8. Sobrenatural

El mensaje de Doris sólo decía que su «Ménage à trois» se arruinó y que tendría una sería conversación con Jamie en el bosque. No tenía idea de por qué eligió ese lugar para hablar.

La mayoría de los invitados ya se encontraba en el exterior, tuve que abrirme paso para llegar a los límites del bosque. Pensé que alguien ya se habría internado en éste, mas me equivoqué. Aguardaban con la mirada atenta en las sombras y la casi nula iluminación que brindaban las linternas de los celulares.

—¡¿Alguien ha ido a ayudarla?! —grité. Un montón de ojos se posaron en mí. Como sospeché, no éramos adultos valientes, solo irresponsables—. Mierda.

No se escuchaban más gritos, sólo los murmullos y voces de los invitados. Algunos llamaban a la policía, otros se adelantaban a solicitar una ambulancia.

Mis manos temblaban mientras trataba de sacar mi celular del bolso y encender mi propia linterna. No iluminaba más que medio metro por delante de mí.

—¡Ayuda! —El grito de Doris ocasionó exclamaciones mudas entre nosotros.

—¡Doris! —respondí acunando el sonido con mis manos sobre la boca—. ¡Ya voy! ¡Corre!

Avancé tres pasos cuando alguien me detuvo por el antebrazo.

—Toma. —Era Einar. Me entregó una linterna grande mucho más eficaz que mi celular—. Quédate cerca.

Él no tenía linterna, en su lugar llevaba un rifle de cacería. No estaba solo, iba con otros dos chicos que jamás había visto y el metiche de Dean, debía estar ansioso por una primicia.

»Vamos.

Ninguno dudó de cuestionar la orden de Einar, fue la primera vez que obedecí y sólo por tratarse de Doris.

—¡La policía viene en camino! —gritó alguien a nuestras espaldas.

La linterna rompía la oscuridad que comenzó a engullirnos. Nuestros pasos resonaban sobre las ramitas que rompíamos y la brisa fresca se mecía entre los árboles. Mi pulso era malo, hacía temblar la luz mientras trataba de iluminar la mayor cantidad de espacio posible, pero nadie se quejó. Por lo demás, el silencio volvía a ser absoluto, ¿en dónde estaba Doris?

—¿Y Jamie? —pregunté.

—Estaban juntos hasta donde sé —respondió Dean.

—Creí que estaban arriba —comentó Einar con el rifle en alto, atento a cualquier movimiento.

—Estuvieron ahí un rato, pero creo que discutieron y se alejaron hacia el bosque para hablar —explicó uno de los chicos.

Debí estar atenta, pero no, me dejé llevar por Einar y su palabrería.

—¡Doris! —grité—. ¡Jamie! ¡¿En dónde están?!

Avanzamos en medio de los árboles con tres linternas como única iluminación. Gritábamos sus nombres, mas sólo nos respondía el silencio; a mí también la melodía, pero era casi inaudible.

Eché un vistazo sobre el hombro. En el límite del bosque podía ver a los invitados de la fiesta, también llamaban a Doris y Jamie, pero por alguna extraña razón no podíamos escucharlos.

—Es como si el sonido exterior no pudiera entrar al bosque —murmuré.

Einar y Dean miraron hacia los invitados.

—Este sitio es demasiado tenebroso —opinó el segundo—. ¿Por qué entraron al bosque?

—Una de las teorías es que el bosque te convence de entrar —dijo Einar y continuó su andar con el rifle en alto—, pero supongo que son sólo eso, teorías, todos los que lo experimentaron están muertos.

—¿Crees que es algo sobrenatural? —interrogó Dean.

Einar encogió los hombros.

—No sé, no me importa.

—¿En tus papeles en películas paranormales escuchaste algo así?

—Pues...

—Dean es reportero —interrumpí a Einar—. Sólo quiere que cuentes cosas para que pueda escribir un artículo o venderlo a algún medio de espectáculos.

Einar suspiró hondo y decidió callar.

Dean iluminó mi rostro con otra linterna, la aparté de un manotazo y continué llamando a Doris y Jamie.

—Es peligroso internarnos más —dijo uno de los chicos—. Deberíamos regresar.

—Pero... —Un grito femenino me interrumpió—. ¡Doris!

Corrí antes de ser consciente de que lo hice. Las luces de las linternas danzaban frente a mí. Gritábamos por ellos y, luego de correr varios metros, ya no sabíamos hacia dónde dirigirnos. Nos detuvimos en un claro y prestamos atención a cada sonido, pero de nuevo todo era silencio. Sólo estaba esa melodía, bajita, casi inaudible y que sólo yo podía escuchar.

—¡Jamie! —llamó Einar—. ¡Doris!

El actor dio una vuelta entera, sobre su eje, con el rifle y trató de escrutar la oscuridad en medio de los árboles que nos rodeaban.

—En serio pienso que deberíamos regresar —repitió el mismo chico.

—Regresa si quieres —espetó Einar—. Dame la linterna.

El chico palideció, era posible de apreciar incluso con la poca luz, pero obedeció y se quedó de pie sin saber qué más hacer. Einar se colocó la linterna en el cinturón del pantalón.

Llamarlos comenzaba a sonar como un lamento tétrico, ¿y si no los encontrábamos? O, peor aun, ¿y si nuestros gritos atraían a lo que fuera que estaba persiguiendo a Doris?

—No tengo señal en el celular —descubrió Dean. Revisé y comprobé que yo tampoco—. Deberíamos tener, ¿no?

—La señal en la isla es una mierda, pero sí —confirmó Einar—. Debe ser lo mismo que no permite entrar el sonido.

—O sea, esta mierda es algo paranormal —tembló el chico que ahora se negaba a marcharse solo y sin linterna—. Carajo, Einar, ¿qué vamos a hacer?

—Tratar de mantener nuestras cabezas pegadas al cuerpo, supongo —contestó con ironía y puso los ojos en blanco—. Quédense atrás de mí.

Y volví a obedecer. Era el tipo con el arma y había visto suficientes películas de terror para saber que el que pretendía hacer las cosas por su cuenta terminaba muerto de primero.

Einar guio el grupo de nuevo hacia el interior del bosque donde las copas de los árboles cubrieron por completo la escasa luz de la luna que nos iluminó en el claro.

—Se escucha el mar —noté—. ¿Por qué sí podemos escuchar el mar?

—No tengo el manual de funcionamiento del bosque embrujado, Mor —replicó Einar—. ¿Cómo voy a saber?

—Tal vez porque es parte del bosque —sugirió Dean.

No quise decir que tenía sentido, seguía molesta con él.

—¡Doris! —llamé una vez más—. ¡Jamie!

Y, entonces, un aullido erizó cada vello de mi cuerpo. Nos detuvimos en seco e intercambiamos una mirada confundida.

—¿Eso fue un lobo? —preguntó el chico miedoso—. ¿Desde cuándo hay lobos en la isla?

—Parece que desde hoy —dijo Einar—. En la isla no hay, o había, lobos, nunca.

—Oh, mierda, la teoría de Doris tal vez sea cierta —comenté y recorrí con la linterna los alrededores.

—¿Esa cuál es? —inquirió Dean—. ¿El hombre lobo?

—Para arrancar una cabeza con los dientes debe ser muy grande —agregó Einar—. No creo que se trate de eso.

—¿De dónde vino el aullido? —preguntó el otro acompañante—. ¿De por ahí?

Señaló con la linterna hacia la derecha.

—Me parece que sí —dije.

Avanzábamos más lento. Ya no estábamos tan dispuestos a encontrarnos con un lobo gigante.

—¡Doris! —llamé—. ¡Jamie!

Una mano se cerró alrededor de mi tobillo. Propiné una patada, un pisotón y grité desde las entrañas. Einar quitó el seguro del rifle, el chasquido resonó en mis oídos y luego un sollozo femenino.

—¿Doris? —inquirió Dean.

Ahí, frente a nosotros y echa un ovillo, estaba Doris acurrucada atrás de un tronco con la ropa manchada de sangre y la piel cubierta de tierra. Temblaba y sollozaba, se cubría la cabeza del rifle con una mano y había perdido los zapatos.

Caí frente a ella, en ese momento no percibí el golpe de una piedra en la rodilla, lo haría hasta horas después.

Acuné su rostro entre las manos, susurré su nombre y su mirada desorbitada se centró en mí. Parpadeó con fuerza un par de veces y me abrazó por el cuello.

—¡Morgan! ¡Persiguió a Jamie!

—¿Qué persiguió a Jamie? —inquirió Dean.

«¿Qué?», ya no preguntábamos «¿quién?».

—Debemos salir de aquí —decidí mientras trataba de incorporarme con el peso de Doris—. Vamos, la policía viene en camino y encontrarán a Jamie.

Los amigos de Einar me ayudaron a poner en pie a Doris, aunque ella permanecía aferrada a mí como si fuera de alguna utilidad en contra de lo que sea que los atacó.

—¿Alguien sabe en dónde estamos o cómo salir de aquí? —Dean se escuchaba desesperado. Contemplaba una brújula, no sabía qué persona usaba eso en la actualidad para ir a una fiesta—. Esta porquería enloqueció.

Einar tomó la brújula y asintió, luego me la enseñó. La flechita giraba sin control, no podía señalar el norte.

Era un «qué», no quedaba duda.

—Síganme —dijo Einar y regresó la brújula a Dean—. Conozco la zona cercana a la casa, no estamos lejos.

Nuevamente nos guio, nadie se opuso, pero sólo avanzamos unos diez pasos cuando una rama crujió a unos metros de nuestras espaldas. Paramos, intercambiamos una mirada y Dean se atrevió a iluminar hacia atrás con la linterna; estaba vacío.

—Me persiguió —murmuró Doris—. Iba por mí, no por Jamie...

—Sólo ataca hombres...

—Pues iba por mí, Mor —insistió y se abrazó—. Jamie captó su atención, le arrojó piedras y se interpuso... Esa cosa lo lastimó con un zarpazo y comenzó a perseguirlo...

—¿Cómo era? —quiso saber el miedoso.

—Es difícil de explicar... —Ella sacudió la cabeza—. Estaba muy oscuro, perdimos los celulares, sólo distinguí una sombra muy alta como si fuera un oso, pero la cabeza era larga...

—¿Cómo la de un lobo? —adivinó Dean.

—Sí, como la de un lobo —contestó Doris—. ¿No creerán que...?

—Es posible que sea un oso. —Traté de mantener la cordura con esa melodía mezclándose entre los troncos—. Salgamos de aquí y hablemos con la policía, ellos sabrán cómo controlar a un animal como esos y encontrarán a Jamie.

Einar asintió, aunque percibí cierta duda en su mirada fría. Si el tipo con el rifle estaba desconcertado, ¿qué nos quedaba a los desarmados?

—No deberíamos dejar a Jamie —sollozó Doris cuando continuamos el camino—. Lo persiguieron por mi culpa, yo...

En parte estaba de acuerdo con ella, pero también temía por nosotros. Un animal como ese podría herir a más de uno, al menos que Einar tuviera una puntería prodigiosa y lograra darle en la cabeza a la primera.

—No sé si sea prudente que continuemos internándonos en el bosque, Doris —insinuó Dean—. Están pasando muchas cosas extrañas y...

—¡Tú sólo quieres enterarte del chisme, pero no ayudar! —Ella se apartó de mí y encaró a Dean—. ¡Eres una basura! ¡Deberías actuar como un hombre y buscar a Jamie!

Dean se quedó quieto, buscó ayuda en nosotros, pero permanecimos callados por largo rato. Einar fue el primero en hablar.

—No es prudente, Doris —dijo con tono calmado—. Si nos internamos más podríamos convertirnos en presas fáciles.

El bonito rostro de Doris se embargó por la tristeza.

—¡Jamie! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Jamie! ¡Jamie! Responde...

Silencio y la extraña melodía era todo lo que se escuchaba; ellos sólo el silencio.

—Tal vez ya salió del bosque, Doris —sugerí con optimismo—. Ustedes han vivido en la isla toda su vida, conocen el bosque... Es probable que ya esté en la casa esperándonos.

No sabía si era verdad o no lo que decía. El bosque parecía igual por donde lo miraras y estaban todos esos sucesos desconcertantes en el interior de sus ramas.

»Vamos, Doris.

Ella asintió y aceptó mi brazo sobre sus hombros. La luz de la linterna de Dean iluminaba un poco el cuerpo de mi amiga. No tenía demasiada sangre en el vestido, pero por las gotas parecía que la herida de Jamie fue profunda.

Otro aullido de lobo nos hizo detenernos. Se escuchaba lejos, al menos parecía que estábamos seguros. Einar pidió que continuemos, dijo que estábamos cerca del límite y no mintió; apenas unos metros después logramos divisar las luces de las patrullas. No obstante; el sonido parecía continuar aislado del bosque, no llegaba hasta nosotros el barullo, nada.

—Todo esto es muy extraño —dijo Dean.

Unas linternas iluminaron nuestros rostros cuando estábamos por salir. El sheriff preguntaba algo a gritos, mas no podíamos escucharlo, sólo notábamos cómo movía la boca sin emitir sonido alguno.

—Demasiado extraño —concordó uno de los amigos de Einar, no supe cuál.

Nos detuvimos a dos pasos antes de abandonar el cobijo del bosque. El sheriff prácticamente gritaba en nuestras caras, pero sólo podíamos mirarnos sin comprender qué estaba pasando.

Einar fue el primero en salir, lo seguimos de inmediato.

Un zumbido taladró mis tímpanos. Solté a Doris y cubrí mis oídos, era demasiado ruido y dolía. Todos hablaban, gritaban y hasta habían llevado perros que ladraban en dirección al bosque. Demoró un momento en que nuestros oídos moderaran el sonido.

—¿Qué pasó? —exigió saber el sherif ya sin paciencia, creo que se había hartado de hablarnos sin que obtuviera respuesta—. ¿De quién es esa sangre?

Doris contempló su vestido y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—De Jamie... Él está en peligro... ¡Tienen que ayudarlo!

El sheriff pidió un resumen de los hechos, luego hablarían con calma con Doris. Permanecí a su lado mientras Einar era rodeado por su séquito de amigas que parecían a punto de desmayarse por la preocupación. Dean igual se quedó cerca, no le importó mi cara de pocos amigos.

Doris contó que tuvieron un malentendido y buscaban un lugar a solas para hablar con calma. No supe cómo creyeron que el bosque sería una buena opción, pero ahí se dirigieron y no pasaron ni diez minutos hablando cuando un oso —como lo describió Doris— los atacó de la nada.

—Sólo asomó de atrás un árbol —explicó—. No lo escuchamos acercarse, nada...

El sheriff llamó a otros dos policías. En cuestión de segundos se internaron en el bosque con armas, linternas y los perros. Notamos que ellos sí podían escuchar el exterior del bosque, no como nosotros, pues se gritaban cosas con oficiales que se quedaron en el límite. Uno de éstos se acercó a Doris y la condujo a la ambulancia, los seguí.

Un paramédico entregó una botella de agua a Doris. Ni la había logrado abrir cuando un aullido emergió con fuerza del fondo del bosque. Fue un sonido ronco y potente, nada que hubiera escuchado ni en las películas. Y, unos segundos después, resonó un grito humano desgarrador.


Nota:

¡Ya casi se acaba el año! Y aquí dejo un poquito de suspenso :3 Creo que han notado que en esta novela las actualizaciones son más lentas, es porque estoy trabajando en otra al mismo tiempo y estos capítulos son más largos ;3

¡Y feliz año nuevo! Espero que todos se encuentren bien. Cuídense mucho y que pasen un bonito fin de año. 

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