La congregación de Houston
Eran las ocho de la mañana y Sofía y Gamboa estaban preparados para aterrizar en Marte. Llevaban puesto un traje oscuro, casi negro, parecido al que utilizan los buzos, pero algo más grueso y de otro material distinto. No les restaba mucha movilidad. Lo importante era que tenía numerosas resistencias eléctricas que les ayudarían a soportar el intenso frío. Ahora, en el cráter Jezero estaban a 20 °C bajo cero.
La mochila era bastante pesada. Además de una batería ión-litio llevaban el sistema de soporte vital que les aportaba una autonomía de aire respirable para dos días, más que suficiente.
Esperaban ingrávidos en la lanzadera al momento de la salida. El equipo podría pesar unos cuarenta kilos en la Tierra. Aunque la gravedad de Marte no llegaba al 40% de la terrestre, se sentían muy debilitados por el viaje y no estaban seguros de que pudieran soportarlo.
Buenos días, en unos minutos salimos para Marte. Estamos esperando a que se incorporen dos excursionistas que van con retraso. Vamos a concederles quince minutos de cortesía, pero si Carlos y Selena Cortado no se presentan saldremos sin ellos. No sabemos dónde están. Por favor, si alguien puede contactar y avisarles de que los estamos esperando, se lo agradeceremos mucho.
Gamboa se giró con violencia para clavar sus ojos en Sofía. Habló con ella en privado por el intercomunicador.
—Carlos Cortado ha desaparecido. ¿Qué has hecho?
—No sé de qué me hablas.
Gamboa frunció el ceño.
—Estoy cansado de muertes, Sofía. No olvido que estabas en la Luna cuando Íñigo D'Arcangelo fue asesinado...
Sofía se mostró muy ofendida por el comentario.
—¡Basta, Jorge! ¡Basta ya! Yo no maté a D'Arcangelo.
—No te creo.
—Jorge, yo maté a Ernesto Mendaña.
—¿Ernesto Mendaña?
—Sí, a Ernesto Mendaña, el sanguinario asesino de Íñigo D'Arcangelo.
—¿Cómo?
—Déjame contarte una larga historia ahora que no tenemos otra cosa que hacer. ¿Sabes lo que es la Congregación de Houston?
—No. Díme.
—Es una organización norteña de carácter religioso muy importante. Su profeta es Wernher von Braun y son seguidores de los nasianos.
—Son nasianos.
—No, para ellos los nasianos son como los santos de la fe católica. Los veneran. Es una organización parecida a los templarios. Solo los más preparados entre ellos reciben el honor de ser Caballeros de Houston en una ceremonia en la que juran defender y proteger hasta la muerte a los nasianos y sus secretos.
—John Carter era un templario, de esos.
—Más o menos. Era un Caballero de Houston.
—Ya.
—Cuando se supo que los Baikonur intentaban una importante operación en la Luna...
—¿Qué es Baikonur?
—Sergei es un Baikonur.
—Entiendo.
—Cuando detectaron que iba ocurrir algo en la Luna, pensaron en enviar a alguien. No podía ser un norteño. Llaman demasiado la atención. Fue entonces cuando Carter me reclutó como Protectora. Al principio, sospeché de Carter pero las condiciones económicas eran fabulosas y finalmente no supe negarme.
—Ya veo.
—Fue entonces cuando viajé a la Luna de incógnito. Me gané la amistad de Íñigo D'Arcangelo y estuve protegiéndolo hasta que...
—Te acostaste con él, supongo...
Sofía hizo un esfuerzo para contener su indignación.
—Era parte del contrato de Protectora —dijo.
—Ah.
—No le amaba, pero llegué a apreciarlo mucho. Era un hombre genial y brillante. Por eso, cuando vi la terrible escena de su crimen, yo...
Finalmente, embarcamos sin las personas a las que esperábamos. Por motivos de seguridad, no olviden ponerse los cascos.
Al ponerse el casco espacial, Gamboa vió que eran muy distintos a los utilizados en la Luna. Si aquellos eran finos y transparentes estos habían sido construidos para el frío extremo, siendo muy gruesos, con solo un pequeño visor por el que apenas se veían los ojos.
Las ocho personas de la excursión embarcaron en la cápsula ubicada en la lanzadera electromagnética.
—Por eso —continuó Sofía—, cuando vi a Ernesto Mendaña y tuve la oportunidad de matarlo en nuestro viaje en la Orión X-3, disfruté mucho haciéndolo. Bastó un poco de veneno de mi botiquín.
—¿Ernesto Mendaña?
—Claro. Íñigo y él eran dos rivales mortales en su profesión. Cuando le hicieron una oferta los Baikonur aceptó sin dudarlo. Visitaba habitualmente su despacho, así que no dejó pistas incriminatorias.
—¿No mató Sergio a Ernesto Mendaña?
—No. Sergei manipuló a Sergio para obtener información, pero nada más.
—No lo entiendo. ¿No podría Ernesto haberle informado a Sergei?
—Es complicado. No creo que Ernesto y Sergei se conocieran. Ambos dependían directamente del gran señor de la seguridad de Baikonur, un mal pájaro llamado tovarich Mijail.
—¿Qué hacía Carter en la Orión X-3?
—Cuando Íñigo fue asesinado, solo nos quedaba un nasiano por proteger: Víctor Smith. Cuando también él fue asesinado, pensamos que los nasianos habían sido exterminados. El pobre John sufrió un duro revés. Estuvo a punto de suicidarse por su fracaso.
—¿Suicidarse?
—Sí. Pero apareciste tú, nuestra única esperanza de resucitar a los nasianos, y decidió querer seguir viviendo para morir protegiéndote.
—Y entonces te convertiste en mi Protectora.
—Sí, pero Carter quiso estar cerca, por si era necesario, y nos acompañó en el viaje.
—Ahora el protegido soy yo. Espero que tengáis más suerte que las últimas veces...
—Cuenta con ello —dijo Sofía con una tímida sonrisa.
—Y por eso empezaste a acostarte conmigo —dijo Gamboa, con amargura.
—Sí.
—Eres toda una profesional.
—No lo entiendes. Al principio era así, pero con el tiempo me he ido acostumbrando a esa manera errática que tienes de afrontar los temas, a tus improvisaciones, a tu creatividad, a tu sentido del humor, a tu honestidad y tu pasión, a tu bondad, a tus historias de arqueología... Debería estar cansada de tus manías, de tus rarezas; sin embargo, poco a poco, he empezado a sentir cosas. Yo quiero estar contigo, Jorge. Te quiero.
—Pretenderás que me lo crea. ¿Hay algo más sobre ese contrato de Protectora que deba saber?
—Sí, que cuando llegue el momento tendré que interponerme entre tú y tu asesino. Defenderé tu vida con la mía.
—¿Qué?
Buenas noticias.
Al final Carlos Cortado ha llegado a tiempo. Por desgracia, Selena, su mujer, está indispuesta y no puede acompañarnos.
Desde los asientos de la última fila de la cápsula, Gamboa pudo ver que una persona perfectamente equipada entraba en la nave para sentarse en los primeros asientos.
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