-13-
Zarpa de Luna miró el cielo. Era de color grisáceo con los familiares tonos rosados del alba. Esa tarde iba a llover, dedujo la gata, moviendo los bigotes con alegría: amaba la lluvia.
Luego de desperezarse seguía teniendo sueño. Las semillas la habían dormido mucho, y le duraba bastante el efecto somnífero de éstas.
Cuando se hubo despertado un poco más, recordó el ataque de Vuelo de Pájaro y las horrendas y macabras visiones.
"Patas Nevadas era mi madre... ¿Como podrías tú conocerla?"
Esa gata de ojos cálidos y manto estrellado era la hija de aquella reina que sollozaba. Era uno de los cachorros que Patas Nevadas llevaba en su vientre cuando atacó a los gatos.
¡Ala de Fénix! Pensó alarmada Zarpa de Luna. ¡Patas Nevadas había advertido que no iba a ser tan tonta como su hijo! ¿Significaba eso que el guerrero rojizo era uno de los cachorros?
La gatita miró para todos lados, buscando a una guerrera en particular. La ubicó hablando con el recientemente nombrado veterano Onda de Sal.
—¡Niebla Nocturna! —llamó tímidamente la aprendiza. La gata negra miró con disculpa al veterano y caminó lentamente hacia ella.
—¿Qué pasa, Zarpa de Luna? —le preguntó la guerrera. Se veía en sus ojos que ella también acababa de despertarse. —¿Has tenido algún mal sueño?
Zarpa de Luna se aseguró de que nadie estuviera escuchándolas. —¿Que sabes de Ala de Fénix?
Niebla Nocturna miró alarmada a todos lados, con los ojos abiertos como platos y erizando el pelaje de la coronilla—¡¿Como...?! ¿Él...?
Si, definitivamente sabe algo. Se dijo contenta, pero se preocupó cuando le dió un fuerte ataque de tos a la gata negra, haciéndola acordar a Sombreadino. ¡Sombreadino! ¡Debo ir a buscarlo!
La guerrera respiró hondo y la miró a los ojos —¿Como lo conoces?
La aprendiza movió la cola. —¡Dejalo! ¡Ya me lo dirás luego! —no volvió la mirada atrás para verla, pero escuchó como tosía.
Zarpa de Luna corrió hacia la maternidad. Cuando entró, lo hizo con cuidado para no despertar a Lengua Afilada. No quería cruzarse con la reina malhumorada.
—¿Sombreadino? ¿Pequeños? —llamó suavemente la gata gris.
Rápidamente, quedó cubierta por los tres cachorros, que silenciosamente se habían acercado a ella. Zarpa de Luna se rió y luego caminó hacia la entrada de la maternidad, con los gatitos en su lomo.
Cuando salieron de la cálida guarida, la aprendiza se sacudió, tirando a los cachorros al suelo.
—¡Oye! —chilló Pequeña Ramilla, mordiendo suavemente la pata de Zarpa de Luna. Nevadizo se subió a su cola y Sombreadino a su lomo, gruñendo divertidos.
La gata movió la cola y la puso delante de ella, viendo la cara feliz del cachorro blanco. Se rió. —¡Bajaros!
Salto Salvaje pasó por su lado. El guerrero parecía pensativo, pero le guiñó un ojo a Ramilla al pasar. Eso le hizo mucha gracia a Zarpa de Luna. Levantó la cabeza para ocultar su risa y visualizó un destello anaranjado en los arbustos que se encontraban frente a ella.
—¿Ala de Fénix? —murmuró la gata, entrecerrando los ojos.
Sombreadino saltó hacia ella —¿Que dijiste? —preguntó el cachorro.
—¡Nada! Quiero decir... ¿Estás bien? —respondió alarmada la aprendiza.
El gatito gris oscuro la miró con desconfianza, una mirada demasiado sabia para su edad, pensó Zarpa de Luna.
—Si. ¿Por qué no debería de estarlo?
La gata soltó un suspiro de alivio. No está enfermo. No tiene la Tos Roja. Gracias, Clan Estelar.
El cachorro estaba bien. Sombreadino se encontraba perfectamente. El sueño solo había sido eso: un sueño.
Zarpa de Luna sonrió. Los hijos de Lengua Afilada estaban mirando con curiosidad el campamento.
—¿Qué hacemos? —preguntó Nevadizo, con un poco de temor. Era razonable, pues los pequeños no habían salido nunca de la maternidad. Aun así, Pequeña Ramilla le contestó saltando de felicidad.
—¡Explorar! —dijo. Pero la aprendiza negó con la cabeza.
—Sois demasiado jóvenes.
Sombreadino miró a la gata. —Podríamos ver a los demás aprendices, ¿Verdad?
Una punzada de alarma apareció en el pecho de Zarpa de Luna. ¡No! ¿Que diría Zarpa de Tórtola?
De pronto, sin previo aviso, sintió una felicidad helada. Era desafío y a la vez curiosidad. Sacó las garras. ¿A quien le importa? Solo es una visita.
Era una especie de... Zarpa de Luna no habría podido explicarlo, pero era como si ella misma hubiera tenido dos facetas.
—Vamos. —maulló. No reconocía su voz, pero no le prestó atención y se dirigió a la guarida, donde dormían los aprendices, con los cachorritos a la zaga.
Cuando llegaron, los cuatro gatos vieron como Tigrina, la aprendiza de un guerrero llamado Nubarzo, abría los ojos.
—¡Hola! —los saludó amable. La aprendiza atigrada se lamió una pata y se la pasó por detrás de la oreja.
Zarpa de Luna se adelantó, con la garganta apretada. —¿Está Zarpa de Tórtola contigo? —masculló.
Tigrina la miró con desconcierto. —No. Ha ido con Pluma Mojada de patrulla, pero deberían haber vuelto ya.
Como si el Clan Estelar lo hubiera planeado a propósito, el lugarteniente y su aprendiz entraron al campamento. Zarpa de Tortola parecía extrañamente feliz. Se encaminó sonriente hacia la guarida de los aprendices, bajo la mirada atónita de Tigrina y de Zarpa de Luna.
¿Qué habrá pasado hoy? Se preguntó la aprendiza de curandero. Era muy, muy extraño.
El aprendiz marrón observó a los inquietos cachorros con ojos que expresaban un sentimiento que la gata plateada no pudo identificar.
—Hola. —saludó tranquilo. —¿Vosotros sois los hijos de Lengua Afilada?
Pequeña Ramilla asintió vigorosamente con la cabeza, mientras que Nevadizo apenas hizo un gesto. Sombreadino lo miró con desconfianza.
—Hueles raro —le dijo el cachorro gris. Zarpa de Tórtola movió la cola, inquieto.
—Vengo del Charco de Nieve —explicó el aprendiz mayor.
Zarpa de Luna lo miró con extrañeza. —¿El Charco de Nieve?
Tigrina pareció haber recuperado el habla. —Eso queda muy cerca de los Dos Patas, Zarpa de Tórtola. En tu lugar yo me mantendría alejada. —dijo con preocupación.
El gato movió la cabeza desdeñoso —Está bien. Me las arreglé para volver, después de todo. No hay de que preocuparse, Tigrina.
Zarpa de Luna sintió algo raro. Enojo hacia la aprendiza atigrada. Pero ¿Por que? No respondió a mi pregunta, pero si a la de Tigrina. ¿Y desde cuándo ella se preocupaba por eso? Puso un tono especial cuando dijo el nombre de Tigrina.
¿Qué le estaba pasando?
Tema zanjado. Pensó rápidamente. No quería tener que preocuparse por algo más. Recordó los ojos de Zarpa Caída, aquel aprendiz del Clan del Manzano. Eran verdes, como los de Zarpa de Tórtola.
—¿Podemos volver ya? —preguntó Sombreadino, impaciente. El cachorro movía la cola con incomodidad. Zarpa de Luna miró a Zarpa de Tórtola por última vez. Estaba hablando con Tigrina. Le dolió el pecho.
—Mejor regresemos a la maternidad. —balbuceó Zarpa de Luna.
—¿Ya os estáis yendo? —preguntó el gato marrón, abandonando la conversación con la aprendiza atigrada. Su sonrisa flaqueó.
—Eh... Si. —murmuró Zarpa de Luna. —Ya sabes... Vuelo de Pájaro querrá que haga algo para él. —Se dió vuelta con vergüenza.
—Si tienes problemas con ese viejo, avísanos. —gruñó el aprendiz. Miró a Tigrina, que asintió confiada.
La aprendiza plateada sintió un calorcito en el pecho. Miró a Zarpa de Tórtola, agradecida, y vio que era sincero. Esa mirada, esa simple mirada, hizo que a Zarpa de Luna no le importara nada más.
1221 palabras!!!! Wow, un récord. Creo que dejaré de aumentar el número de palabras y me apuraré con los capítulos :v ¿que va a ser de los especiales sino?
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