Elon Musk.
Horas más tarde, al despertar, Sofía observó que Gamboa charlaba con Sergio:
Doctor Gamboa, ya hemos dejado atrás el cráter Nobile. El siguiente, llamado Amundsen, es aún más grande, con cien kilómetros de diámetro.
Cuando lo dejemos atrás, llegaremos a la cara oculta de la Luna y podrán ver la luz del Sol porque allí ahora es de día. Como saben, se la llama oculta porque nunca es visible desde la Tierra.
—¿Cómo vamos, Sergio? —preguntó Sofía.
Estupendamente, doctora Tolima. El electrocamión responde muy bien. Incluso, es posible que nos adelantemos un poco sobre la planificación prevista. Espero que el viaje esté siendo de su agrado.
—Sí —dijo Sofía, mientras se desperezaba.
El vehículo iniciaba una cuesta en la pista de tierra.
—Las rampas que se ven en la luz de los faros del electrocamión son el inicio de los bordes del Amundsen.
—¿Vamos a entrar en este enorme cráter? —preguntó Sofía.
No, en absoluto. La ruta que me han cargado en la holomemoria lo rodea por la parte norte. Es peligroso entrar. En los polos de la Luna, la luz solar incide con un ángulo muy bajo, formando sombras. Es decir, los cráteres y demás orografía suelen tener muchas zonas sombrías, donde la luz solar casi nunca llega. Allí suele acumularse el hielo de agua y no es buena idea atravesarlas con un vehículo de ruedas.
—Vaya —dijo Sofía un poco decepcionada—. Jorge, háblame de Elon Musk, que lo tenías pendiente. ¿Quién era ese hombre?
—Elon Musk fue un genial ingeniero diseñador de naves espaciales que vivió durante el inicio del siglo XXI.
—¿Era bueno?
—Claro que era bueno. Si no, no te estaría hablando de él. Era un empresario que construyó cohetes que revolucionaron la industria aeroespacial.
—¿Eran también cohetes con alas?
—Solo a veces, pero más que alas, eran pequeños elementos aerodinámicos que permitían maniobrar la nave.
—Bueno. Vale.
—¿Recuerdas las ideas en las que se basó esa catástrofe llamada transbordador espacial?
—Sí. Reducir el coste de los lanzadores y el acceso al espacio reutilizando los cohetes, que entonces solo se usaban una vez.
—Eso es. Pues bien, a diferencia de lo que ocurrió con el transbordador espacial, Elon Musk sí tuvo éxito. Y fue más sencillo de lo esperado.
—¿Cómo despegaban sus cohetes?
—Verticalmente, porque eran cohetes.
—Bien. ¿Y cómo aterrizaban?
—También verticalmente, porque eran cohetes. Este fue el truco. Llevaban un poco más de combustible del necesario para alcanzar la órbita y luego lo empleaban en volver a la tierra para aterrizar. Fue relativamente sencillo.
—Me gusta.
—Con este y otros trucos geniales, él consiguió reducir el precio del acceso al espacio con sus pequeños cohetes reutilizables de la serie Falcon.
—¡Bravo por él! —dijo Sofía.
—Pero no se contentó con los Falcon. Después llegaron los Starship, unos cohetes extraordinarios, también reutilizables, pero muchísimo más grandes. Y, además, los mejoró con unos cohetes novedosos llamados Raptor...
—¿Muy sofisticados?
—No, al contrario. Eran muy simples. Los sofisticadísimos motores criogénicos y reutilizables de H2/O2 del transbordador espacial habían sido una continua fuente de problemas. El mantenimiento era escandalosamente caro. Así que Musk optó por los sencillos motores de CH4/O2. No tenían prestaciones excepcionales, pero eran fáciles de mantener y operar.
—¿Fue Musk tan importante como von Braun?
—Siempre es difícil comparar, pero sí te puedo decir que, gracias a él, los nasianos recuperaron esa frescura que habían perdido. Volvieron a soñar. Volvió la ilusión.
—Qué bien. ¿Fueron otra vez a la Luna?
—Claro, en unos pocos años más, los astronautas iniciaron el retorno a la Luna, pero esta vez con la madurez que les confería la experiencia. Volvieron para colonizar, para fundar una base permanente en la Luna. Fue denominado proyecto Selene.
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