«A Kiss...» 15//29
No estaba. No estaba en ninguna parte. Fue lo primero que Kyōko Kirigiri notó.
No estaba con Asahina, ni con Togami, mucho menos con Fukawa o con Hagakure. No estaba en los lugares en los que debería estar.
Sus tacones resonaron presurosamente en los pasillos de mármol. ¿En dónde estaba? El helicóptero ya había vuelto. El viaje de reconocimiento había terminado, habían rescatado una buena cantidad de personas y reformado a otras. Todo había sido exitoso en la cabida de lo posible, ni siquiera la había llamado desde hace dos días... ¡¿En dónde diablos se había metido?!
Se detuvo de pronto, como si una pared se hubiese interpuesto en su camino, y se quedó en blanco. Esa no era ella. Calma. Necesitaba calmarse. ¿Aquello era desesperación? Probablemente. Probablemente lo era, pero ella no podía volverse loca por un tema tan emocional.
No. Ella era Kyōko Kirigiri, la súper detective de preparatoria. Objetividad por sobretodo.
Respiró profundo. Una vez, dos veces y entonces... empezó a pensar con más claridad. Era imposible que algo le hubiese sucedido. El lugar estaría hecho un desastre si le hubiese sucedido algo malo al héroe de la esperanza. Togami estaría, por lo menos, dando órdenes a diestra y siniestra con más crudeza y enojo que lo usual. Fukawa se estaría quejando de lo angustiada que estaría Komaru. Asahina no estaría mucho mejor y Hagakure... Bueno, él estaría haciendo lo que estaría haciendo.
Volvió a caminar. Dobló en una esquina y continuó por otro camino al mismo tiempo que la cantidad de personas iba en aumento. Algo estaba sucediendo, ¿no? No estaban preocupados, pero ¿más bien ocupados? Togami no le había encargado nada y tenía entendido que a los demás tampoco.
Pero Naegi no estaba y ella...
Y ella estaba actuando diferente otra vez.
Harta de esa anormal confusión, su último trayecto la llevó a subir algunas escaleras y doblar a la derecha. Una puerta de madera con un cartel plateado que tenía inscrito «TOGAMI» la recibió sin seguro.
—¿Qué le has mandado a hacer, Togami-kun? —preguntó sin reparos.
Su compañero de clases y también uno de los más formidables concursantes del juego de matanza mutua, Byakuya Togami, a penas y levantó la mirada sobre sus lentes de los archivos que tenía en las manos.
—Hm... ¿Te refieres a Naegi? —dejó los papeles sobre su escritorio y cruzó las manos por debajo de su mentón antes de apoyar su cabeza. Pero antes de que Kirigiri pudiera decir algo, exhaló despreocupadamente y se recostó en el respaldar del lujoso asiento de cuerina negro —. Lamentablemente no sé de qué estás hablando y supongo que está de más decirte que no te preocupes, es Naegi de quien estamos hablando, pronto volverá y serán los mismos pájaros enamorados que todos soportamos.
Si Kirigiri no estuviera bien entrenada para mantener la compostura y la expresión estoica en momentos como ese, era seguro que se hubiese sonrojado ante el comentario.
—No estoy preocupada, ¿pero acaso no sabes en dónde está? —quiso saber.
Togami la miró a los ojos.
—No. No tengo ni idea de porqué no volvió en el primer helicóptero como se le indicó —se detuvo unos segundos —. Huh..., pero había una mujer anciana que no estaba en la lista.
—¿Primer helicóptero? —repitió, no estaba enterada de ese dato, ¿o lo había olvidado? ¿Qué pasaba con ella? —. Un momento, ¿mujer que no estaba en la lista...?
Entonces el fuerte y constante sonido de las hélices acercándose la interrumpió. Habían más personas que las que ya había visto. Quizá incluso más que las que imaginaba. ¿En qué momento subestimó la capacidad de supervivencia del ser humano?
No, ese no era el asunto aquí.
Cuando menos se dio cuenta, ya se había excusado y salido de la oficina de Togami con dirección a la azotea del edificio.
Antes que ella ya habían llegado algunos empleados más y rodeaban el círculo de aterrizaje del helicóptero ansiosos por ver quiénes habían arribado.
Las hélices dejaron de dar vueltas y con ello el sonido y el viento se detuvieron. Entonces, uno a uno, los recién llegados comenzaron a bajar.
Una niña, un viejo, una señora, una joven, un hombre... Todos desconocidos hasta el final.
Hasta el final en el que Naegi se asomó.
¿Se le había escapado un suspiro de alivio al verlo? Eso era nuevo.
Naegi estaba ahí, despeinado, algo dañado y con la ropa un tanto desaliñada, como la primera vez que lo vio después de terminar su segundo juego de matanza mutua.
Avanzó entre la multitud esperando a que él alzara la vista.
Y lo hizo.
—¡Ah, Kirigiri-san! —le sonrió al mismo tiempo que comenzó a acercarse también. Llevó una mano a su nuca al mismo tiempo que explicaba —. Huh... Lo siento, me dijeron que regresara en el primer helicóptero, pero algunas cosas sucedieron y terminé volviendo en el último. ¿Sabes? Aunque ya no están en su máximo funcionamiento, hay algunos robot-Monokuma que siguen siendo muy fuertes. No pude comunicarm-...
Antes de siquiera pensarlo, como su usual yo hubiera hecho, Kirigiri no tuvo contingencias en acercarse a Naegi y besarlo sin importarle que muchos los estuvieran viendo.
Naegi estaba sorprendido. Y confundido, aunque al mismo tiempo que intentaba comprenderlo, no tardó mucho en seguir con lo que Kirigiri había iniciado, dejándose llevar al colocar sus manos en su cintura y acercándola más.
Ese beso era... de algún modo más apasionado de lo que la chica estaba dispuesta a ofrecerle. Más largo, más profundo, más... desesperado también.
La había preocupado. La estoica Kyōko Kirigiri se había preocupado demasiado.
Se separó lentamente.
—Lo siento —repitió. Más serio, pero no menos amable.
Sus ojos lavanda lo observaron con paciencia.
—La próxima vez que decidas hacer algo como salvar a alguien más en lugar de a ti mismo, por lo menos busca la manera de llamarme antes.
—Así que lo sabías.
—Por supuesto.
Si un robot-Monokuma atacara a una mujer anciana en frente de Naegi, no había manera en la que él lo dejara pasar. No importaba si él salía lastimado, salvaría a alguien más siempre. Confiaría la vida a alguien más. Esa era la clase de persona que Makoto Naegi era.
—Tienes que comunicarte conmigo cada vez que hacemos trabajos separados.
—Sí, sí.
—De esa forma sabré si volverás, o no.
Naegi sonrió y juntó su frente con la de ella.
—Siempre volveré. Cómo tú.
—¿Lo prometes?
Un, dos, tres segundos de solo mirarse hasta que esta vez fue él quien unió sus labios con los suyos...
Más suave, más tranquilo, pero igual de apasionado.
Y esa fue toda la promesa que Kyōko necesitó.
—Entonces, pájaros enamorados, ¿van a seguir en medio de la azotea besándose, o van a comenzar a trabajar de una vez?
—¡Ugk! ¿¡T-Togami-kun!?
Kirigiri sonrió ligeramente ante el rostro avergonzado de Naegi. Obviamente olvidado en dónde estaban.
***
¡Dios, cuánto tiempo había pasado desde que escribí algo tan fluffy de Naegiri!
Espero que les haya gustado. Esta vez utilicé las prompts del apartado anterior: passionately y as a promise. Lo sé, lo sé, no es la gran cosa, pero hey, al menos no estoy tan oxidada xd.
Entonces ustedes dirán: ¿les gustó? ¿Demasiado acaramelados? ¿Querían ver más de Naegi? ¿Acaso Togami sigue tan sensual como hace seis años?
Nos vemos.
:)
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