El barrio de Metztli.

Tras instalarse en el hotel "Tamoanchan" y dejar sus pertenencias se dieron una buena ducha en el hotel. Enseguida salieron para comer algo.

El restaurante "El Charro" estaba justo al salir del hotel. Era un garito animado, un sitio alegre y colorista en el que sonaba música en directo. Tres robots hacían de mariachis con sus tres enormes sombreros charros. Además, parecían llevar algo parecido a grandes bigotes postizos. Uno tocaba la guitarra y el guitarrón con sus cuatro brazos; el otro trompeta y violín; finalmente, el tercero sólo cantaba.

La estridente música de la trompeta rasgaba el ambiente del local, mientras el solista cantaba desafinado.

Ay ay ay ay ay ay ay ay

El sitio estaba muy concurrido. Se sentaron en una mesa que había libre en un rinconcito, intentando no llamar demasiado la atención.

Castillo observó que los meseros robóticos llevaban poncho y un sombrero charro, aunque más pequeño que el de los mariachis:

—Esto es un lugar para turistas —masculló—. No creo que sea el sitio que visiten la gente de aquí.

Adolorido,
adolorido,
adolorido del corazón,

La voz del robot cantante era demasiado aguda. Alguien llevaba tiempo sin ajustar su aparato fonador.

por una ingrata,
por una ingrata,
que me ha jugado una cruel traición.

—Me encantan las rancheras bien cantadas. Es una música maravillosa, pero ésta es la última vez que venimos aquí —dijo Sofía.

Yo,
a ti,
no te puedo olvidar.
Tú me has abandonado
porque eres informal.

Ahora cantaban desafinando los tres robots mariachis a la vez:

Adolorido,
adolorido,
adolorido del corazón,

Pidieron unos tacos de res con guacamole acompañados de frijoles charros. Esperaban a ser servidos y Castillo volvió a insistir con sus inquietudes, mientras se rascaba la nariz:

—Antes no tuvo tiempo de responder a mi pregunta, Gamboa. ¿Por qué Marte no aparece en la Avenida de Dioscórides?

—Porque Marte no ha sido colonizado. Es un planeta tan extraordinario, la originalidad del planeta es tal, que se acordó que fuera declarado Patrimonio de la Humanidad. En adelante, en este planeta no se permitió alterar de ninguna forma el valioso entorno.

—Bueno, se permiten los viajes turísticos y de investigación...

—...pero no los asentamientos. No se puede colonizar.

—¿Por qué?

Mi chiquitita,
mi chiquitita,
mi consentida
tú lo serás.

—Para preservar el entorno natural. Es algo parecido a lo que ocurre en ciertas partes del polo sur de la Tierra.

Te quiero mucho.
Tú eres mi vida,
y no te olvidaré yo jamás.

El mesero no tardó mucho en traer la comida. Sus cuatro brazos emergían de debajo del poncho llevando todo lo que habían pedido: tacos, frijoles charros y vino tinto. Llevaban tres días comiendo mal en el Orión-X3, sobreviviendo con esa terrible comida rehidratada que servían. Sofía, Gamboa y Castillo estaban expectantes ante una comida tan sabrosa.

Sin embargo, cuando Sofía probó el primer bocado del taco se quedó parada, mirando fijamente a sus dos compañeros.

—Esto sabe rancio —dijo.

Adolorido,
adolorido,
adolorido del corazón,

—Rancio es la palabra —Gamboa estaba de acuerdo—. Sí. Parece estar en mal estado.

—Yo tengo hambre, ¿saben? —dijo Castillo—. ¿No les importa si continúo comiendo?

Gamboa le hizo señas al mesero para que se acercase. Tras explicarle la situación tardó unos segundos en procesar los datos recibidos  antes de responder.

—Es la novena vez que los turistas me hacen esta pregunta en los tres últimos años. Lo que ustedes están degustando es el inconfundible sabor que tienen los alimentos cultivados en el fértil regolito lunar. Disfruten del sabor de la comida mexicana al estilo de los hidropónicos de la Luna.

Yo,
a ti,
no te puedo olvidar.
Tú me has abandonado
porque eres informal.

—¿Quiere decir que aquí todo sabe así? — preguntó Gamboa.

—Afirmativo. En todos los restaurantes de la Luna la comida sabe así. ¿Desean algo más?

Sofía se negó a seguir comiendo, contentándose con la copa de vino que habían servido. Al rato, Castillo le rogó que le pasase alguno de sus tacos, ya que se había quedado con hambre tras acabar los suyos. Gamboa por su parte se obligó a comer, aunque no le apetecía viendo a Sofía tan decepcionada.

Los tres mariachis robóticos cantaban a la vez. Desafinaban mucho.

Ay ay ay ay ay ay ay ay

—Decididamente —dijo Sofía, contemplando su copa de vino—, el robot nunca podrá sustituir al ser humano, y menos en el sistema solar.

—Son medios complementarios —dijo Gamboa—. El robot es inigualable para explorar. Los rovers cartografiaron detalladamente la Luna, Marte, Ceres, los asteroides y la superficie de las lunas de hielo de los gigantes gaseosos; los dirigibles, navegaron por las atmósferas de Venus, Titán, Júpiter y Saturno; y los minisubmarinos en los mares internos de Europa, Ganímedes, Calisto, Encélado y Titán llegaron a lugares inimaginables para un ser humano.

—Pero no sirven para colonizar —logró decir Castillo, que comía a dos carrillos.

—Eso es —continuó Gamboa—. El ser humano vive en asentamientos que tarde o temprano convierte en hogares. Surgen nuevos países, economías, comercio, Vida en definitiva, y diversidad.

Ya me despido de mi morena
adolorido del corazón,
pero en mi mente llevo grabado
que me ha jugado una cruel traición.

—Sin embargo —dijo Sofía—, a veces, con el ser humano no es suficiente. Dioscórides nos mostró que las lunas de hielo, contienen mares internos de agua alcalina, ricos en fumarolas que vierten sus nutrientes en el agua. El ser humano no podía colonizar esos entornos.

—Dioscórides diseñó seres vivos sorprendentes, extraordinarios —continuó Gamboa—, creando ecosistemas estables en el fondo de aquellos mares en los que hoy viven cómodamente esos europanos, seres parecidos a los cefalópodos, pero inteligentes y capaces de desarrollar una civilización.

Gamboa se vio interrumpido por las estridencias de los robots.

Yo,
a ti,
la vida te daré,
pensando en tus caricias,
pensando moriré.

—Y colonizaron —continuó— Europa, Ganímedes, Encélado, Dione,... Las colonias humanas que se establecieron en Nueva Colombia, Nuevo Brasil, Nuevo Puerto Rico apenas tienen miles de habitantes. En cambio, bajo los hielos, los fondos de los mares acogían a millones de cefalópodos inteligentes. Y todo, gracias a Dioscórides.

Adolorido,
adolorido,
adolorido del corazón,

—Nadie entiende cómo pudo Dioscórides crear especies viables en el mar europano partiendo de los pulpos de las profundidades hidrotermales (más concretamente, Vulcanoctopus hydrothermalis) y del pulpo común (Octopus vulgaris) —dijo Sofía aportando algunos detalles científicos.

por una ingrata,
por una ingrata,
que me ha jugado una cruel traicióóóóóóóóóóón.

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