Capítulo cuatro: Voluntarioso




           

Capítulo cuatro: Voluntarioso.

Algunos cambios suceden en cuestión de segundos y pasan tan rápidos que si parpadeas te los puedes perder. Hasta hace apenas unos meses, quizá, semanas, Edmun era solo alguien que, por alguna razón desconocida, me detestaba. Actualmente es el hombre que me mantiene prisionera de sus brazos, mientras sus labios cubren los míos.

Él se aleja, dejando persistente la sensación de la presión de su boca contra la mía, como una especie de fantasma. Me observa y me analiza. Ha sido apenas un roce de labios y no puedo negar que deseo más.

Yo, Valerie Evans, deseo que Edmun Matters me bese.

Sus ojos mantienen prisioneros a los míos, no se mueve, no me toca más allá de lo necesario. Es intenso y se siente como ser consumida en tan solo una mirada; es arrollador.

— ¿Y...Entonces? —Me escucho preguntarle.

No me responde de inmediato. Sus gestos, en un primer momento, hablan por él. Sus dedos toman un mechón de mi cabello y parece estudiarlo con su atenta mirada.

—Miel, castaño y un poco de dorado —susurra—...Precioso.

— ¿Mi cabello? —pregunto para confirmar que he le he entendido bien cuando ha dicho que mi cabello es precioso.

—Toda tú —Se encoge de hombros mientras lo afirma.

Sus actos a continuación me cofunden un poco; retrocede, perdiendo todo contacto conmigo, mete sus manos en los bolsillos delanteros de su jean rasgado. Asiente, como si en realidad fuera un gesto para sí mismo y no para mí, respira hondo.

Me gustaría saber lo que piensa en este momento. Si sus pensamientos resultan tan arrolladores y atrayentes como lo es él

—Ten una buena madrugada, niña buena.

Y tomo sus palabras por lo que son: una despedida. El fin de una noche extraña, fuera de lo común, pero aun así emocionante y agradable. Muy acorde con su personalidad.

Pero cuando comienzo a alejarme recuerdo la razón por la que luchaba con la puerta trasera de su auto, así que con las mejillas sonrojadas, me doy la vuelta y camino de nuevo hacia él, quien ya se encontraba listo para subir a su auto.

— ¿Sucede algo? —cuestiona.

—Mi portátil sigue en tu auto, la necesito.

Se incorpora y desbloquea la puerta trasera para inclinarse y tomar mi pertenencia. Me la extiende y la tomo aferrándome a ella contra mi pecho. Permanecemos durante segundos parados uno frente al otro antes de que entienda que esto está volviéndose muy intenso y extraño. Podría ser demasiado para mí.

—Hasta luego, Edmun —Me despido una vez más.

Conmigo se queda esa inquietante pregunta de si volveré a verle alguna vez, sea pronto o tarde, de si compartiremos otra cena, si alguna vez volverá a besarme y si todavía yo lo estaré deseando.

Un poco aturdida, lo rodeo para comenzar a alejarme. Mis primeros pasos son tentativos, pero luego estoy alejándome a toda prisa. Al llegar a la reja del edificio exclusivo en el que vivo, me giro para observarlo, para obtener un último vistazo. Alzo mi mano en un gesto de despedida y me sorprende ante el hecho de que me devuelve el gesto. No puedo evitar sonreír. Abro la reja y la cierro detrás de mí, doy unos cuantos pasos para alejarme, pero entonces, él me sorprende.

— ¡Valerie! —Ese es Edmun gritando mi nombre.

Y este es mi corazón actuando muy extraño cuando sus latidos se aceleran a la expectativa de algo. No estoy familiarizada con estas sensaciones, no las experimento en un día común. No en mi vida.

Me giro y lo encuentro trotando a mi encuentro, se detiene detrás de la reja. Con su mano me pide que me acerque, lo cual hago, experimentando una gran curiosidad sobre lo que sea que resulte de esto. Cuando lo alcanzo, la reja es lo único separándonos.

— ¿No te parece que es temprano? —pregunta tras unos largos segundos de silencio.

Bajo la vista hacia el reloj delicado y que fue casi demasiado costoso, mi favorito, y noto que es muy pasada la media noche, casi da para la una. Nada temprano. Levanto la vista hacia él y consigo que una de sus cejas está enarcada como si me retara a seguirle el ritmo a sus palabras, a su pregunta.

Noto, de inmediato, que estoy luchando contra la urgencia de sonreírle. ¿Qué está sucediendo? ¿Comenzó este cambio de escenario desde el cumpleaños de Matthew?

De alguna manera sé que la respuesta que le dé a Edmun será crucial para la manera en la que interactuáramos de aquí en adelante. Respiro hondo, muy bien, aquí vamos. ¿Quién dijo que Valerie Evans no puede ser arriesgada?

No voy a temerle a la vida.

No debo esconderme.

No tengo que estar avergonzada de la mujer que soy.

Y no debo creer en el eco de mi crianza que me dice que no seré buena, que todo lo que hago es pecado y que soy defectuosa.

—Es bastante temprano —digo finalmente.

—Lo es —Una de las comisuras de su boca se alza un poco, el mínimo indicio de una sonrisa secreta.

— ¿Quieres subir y...Conversar?

— ¿Tú y yo conversando? Pensé que eso nunca sucedería, niña buena. ¿Tienes muchas cosas que decirme?

Estoy por retroceder, intuyendo que esto podría volverse nuevamente hostil entre nosotros.

»Déjame pasar —dice. Abro la reja y lo observo cerrarla detrás de él. Comienzo a caminar con Edmun siguiéndome los pasos. Me adentro al ascensor y una vez lo hace él también, marco mi número privado. Recargo mi espalda de una de las paredes de esta gran caja de metal y me dedico a observarlo, soy consciente de que ni siquiera lo disimulo.

Entonces, me pregunto: ¿Cuántas mujeres darían lo que fuera por pasar un rato a solas con Edmun? Él es atractivo de una manera deslumbrante, hosca y difícil de ignorar. Sea o no sea tu tipo de ideal de hombre, Edmun Matters va a revolucionar en ti. Ni siquiera yo soy la excepción a la regla.

—Eres bastante descarada chequeándome, no lo esperaba de ti.

—No estaba chequeándote —No admitiré que lo hacía en voz alta y menos a él.

—Mientes de una manera terrible, por si te lo preguntas —Dibuja de nuevo, en su rostro, esa pequeña sonrisa que consiste en el alzamiento mínimo de la comisura de su boca.

—En mi casa estaba prohibido mentir.

—En mi casa te enseñaban a hacerlo desde el principio —Señala.

Creo que ambos estamos sorprendidos de haber hecho tales declaraciones, no suelo hablar de mi familia y, por lo visto, él tampoco. Por suerte las puertas del ascensor se abren en mi apartamento, salgo siendo seguida por él. Enciendo las luces a mi paso y no tengo que preocuparme por el desorden porque suelo tener cada cosa en su lugar, además de vivir sola.

—Bonito lugar —comenta.

Espero a que llegue algún comentario sobre lo arreglado que es, o quizá, sobre lo costoso que se mira, pero no dice nada más al respecto.

—Gracias —Dejo mi portátil sobre un pequeño mesón que hay a un lateral al entrar, me quito mi abrigo y lo cuelgo en el perchero, no le pido el suyo porque se lo ha dejado en el auto—. Lo siento, pero voy a quitarme los zapatos, mis pies me imploran por descanso.

—Estás en tu casa, haces lo que quieras. Aquí mandan tus reglas —Ve hacia mis pies—. Aunque, admito,  me gusta cómo te quedan  esos zapatos.

Me sonrojo mientas me saco el calzado de tacón, siento alivio de inmediato. Fuera de mi apartamento siempre llevo zapatos de tacón, ya sea por mi trabajo o por los tipos de lugares que frecuento; por ello cuando estoy en mi hogar lo veo como la única oportunidad de estar totalmente cómoda. Quito unos pequeños broches que recogían estratégicamente mechones de mi cabello y masajeo mi cuero cabelludo con mis dedos.

— ¿Es tu familia?

Volteo a verlo de inmediato. Sostiene, entre sus manos, uno de los pocos portarretratos que poseo en casa. Hace un tiempo en un momento de debilidad y soledad, saqué una de las pocas fotos que poseo con mi familia, las últimas, y las enmarqué.

—Sí —Camino hasta él. Todo en la foto, que sostiene, es doloroso, incluso si es una foto que no captura un momento real y que solo retrata la sonrisa que posamos para una cámara extraña.

—Llevabas el cabello mucho más largo —Podría señalar el hecho de que mi padre no nos dejaba cortarlo— y te ves mucho más correcta que ahora, pensé que eso era imposible.

—Fue hace años, diciembre de 2011.

— ¿Qué celebraban?

Observo mi cabello largo y ondulado en la foto, el delicado collar – regalo de mi madre – rodeando mi cuello, el maquillaje sutil pero que en ese momento me parecía perfecto. Puedo recordar a la perfección ese día.

—Mi boda —respondo finalmente y, en consecuencia, por poco Edmun no deja caer el portarretrato. Lo ubica de nuevo en donde lo encontró; se gira para verme en total plenitud. Supongo que busca saber si estoy bromeando.

— ¿Tu boda?

—Sí, me casé a finales del 2011. ¿Sorprendido?

—Casi hasta caerme de culo —Es su peculiar respuesta.

Eso me hace reír, camino hasta mi cocina, tomo una de mis botellas de vino junto a dos copas; no le pregunto si quiere mientras le sirvo. Hoy no aceptaré rechazos de nadie. Siento su mirada sobre mí. Espera que le diga mucho más.

— ¿Lo sigues? —Lo miro sin entender su pregunta, le entrego su copa—. ¿Sigues casada?

—Vivo sola. Traje a un hombre que me besó a mi apartamento y no he soltado un discurso moralista sobre la infidelidad —Esa es mi respuesta.

— ¿Y? Pueden tener una necesidad de cada uno tener su espacio y con respecto al beso, puede que simplemente te convencieras, de muy mala manera, que no lo volverías a hacer.

—No estoy casada. Mi matrimonio fracasó desde el principio. Llevo casi cuatro años divorciada, bueno, serán cuatro en junio.

— ¿Por qué?

—No funcionó —Me encojo de hombros con la intención de restarle importancia a algo que fue trascendental en mi vida.

Ponerle fin a mi matrimonio con Jocker no fue fácil y rompió mi corazón tomar la decisión. A diferencia de los sentimientos de Jocker por mí, yo verdaderamente lo amaba.

»No fui suficiente —Dejo escapar. Es un pensamiento que hace mucho tiempo no rondaba en mi cabeza.

Su risa me toma por sorpresa y por supuesto que me ofende que se ría de algo que me causó tanto dolor y que reforzó mis inseguridades.

—Discúlpame, pero no puedo pensar en ti no siendo suficiente para algún hombre. Si parece que te moldearon para ser perfecta.

—Perfectamente aburrida, común, seria y conservadora —agrego.

— ¿Eso te hizo creer tu exesposo?

—No, mi ex es un hombre maravilloso que parecía que nunca se rendiría sobre intentar lo irreparable. Le hacía infeliz, así que hice lo que por miedo a herirme él no se atrevía. Le pedí el divorcio —Me extraña cuán abierta estoy siendo sobre esta conversación. Suele ser un tema espinoso para mí, uno de tantos.

—Pero lo amabas.

—Lo hacía —Por Dios que lo hacía, no sirve de nada negarlo.

—Y crees que no fuiste lo suficiente para hacerle feliz —sentencia.

En respuesta me encojo de hombros y doy un ligero sorbo a mi vino. Camino para volver a la sala y dejarme caer en uno de los sofás. Edmun reaparece y trae consigo la botella de vino, bastante audaz y atrevido de su parte. Deja la botella sobre una mesa baja en medio de mis sofás y se sienta a mi lado. Apoya una pierna en el sofá para poder verme de frente e imito su posición, recargando un  hombro en el espaldar del sofá. Por alguna extraña razón no me incómoda hablar de esto con él, al menos, no hasta el momento. Hasta el día de hoy, era un tema que solo había hablado a con Krista.

— ¿Por qué crees eso, niña buena?

—Porque veo lo feliz que es ahora y llego a la conclusión de que yo no tenía esa chispa, esa vida, esa esencia necesaria para complementarlo.

— ¿Siguen en contacto? —Parece que mi historia cada vez le intriga más.

Doy un largo trago a mi vino antes de poder responder:

—Trabajamos juntos.

Ambas de sus cejas se arquean antes de que con su mano acaricie su barba, luciendo totalmente pensativo. Procesando mi declaración. Nunca he visto mi historia con Jocker desde el punto de vista del espectador, siempre me ha tocado ser el personaje principal que da una de las perspectivas de la fallida historia.

—Creo que estás llena de muchas sorpresas —declara. Me sirve otro poco de vino y se recarga su propia copa—. ¿Cuál de todos ellos es tu ex?

— ¿Los reconoces a todos? —Estoy sorprendida ante la idea de que, de hecho, lo haga.

—Elise es la novia de Matt. Lo ayudé con su investigación cuando mantenían una guerra fría entre ellos por emails.

— ¿Con cuál de ellos crees que me casé? —Nunca había jugado sobre este tema y en cierta forma le quita la pesadez al asunto.

Parece que se piensa muy bien cuál lanzar como su deducción mientras observa su copa, da un sorbo corto antes de volver a verme.

—El rubio.

—Parker es el nuevo —Rio, bueno, hace mucho no es el nuevo, pero llegó cuando durante un tiempo Jocker se fue del programa.

—No los conozco, realmente, a fondo para basarme en su personalidad y saber cuál de ellos fue tu esposo. Ya, lo admito.

—Jocker —suelto—, estuve casada por seis meses y medios con Jocker Hans.

Frunce el ceño como si intentara recordar cuál de todos mis amigos de trabajo es él, no me quita la mirada de encima.

—No lo recuerdo.

—Es quien tiene un segmento solo. Suele hablar de conflictos internacionales, guerras, temas religiosos y todo aquello que sea polémico en el ámbito internacional.

— ¿Él? —La sorpresa en su rostro es evidente—. Él parece como todo un genio, ni siquiera titubea, las pocas veces que lo he visto en el programa; el tipo tiene mis respetos.

—Sí, él y ese es el efecto cuando ves en televisión como Jocker Hans se vuelve dueño de cualquier tema y te lo hace entender.

—Es el novio de la amiga de Elise.

—Adelaide, ese es el nombre de su novia. Ella ahora también trabaja en el programa, es una blogger muy famosa e inteligente.

—Sí, lo sé porque Alexa, su mejor amiga, tiene un serio flechazo, seguramente muy correspondido, por mi amigo Alexander. Tú te llevas bien con Adelaide —No es una pregunta, es algo que afirma.

—No es culpa de Jocker y mucho menos de Adelaide que las cosas no funcionaran en mi matrimonio.

—Pero prefieres culparte a ti misma.

—No me culpo.

—Lo haces. Lo primero que me dijiste fue que no fuiste lo suficiente para él.

»No pongo en duda que Jocker pueda ser un gran tipo, pero casi parece que hablas de un santo. Aquí está la cosa, niña buena —Sus ojos buscan los míos para que no me pierda sus próximas palabras—: que una relación funcione es cosa de dos. No funcionó de y por ambas partes, no te dejes todo el peso sobre tus hombros que, eventualmente, se te cansará la espalda por aferrarte y sostenerlo con tantas fuerzas.

Sus palabras son un gran impacto, tomo un necesario trago de vino y luego dejo que recargue mi copa, aun cuando me digo que seguir bebiendo en este momento puede que no sea una gran idea. Ha habido demasiada honestidad de mi parte, así que decido que es su turno para dar algo de información.

— ¿Qué hay de ti?

— ¿Qué pasa conmigo? —Devuelve como respuesta.

— ¿Comprometido?

Hace apenas una pequeña mueca con sus labios ante la pregunta, luego acaricia su perfecta barba.

—Algo así —responde.

— ¿Qué se supone que significa eso? —La incredulidad es evidente en mi tono de voz —. ¿Estás comprometido ahora?

—No, no estoy comprometido ahora. "Algo así" —Hace las comillas con una de sus manos— significa estar en medio de un sí y un no.

—No sé qué hacer con una respuesta como esa —admito.

—Yo tampoco supe qué hacer con una situación como esa —Y la manera contundente con que lo dice me hace saber que el tema está cerrado a la discusión.

— ¿De dónde eres? A veces parece que tienes acento, se te cuela con fuerza en algunas palabras.

—Tengo padres extranjeros y crecí fuera de Inglaterra —explica con algo de reserva, sin llegar a nombrar el país—. Llevo quince años aquí, me considero británico, tal como lo fueron mis abuelos.

—Pero ¿De dónde eres?

—De por ahí...

— ¿Qué? ¿Es un secreto de Estado? —Su terquedad para ocultarlo me tiene muy incrédula y curiosa.

—No, pero no me siento listo para decirlo. ¿Más vino?

—Por favor. Iré por frutas, creo que aún conservo algunas.

Me pongo de pie y al llegar a mi cocina, efectivamente queda algo de fruta en mi refrigerador. La corto en trozos cuadrados y pequeños, todos dos cubiertos y vuelvo a reunirme con él, sentándome en donde originalmente lo estuve antes. Mi copa no está vacía y la suya tampoco, entonces, soy capaz de tomar el tiempo de llegar a una conclusión muy evidente: ¿Cómo llegará Edmun a su casa si lleva más de una copa de vino encima?

— ¿Qué sucede, niña buena?

Podría decirle...

—Nada —Hundo mí cubierto en un trozo de manzana y lo saboreo—. No sé si lo dijiste antes, pero ¿Cuántos años se supone que tienes?

—Veintinueve . ¿Cuántos años para la dama? Si la pregunta no ofende.

—No me ofende. Tengo veinticinco, veintiséis en mayo —Sonrío—. ¿Te gusta ser profesor?

—Teniendo en cuenta que todo es por internet, puede decirse que no es malo. ¿Te gusta ser una sexy presentadora de televisión?

—Me gusta informar y entretener. Además, comparto los conocimientos que poseo y me nutro de mis investigaciones.

—Eres muy inteligente —Eso  suena como un cumplido, por lo que sonrío.

—Pareces muy seguro de tal declaración.

—Lo estoy. Tu mirada lo dice.

— ¿Qué más dice mi mirada? —Me atrevo a preguntarle.

—Podrías abofetearme si digo lo que gritan tus ojos en este momento, pero te diré que lo que calla tu boca, lo gritan tus ojos.

»Parece que ahora es mi turno para preguntar. ¿Hubo algo bueno sobre estar casada?

Me lo pienso para dar mi respuesta final, lo cual dice mucho sobre la verdad de mi matrimonio.

—No estar sola —respondo. Porque es lo que más he extrañado. Con mi divorcio perdí a mi compañero en el hogar, mi mejor amigo y a mi familia. Solo me quedó la soledad.

—Pero siempre tendrás a tu familia —Rueda sus ojos—, o esas son las cosas que las personas acostumbran a decir.

—Hace mucho no cuento exactamente con mi familia. ¿Qué hay de ti?

—Mi familia está lejos, lo cual es bueno. Vivía con los abuelos, pero hace dos años los perdí a ambos.

—Lo siento mucho —Me sincero con ese lamento.

—No lo hagas, fueron felices y ahora descansan.

De esa manera sin darme cuenta entablamos una conversación sustentada en preguntas triviales, algunos cuestionamientos él los evade o responde de manera evasiva, lo cual no juzgo cuando apenas me está conociendo, o al menos es de las pocas veces en la que compartimos aire sin que me moleste y yo termine enfadada. Tomamos vino y comemos de los trozos de frutas. En varias ocasiones consigo esa media sonrisa suya tan peculiar y rio en varias oportunidades. Estoy relajada, cómoda y a gusto, a diferencia de citas que he tenido, no tengo que pensar en las respuestas que daré para ser racional. Y estamos cerca, de alguna manera el espacio se ha ido reduciendo entre nosotros.

También me doy cuenta que juzgué a Edmun, no es un salvaje; por las cosas que dice y la manera en la que se expresase evidencia que es un hombre culto que sabe mucho.

Su mano toma la mía y acaricia mis dedos con los suyos. Las copas de vino comienzan a hacer un poco de efecto. Con honestidad, nunca tuve tanta resistencia al licor.

—Tienes manos delicadas, suaves y elegantes, son preciosas. Las imagino llenas de pinturas —Lleva mi dorso hacia sus labios, lo besa haciendo que tenga un duro momento para contener un suspiro.

—Hablando de pinturas, sé que no te gusta, pero mira esto. Ven conmigo.

Cuando me pongo de pie, estoy un poco mareada, pero logro controlarme. Él, por el contrario, parece no tener ningún inconveniente al respecto. Me sigue a mi estudio; camino hacia la pared y señalo lo que se encuentra enmarcado.

—Su arte te parece mierda, sin embargo, hizo que yo me viera así de increíble.

Parece impactado a medida que alterna la vista de mí al retrato. Da los pasos suficientes para estar a mi lado y observar el dibujo que cuido, desde hace unos días en el que llegó, con especial cariño. El dibujo que mi pintor austriaco hizo para mí.

—Su arte sigue siendo mierda, pero éste es maravilloso porque él fue astuto y nos dio a alguien precioso para mirar —Voltea a verme, su mirada es intensa y sus ojos más oscuros que el usual gris claro en ellos—. Él no hizo que te vieras así, esa es la manera en la que te vemos los demás.

De nuevo sus dedos toman un mechón de mi cabello, solo que en esta ocasión, no libera su mirada de la mía. Es todo muy intenso.

— ¿Por qué te ves de una manera diferente, Valerie?

Porque mi padre por humildad y modestia me enseñó la vergüenza, debilidad y baja autoestima. Eso me gustaría responder.

Se inclina hacia mí, su barba raspa mi mejilla cuando su nariz acaricia mi oreja. Su mano se posa en una de mis caderas y las yemas de sus dedos se cuelan bajo el dobladillo de mi camisa.

— ¿Qué haces? —susurro.

—Hay demasiado orden en tu vida, necesitas caos. Hay demasiada oscuridad en tus ojos, necesitas luz. Hay tristeza en tu mirada, necesitas felicidad...Y hay un montón de lujuria en tus ojos, justo en este instante, necesitas desatarla.

— ¿Y?

—Voy a ayudarte a desatarla.

—No recuerdo haberte pedido ayuda.

—Soy voluntarioso —Y esta vez, de verdad, sonríe alzando ambas comisuras de sus labios.














Holiiis, aquí vengo con un poquito de fuego para wattpad...Solo un poco para no incendiarlo.

¿Cómo han estado mis amores? Yo bastante bien.

Me hace feliz ver lo mucho que les está gustando esta tercera historia de la saga, yo amo ya escribirla.

Espero les guste.

Un beso.

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