7. La otra fiesta
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El calor reptaba sobre mi cuerpo. Percibía la calidez en mis piernas, cómo se arrastraba sobre mi cadera, el abdomen y se aglomeraba en mi pecho. La mano de Einar producía otra onda de calor que subía por el brazo y se sumaba a la que envolvía mi corazón. Detesté sentirme así, tan «básica», emocionada por un actor prepotente que era una total falsedad frente a las cámaras.
Einar me condujo escaleras arriba. Ignoraba los saludos o sólo respondía con sonrisas vagas, parecía más preocupado en llegar a donde fuera que era la «fiesta».
Jadeé. Él me miró sobre el hombro y esbozó una sonrisa satisfecha. Mi entrepierna estaba caliente, mi vientre dolía, ¿era eso posible? Así lo sentí, un dolor agudo producto de la abstinencia por culpa, por no poder continuar con mi vida como una chica de mi edad. Recordé que en la universidad podía acostarme con los chicos. No era mi pasatiempo favorito, pero tuve algunas noches de sexo casual que no pasaron a más, incluso con compañeros de curso.
Atravesamos el segundo nivel, me llevó hacia una puerta al final del pasillo y, cuando la abrió, encontramos más escaleras. Al final era posible divisar sombras, una luz cálida y música diferente a la que tocaba el disc jockey en la planta baja.
—¿Ahí es la otra fiesta? —inquirí.
Einar asintió.
—Sólo los que tienen invitación pueden subir.
—Pero no hay nadie controlando la entrada, ¿cómo sabes si sólo ellos están ahí?
—Es una regla implícita, Mor, nadie se atreve a romperla.
«¿Mor?», repetí. Ese apodo me hizo atorarme con mis dudas y no pregunté más sobre la regla que desconocía.
Él avanzó hacia las escaleras, su mano continuó guiándome. Cerré la puerta a mi espalda y lo seguí escaleras arriba.
Los murmullos y la música ambiental pronto me rodearon. En medio de los sonidos identifiqué un... ¿gemido? Clavé los pies en los últimos escalones y Einar giró hacia mí para ver por qué me detuve.
—¿A dónde me estás llevando?
Einar mantenía una risita confiada.
—Doris está ahí, ¿no querías encontrarla?
Suspiré, era verdad. Tal vez sólo...
«No, no, esos son gemidos», recapacité cuando escuché más.
—Creo que...
—Puedes irte si quieres —interrumpió él y me soltó la mano—. Subiré un rato. Nos vemos luego, Mor.
Y tras decir aquello retomó sus pasos hasta desaparecer en la parte superior.
Permanecí en el mismo escalón por unos momentos. No me quedaba duda alguna de que en el ático alguien estaba teniendo sexo o «alguienes», eran varios gemidos de mujeres y hombres. Los rumores de las fiestas de Einar comprendían sexo, pero imaginé que sólo eran eso, rumores.
Apreté los puños y tomé aire. La Morgan de antes habría subido sin dudarlo, todo en busca de experiencia para mejorar en mis composiciones. En mi vida pasada era interesante y divertida, ya no quedaba nada de aquella chica que soñaba sobre las teclas de su piano en Nueva York.
Retomé el ascenso y, cuando llegué a la planta superior, contuve el aire.
Una orgía se desarrollaba frente a mí. O muchas orgías... o... ¿eran orgías?, ¿contaba como orgía tener sexo al lado de otra pareja sin intercambiar ni una caricia? Bueno, algunos eran tríos y...
¿Cuántas personas estaban ahí?, me pregunté al tiempo en que intentaba contar rápido. En un primer cálculo eran trece.
—Mor —llamó Einar.
El actor estaba sentado al fondo del ático en un largo sofá de terciopelo negro. Todo el lugar estaba decorado con muebles similares y cortinas traslucidas en color rojo. Había velas aromáticas de rosas y canela.
Intenté no concentrarme en las personas que tenían sexo a mi alrededor. Concentré la mirada en los ojos azules de Einar y avancé hacia él. Me senté a su lado, con una distancia prudente, y clavé mi atención en mi regazo.
Mi falda era muy corta, reconocí, perfecta para una noche de sexo casual.
Crucé las piernas. Mi sexo comenzaba a latir y el vientre dolía; no quería ni mirar a Einar. Tantos meses de abstinencia podrían traicionarme en cualquier momento.
—Doris está ahí.
—No voy a mirar.
Einar rio.
—En una habitación, no puedes ver a través de las paredes, ¿o sí?
—No —contesté y levanté la mirada. A la izquierda estaba una puerta cerrada—. ¿Está bien...?
—Está teniendo sexo con dos chicos, creo que está bien —rio y extendió los brazos sobre el respaldo del sofá. Sus dedos quedaron cerca de mi espalda, me enderecé para apartarme—. Bienvenida a la otra fiesta.
Mordí mi labio inferior y lancé un vistazo rápido alrededor, luego volví a contemplar mi regazo. Esas escenas se quedaron grabadas en mis ojos. Podía ver a las chicas siendo penetradas por uno o dos hombres; algunas mujeres acariciándose entre ellas, rozando sus pechos y a otras parejas practicando sexo anal sin el más mínimo pudor. No les importaba ser vistos, tampoco intercambiar de pareja para continuar teniendo sexo, ¿cómo era eso posible?
—¿Están así toda la noche...?
Él soltó una carcajada. Me hizo sonrojar más.
—No, se cansan, se van y suben otros, así continúan...
—¿Y tú participas?
No sé por qué pregunté eso ni de dónde saqué el valor para mirarlo a los ojos.
—Sí —respondió con ese tono ronco que hizo vibrar más mi sexo—. ¿Nunca has hecho algo así?
—No...
—¿No te gusta o no se te ha presentado la oportunidad?
—No lo sé —admití más roja, si eso era posible—. Creo que sería extraño...
—Creo que deberías relajarte —murmuró y su mano se situó en mi nuca. El contacto hizo arder mi cuerpo—. Podría gustarte...
—No probaré ahora... —Alcancé a recordar que poseía sentido común—. Puedes ir tú si quieres.
—Prefiero quedarme aquí, contigo...
Volví a jadear. Estaba a punto de subir a su regazo y convertirme en otra exhibicionista demasiado ansiosas por sexo como para procesar lo que hacía.
Einar relamió sus labios, giró el cuerpo hacia mí y flexionó una pierna sobre el sofá. Mi mirada cayó en su entrepierna, mejor dicho, en su erección que se marcaba por debajo de la tela negra. Se adivinaba tan dura, grande y... era todo lo que quería en ese momento. Quería tenerlo adentro de mí sin importarme si era Einar o alguien más. Quería tener sexo. La reacción normal de cualquier chica frente a un escenario como éste. Intenté encontrar la culpa para detenerme, pero parecía que se tomó vacaciones; sólo encontré mi vientre doliendo por sentir la intromisión de la virilidad de Einar y luego sus espasmos cuando terminara adentró de mí.
—Quieres tener sexo conmigo. —Mi voz era muy bajita, pero me escuchó.
Con una sonrisa contestó:
—Así es, Morgan.
No esperaba esa revelación. No supe ni cómo reaccionar, me congelé con su mirada usualmente fría, pero que en esa ocasión ardía.
«Einar quiere tener sexo conmigo», medité.
Él apartó la mano de mi nuca, se acercó un poco más y abrió la sudadera que me prestó, luego mi saco. La blusa de encaje lo hizo sonreír.
—Te verías hermosa cubierta sólo de encaje...
Su rostro se aproximó, por un momento pensé que me besaría en los labios, pero lo hizo en el cuello y me provocó un escalofrío. Un gemidito suave escapó de mi boca cuando, con sólo dos dedos, pellizcó mi pezón por arriba de la ropa. Fue rápido, pero bastó para hacerme sentir la ropa interior tan húmeda que temí manchar mi falda.
»Mira a tu alrededor —pidió con su voz gruesa cerca de mi oído. Su aliento me erizó, pero esta vez separé las piernas—. Relájate, Morgan. Sólo necesitar relajarte.
—Sí...
Su mano se detuvo en mi muslo. La piel de ambos ardía. Él acarició suave, con las yemas de los dedos, y se coló por debajo de mi falda. Me rendí a mirar a las parejas que continuaban teniendo sexo sin importarles nada. Gemían, reían, algunos incluso conversaban mientras sus cuerpos se fusionaban con unos y con otros. No me imaginaba así, no podía, pero...
Einar rozó mi ropa interior, estaba empapada. Su jadeo capturó mi atención y encontré sus pupilas dilatadas. Si continuábamos terminaríamos como esas parejas, ¿podía hacerlo? ¿quería hacerlo?
El aroma de su colonia nublaba mis sentidos, pero no era sólo eso; también era el aroma varonil que desprendía su piel, su cabello, todo él. Su mirada se detuvo en la mía, la mano varonil volvió a rozar mi ropa y, entonces, la culpa regresó.
—Espera —pedí.
Einar se detuvo, pero no sólo eso, sino que sacó la bajo de debajo de mi falda y esbozó una sonrisa.
—Tu cuerpo no quiere esperar...
—No, pero...
Él me hacía vacilar. No era sólo por su físico, sino que había algo en su mirada.
»Eres Einar...
—Sí, eso creo —rio bajo—. ¿Te molesta?
—No, pero...
El año anterior lo había visto en la televisión recibiendo premios por popularidad. Era complicado asimilar que esa noche estábamos en el ático de una de las casas de su familia y que tenía la mano debajo de mi falda.
Y, sobre todo, la culpa. Esta sería una anécdota que haría reír mucho a Scott. Él entendía que era una mujer que disfrutaba del sexo como cualquier otra, que no era mi prioridad, pero que a veces salía con algún chico; incluso salí con amigos de él. Scott siempre respetó mis decisiones.
—Disculpa, Einar... Creo que debo irme —musité con la voz un poco rota.
Él pareció contrariado, creí que esas cosas no le solían suceder.
—¿Te presioné mucho...?
—Oh, bueno... —Paseé la mirada alrededor. Era una fiesta de carne, gemidos y caricias—. Me invitaste a una orgía sin decirme de qué se trataba...
Einar torció la boca como si fuera un berrinche y asintió.
—Perdón... Es que no suelo hacer estas cosas.
—¿Qué cosas? ¿Participar en orgías? Pensé que sí.
—Sí, eso sí. —Quitó importancia. Tampoco prestó atención a mis cejas enarcadas por su asombrosa sinceridad—. Cortejar a una chica.
«¿Cortejar?», me repetí en un mini corto circuito de mis neuronas. No supe cuántos años llevaba sin escuchar aquella palabra, ya nadie la usaba, mucho menos un chico como Einar.
—¿Me estás cortejando? —pregunté sin controlar el sonrojo.
—¿No era obvio?
Repasé rápidamente nuestros encuentros y... en realidad parecía que tenía prisa por meterse debajo de mi falda.
—Creí que sólo querías sexo.
—Quiero sexo.
Mis cejas no podían arquearse más, estaban al tope.
—Ok... —titubeé—. Podemos hablar sobre eso como personas adultas, elegir un día y...
—Y también quiero conocerte, Morgan Miller —interrumpió con ese asombroso tono ronco capaz de erizar hasta el último vello de mi cuerpo—. Perdón si he sido torpe y te he ofendido.
Esa se convirtió en la situación más incómoda de mi vida. Una mujer eligió ese preciso instante para propinar un gemido de placer puro que capturó nuestra atención. Una chica lamía uno de sus pezones mientras dos hombres la penetraban de forma vaginal y anal; me pareció muy doloroso y nada sexy.
—No estoy ofendida, pero hubiera agradecido una pequeña advertencia —dije y volví mi vista hacia él.
Einar demoró unos segundos más en apartar la mirada del grupo de sexo. Sus pupilas volvían a estar dilatadas, estaba muy excitado.
»¿En dónde está el baño?
—Sígueme.
Se incorporó y... sí, estaba excitado. Su erección se abultaba adentro del pantalón y el tamaño era considerable. Me costó apartar la mirada de ahí, Einar lo notó y me regaló una sonrisa confiada. No hablé, ¿qué iba a decirle? «¿perdón por mirar tu bien dotado paquete?». Sólo dejé que la vergüenza me inundara mientras lo seguía a una habitación al lado contrario de donde se suponía que Doris estaba haciendo lo mismo que el grupito que acababa de ver.
Al entrar encontré un cuarto rústico y pequeño. La cama lucía vieja y los ruidos del exterior casi no se escuchaban.
—El baño está ahí —señaló la habitación del fondo—. Te espero.
Asentí y entré al diminuto lugar que indicó. Tal y como supuse, mi sexo estaba empapado. Demoré un momento en el interior tratando de «arreglar» el problema. Luego retoqué mi maquillaje sólo con un pedazo de papel y, cuando me disponía a salir, escuché una voz femenina al otro lado de la puerta. Mi madre siempre me dijo que era de mala educación espiar, pero ni terminé de pensar en eso cuando ya entreabría despacio la puerta.
Einar estaba de pie frente a la cama y una chica se encontraba sentada en ésta. Ella acariciaba la erección del actor por arriba de la ropa mientras lo miraba y murmuraba algo. Él poseía una mirada extraña, es decir, llena de lujuria. Sus dedos se encontraban en la mejilla de ella mientras conversaban en voz baja.
La chica trató de abrir el pantalón de Einar, mas él la detuvo.
—¿Ya no te gusto? —inquirió la mujer.
—No, ahora vete.
Hasta a mí me dolió. Admito que me sentí bien cuando la rechazó, porque mi lado soñador e ingenuo seguía atorado con la palabra «cortejar», pero igual me incomodé con la expresión de dolor de la chica.
Ella se incorporó, por un instante pensé que le arrojaría una bofetada a Einar; sin embargo, se marchó sin decir más y azotó la puerta al salir.
Einar volvió el rostro hacia mí. Sabía que observaba. Terminé de abrir la puerta y encogí los hombros.
—Si querías hacerlo...
—No quería —dijo, no supe si decía la verdad o mentía. Se aproximó a grandes pasos hacia mí. Me hizo sentir como una pequeña presa frente a un enorme depredador y como si la habitación se hiciera más pequeña con cada uno de sus pasos—. Yo quería...
Se detuvo a unos centímetros. Levanté el rostro para mirarlo y esos dedos varoniles descansaron en mi mejilla; el pulgar tiró suavemente de mi labio inferior y me regaló un escalofrío exquisito.
»Prefiero tus labios, tu lengua... —murmuró atento a cada reacción de mi cuerpo que bullía con sus palabras. Se acercó más, bajó el rostro hasta el mío y agregó, cerca de mi oído—. Me encantaría sentir tu boca, Morgan.
Sus ojos volvieron a buscar los míos. Mis labios temblaban ansiosos por recorrer su piel. Él pasó un brazo alrededor de mi cuerpo, me pegó al suyo y disfrutó con el jadeo casi imperceptible que escapó de mi boca cuando sentí su erección.
—Einar...
Debía inclinarse mucho para que sus labios quedaran cerca de los míos, pero lo hizo. Bastaba con un ligero impulso de mi parte para besarlo y supe que terminaríamos en la cama, que volvería a ser la Morgan de antes.
Sonreí, fue casi imperceptible, pero Einar lo notó y respondió igual. Acorté unos milímetros la distancia entre nosotros y la puerta se abrió de forma tan brusca que amenazó con desencajarse.
—¡Están atacando a alguien en el bosque! —gritó un chico desnudo.
—¿Qué? —espetó Einar con el ceño fruncido—. ¿Ahora mismo?
Recordé a Doris, claro, porque cuando no era más hormonas que persona entonces era una amiga. Saqué el celular de mi bolso y encontré varios mensajes suyos.
—¡Sí! ¡Que una chica gritaba por ayuda desde el bosque!
Einar se apresuró a abrir la ventana de la habitación y la ola de sonidos entró. Todos gritaban y pedían por ayuda.
—¿Saben quién es? —preguntó Einar con esa voz gélida.
El último mensaje de mi amiga me dio la respuesta:
—Es Doris.
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Nota:
OMG :O Morgan andaba con las hormonas inquietas y ni cuenta de que Doris tenía problemas xD Aunque no puedo culparla si se trata de Einar, sorry :3 Ese chico es bello ;D
Espero actualizar prontito, porque el siguiente capítulo viene UFFFF... Pa qué les cuento xD
Pasen bonitas fiestas con sus seres queridos :3 ¡Feliz Navidad! Muchas gracias por acompañarme en esta aventura que me encanta, me causa muchísima alegría compartirla con ustedes. ♥︎
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