El Panal
Mientras la cápsula se acoplaba a una de las escotillas de la Valparaíso, Gamboa consultó en la red si Iba a hacer buen tiempo en el sistema solar. Las previsiones meteorológicas no podían ser más optimistas. El número de manchas solares era reducido y las fulguraciones poco intensas. Los satélites en órbita sobre el Sol no detectaban emisiones significativas de masa coronal. No había peligro de esas temibles tormentas solares que inundaban de iones energéticos el espacio poniendo en riesgo al pasaje de las naves que, como esta, no estaban protegidas.
Los cruceros turísticos de los mares de la Tierra solían hacerse durante los veranos, siguiendo el ciclo anual meteorológico terrestre. De manera similar, en el sistema solar la temporada alta en la que estaban se producía durante el mínimo del ciclo magnético solar, que ocurría cada once años.
Poco a poco, fueron pasando los más de veinte pasajeros que habían salido de la Luna en la cápsula. Nada más entrar en la Valparaíso en una especie de vestíbulo, sonó por sus intercomunicadores la inevitable inteligencia artificial:
Estimados pasajeros. Permítanme en mi nombre y en el de Viajes Orión recibirles con la más cálida bienvenida. Toda la tripulación de la Valparaíso deseamos que este crucero sea de su agrado.
Mi nombre es Cristina y les ayudaré en todo lo que necesiten durante este placentero viaje hacia el mítico planeta rojo.
—¡Oh, no, otra inteligencia más! —exclamó Gamboa.
—La última con la que estuvimos intentó matarnos... —dijo Sofía.
Siéntanse confortables en este lujoso interplanetario donde podrán disfrutar de numerosos servicios...
—Buenos días, Cristina, queremos saber dónde están nuestros camarotes —preguntó Sofía.
Sí, enseguida. Hum, ya veo, ustedes no son clase Supra, son clase Panal...
—Ya empezamos... —se lamentó Gamboa.
Sigan, por favor, por el primer pasillo a la derecha.
Como pasajeros clase Panal tienen restringidos algunos servicios concretos...
—No me lo digas, que ya lo sé. No tendremos acceso a la rueda rotatoria. No tenemos derecho a gravedad —Gamboa no se callaba nada.
Mucho me temo que es así. Pero, además, les serán restringidos otros
servicios más básicos aún...
—No tenemos derecho a gravedad, no tenemos derecho ¿a qué más? ¿A la comida?
Lamentamos, en nombre de Viajes Orión, tener que comunicarles que algunos servicios básicos serán restringidos, como el consumo diario de alimento y, por desgracia, también el de oxígeno.
—¿También el oxígeno? No me diga más. Intentaré respirar poquito durante estos meses... —dijo Gamboa, con ironía.
No se preocupe. Nosotros le ayudaremos en esa labor.
A medida que se impulsaban con sus manos en la ingravidez del amplio pasillo empezaron a observar en las paredes la presencia de unos hexágonos que le daban una apariencia de panal de abejas.
Comprendan que es una nave con doscientos pasajeros, durante un viaje de varios meses y, aunque dispongamos de recicladores muy avanzados, el acceso a algunos servicios básicos debe ser racionado.
—Cristina, no me fio de ti —dijo Gamboa, que se temía lo peor.
Hemos llegado. Sus hexágonos son el H-37 y el H-38. Encima están las taquillas donde pueden dejar sus pertenencias.
Al llegar a sus hexágonos, estos emergieron de la pared, mostrando unas camillas.
Accedan a sus camillas, por favor. Les serán proporcionados unos potentes somníferos que los dejarán en un estado de coma inducido durante los siguientes nueve meses...
—No me lo puedo creer... —suspiró Gamboa.
Estimados amigos, me congratula comunicarles que, por un módico incremento del precio, podrán disfrutar de la tarifa Panal Plus.
Con la tarifa Panal Plus recibirán diariamente una descarga eléctrica en sus músculos para impedir que se atrofien excesivamente durante los meses del viaje. Nos comprometemos a que durante el trayecto su peso corporal se vea reducido en menos de un 15% del actual... .
¿Qué les parece, amigos?
—¡Usted no es mi amiga! ¿¡Lo entiende!? —gritó Gamboa amenazando al aire con el puño cerrado—. ¡¡¡Usted no es mi amiga!!!
—Pagamos la tarifa Panal Plus. Cóbrese en mi cuenta, por favor —Sofía interrumpió a Gamboa poniéndole la mano en el hombro.
Totalmente desnudos, se tumbaron cada uno en su camilla. Se ajustaron unas bridas a sus cuerpos para no salir flotando en la ingrávida sala. Gamboa y Sofía se miraron, dándose la mano brevemente para despedirse por los siguientes nueve meses.
Al cerrarse el hexágono, la camilla de Gamboa se introdujo en una especie de tubo. El espacio era muy reducido y Gamboa empezó a sentir ansiedad. Un gas empezó a inundar el habitáculo. A medida que respiraba y entraban las drogas, la claustrofobia desapareció para dar paso a un sentimiento agradable, hasta que, por fin, un placentero sopor le dominó totalmente...
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