6. El caníbal de Brooklyn

El reflejo me mostraba a una mujer guapa, sexy y confiada. La falda roja era en pliegues y llegaba a medio muslo. La blusa era un corset de encaje que cubría lo indispensable. Mis labios iban pintados del mismo tono que la falda y apliqué un poco de sombras en los ojos. Ya tenía meses sin maquillarme, pensé que lo habría olvidado o que mi maquillaje no funcionaría, pero el resultado fue lindo.

Me gustaba lo que veía, pero sobre todo me gustaba yo.

Decidí llevar mi cabello suelto y sin alisar, dejé sus ondas naturales. También me había pintado las uñas de rojo y aplicado una ligera capa de perfume. Me sentía de regreso en Nueva York antes de una fiesta, como si mis amigas fueran a pasar por mí y a recorrer la ciudad de noche, la conquistaríamos. Beberíamos hasta quedar muy ebrias, continuaríamos en el departamento de alguna de ellas y amaneceríamos hablando de los sueños locos que teníamos en los que éramos concertistas famosas o cualquier tontera que se nos cruzara por la cabeza a las seis de la mañana con más alcohol que sangre en el cuerpo.

Eché un vistazo a mi celular. Me alejé de todos cuando falleció Scott. Mis amigos me buscaron por largo tiempo, fui yo quien no consiguió responder esos mensajes y llamadas. Ni me despedí de ellos cuando abandoné Nueva York, tal vez ni sabían que ya no vivía ahí.

Extendí las manos frente a mí. Mis dedos de músico llevaban meses sin acariciar un piano. Empezaba a considerar que no era buena en ello, es decir, ni siquiera fui la mejor en mi clase.

Un mensaje brilló en la pantalla del celular, era Doris. Jamie y ella ya venían por mí.

Inhalé hondo, recogí mi bolso y apagué las luces cálidas que solían gobernar mi habitación. Escapé pronto antes de que detectara algún movimiento en medio de las sombras. Me sentía muy nerviosa por la ropa, por Einar, por recordar a mis amigas, por todo. No podría manejar uno de esos sucesos extraños a los que todos los habitantes del pueblo se habían acostumbrado.

—¿Vas a salir? —preguntó m tía cuando bajé las escaleras.

Leslie estaba en la sala con ella, miraban una película y comían palomitas de maíz. El día anterior, con la publicación del reportaje de Dean, había sido horrible para Leslie. Esa mañana ni pudo ir a trabajar y mi tía aceptó que se quedara en casa.

—Sí, iré a una fiesta.

Betsy me recorrió con la mirada de pies a cabeza.

—No te conocía esa ropa.

—La compré en el centro comercial —mentí y encogí los hombros—. Quise cambiar de estilo.

—Veo que estás espléndida con tus gastos.

Me costó no poner los ojos en blanco. Era mi dinero, podía quemarlo si me daba la gana.

—Eso me recuerda que no me has pagado por la limpieza del cuarto del reportero ese.

Mi tía torció la boca y dirigió una mirada rápida a la cabizbaja Leslie. Doris y yo hablamos con ella la tarde anterior para contarle que era el responsable del reportaje. Betsy nos dijo que era algo terrible, pero que no podía sacarlo porque pagó por adelantado; sin embargo, que hablaría con él. No tenía idea de si lo hizo o no, lo más probable era que no.

—Cierto, lo agregaré en tu siguiente pago —decidió con un suspiro—. ¿En dónde será la fiesta?

Enarqué una ceja, ¿tenía que responder eso?

»Pregunto por preocupación, Morgan. Hay un bicho, animal o psicópata rondando... Mañana harán otro recorrido por el bosque en busca de las cabezas.

—Es una fiesta de Einar —respondí.

Mi tía sí que puso los ojos en blanco.

—Cuidado con ese patán.

—Un cliente me comentó que antes eran amigos. —Volví a mentir.

—¿Amigos? —rio Betsy sin ánimos—. No, era educada y el muy sinvergüenza me pagó robándose libros, ¿puedes creerlo? Con los millones que debe tener y se roba mis libros.

No conocía tan bien a Einar, pero por lo poco que había visto era algo que iría con su actitud arrogante.

—Bueno, si encuentro tus libros por ahí los robaré de regreso.

—Me parece excelente —sonrió ella—. Diviértete, usa protección y no bebas demasiado, recuerda que mañana vamos a decorar la cafetería para navidad.

—Sí, claro, gracias —me despedí—. Nos vemos, Leslie.

—Adiós —sonrió ella con una sonrisa tímida.

Decidí salir de la casa y en ese preciso instante se detuvo el automóvil de Jamie. Doris estaba en el asiento del copiloto con medio cuerpo fuera de la ventanilla.

—¡Vamos, Morgan! ¡Jamie ya aceptó tener un trío con Einar!

Imaginé la cara de mi tía al escuchar eso y mi risa fue una sonora carcajada mientras me acercaba al automóvil.

—Vamos por tu trío, Doris —dije cuando me senté en el asiento trasero—. Hola, Jamie.

—Hola —me saludó el conductor—. Doris está obsesionada con ese tipo.

—Creo que casi toda la isla lo está.

El chico puso en marcha el vehículo y tiró del vestido de Doris para obligarla a sentarse.

—Y eso que ya tiene varios meses aquí —agregó él—. Pensé que pasaría la euforia.

—¿Desde cuándo vino?

—¡Junio! —exclamó Doris y giró hacia mí—. Y ya estamos en diciembre, creo que se quedará a vivir.

—Pensé que tenía grabación en diciembre —comenté.

Jamie encogió los hombros.

—Tal vez le gusta cómo todos se mueren por él y lo siguen como ovejas.

—Tiene sentido —admití.

Doris subió el volumen al estéreo del auto. La música me transportó a un escenario surrealista y ochentero con música darkwave. Pregunté el nombre de la banda, «Molchat doma» y cantaban en ruso, por lo que nadie en el automóvil podía seguir la letra o entenderla; sin embargo, la melodía transmitía tristeza.

El bosque se resbalaba al otro lado de la ventanilla del automóvil. Bajé el cristal y contemplé los árboles bañados de oscuridad. Mi propia melodía me acompañaba como un murmullo, pero era opacada por la proveniente del estéreo. Sabía que mi preocupación por esa melodía debería ser mayor, mas prefería no pensar en aquello.

Escudriñé con la mirada el bosque mientras ambas canciones danzaban en mis oídos...

«¿Estaría ahí el culpable de esas muertes?», me pregunté, «¿me regresaría la mirada en medio de las sombras?».

Doris me entregó un cigarro encendido. Fumé en silencio con la cabeza recargada en la ventanilla abierta y parte de mi cabello al viento; luciría como un espantapájaros al bajar, no me importó.

Las distancias en la isla solían ser cortas, no era muy grande, pero la casa donde sería la fiesta se encontraba en la punta norte donde, años atrás, se encontraban varias residencias. En ese momento la única que permanecía medianamente habitada era la que pertenecía a la familia de Einar. Ya muchas familias se habían marchado de Little Salem mucho antes de las misteriosas muertes, decían que era un sitio destinado a desaparecer.

Los murmullos de risas y música fueron arrastrados por el viento conforme nos acercábamos. Me aparté de la ventanilla, cepillé mi cabello y me asomé en medio de ambos asientos. Doris también fumaba y bebía licor de una petaca negra cubierta de calaveras plateadas. Jamie conducía con otro cigarro colgando de sus labios morenos.

—Parece que ya llegaron muchos —comentó Doris tras bajar el volumen de la música—. ¿Están listos?

Jamie rio y asintió. Él me agradaba, sólo lo había visto una vez con anterioridad cuando vino a ver a sus padres y pasó a saludar a Doris a la cafetería. Su relación duró cinco años y, en mi humilde opinión, continuaban queriéndose. Sin embargo, Jamie no pensaba permanecer en Little Salem y Doris no podía marcharse por su madre; sus caminos estaban destinados a separarse.

El chico se estacionó al final de una hilera de automóviles y de inmediato otra camioneta aparcó a nuestro lado. Doris fue la primera en bajar, su cuerpo estaba enfundado en un ceñido vestido fucsia con brillos en el doblez de la falda que ella misma agregó.

Mi compañera gritó, eufórica, y levantó la petaca. Los chicos de la camioneta de al lado respondieron al grito como si fueran animales en celo y la recorrieron con la mirada. No tuve idea de qué pensaba Jamie de todo eso, parecía serle indiferente y sólo reía por las ocurrencias de su exnovia.

Doris rodeó la camioneta, entrelazó la mano con Jamie y nos ordenó apresurarnos. Varias personas caminaban a nuestro lado, no pude evitar sentirme como en esas fiestas que sólo suceden en las películas.

Había personas afuera de la casa. La mayoría reconoció de inmediato a Jamie y Doris, los más populares del colegio, y me presentaron con varios. Formaban una pareja hermosa. Jamie era muy alto, con piel oscura y cabello cubierto de rizos. Fue capitán del equipo de futbol americano y así logró su beca para la universidad. Doris fue la chica más deseada y envidada; todavía podías percibir como sus excompañeras la miraban con recelo por su belleza y extroversión.

La casa se veía vieja y sin mantenimiento. Los escalones de madera chillaron cuando subimos para entrar. Adentro era imposible apreciar si había algún tipo de decoración, estaba repleto de personas que bailaban al ritmo de la música encargada a un disc jockey que se encontraba en la sala.

Jamie fue por un par de cervezas para nosotras. Doris continuaba conversando con sus conocidos y yo en silencio o sólo sonriendo en algunas partes de la plática. Me sentía totalmente fuera de lugar, incluso incómoda. Pensé en mil cosas mejores que podría hacer en casa como mirar Netflix o dormir. Aproveché que el chico volvió pronto con mi cerveza para decir que iba al baño, aunque sólo quería salir un poco del amontonamiento.

Mi delgado abrigo no me guarecía por completo del frío, pero en el interior de la casa se percibía hasta calor. La frialdad volvió a envolverme cuando salí al jardín trasero donde descubrí que, a varios metros, habían hecho una fogata.

Einar estaba ahí, con una botella grande de licor; también Dean. Era un grupo como de ocho o diez personas, mujeres y hombres, que bailaban, reían, bebían alcohol y fumaban. El bosque estaba peligrosamente cerca. «¿Qué diría un adulto responsable si nos viera?», pensé. Era como si estuviéramos tentando a lo que fuera que estaba asesinando personas.

Dean desentonaba un poco con los demás, pues era mayor. Una chica estaba sentada en su regazo y, discretamente, se restregaba contra su entrepierna. Dean estaba tenso, podía apostar que tenía una enorme erección y que disfrutaba de cada movimiento de la chica.

Pensé que me gustaría restregarme así con alguien.

Einar paró de reír y sus ojos se posaron en mí. Su rostro era una máscara de seriedad, como si se hubiera desconectado en un segundo de la realidad.

Dean se intrigó por la reacción del actor y, con seguir su mirada, me encontró bebiendo mi cerveza en silencio. Se disculpó con la chica, cerró su abrigo —creí que para esconder la erección— y caminó hacia mí. Einar rompió el contacto visual conmigo cuando lo vio acercarse y retomó su conversación con sus amigos alrededor de la fogata.

—¿No estás un poco viejo para estas fiestas? —inquirí cuando Dean se detuvo frente a mí.

—Quería ver cómo era una fiesta del famoso Einar —respondió con un encogimiento de hombros—. Pensé que habría más, no sé, que sería diferente.

—Es una fiesta en un pueblo olvidado por Dios, ¿qué querías? —suspiré y repasé con la mirada el alrededor. Conocía a la mayoría, aunque fuera por el rostro. Aquellas caras desconocidas pertenecían a estudiantes de la universidad que sólo volvían a Little Salem a visitar a sus familias—. ¿Entrevistaste a Einar?

—No, para nada.

—Pensé que ese sería tu objetivo —reté con petulancia—. Descubrir algún oscuro secreto y vender la exclusiva.

Dean suspiró pesado.

—¿Nunca me perdonarás por ese reportaje?

—No.

—Es mi trabajo, Morgan. Si estuvieras en mi lugar...

—Escribiría sobre ponys que corren en las nubes, pero no expondría así a una víctima de abuso sexual.

Dean me dedicó una mirada cargada de ternura que odié.

—Eres una cría, Morgan. Todavía te falta madurar.

—¿A mí? —chillé—. Fuiste tú quien...

—Abrió toda una nueva ventana de posibilidades, ¿acaso no lees las noticias?

—No.

—Deberías —sonrió y señaló el bosque con la botella de cerveza—. Descubrir que el señor Carter era un violador ha creado muchas preguntas.

Crucé los brazos. Mi delgado saco permitía el paso del frío.

—¿Quieres que piensen que lo que sea que está matando personas es una especie de «Avenger»?

—No —rio y meneó la cabeza. El movimiento de su cabello rubio produjo un hormigueo agradable en mi vientre. Creo que tenía que ver con saber que debajo del saco estaba su erección y que yo llevaba mucho tiempo sin tener sexo—. La gente ha comenzado a preguntarse, ¿y si hay más violadores entre sus víctimas?

»Es posible que pronto se abra otra línea de investigación sobre los hombres que ha asesinado —agregó con orgullo.

—Sigo creyendo que es horrible lo que le hiciste a Leslie —insistí. No quería darle la razón simplemente porque no—. Debiste reconsiderarlo.

Dean quiso decir algo más, pero la chica que se había sentado en su regazo se acercó y lo abrazó. Era de mi edad, calculé, y parecía ansiosa por sentir al reportero por todo el cuerpo. Poco le faltó para retorcerse contra él.

»Suerte —me despedí.

—Morgan...

Ignoré su llamado y avancé hacia la fogata. Acabé con el contenido de mi cerveza en el pequeño trayecto en el que volví a capturar la atención de Einar.

No entendía por qué me miraba de esa forma. Reconocía que no era fea, mas tampoco poseía una belleza única o excepcional para capturar la atención de un chico que ni me conocía.

Einar y sus amigos permanecían sentados alrededor de la fogata. Usaban troncos cortados o sillas rotas. La música llegaba amortiguada y opacada por la brisa fresca. Los chicos me ignoraban, sólo era una más; sin embargo, el actor había vuelto a posar esos gélidos ojos azules sobre mí.

No sabía cómo reaccionar. La Morgan de antes habría bromeado o al menos no parecido una estatua frente a la fogata. Ni podía apartar la mirada de Einar.

La melodía en el bosque se escuchaba bajita, casi imperceptible. Intenté ignorarla, pero sólo conseguí enfocarme más en esas notas sinfín que la componían.

Einar abandonó el tronco sobre el que estaba sentado. Aparté la mirada hacia la fogata y contuve el aire hasta que lo escuché hablar a mi lado:

—Veo que recibiste la invitación...

Su voz era ronca. Creo que para las películas la fingía más jovial. Poseía un efecto abrumador con tan solo unas cuántas palabras.

—Sí... Gracias...

Tiré un poco más del saco para cubrir piel. Einar rio por lo bajo.

—¿Y tu amiga?

«Por ahí buscando coger contigo», pensé.

—No sé, creo que se quedó en la casa.

—¿Y saliste a buscarme?

No pude evitar lanzarla una mirada desdeñosa y me arrepentí de inmediato. Einar lucía irresistible con el cabello un poco revuelto, una playera gris de cuello ancho y un pantalón negro. Los músculos se apreciaban firmes bajo la delgada tela grisácea y el color pálido hacía resaltar el color azul de sus ojos frente al fuego.

—Ya quisieras.

—Si no saliste por mí, ¿a qué saliste?

—Quería un poco de aire fresco —mentí. No sabía por qué salí, no lo buscaba a él, «creo»—. Hay demasiada gente en la casa.

—Invité a demasiados.

—Y vienen agregados, como siempre —suspiré y regresé a mirar el fuego—. No sólo vienen los que tienen invitación.

—Pero sólo los que tienen invitación pueden pasar a la verdadera fiesta —susurró.

Mi corazón dio un vuelco. Un escalofrío recorrió mi columna y un minúsculo jadeó escapo de mis labios. Recordé a la chica restregándose en el regazo de Dean; es más, los busqué con la mirada y ya no los encontré cerca.

—¿A tus abuelos no les importa que destruyas su casa en cada fiesta?

—No —contestó con ligereza y agregó—: Luego repongo todos los daños.

—Con todo el dinero que tienes es lo mínimo que puedes hacer, aunque sería más si hubieras grabado ese programa de televisión.

Einar no respondió. Busqué su expresión y lo encontré ensimismado contemplando el fuego. En ese instante no supe por qué dije eso, luego reflexioné que sólo quería demostrar que también sabía de él.

De pronto, abrió un poquito más sus ojos, sus largas pestañas se agitaron y giró el rostro hacia mí.

—Fue extraño verte aquí.

—¿En tu fiesta? Tú...

—No —interrumpió con un tono más ronco que erizó los vellos de mis brazos—. En la isla.

Fruncí el entrecejo, estaba segura de que no lo conocía.

—No nos conocíamos...

Es decir, recordaría conocer a un actor de Hollywood.

—Pero... ¿Quién no conoce a la hermanita del caníbal de Brooklyn?

La sangre entera de mi cuerpo se congeló. No supe lo que hacía hasta que tropecé con una silla y la derribé, escapaba de la fogata. El aire bajaba helado a mis pulmones, la melodía iba «in crescendo» y las imágenes negras y rojas cubrían mis párpados en cada pestañeo. Volvía a gritar en mi cabeza, llamaba a mi hermano y percibía el calor de su sangre en mis dedos.

«Scott», pensaba en cada paso con el crujido del césped bajo mis zapatillas bajas.

El automóvil de Jamie estaba a unos metros sin rastros de él o Doris. Probablemente continuarían en la fiesta por horas y me negaba a esperarlos. Caminaría, el animal ese no me atacaría, acababa de comerse la cabeza del señor Carter, no tendría hambre.

Masajeé mis sienes. No supe de dónde saqué esa conclusión.

—Morgan —llamó Einar unos metros por detrás de mí—. Detente.

Hice lo contrario, avancé más rápido hasta dejar atrás el automóvil del novio de Doris.

»Morgan —insistió—. Muchos saben quién eres, saliste en las noticias nacionales.

Negué. Eso era mentira. Si alguien más supiera quién soy, lo sabría. Doris también y me habría contado, ¿o no?

Limpié mis lágrimas con la manga de mi chamarra. El frío me hizo tiritar.

Einar tiró de mi hombro con fuerza. El movimiento me hizo catapultar una bofetada hacia su perfecto rostro, pero me detuvo por la muñeca con facilidad.

—Eres un hijo de puta —espeté con la voz temblorosa—. ¿Cómo te atreves...? ¡¿Por eso querías que viniera?! ¡¿Para tenerme como bicho de circo con tus invitados?!

Einar ladeó el rostro y soltó mi muñeca, pero su otra mano continuó en mi hombro. Era pesada y caliente, percibía cada centímetro suyo en contacto con mi cuerpo.

—Sólo unos cuántos saben quién eres, Morgan. —repitió.

—¿Y me invitaste para presentarme con los demás? —reté con un par de lágrimas cayendo por mi rostro—. ¿Por eso siempre me observas en la cafetería? ¿Sientes un placer morboso porque mi hermano asesinó a su exnovia?

Einar hizo una negación casi imperceptible.

—No.

—¡¿Entonces?! —Aparté su mano de mi hombro con un empujón—. ¿Por qué me miras?

—Porque me gusta mirarte —contestó con simpleza.

La ira que burbujeaba en mi pecho se pasmó por unos segundos.

—¿Qué...?

—Te reconocí por las noticias —admitió y reacomodó mi saco sobre el hombro, se había caído la manga con el forcejeo—, pero no te miro por eso, sino porque me gusta hacerlo.

Abrí la boca, mas no encontré nada qué decir.

«¿A Einar le gusta mirarme?», me cuestioné. Consideré caer en un universo paralelo donde actores famosos se fijan en baristas.

—Debo irme. —Fue todo lo que pude decir.

Planté la media vuelta y continué mi camino. No había avanzado ni tres pasos cuando lo descubrí caminando a mi lado.

»¿Qué haces?

—No puedo permitir que te vayas sola a esta hora —respondió y echó un vistazo hacia la casa—. Mi camioneta está ahí, por si quieres que te lleve.

Un rubor tiñó mis mejillas y me reprendí por sentirme así. Acababa de usar ese horrible apodo para mi hermano, no podía permitir que con unas palabras bonitas lograran bajar mis defensas.

—Prefiero caminar en medio del bosque que subir a esa camioneta contigo —declaré.

Einar, para mi sorpresa, soltó una risita divertida y continuó caminando a mi lado mientras nos alejábamos de la casa. La música cada vez se escuchaba más lejana, pero la melodía en el bosque parecía enredarse entre los árboles.

No quería lucir asustada, mas sé que no lo logré. Miraba constantemente hacia el bosque cubierto de oscuridad y trataba de escudriñar entre sus sombras, ¿estaría el monstruo ahí, mirándonos? Si atacaba era poco probable que Einar hiciera algo más que gritar.

Una tela caliente cayó sobre mis hombros. Me hizo soltar un brinco, mas sólo era la sudadera que Einar llevaba atada en la cadera minutos antes.

—Ese abrigo es una broma de mal gusto, debes tener frío.

Iba a rechazarlo con dignidad, pero tampoco quería enfermar.

—Gracias...

Me coloqué su chamarra. El aroma de su colonia se coló en mis pulmones y me sonrojé. Recordé sus palabras con esa voz ronca que no le había escuchado nunca en las películas.

«Me gusta mirarte».

El rubor volvió a invadirme, también la culpa. ¿Qué hacía ahí sonrojándome por las palabras de un chico lindo cuando mi hermano estaba muerto?

«El caníbal de Brooklyn».

Inhalé hondo, abracé mi cuerpo y contemplé la luna llena en lo alto del firmamento. Ya no podía fingir que en algún lado del mundo mi hermano podía contemplar ese mismo cielo nocturno.

—¿Quiénes saben de mi hermano? —pregunté en voz baja.

—Unos cuántos amigos, no comentamos mucho de eso.

—¿Por qué...?

—Supongo que pagó por lo que hizo, ¿no?

Asentí.

—Scott pagó por su crimen.

Einar se mantuvo en silencio unos segundos, luego dijo:

—Lo lamento.

Encogí los hombros y suspiré.

—Era un buen hermano, el mejor, pero también era la peor expareja.

—Debió ser difícil.

—Sí... —admití con un profundo asentimiento—. Nunca pensé que él...

—Era tu hermano —murmuró cuando me quedé callada—. Es normal que quisieras creer en su inocencia.

—Sí, pero... ¿sabes? —Giré el rostro hacia Einar, sus ojos eran hermosos con los rayos de la luna llena—. Me he preguntado, ¿cómo no lo noté antes?

—Nunca terminas de conocer a las personas, Morgan.

—Pero Scott... —titubeé y regresé la mirada al camino; pronto saldríamos a la carretera que nos conduciría de regreso al pueblo—. Tenía problemas de ira.

—¿Lo sabías desde antes?

—No, es decir, no sabía que era eso... Golpeó a algunos «bullys» cuando intentaron hacerme daño, los dejó muy maltrechos, pero siempre consideré que era tan agresivo sólo por defenderme, porque era su hermanita, no porque perdiera el control de su comportamiento...

«Maltrecho» era una palabra amable, estuvo cerca de matar a uno. Era más chica en ese tiempo, no comprendí la gravedad del asunto, para mí sólo fue mi hermano defendiéndome de los malos.

»Si no hubiera sido tan ingenua, Scott y Heather seguirían vivos y yo no estaría aquí.

«Pero no podría mirarte», imaginé la voz de Einar en mi cabeza.

Busqué su mirada, él me regaló una sonrisa comprensiva.

—No eras responsable de tu hermano, Morgan... Estaba rodeado de personas adultas que también debieron notar esos focos rojos.

—Lo sé, aun así...

—No eres culpable.

Sus palabras me hicieron detenerme, me imitó. Debía levantar mucho la cabeza para mirarlo a los ojos cuando estaba tan cerca.

—Gracias... —musité. Era algo que trabajé en terapia y siempre sentía bien cuando alguien más me recordaba que era inocente. La sangre de Heather no estaba en mis manos—. Scott no manejó bien el engaño de Heather, mucho menos cuando formalizó su relación con el otro chico.

»Mi hermano conservaba varias prendas de ella que se negaba a devolverle por berrinche, pero una noche la citó en su departamento para entregárselas.

Einar asintió. Escuchaba con atención y parecía inmune a la brisa fresca que nos envolvió.

»Abusó de ella y luego la asesinó.

Inhalé muy hondo. Einar me sostuvo la mirada, pensé que la desviaría, eso solían hacer todos cuando hablaba de lo que hizo mi hermano.

»Mordió uno de sus... Entiendes.

—Sí...

—Por eso lo apodaron como el caníbal de Brooklyn, pero no se comió nada... Sólo fue sensacionalismo y amarillismo, cuando intentamos aclarar los hechos ya era muy tarde y nadie quería escuchar nuestra versión; después de todo, él ya estaba muerto.

—Estabas con él cuando...

—Sí —interrumpí—, pero prefiero no hablar de eso.

Retomé el paso y Einar también. Sin embargo, me detuve cinco pasos después cuando sólo nos separaban unos metros de la carretera.

»Deberíamos volver.

—Vamos.

Einar fue el primero en emprender el regreso, lo seguí unos pasos por detrás, luego aguardó por mí y caminamos juntos.

—Todos los culpables fueron capturados por el asesinato de Scott —agregué—. Están en prisión.

—Eso es bueno.

—¿Lo es? —reí sin ánimos—. Scott asesinó a Heather... Tal vez se merecía todo eso...

—No creo que debas pensar esas cosas.

—Lo amaré siempre, es mi hermano, pero lo que hizo...

Era una constante lucha en mi corazón, una autoimpuesta. Amaba a mi hermano, pero quería obligarme a odiarlo por lo que hizo. No sabía si era correcto o no, sólo que me odiaba un poquito más cada vez que pensaba en eso. Entonces olvidaba que yo era inocente y que no tenía la sangre de Heather en mis manos; en esos instantes podía percibirla con tanta claridad como sentí la de Scott.

«Si hubiera notado que mi hermano necesitaba ayuda...».

—Morgan —interrumpió Einar mis pensamientos.

—¿Sí?

—Gracias por contarme.

—No es algo que no puedas encontrar en una búsqueda rápida en Google, pero de nada.

Intercambiamos una sonrisa que iluminó sus ojos. Reconocí que muchas chicas envidiarían esa sencilla caminata con él.

La casa me intimidó un poco. Ya había más personas. Einar pareció notarlo y sugirió entrar por la puerta trasera. Era difícil avanzar con él, todos lo detenían para hablar o preguntar alguna tontería.

—Debería buscar a Doris —dije en voz más alta de lo normal para hacerme escuchar.

Einar esbozó una sonrisa misteriosa y señaló el techo.

—Sé en dónde está.

—¿Sí?

—Ajá... —Me hizo un guiño—. ¿Quieres ir a la verdadera fiesta?

Su voz volvió a erizarme. Eché un vistazo alrededor, todos bailaban, bebían y se divertían, ¿había otra fiesta? No comprendía de qué estaba hablando; sin embargo, el brillo misterioso de sus ojos hizo temblar mis rodillas.

—Sí...

Einar pareció muy complacido. Su mano buscó la mía, no tuve ni tiempo de apartarme, sólo de estrecharla con la misma calidez con la que me envolvió. Sucumbí a su calor y a su aroma varonil; no pude evitar mirar su abdomen que se adivinaba firme bajo la playera.

Él se acercó rápido hacia mí, tanto que contuve la respiración. Sus labios rozaron mi mejilla y se detuvieron a escasos centímetros del lóbulo de mi oreja.

—Pues vamos a la fiesta, Morgan...

Se apartó. Sus ojos azules lucían dilatados, ansiosos, y mi corazón latía muy fuerte.

—Vamos —dije.

Y no tenía idea de lo que me esperaba.

Nota:

¡Hola! :D

Capítulo largo :3 Uy, y vienen cosas re interesantes o-o

Pobre de Morgan, su hermano fue culpable :( No debe ser sencillo manejar algo como eso u,u Y Einar no se ve tan mala onda, pero falta ver si no es un Dimas en potencia jajajaja xD ¿Ustedes qué creen? ;D

Que pasen un bonito fin de semana :3

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