lorenz sabía que volaríamos a Austria tal como se lo hice saber, pero no sabía que día. Y teniendo en cuenta que le gusta ser portador de sorpresas, estoy apostando que no lo mencionó a ninguna persona.
Cuando el avión despega, mis pensamientos están dispersos en el pasado. Casi sin darme cuenta acaricio mi costado sobre el abrigo, en donde descansa los tres asteriscos de mi tatuaje. Me permito pensar sobre las personas con las que voy a encontrarme, los reencuentros incómodos que presenciaré, las miradas de desprecio y tristeza. Me desarma un poco el no saber qué pasará.
Miro a mi lado y Dietmar recarga su cabeza de la ventana, sumido en sus propios pensamientos y no me pierdo la lágrima que rueda por su mejilla. Es incierto saber qué sucederá, pero sé que no puedo abandonarlo.
***
Tengo emociones encontradas en el momento en el que comienzo a hablar alemán y a escucharlo con normalidad, si bien se maneja en inglés en el país, parece un cambio inmediato cuando el taxista me habla en alemán y le respondo.
Me molesta escucharme a la perfección con el idioma, pero también siento nostalgia porque es mi lengua materna, la primera que aprendí, con la que crecí y se siente como recuperar algo de mí que no quería extrañar.
— ¿Por qué no alquilaste un auto? —cuestiona Dietmar y ni siquiera me molesto en decirle que me hable en inglés.
Le doy la bienvenida al idioma que estaré hablando durante días.
—Porque pretendo tener una llegada de bajo perfil. Alquilar un auto parecía tomar más trabajo y problema del necesario.
— ¿Quieres que te llame Edmun?
—No, todos me llamarán Moritz y no quiero que se sepa más de lo necesario que cambié de nombre.
Veo por el espejo retrovisor los ojos del taxista, es evidente que le interesa nuestra conversación, pero no se entera de lo que sucede. Dietmar lanza otra pregunta.
— ¿Por qué no nos quedamos en un hotel?
—Creía pensar que no querías morir —La broma es un poco cruel y él lo confirma cuando se pone rígido. Suspiro—. Por mucho que cueste admitirlo, es en la casa que se estará seguro.
Asiente a regañadientes y abre su mochila sacando una camisa de botones y una chaqueta de marca. Observo como se saca el suéter y camiseta básica que llevaba para sustituirlo. También saca un reloj costoso que ubica en su muñeca y que deslumbra a nuestro conductor. Pasa las manos por su cabello ordenándolo. Ya no es un simple mocoso que nunca se calla, tiene totalmente ese aire de la familia y me estremezco.
Quiero el molesto mocoso de vuelta.
—Si voy a casa, entonces debo ser el Dietmar que criaron —Se encoge de hombros—. Además, mamá odiaría verme con ropa barata y corriente.
—Bueno, no traigo ropa de marca como es evidente.
—Y eso que te gastas un sueldazo de muerte. Eres millonario, pero tacaño para darte tus lujos.
Me acerco a él para poder susurrar:
—Deberíamos ser más discretos con lo que se dice. Creo que el conductor se está pensando cuáles serían los contras de secuestrar a dos jóvenes que hablan de tal forma de dinero.
—Uh, tienes razón, Moritz.
Me estremezco ante el nombre, pero debo acostumbrarme.
Reconozco los paisajes, no importa cuánto tiempo pase, no olvido y mientras más nos acercamos a la casa familiar, más tenso me encuentro. Comienza a abrirse un camino de árboles que guían hacia la casa y apenas avanzamos otro poco más, antes de que el taxista se detenga y parezca a instantes de hacerse en los pantalones cuando el personal de seguridad lo detiene sin ninguna intención de ocultar el armamento. Pobre tipo, casi olvidé cuán protector de esta casa es Luhanne.
— ¿Hacia dónde se dirige y quién lo autorizó a acercarse? —pregunta uno de los hombres.
Dietmar baja la ventanilla y agita su mano como niño en Disneyland. Le sonríe al tipo que se acerca.
—Oye, te has estado comiendo tus verduras mientras no estaba, has crecido, Raphael.
— ¿Dietmar? —El tipo mira hacia mí y de nuevo a mi hermano—. ¿Quién es el otro?
—Ufs qué incómodo que no reconozcas a uno de tus jefes. Es mi hermano Moritz.
Está bien porque no reconozco al tipo, pero asiento y él luce sorprendido antes de aclarar su garganta.
—No puedo dejar que el taxi ingrese, Die. Ya conoces las reglas de tu abuelo y tu padre.
—Suerte que no traje mucho equipaje —Se queja abriendo la puerta—. Dale algo del dinero al hombre, nos trajo desde el aeropuerto.
Bajo del auto cargando mi propio equipaje de mano y saco dinero de mi billetera, pero el tipo de seguridad se adelanta y paga, no deja de observarme como si se tratase de una aparición al igual que el resto. Dietmar se acerca a él y hacen un extraño saludo.
—Te diría que alguno te da un paseo hasta la casa en la colina, pero los autos y motocicletas se encuentra ocupados con todo lo necesario para la boda, Die. Debiste avisar que venías.
—No hay problema, caminaremos.
—Bienvenidos —Nos dice, me da una última mirada antes de enfocarse en ver los alrededores—. Dos de ellos los escoltarán hasta la colina.
No digo nada al respecto y comienzo a caminar, Dietmar se ubica a mi lado. Por delante de mí se ubica uno de ellos que no deja de ver alrededor y atrás otro. Arrastro mi maleta en absoluto silencio.
La última vez que vine tenía dieciocho años y salí con un corazón destrozado, una relación rota con uno de mis hermanos y mucho resentimiento.
—Así que será una gran boda ¿Eh? —pregunta Dietmar a los hombres, no responden—. Parece que la seguridad ha sido reforzada desde que me fui.
Cómo si él no supiera por qué. Hace un sinfín de preguntas que los hombres ignoran de manera experta. El camino es algo largo e inclinado y cada cierto espacio, hay instalada seguridad. Todos nos lanzan miradas y no todas precisamente de bienvenida. Para cuando llegamos a la gran casa, tal vez debería decir mansión, estoy deseando una botella de agua.
Supongo que el tipo de abajo anunció nuestra llegada, porque Lorenz baja los escalones y camina hasta nosotros con una sonrisa, finge una reverencia antes de despeinar el cabello de Dietmar y darme una gran sonrisa. No comparto la felicidad, pero admito que verlo me agrada y recuerdo lo que conversé con Valerie sobre mis hermanos y sentir que los abandoné.
Respiro hondo y le doy el intento de una sonrisa antes de estirar mi mano y despeinar su cabello como si tuviese doce años y no veinticuatro, parece sorprendido, pero luego ríe.
—Bienvenido, hermanos, ansiaba que llegaran —Poco a poco borra su sonrisa y se dirige a Dietmar—. No podías aplazarlo más —Deja la mano sobre tu hombro—. Estoy contigo, Die.
»Pero entremos, todos se ponen nerviosos si pasamos mucho tiempo afuera, demasiada exposición —Nos apremia a entrar—. Mamá se encuentra en el establo con una amiga, papá y Luhanne en una reunión...Ellos no saben que tú venías, Moritz, a Die lo esperaban.
—Será una bonita sorpresa —musito.
Cuando entramos a la exageradamente enorme mansión, por un momento, siento que me ahogo y quiero retroceder. Ha sido demasiado tiempo, pero aun así siento un repentino dolor en mi pecho y me estremezco.
¿Puedo hacer esto?
— ¿Die?
Volteo hacia la voz femenina y me sorprendo viendo a una joven hermosa, cabello rubio lacio y largo, correr hacia Dietmar. Él ríe cuando ella salta sobre él y le llena la cara de besos. Luego cuando está sobre sus pies, le da una bofetada.
—Maldito estúpido, estaba tan preocupada por ti. ¡Podías enviarme un email! Una llamada ¡Una señal de humo! Incluso te lloré. Yo lloré.
—Y hemos de recordar que ella solo llora por cosas egoístas que le afectan —interviene Lorenz.
Para ser tan joven, ella le lanza una mirada mordaz de muerte, luego desplaza su atención hacia mí y son los ojos café los que se quedan conmigo y traen el recuerdo de mi memoria. Duele.
Maldita sea, duele mucho verla así.
— ¿Quién es él? —pregunta con curiosidad.
Sin darme cuenta, acaricio mi pecho como si eso pudiese calmar el ardor que no deja de crecer en el lugar. No me reconoce ¿Y por qué lo haría? Me fui y nunca volví, ella apenas tendría cinco años o poco más la última vez que me vio.
—Soy Moritz —Le digo.
Sus ojos cafés, la única de nosotros con los ojos de mamá, se abren con sorpresa y lleva una mano a sus labios. Parpadea continuamente y ve a nuestros hermanos, luego de vuelta a mí. Sus ojos se llenan de lágrimas y ahí está la misma mirada de cuestionamientos y reproches que Lorenz y Dietmar me dieron la primera vez que me vieron en años.
Su labio inferior tiembla y lo retiene entre sus dientes sin dejar de observarme, luego alza su barbilla.
— ¿Y por qué viniste? ¿Qué te hizo recordar que no eres hijo único? —cuestiona.
— ¡Vamos, Fabienne! No seas dura con él, no tuvo las cosas fáciles aquí —dice Dietmar.
—Bueno, debió pensar que si para él fue duro, para nosotros pudo serlo.
—Fabienne, somos familia —Le recuerda Lorenz.
—Yo nunca lo olvidé, él sí. ¡Ni siquiera lo reconocí! Eso dice bastante, pero bienvenido seas a tu casa —No se me escapa la ironía, vuelve su atención a Dietmar—. Te extrañé mucho. Alemania sin ti es horrible.
—Ow, yo también extrañé a mi oso bebé —Él la abraza—. Cuéntame cuánto me extrañaste mientras dejo esto en mi habitación.
— ¿Trajiste algún regalo para mí, oso?
—No estaba de paseo, Fabienne y no podía usar mis tarjetas.
—¿Vas a decirme qué hiciste? Nadie aquí me lo dice.
—Por ahora dejaré esta maleta en mi habitación.
Los veo alejarse con esa familiaridad mientras ríen, ella no me da ninguna otra mirada. Inexplicablemente hay un nudo en mi garganta. ¿Cómo se elimina tal distancia? Ella tiene razón, ni siquiera pudo reconocerme o quizá no quiso hacerlo.
—Bueno, luce cómo que te dolió que el dolor de cabeza familiar fuera un tanto odiosa contigo, ella es algo...Temperamental, excepto con Dietmar, como puedes ver ella es su oso bebé.
—Y él su oso —completo.
—Son muy unidos. Nos ama al resto, pero Dietmar es su mejor amigo o alguna mierda así. No te preocupes, es la sorpresa inicial, luego estará sobre ti con preguntas. Además, ¿Recuerdas cuán molesto fueron los quince años? Está en esa etapa.
—Es difícil cambiar la imagen de la pequeña niña rubia a esta adolescente.
—Para todos, no te imaginas cómo lucho contra los cabrones queriendo llegar a ella. Jodidos adolescentes.
— ¿Qué dijo sobre Alemania? —pregunto.
—Va al mismo internado que Die, bueno, Die ya se gradúo antes del desastre. Se supone él volvería a Alemania por un tiempo y se mantendría con ella, pero luego sucedió todo esto.
— ¿Qué hay de ti? —pregunto dándole mi atención, se encoge de hombros.
— ¿Qué pasa conmigo?
— ¿Cuál es tu hermano oso?
Mi pregunta lo hace reír, se acerca y golpea mi brazo de forma amistosa, cualquiera creería que con Lorenz nunca me fui.
—Quiero a todos mis hermanos, incluso a ti. No has sido el mejor hermano, pero no olvido que de pequeño aunque te pesara, estuviste para mí —Se encoge de hombros—. A diferencia de los hermanos ositos, sé que pasaste un infierno, Moritz, no puedo juzgarte demasiado por querer dejarlo atrás.
—No quise esta vida.
—Y tuviste las agallas de dejarla atrás, algunos de nosotros solo deben seguir el legado familiar —Me da una sonrisa triste—. Hubiese querido ser un ingeniero o genial matemático, pero me tocó cumplir con mis deberes familiares y está bien, he aprendido a lidiar con ello.
—Eres muy joven para tanta resignación.
—Tú más que nadie sabes que nunca se es demasiado joven cuando eres parte de esta familia. Pero basta de charla sentimental, vamos a una habitación de huésped donde te quedarás.
— ¿Qué pasa con mi antigua habitación? —No es que la extrañe, pero me ocasiona curiosidad.
—Luhanne se encargó de que le dieran otro uso.
—No me extraña, siempre ha sido un viejo resentido.
—Tú lo has dicho bien, muy resentido, Moritz.
Me muevo con lentitud por una casa que me resulta familiar, pero a su vez tan extraña, que me es ajena. No fui un niño travieso o hiperactivo, mayormente fui un observador y me camuflajeaba en cualquier lugar queriendo que nadie me molestara, sin embargo, tengo muchos recuerdos porque durante trece años esté fue mi hogar.
Ni siquiera me hospeda en una de las dos plantas de arriba, pero no pongo quejas sobre ello cuando me deja en una de las grandes habitaciones. En esta mansión todo es lujo, parece algún hotel cotizado.
—Ponte cómodo, sal cuando te sientas listo. Debo encargarme de algunas cosas.
Y ni siquiera quiero preguntar a qué cosas se refiere. Cierra la puerta detrás de él y suspiro. Me dejo caer en la cama y sostengo mi cabeza entre mis manos. Cierro mis ojos y me sacudo ante los recuerdos.
La última vez que estuve aquí, cuando Gesine me rechazó y Niklas me atacó, no fue tan malo como cuando me fui a los trece años. Me estremezco y por más que lucho con mis ojos cerrados, siento un par de lágrimas escaparse.
Cada persona carga con un tipo de dolor, el mío quema y me despedaza. Se siente como crudos latigazos, como si tiraran de mi piel.
«—Moritz, no me gustaría hacer esto.
—Por favor, por favor. No lo hagas —supliqué, sin embargo mis ojos estaban en Niklas, el miedo era evidente.
—Lo siento, muchacho. No es personal. »
Abro mis ojos sintiendo que me asfixio y jadeo, paso las manos por mi rostro.
—Es el pasado. Ni siquiera eres Moritz —Me digo—. Haz lo que tengas que hacer y vuelve a Londres a donde perteneces.
Busco mi teléfono y veo que la conexión internacional ya ha sido activada. Respondo los mensajes de Matthew y Alex antes de leer el de Valerie.
Valerie: ¡Genial! Avísame cuando llegues.
Valerie: cursi o no, te envío besos.
Sonrío, es su respuesta al mensaje que envié antes de que el avión despegara. Texteo mi respuesta.
Edmun: Ya por los aires austriacos.
Edmun: una de mis hermanas me desprecia, pero eso no es sorpresa.
Edmun: recibo tus besos.
No sale en línea así que guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón y me pongo de pie. Camino hasta la ventana que da vista debajo de la colina donde estamos ubicados. La verdad es que es un paisaje hermoso que muchas veces dibujé, pero qué por seguridad nunca expuse.
Hay un toque en la puerta, giro y autorizo a que entren. Me encuentro con ojos cafés llenos de lágrimas en un hermoso rostro de una mujer que me dio todo el amor que conocí al crecer. Una mano temblorosa va a su boca y luego me da una de sus sonrisas cálidas. Parpadeo continuamente para no llorar, porque quiero hacerlo.
—Mi pequeño león —dice en austro-bavaro—. Viniste.
—Pasaba por aquí —intento bromear.
Acorta la distancia entre nosotros y me abraza. Es alta, pero resulta más pequeña que sus hijos, sin embargo, su abrazo me llena y envuelvo mis brazos alrededor de ella. Nueve meses sin verla y me siento una total mierda porque la última vez, ella fue a verme y una vez más insistió en que volviera.
—Dime que no estoy soñando, Moritz —Vuelve a nuestro típico alemán.
—No es un sueño, mamá.
—Uno de mis tesoros más preciados ha vuelto.
Me separo un poco de su abrazo y sostengo su rostro entre mis manos porque necesito que entienda que aunque la extrañé y atesoré este momento, no es otra cosa que una visita breve.
—No voy a quedarme, mamá. Hace mucho decidí que no es la vida que quiero y eso no ha cambiado. Te amo, de verdad que sí, pero no puedo volver aquí.
—Me duele no tenerte cerca. Livia vive en Italia, pero al menos ella me visita, de ti solo obtengo silencio la mayor parte del tiempo y duele tanto.
—Lo lamento, soy un bruto y no mido mis acciones, no pretendo ocasionarte daño.
— ¡Mamá!
Ella voltea y ríe cuando Dietmar entra y la alza del suelo en un mega abrazo haciéndola girar en círculos. Lo abraza con fuerza y luego golpea su nuca.
—Mi bebé, ¿Cómo es que acabaste en estos problemas, Dietmar?
—Es la familia en la que nací, mamá. ¿Qué esperabas de mí? —dice con seriedad observándola—. Yo no quise, pero las circunstancias lo forjaron.
—Estoy tan preocupada —Noto el cansancio en sus ojos—. No sé qué sucederá.
—Una boda —digo—. Eso es lo que va a suceder, ¿No?
—No estés molesto con Niklas, hijo, tu relación con Gesine había terminado.
—Me importa una mierda que se casen —Me encojo de hombros—. Sabes que el problema con Niklas viene de atrás.
—Son hermanos, Moritz. ¿No ha sido suficiente? Todo lo que quiero es tener a mis hijos reunidos en paz.
No quiero herir sus sentimientos recordándole la clase de familia que somos y cómo es que duele tanto que a pesar de amarnos, siempre nos condenó en estas paredes, que no hizo nada para evitarlo y darnos una vida mejor.
—Entonces, ¿Livia viene? —cuestiona Dietmar.
—Con su esposo.
—Basura italiana —dice Dietmar, es su línea favorita cuando mencionan al esposo de mi hermana mayor. La primogénita.
—Dietmar, cuidado con tus palabras —Suspira—. Ahora, vengan conmigo, pediré que preparen algo para que coman.
—Preferiría quedarme a descansar un poco —Es mi excusa para quedarme encerrado antes de tener que enfrentar a Luhanne y Anton...Incluso Niklas.
Mamá asiente y enlazando su brazo con el de Dietmar, comienzan a alejarse, en última instancia él voltea y sé que hace un gran trabajo teniendo lo que se consideraría su actitud habitual, pero veo el miedo en sus ojos y la súplica silenciosa de que no lo abandone. No pienso hacerlo.
***
Intenté dormir, no funcionó.
Intercambié mensajes con Valerie, eso ayudó mucho.
Sin embargo, me siento incómodo y fuera de mi piel estando aquí. Por momentos siento que sufriré un ataque de pánico.
Muchas veces te dicen que la mierda sabia es enfrentar el pasado, pero tal vez sea porque todos tenemos pasados distintos y al mío no me interesa darle ni una mirada.
La hora de la cena ha pasado, se solicitó mi presencia y fingí estar dormido porque no hay manera en la que mi primer encuentro con los hombres de mi familia fuese en medio de una comida donde mi ex incluso estuviese. No vine a fingir que soy parte de una familia feliz.
Tomé una ducha y pese lo que le dije a Dietmar en el taxi, si traje prendas de marca y elegantes: para la boda, para la reunión que se avecina. Así que acomodo el cuello alto de mi camisa y peino mi cabello hacia atrás. No lo hago para su aprobación, lo hago para desafiarlos, para que se traguen sus putas palabras y críticas, para darles lo inesperado.
Dietmar abre la puerta de la habitación sin molestarse en tocar primero. Lleva una camisa de botones mangas largar y encima un suéter, su cabello va peinado y luce pálido. Asiente hacia mí.
—Ya nos están esperando.
Camino hasta él y palmeo su mejilla, le sonrío.
—Animo, pequeño tormento, no irá tan mal. Te cubriré la espalda.
Asiente y avanza, cierro la puerta con seguro detrás de mí y camino en silencio junto a mi hermano menor. A mitad de uno de los tantos pasillos, nos encontramos con Fabienne, ella le sonríe a Dietmar y a mí solo me mira como si me analizara, luego continúa su camino.
—Ella solo está desconcertada, no te odia ni nada —Me aclara.
—Ustedes parecen muy unidos.
—En Alemania éramos ella y yo, siempre nos cuidamos el uno al otro y aquí fue lo mismo. Mayormente se suele decir qué te irrita tu hermana pequeña, pero no es así con Fabienne.
—Eso es bueno.
—Niklas y tú fueron así.
—Sí, fuimos un poco así —digo en un susurro.
Caminamos mucho, la reunión es fuera de la mansión, en la otra casa de la extensión trasera. Veo todo a mi alrededor analizando los pequeños cambios. Visualizo la pequeña casa en donde nos esperan y veo cuán custodiada está fuera de ella. Dietmar toma mi brazo.
—Quiero decirte algo —Su voz tiembla—. Algo que dejé por fuera porque estaba asustado y no quería ser esa persona.
— ¿Qué cosa? No me gustan las sorpresas, Dietmar.
—Hubo más...
— ¿Qué?
Uno de los hombres de seguridad llega detrás de nosotros y nos apremia a caminar, no tengo oportunidad de que Dietmar me diga a qué se refería. Nos dejan entrar a la casa y de inmediato somos el centro de atención.
Enderezo mi espalda y alzo la barbilla sin ver a nadie en particular. Escucho pasos acercarse y me tenso, pero no se detienen frente a mí, lo hacen a mi lado.
— ¿Cómo puedes ser tan idiota, estúpido niño?
Reconozco la voz de Luhanne y volteo justo en el momento en el que con un bastón de acero golpea el rostro de Dietmar haciendo su labio sangrar de inmediato y que su rostro voltee hacia mi lado.
Alza de nuevo el bastón para golpearlo y estiro mi mano tomándolo, mi palma duele ante el impacto, pero no lo demuestro mientras lo observo.
Parece sorprendido, luego su expresión de desprecio aparece. Su cabello se encuentra plagado de canas y aunque ha envejecido, de alguna manera consigue verse activo. Por un momento tengo un breve collage en mi mente de sus agresiones para hacernos más fuertes, sus insultos, sus felicitaciones cuando nos instruíamos y seguíamos.
Le doy una lenta sonrisa mientras sostengo su bastón del otro extremo. No abandono su mirada.
—Hola, abuelo —saludo—. Qué bueno ver que sigues vivo.
—Moritz, veo que recordaste el camino de regreso, una lástima.
— ¿Qué puedo decirte? Me resulta difícil olvidar —Libero el bastón presionando con algo de fuerza hacia él.
Dirijo mi mirada a Lorenz, él está sonriéndome y casi ruedo mis ojos. Mi mirada se encuentra con los ojos grises de Anton y asiento hacia él.
—Papá, un gusto verte de nuevo.
—Es bueno verte por tus tierras, hijo.
Avanza hacia mí y me tenso, soy un poco más alto que él, así que él alza su mirada antes de envolverme en sus brazos y palmear mi espalda en un saludo. Y desprecio el segundo en el que me ablando y me hace extrañar al papá que no siempre fue disciplinario.
Él deja de abrazarme y me da una sonrisa, palmea mi mejilla.
—Bienvenido a casa, hijo.
Este no es mi hogar, pero asiento en respuesta. Él se hace a un lado y me topo de frente con Niklas. Sus ojos son calculadores sobre mí, pero hay algo más. Ha cambiado, luce más adulto y más sereno. Ladea su cabeza hacia un lado.
—Parece que te han salido algunas arrugas, hermano mayor.
Sonríe de costado con lentitud y me extiende su mano, la estrecho y estoy desconcertado de éste Niklas sereno y controlado, la última vez que lo vi, él era caótico y algo desequilibrado.
—Felicidades por tu pronta boda.
—Gracias, me alegra que pudieras venir —Me da una mirada significativa—. Con honestidad, quería que estuvieras aquí, Moritz.
No sé qué hacer con su declaración, carece de ironía y parece más una realidad. Retrocede y observo a los demás presentes, algunos conocidos y otros rostros nuevos, me inclino un poco en saludo. Vuelvo mi atención a Luhanne.
—Nadie va a tocar al niño, él está aquí dando la cara y estoy a su lado, no permitiré que lo lastimen, incluso si son personas de tercera edad.
—Tomemos asiento —dice Anton.
—Preferiría estar de pie junto a Dietmar —convengo.
—Como gustes, Moritz.
En circunstancias normales, tendría que tomar asiento y Dietmar permanecer de pie mientras se discute de la situación, pero prometí que cuidaría su espalda, a tal punto que me he atrevido a volver a esta casa, a estas reuniones.
Dietmar se mantiene con la cabeza en alto y espero más adelante hacerle saber que justo en este momento, me enorgullezco de sus agallas y su manera de lidiar con un miedo que me dijo sentir.
Niklas se acerca a Dietmar y limpia el rastro de sangre con un pañuelo, nuestro pequeño hermano le da el intento de una sonrisa y Niklas se la devuelve.
—Esta vez fue una gran travesura ¿Eh? —Palmea su mejilla y recarga su frente de la suya—. Estoy aquí contigo, Die. En las buenas y las malas.
—No lo consientas y ven aquí, Niklas —exige Luhanne.
Niklas aprieta sus labios y veo la ira brillar en sus ojos antes de que la esconda y asienta con una sonrisa hacia Luhanne mientras camina hacia él.
El picor de mi pecho ahora se debe ante lo evidente: mis hermanos tienen una relación y una lealtad que yo dejé atrás. Todos ellos tienen una conexión de la que carezco, que corté y ¡Joder! Duele.
— ¿Es correcto que Moritz escuche cuando le dio la espalda a esto? —pregunta Urian, un viejo primo de la familia.
—Teniendo en cuenta que sé de qué va esto y que de hecho me dejaron entrar en la reunión, la pregunta parece un poco tonta —comento con fingida diversión—. En dónde esté el niño, estaré yo.
—Lo que quiere decir que si el niño muere, tú también lo harás —comenta Luhanne.
—Es una suerte que planee seguir respirando, ¿No, abuelo?
— ¿Eres consciente del problema en el que nos ha involucrado, Dietmar? —pregunta Benjamín con paciencia. Padre de Gesine.
—Lo soy y parece un poco irónico juzgarlo cuando cada persona en esta habitación ha hecho cosas peores y por causas menos nobles —respondo—. Con semejante indignación, yo pensaría que me encuentro entre nobles palomitas que quieren la paz mundial y conseguir la cura del cáncer.
—Hijo, más respeto por favor.
Por un momento quiero decirle a Anton que se meta el respeto por el culo, pero me muerdo la lengua sabiendo que eso no sería inteligente y que soy minoría aquí.
—Teníamos una alianza y éste engendro anormal decide ir y contar cartas en un casino, no conforme con eso ataca, al hijo de cabeza de familia —gruñe Luhanne.
— ¡Iba a violarla! —grita Dietmar—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué observara y aplaudiera? Actúe para salvarla.
Luhanne avanza hacia él con el maldito bastón y me interpongo. Mayormente no me interesa intimidar a las personas, pero en este momento disfruto de mi altura cuando miro hacia él, abajo.
—Creo que dije que no se maltrata al niño. Retrocede, abuelo.
Luhanne a regañadientes lo hace, Dietmar luce mucho más pálido.
—No pretendía hacer daño. Solo fui a apostar, sí, conté cartas, siempre lo he hecho y es una habilidad que ustedes siempre han usado de mí —Les recuerda Dietmar—. Layla estaba conmigo, éramos amigos. Luego fui llevado a uno de los cuartos porque notaron que estaba ganando mucho dinero y cuando Beck apareció estaba volando en drogas.
»Me atacó y luego ató mi mano a una silla mientras decía todo tipo de cosas sobre lo que iba a hacerle a Layla, no iba a dejar que sucediera.
—Todo esto por una mujer —Se lamenta Luhanne.
—Por una vida —Lo corrige Dietmar—. No iba a dejar que la lastimaran.
Y eso estuvo bien, no había manera en la que fuera aceptable que se quedará a observar cómo lastimaban a su amiga y me asquea que alguien en este lugar lo considere aceptable. Es algo atroz, traumante y doloroso que ninguna persona debe experimentar. Algo que no se borra, que sin importar lo que digan, marca.
—Así que vas y lo matas —concluye Benjamin.
Me paralizo y con lentitud volteo a ver a Dietmar.
Su labio inferior tiembla, eso no me lo dijo. Cuando me habló, afirmó que lo dejó en mal estado...No muerto.
Siento un nudo en mi garganta. Mi hermanito, mi pequeño hermano ha tenido que pasar por eso. Siento que quiero acabar con cada persona en esta habitación que ha llevado a Dietmar a conocer esta vida. Siento náuseas y trato de controlar mi semblante.
—El mundo está limpio de una escoria más —dice Niklas—. Iba a violar a esa chica, quién sabe a cuántas más lastimó. Asesinaba bajo los efectos de la droga, sin importarle nada. Dietmar hizo lo que tenía que hacer por salvar a esa chica y salvarse él.
—No quería hacerlo, solo quería detenerlo. No quise quitarle la vida, nunca he querido ser un asesino. Nunca.
—Reacciona, marica. Estás en una familia dedicada al crimen organizado, ¿Qué es lo que esperabas? —Le grita Luhanne—. Me asquea tu cobardía.
—No pedimos ser parte de tu familia —escupo—. No pedimos ser parte de una familia dedicada al crimen.
— ¿Y qué querías, Moritz? —Me grita—. ¿Ser parte de una familia de princesitas pintoras? —Algunos ríen con burla.
—Es bonito hablar cuando solo eres el observador, ¿Cierto? —digo sin contenerme, pero en voz calmada—. Imagina, eres quien recibe los chantajes, no el que padece.
—Moritz —Me advierte Anton, pero no me detengo.
—Se ha de sentir muy bien ser él que recibe las llamadas y no al que torturan, al que violan, al que matan. ¿Algunas vez has sido torturado por semanas para sacarte información? Tú solo envías el dinero o tus matones y eso si te interesa la vida del lacayo, ¿cierto?
» ¿De qué cobardía le hablas a Dietmar? No me hagas reír, por favor.
—Hablas y hablas cuando le diste la espalda a esta familia.
—Bueno, no es un secreto por qué le di la espalda a esta puta familia —Siento mi furia aumentar aunque no la muestro.
Mi mirada se encuentra con la de Niklas y veo la ira en sus ojos, no hacia mí, hacia los recuerdos. Vuelvo mi atención a Luhanne.
—Le di la espalda a esta familia porque a los doce años fui secuestrado con mi hermanito de diez años. Porque fuimos jodidamente torturados por tres putas semanas ya que te apetecía negociar de una manera mejor.
»Le di la espalda a esta familia porque durante más de quince días fui torturado junto a mi hermano, porque no hubo un puto minuto donde no sintiera dolor. ¿Has sido violado alguna vez, Luhanne? No, no te ha pasado y nunca has vivido algo tan traumático como lo de que de niños Niklas y yo vivimos por ser parte de tu puta y sagrada familia.
Tomo respiraciones rápidas, ha sido como abrir una puerta al pasado y duele mucho, me desgarra y cuando miro a Niklas veo mi propio dolor en el suyo.
—Moritz, por favor... —Anton intenta acercarse.
—No te atrevas —Le advierto—. Tú, más que nadie, no te atrevas a censurarme, tú que no hiciste nada por tus hijos y aun después de eso, querías que juráramos lealtad a esta organización. No te atrevas, Anton.
»Lo que Dietmar hizo, lo hace tener muchos más huevos que ustedes. No por el hecho de asesinar, si no por el simple hecho de salvar, de ayudar a quien lo necesitaba. Por tener compasión y empatía, por hacer algo tan humano como evitar que alguien viviera tal desgracia. No te atrevas a llamarlo cobarde frente a mí.
No hay palabras, se hace un silencio tenso en el que comparto mi mirada con Niklas, el dolor que vivimos. La manera en la que quebrantaron su voluntad, en la que cada día nos prometíamos no abandonarnos mientras sufríamos. No hay manera en la que encuentre un perdón para Luhanne, ni siquiera para Anton. Nunca pedí ser parte de esta familia, nunca quise serlo.
Hasta el día de hoy, nunca he quitado una vida, pese a que mi familia se dedica al crimen organizado, pero luego de aquel día en mi mente, vi tantas tentaciones de robar vidas. El dolor, la furia, la vergüenza y odio, me hacían querer borrarlos a todos, temí de mí porque muchas veces fantaseé con asesinarlos.
A quienes me lastimaron.
Quienes quebraron a Niklas.
Y a Luhanne por no salvarnos, por intentar negociar durante tres semanas al no querer ceder ni doblegarse.
Odio a Anton por no hacer más por nosotros.
Y a mi madre por solo haber llorado y permanecer en esta puta locura.
Pensé: si acabo con ellos, no vendrán por Lorenz, nunca vendrán por Dietmar ni Fabienne. Incluso pensé que nunca dañarían a Gesine.
Me estaba perdiendo y no estaba interesado en dar gritos de auxilio. Logré rescatarme a mí mismo en el momento en el que vi Londres y mis abuelos como una opción.
Niklas era más pequeño y él no pudo luchar contra las secuelas. Ese odio, la ira y el resentimiento, lo hicieron crecer con una conducta violenta que lo llevó a intentar asesinarme cuando tenía dieciocho años.
—Dietmar hizo lo correcto —dice Niklas con apenas un ligero temblor en la voz—. Se lidiará con las consecuencias, pero él hizo lo que me hubiese gustado alguien hiciera por mí cuando tan solo era un niño.
—Quiero retirarme —habla Dietmar con voz quebrada—. Yo...No quiero ser parte de esto, por favor, quiero retirarme.
Luhanne golpea un cuadro con el bastón y grita de ira. Luego el bastón golpea a Anton en las costillas.
— ¿Cómo es que engendraste a puros maricas inservibles? —Grita y lo golpea de nuevo. Luego mira a Dietmar—. ¿Quieres irte? Salte de esta familia y te juro que Fabienne pagará tus errores.
—No hagas amenazas como esas, Luhanne —advierte Niklas.
—Nadie toca a Fabienne —afianza Lorenz con voz tensa.
—Creo que debemos tranquilizarnos —dice Benjamin—. El muchacho se dedicaba a contar cartas y extraer información cibernética que necesitábamos, no era parte del plan hacerlo un asesino. No está preparado para ello y tal vez lo correcto sea dejarlo ir, por ahora.
»En este momento él es más un estorbo que una ayuda —concluye.
— ¿Y qué solución proponen para el error que ha cometido el pequeño infeliz? —exige saber Luhanne.
Anton que sangra tras el ataque de Luhanne, toma una profunda respiración.
—Pagarles en compensación por la vida pervertida, ceder algún espacio y prometer servicios si alguna vez lo requieren. Eso apaciguará —habla—. No es que lloren la vida de esa escoria, solo lloran su orgullo.
Luhanne toma profundas respiraciones, me pregunto cómo a su edad esos arranques no le cuestan la salud y muere, pero bien dicen que la mala hierba tarda en morir.
—Muy bien —asiente—. Hasta que piensas, Anton.
—Gracias, papá.
—Tú —señala a Dietmar—, luego de la boda te quiero lejos. Te permito la entrada a esta casa por respeto a tu pobre madre que sufre al haber dado a luz a porquerías como ustedes, por ahora te doy la indulgencia y te quiero fuera de mis negocios antes de que los arruines.
»Escóndete, desaparece de la misma manera en la que lo hizo el idiota de tu hermano. Fingiremos no saber de ti luego de la boda de Niklas y ambos, Moritz y tú, se largan —Sacude una pelusa inexistente de su traje—. Las puertas de esta casa están abiertas para ustedes, pero preferiría no verlos por un tiempo.
El sentimiento es mutuo.
—Nos encargaremos de este problema y volveremos a nuestros asuntos —Mira hacia Niklas—. Ve y descansa, te casarás pronto y no necesitas que nadie entorpezca ese día. Pueden retirarse.
Poco a poco todos comienzan a retirarse y asienten hacia mí, es evidente que no sienten especial amor hacia mi persona, pero no me interesa tener afecto de estas personas. Niklas pasa por mi lado sin decir ni una sola palabra, pero con la misma mirada tormentosa.
Palmeo el brazo de Dietmar indicándole que nos vayamos y él asiente, pasa una mano temblorosa por su cabello, deshaciendo el peinado y dando rienda suelta a los rizos indomables.
—Moritz —Me llama Luhanne, volteo y me sonríe—. A veces pienso que ni siquiera valió la pena negociar por tu liberación.
—A veces siento que merecía la pena perder la cordura y ponerte a dormir...Abuelo.
Buenassssss. El capítulo es largo e inicialmente iba a dividirlo en dos porque pensé que no alcanzaba a editarlo, pero mientras no tenía luz, aproveché de acabarlo del todo.
Así que aquí vamos:
1. Edmun y Dietmar viajando a Austria (Inserta aquí desde el aeropuerto hasta la transformación en el taxi y llegada a la casa de la familia).
2. La reacción de Fabienne al reencontrarse con Edmun.
3. Edmun y su mamá.
4. LA FAMILIA DE EDMUN (Inserta aquí cada miembro).
5. ¿Qué esperan de Niklas?
6. El pasado de Edmun :(
7. Luhanne.
8. Las cosas que tuvo que hacer Dietmar.
9.La manera en la que Edmun se siente sobre haberse alejado de sus hermanos.
Chan chan chan channnnn.
Bah, extrañé hacerlos sufrir, pero ya volví con todo jejeje.
El hada en esta ocasión señala a la bonita @ViomerlysColina espero y nadie te borre la sonrisa ni deja de brillar como una de mis estrellas :* Gracias por el apoyo y amor.
Recuerden que si tienen fanarts o quieren saber cuando se actualiza (a veces Wattpad no avisa) la historia tiene página de facebook: Saga InfoNews de Darlis Stefany. Los adelantos en mis redes: instagram storie (DarlisStefany) y stories de facebook en la página Darlis Stefany. Mayormente para contestar, en el tiempo que trato de dedicar para ello, me encuentro más en mis mensajes privados de Instagram y en Twitter Darlis_Steff, porque se me hace más cómodo por esos medios.
Espero les guste.
Un beso.
Foto de Edmun para aliviar los nervios. (Ben Dahlhaus). Igual puedes imaginarlo como quieras, pero éste es mi Edmun :*
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