Aterrizaje en Jezero
La lanzadera había sido desplegada en la Valparaíso. Se componía de un estructura rígida formada por un riel consistente en dos gruesos cables eléctricos paralelos largados por fuera de la nave (podían tener un par de kilómetros de extensión). Las cápsulas la utilizaban como raíles electromagnéticos para adquirir velocidad. Eran algo así como unas vías de ferrocarril del espacio.
El brusco latigazo del lanzamiento apenas duró unos segundos. En seguida fue sustituido por una plácida ingravidez, previa a la entrada en la atmósfera.
—¿Y no podrían teletransportarnos como en el holocine? —dijo un excursionista gracioso. La gente rió con la ocurrencia.
Por supuesto, se empleaban intensidades de corriente reducidas en el riel electromagnético. Lo suficiente para que la cápsula disminuyese un poco la velocidad orbital sobre Marte —de 3,5 km/s—, para caer sobre la atmósfera. El rozamiento con el aire marciano se encargaría de hacer el resto del trabajo para conseguir amartizar sobre el cráter Jezero.
Cristina entretenía a los turistas de la excursión aportando algunos datos de interés:
Si exceptuamos la Luna y la Tierra, Marte es la ubicación del sistema solar donde más piezas antiguas han sido encontradas. Podemos asegurar, por el registro arqueológico analizado, que la exploración robótica del sistema solar gozó de buena salud durante la Edad Arcaica. No así los viajes espaciales tripulados, de los que no se tiene noticias fuera de la Luna y la Tierra.
Por supuesto, Cristina se equivocaba. Gamboa sabía que durante el siglo XXI sí había habido viajes tripulados a Marte; de hecho, su objetivo no era otro que era encontrar Odiseo, la misteriosa ciudad perdida de los nasianos fundada por Mary Mitchel.
La sonda más primitiva conocida de Marte es la rusa Mars 2, datada de 1971, de la que se conservan algunas piezas pues parece que se destruyó durante el aterrizaje. Mucho mejor conservados están dos aterrizadores descubiertos en Chryse y Utopia Planitia, llamados Viking 1 y 2, respectivamente, datados del año 1976. Fíjense que son extremadamente antiguos, nada menos que del siglo XX.
Les recuerdo que mañana sale una excursión para visitar la Viking 1.
Algo más de media hora después del lanzamiento la cápsula empezaba a vibrar. Comenzaban a notar el leve traqueteo que se producía al entrar en la atmósfera. Durante unos segundos, la comunicación con la Valparaíso se interrumpió, pero enseguida Cristina continuó su relato.
Con posterioridad, se observan muchos más aterrizadores e incluso algunos rovers rudimentarios provistos de ruedas. El vehículo más antiguo conocido es el Sojourner, de 1997, encontrado en Ares Vallis; seguido de el Opportunity y el Spirit ya del siglo XXI, todos alimentados por energía solar.
Cada vez el panorama se veía más y más cercano. La cápsula caía sobre la superficie marciana. Solo entonces Gamboa sintió el leve empuje de unos pequeños cohetes.
Después, vinieron rovers mucho más complejos, más pesados, alimentados por generadores de isótopos radiactivos, como Curiosity de 2012 en el cráter Gale y también Perseverance, de 2021, que es el rover que hoy vamos a visitar en el cráter Jezero.
El golpe suave les advirtió de que habían aterrizado en la superficie de Marte.
Tenemos buen tiempo, la temperatura está sobre cero. Por favor, continúen con el casco puesto porque vamos a pisar el planeta.
Cuando la presión interior de la cápsula se había igualado con la exterior, pudieron abrir la escotilla. Bajando por una pequeña escalerilla, los nueve excursionistas salieron a estirar las piernas.
La gravedad allí era casi un 40% de la terrestre. Cargado con el pesado equipo, Gamboa no sabía si iba a poder soportarlo por mucho tiempo. Le costaba esfuerzo permanecer de pie.
A unos cientos de metros había una carpa, sin duda dispuesta para proteger al hallazgo arqueológico de las inclemencias meteorológicas. Al lado de la cápsula estaban preparados unos cuantos vehículos que los excursionistas iban a utilizar para acercarse a la Perseverance y dar algún pequeño paseo por el cráter.
Entonces Gamboa se fijó en las colinas rojizas que se divisaban al noroeste en el horizonte, limitando la extensa planicie del cráter, y pensó que en unos minutos estaría sorteándolas. Tenían que darse prisa. No quería que la gélida noche marciana los sorprendiese en el rover de camino a Nili Fossae.
Sofía Tolima y Jorge Gamboa, procedan por favor a subirse al rover de la izquierda. Está preparado para realizar una excursión prolongada. Ya saben, deben volver en 24 horas a este mismo punto para ser recogidos.
Buena suerte.
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