Capitulo XII
Después de caminar por varios minutos habían llegado a su destino, dos enormes puertas de metal se materializaron de la nada, y a pesar de no ser muy lujosas, para Maya era maravilloso. Las puertas se abrieron de par en par para dejar ver una hermosa habitación con las paredes de piedra, con unos sillones antiguos en el centro, una mesa de madera que estaba repleta de comida y también con un juego de cuatro silla, además había un pequeño baúl colocado al costado, muchas cobijas colocadas en el suelo, y más adornos que cubrían por completo la habitación.
— ¿Qué es este lugar? — pregunto sorprendida Maya con una sonrisa iridiscente en su cara
— Bienvenida a la sala de menesteres — dijo Orión sonriendo de oreja a oreja
Maya completamente anonada, corrió hacia dentro de la sala mirando hacia todos lados totalmente sorprendida, no sabía que la magia pudiera ser aún más increíble de lo que era.
— ¿Te gusta? — pregunto Orión con las mejillas tenuemente sonrojadas esperando ansiosamente la respuesta de la joven
— Me fascina — dijo Maya abrazándolo como impulso ante su felicidad
— Bueno, ya que estamos aquí vamos a disfrutarlo — dijo Orión regresándole el abrazo
Maya asintió y los dos juntos se pusieron a platicar y a jugar con lo que encontraron en un baúl que se encontraba en la habitación, que resultó estar lleno de mucha ropa para probarse, en otras palabras siendo como un enorme baúl de disfraces.
— Vamos Maya, hay otro lugar al que quiero llevarte — dijo Orión tomando la mano de Maya guiándola a la salida de la sala de menesteres
— Pero me estaba divirtiendo — dijo ella haciendo puchero
— Vamos niña — dijo Orión con tono burlón caminando con Maya agarrada con su mano derecha y la guió hasta el bosque prohibido, al darse cuenta a donde se dirigían, la castaña empezó a caminar mas y mas lento obligando a Orión a poner mas fuerza para continuar en el mismo ritmo, siempre estando consciente de no lastimarla
— Orión... ¿Qué hacemos aquí? — pregunto Maya temerosa
— Tengo algo que mostrarte, pero vas a tener que confiar en mí — Dijo Orión sacando de su bolsillo un trozo de tela
Maya tragó saliva nerviosa pero igualmente asintió a Orión quien inmediatamente se colocó detrás de ella poniendo el trozo de tela sobre sus ojos bloqueando su vista por completo. Al no poder utilizar sus ojos para guiarse y ubicarse, de alguna forma sus demás sentidos estaban agudizados e intentaban recrear una imagen de por dónde iba pasando, aunque como no estaba acostumbrad a hacerlo le estaba resultando muy complicado, además casi no había ruido, y el terreno era bastante irregular y no había sentido en ningún momento algo por encima de su cabeza que se asimilará a un árbol.
Caminaron un buen rato, en el que Maya tenía los nervios a flor de piel y estaba completamente tensa, no sabía a dónde la estaba guiando, y aunque confiaba plenamente en Orión, tenía miedo de que algo o alguien los encontrará ahí; si era un maestro seguramente estarían en grandes problemas y si era algo más... Ni siquiera quería imaginárselo. De pronto después de otro largo tramo de caminar sin parar, Orión disminuyó el paso hasta quedar estáticos.
— ¿Ya llegamos? — Pregunto nerviosamente Maya
— Si, pero todavía no te quites la venda — dijo Orión tomando su mano, la castaña estaba tan asustada que se aferro a la mano de su amigo — Siéntate — indicó el jalando levemente su mano hacia abajo
Con la mano que tenía desocupada trataba de palpar el suelo mientras se agachaba para no caer, pero no sucedió nada. Y al llegar al piso se sintió de alguna forma un poco más tranquila.
— ¿Porque no puedo quitarme la venda? — pregunto Maya
— Es que es una sorpresa — contesto Orión, ella había podido intuir hasta ese punto, lo que quería saber era que era la dichosa sorpresa, pero aparentemente no se lo diría
— ¿Va a tardar mucho la sorpresa? — pregunto la castaña rindiendo a preguntar más específico sobre la sorpresa
— No mucho, solo relájate, mientras más tranquila estés más rápido pasa el tiempo, la sorpresa esta cada vez más cerca — dijo Orión y aunque no lo estaba viendo, pudo sentir como sonreía, lo conocía bastante como para saber los gestos que estaba acostumbrado a utilizar
Maya tomo aire, no se irían de ahí hasta que pudiera ver la sorpresa, y no tenía la menor idea de cuándo ese momento llegaría, por lo que su única opción era esperar tranquilamente. Decidió empezar a repasar en su mente la letra de sus canciones favoritas, y así lentamente el tiempo transcurrió, no supo cuánto tiempo estuvo sentada, únicamente con la compañia de Orión en total en silencio. Pero disfruto ese sentimiento, ese espacio donde solo estaban los dos, el tomando su mano, ella un poco nerviosa y ansiosa por lo que él había preparado, pero pasando tiempo juntos. Había tenido tantas clases y había estado ocupada en sus problemas, que había olvidado disfrutar más su estadía en Hogwarts y el tiempo con sus amigos.
— Maya, es hora — escucho a Orión susurrarle al oído
No sabía porque le susurraba pero antes de poder responderle, la venda que había residido en sus ojos por lo menos tres horas estaba fuera, noto que había poca luz, y no le costó tanto acostumbrarse a la oscuridad porque había tenido los ojos tapados por bastante tiempo. Miro a su lado derecho y se encontró con Orión brindándole una sonrisa cálida y emocionada, le indicó que mirara el cielo, Maya llevo su mirada hacia arriba.
Pudo observar como en el cielo azul estaban pintadas muchas luces que llenaban el espacio como en una pintura, ver la infinidad de estrellas que en el habitaban la hacia sentir pequeña, pero también la maravillaban por completo, abrió los ojos como platos ante tanta belleza, nunca había visto las estrellas tan brillantes ni tantas juntas. Volvió su vista a Orión y sus ojos se encontraron, en ese momento no encontró palabras para describir la maravillosa vista, pero trato de transmitirle lo agradecida que estaba y lo feliz que era para ella compartir este momento.
Continuo explorando con su vista a su alrededor y vio algunos gnomos dentro de sus madrigueras, como las luciérnagas bailaban cerca de un pequeño lago frente a ellos, podía sentir como la brisa chocaba con su piel escuchar a los otros animales que habitaban en el bosque y entonces supo porque Orión había pedido su silencio, no había querido perturbar el silencio y tranquilidad de quienes residían en el bosque.
— Esto es maravilloso — dijo Maya en un tono bajo y con una sonrisa en los labios
Orión sonrió de vuelta y volvió su vista a las estrellas.
Y así, los dos se mantuvieron en silencio, disfrutando de la bella vista y experiencia que la naturaleza les brindaba. Maya miro a Orión discretamente una vez más, y por primera vez en este año, ante sus ojos no vio solo a su amigo con el que podía jugar bromas, sino que vio al joven apuesto, elegante, pasional. Fue en ese momento que comenzó a pensar en él como algo más que un amigo.
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