Interrogatorio en la Luna.

La verdad, por favor. Esta vez dígame la verdad. Es muy importante.

La sala de interrogatorios de la Seguridad de la Luna era extraña. El suelo, el techo y las paredes eran de un intenso color blanco brillante. Gamboa permanecía sentado en una silla, también de color blanco. Y esa silla era lo único que había en la sala. Sabía que estaba siendo grabado por holocámaras, pero no eran visibles.

—Se lo repito. Nos enfrentamos a una red rusa de espías.

La inteligencia artificial de la Seguridad de la Luna era muy escéptica con su historia.

Rusos como los de las sondas lunares del Museo del Espacio, ¿no?.

No había nada en lo que mirar en aquella habitación y eso a Gamboa le ponía nervioso.

—Eso mismo —insistió en su relato de los hechos.

Seamos serios, por favor, doctor Gamboa. Los rusos desaparecieron hace muchos siglos. Entiéndalo. No es solo resolver el asesinato. Es mucho más que eso. Es una cuestión científica muy importante. No hemos podido predecir este crimen.

Daba lo mismo. Podía mirar en cualquier dirección. Gamboa solo veía ese inquietante color blanco.

—No entiendo bien qué quiere decir.

El crimen está erradicado en La Ciudad de la Luna. Los datos de comportamiento de las holocámaras, la información pública de los intercomunicadores y la información genética permiten el desarrollo de perfiles criminales, que predicen con gran fiabilidad la propensión al delito.

—Impresionante.

Después de todo, las motivaciones para los criminales son muy previsibles: dinero, sexo, drogas... Cuando nuestra inteligencia estima riesgo alto de crimen en un individuo, se actúa y se soluciona el problema antes de que cometa el delito.

—¿Se detiene al futuro criminal?

No. En todo momento se respetan sus derechos. No podemos detenerlo por mucho tiempo si no ha habido crimen. Simplemente se satisfacen sus necesidades de dinero, sexo o lo que sea.

—Se les paga.

Y el futuro ladrón deja de ser un criminal.

—¿Y cuando la motivación es sexo?

Se actúa químicamente. Sepa que en la Luna no hay violaciones.

—Ya veo.

Con los dependientes de sustancias adictivas es más complicado, porque los podemos matar si les facilitamos todo lo que nos piden. Aquí hay un dilema moral, así que a veces hacemos la vista gorda mientras solo realicen hurtos de poca monta. A menudo reciben sustancias paliativas, nada que pueda hacerles demasiado daño.

—Pero este tiroteo no han podido predecirlo...

Efectivamente. Es un problema. Los habitantes de la Luna están escandalizados porque hay crímenes que no podemos predecir. Hay alarma social.

—Comprendo.

Solo hay dos posibilidades. Nuestros modelos matemáticos no funcionan bien con los psicópatas, porque actúan con la única motivación del placer de matar. Su mente suele estar muy perturbada. No podemos predecirlos.

—¿Y cuál es la otra posibilidad?

La otra opción es que la persona no esté registrada en nuestras bases de datos. Es decir, sea un ilegal. Una persona que ha entrado desde el exterior escapando a nuestro control.

—¿En la Luna?

Sí, suena extraño. Es raro acceder aquí desde el exterior.
Veamos. En la escena del tiroteo los perfiles criminales de las personas identificadas eran poco preocupantes, salvo en un caso.

—¿No será el mío?

No, el suyo está límpio. Gamboa, usted no mataría ni a una mosca. Los modelos matemáticos estiman que podemos confiar en usted.

—Gracias.

Hablo de John Carter. Su perfil es muy extraño. Esta persona tiene un gran sentido del honor y el deber y eso es bueno; pero, aunque no es un claro asesino, tiene una fuerte propensión a matar por cuestiones religiosas.

—¿Religión?

Por supuesto que en la Ciudad de la Luna hay personas con creencias, pero ninguna sería capaz de matar por ellas. Nadie salvo ese individuo. Seguridad anda tras sus pasos. No tardaremos en pillarlo. ¿Qué sabe de él?

—Supongo que habla del norteño que nos ayudó. Proviene de Houston y no sé nada más.

Efectivamente, sus genes son de norteño. De hecho, es el único norteño en la base de datos. El único de la Luna.

—Eso es incorrecto. Carter fue capaz de abatir a uno de los asesinos. Y el muerto también era norteño.

Por sorprendente que parezca esto, estamos seguros de que el norteño muerto era un ilegal. No sabemos cómo llegó a la Luna ese otro individuo. No está registrado en nuestras bases de datos. ¿Qué sabe de él?

—Es un espía ruso.

Su genética es claramente asiática y norteña, pero ¿ruso? ¿Me toma el pelo? Es como si me dijera que es un templario o un miembro del Priorato de Sión.

—Es así. Es un ruso.

Desde hace diez años no había habido ningún crimen en la Luna, pero este año hemos tenido que lamentar el asesinato de D'Arcangelo y ahora este tiroteo. El primer crimen fue un escándalo; el segundo, en el mismo año, ya no sé cómo calificarlo. La credibilidad de Seguridad está atravesando una situación difícil.

—¿Y no ha pensado que los dos crímenes puedan estar relacionados?

No. El crimen de D'Arcangelo fue atroz y brutal. Sin duda la obra de un perturbado psicópata. Este tiroteo en cambio es cosa de ilegales.

—¿Y no han pensado que puedan ser ilegales y también psicópatas?

Eso ya sería mucha casualidad.

Seguridad rió. Se oyeron risas artificiales.

—Son casos relacionados. Todos están siendo cometidos por una red de espías rusos.

No tiene sentido. Un 10% de nuestra población tienen tendencias psicopáticas, pero solo una persona de cada millón es un psicópata criminal. En la Luna, contando residentes y visitantes temporales, tenemos en este momento 15.342 habitantes. Ya tuvimos mala suerte de que se nos colara un psicópata con el caso D'Arcangelo. Otro más es prácticamente imposible.

—Ya, pero si esta red de espías rusos se dedicase a reclutar personas desequilibradas, criminales sin escrúpulos capaces de todo...

No existen las redes de espías rusos... Los modelos matemáticos estiman que el tiroteo es obra de ilegales y la clave para resolverlo es encontrar a John Carter.

Gracias por su ayuda, doctor Gamboa.

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