Yuri Gagarin

Gamboa titubeó un poco ante la vehemente insistencia del teniente Castillo.

—Necesito saberlo todo, señor Gamboa.

—Le he contado la historia del proyecto Mercury, pero, por aquel tiempo, otro país desarrolló un proyecto similar, llamado proyecto Vostok. Pusieron a numerosos seres humanos en órbita. Fueron llamados cosmonautas.

—¿Cosmonautas? No eran astronautas...

—Estos tenían un nombre distinto, pero eran lo mismo.

—Qué raro. Continúe.

—El primero de los siete de la Mercury en salir al espacio fue Alan Shepard en un vuelo suborbital. Pues bien, veinte días antes del viaje de Shepard, el proyecto Vostok puso en órbita a Yuri Gagarin, el primer hombre de la historia que viajó al espacio.

—Y a los de la Mercury no les gustó...

—Eso es, no les gustó nada. Y no era la primera vez que se adelantaban. Ellos ya habían sido los primeros en poner el primer satélite no tripulado en órbita. El llamado Sputnik 1.

—Gagarin entonces les hizo una buena faena.

—Además, por si esto fuera poco, a Gagarin le siguieron otros cosmonautas más: Titov, Nikolayev, Popovich, Bykovsky y, finalmente, Valentina Tereshkova, la primera mujer en el espacio...

—Estos no discriminaban tanto a la mujer —dijo Sofía—. ¡Bravo por ellos!

—Nosotros los llamamos a todos norteños, de forma genérica, pero se puede ser más preciso. El proyecto Mercury fue impulsado por los nasianos, los de la NASA, que eran norteños americanos; mientras, los otros, los del Vostok, eran norteños euroasiáticos, también llamados en el libro rusos o soviéticos.

El teniente Castillo empezó lentamente a rascarse su nariz de patata.

—Esto empieza a encajar —dijo—, y comienza a tomar una dimensión insospechada. Este caso es mucho más importante y complejo de lo que pensaba.

—No veo cómo —dijo Gamboa.

—En esta historia hay involucrados dos grupos en continua competencia. Unos son los nasianos del Mercury y otros, los del Vostok. Si se fija, en estos asesinatos hay también involucrados dos grupos, también en continua competencia.

—¿Dos grupos? — preguntó Sofía.

—Claramente. Ustedes por un lado, arqueólogos fugitivos, seguidores del profesor Smith, que no olvido que escribió en el suelo con su sangre la palabra NASA, justo antes de morir. El otro grupo son extraños, muestran mutaciones propias de las Zonas No Descontaminadas, visten raro, y son extranjeros extremadamente violentos.

—Ellos son...

—Ellos son los Vostok, señor Gamboa. Apuesto a que son espías. Norteños euroasiáticos de las Zonas No Descontaminadas.

Castillo se rascó la cabeza, nervioso.

—Este caso es mucho más importante de lo que pensaba.

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