CAPITULO 20
Elena durmió durante dos noches seguidas, al despertar al tercer día la cabeza le dolía y al tratar de incorporarse la recibió un mareo que hizo que se recostara nuevamente. Cerró los ojos, cuando se sintió mejor los volvió a abrir y se enderezó despacio. Se acercó a la cómoda y observó en el espejo su apariencia, no era grata, los ojos estaban irritados y un poco rojos, su cabello despeinado, con unas marcadas ojeras. Las imágenes empezaron a llegar a su mente y tuvo que sentarse en el pequeño banco para no caer. Cuando recuperó la postura ingresó al baño y se metió bajo la ducha, su cuerpo estaba tenso, así que dejó que el chorro le cayera directo a los hombros y espalda, se mantuvo en esa posición hasta que se agotó el agua caliente. Salió del baño y se puso unos jeans y una sudadera y sus inseparables converse. Se asomó por la ventana, el día estaba gris y había neblina, muy acorde a su estado de ánimo en ese momento.
Buscó el celular y se dio cuenta que estaba descargado por lo que de inmediato lo puso a cargar. Abrió la puerta de su cuarto, no se escuchaba nada en la mansión sólo el sonido del viento golpeando las paredes, se dirigió a la cocina y oyó voces, se detuvo y recordó las palabras de Susanne, cambió de rumbo y salió de la mansión llegando en pocos minutos al cementerio. Una leve llovizna se precipitaba y estaba helando, pero no le importó, con tantos eventos que le estaban ocurriendo, un resfriado sería el menor de sus problemas. Corroboró una por una las tumbas tratando de averiguar qué se le fue por alto la última vez.
Separadas del resto había dos sepulcros se acercó y al leer los nombres de las lápidas palideció, corrió tan aprisa como pudo, ingresó a la mansión y sus pasos la llevaron por aquella ruta ya conocida, topándose con unos ancianos que la miraron sorprendidos de que ya hubiera despertado.
-¿Cómo te sientes cariño? _Le preguntó Susanne con dulzura
Elena no contestó, numerosas lágrimas se precipitaron por sus pálidas mejillas y la abrazó con fuerza.
-Señorita Holmes, Elena. _Pronunció Susanne preocupada.
-Estaba justo en mis narices y no lo vi. _Contestó sollozando, observando a Jürgen.
-Fuiste al cementerio. _Confirmó Susanne.
-Sí. _Respondió Elena separándose de ella. -Lo que no entiendo es por qué le sirven.
-No le servimos. _Esta vez fue Jürgen el que habló. -Él tiene nuestras almas, estamos bajo su dominio.
-Y aun así me ayudan, sabiendo lo que puede hacerles.
-Ya estamos muertos Elena, nosotros no importamos, tú sí.
-No Su, eso no es cierto, yo puedo liberarlos.
-Mi niña, mi dulce y valiente Elena, nuestros días están contados.
-No hables así. _Elena rodea con sus brazos la cintura de Susanne. -Debe de haber una forma.
-No te preocupes por nosotros. _Agregó Jürgen. -Mi esposa tiene razón.
¡Esposa! _Elena casi olvidaba los nombres en las lápidas, Susanne y Jürgen Gossner.
-¿Cómo sucedió?
-Vivimos aquí alguna vez, la primera en morir fui yo, meses después me siguió mi esposo, una extraña fiebre nos enfermó a los dos. Cuando despertamos juntos, una mañana en nuestra recámara supimos que algo no estaba bien y es cuando él apareció.
-¿Mi padre?
-No Elena tu tío.
-¡Oh por Dios! _Expresó horrorizada.
-Cuando Cameron nos comentó que venías, Jürgen y yo supimos que estarías en peligro, pero ¿Qué podíamos hacer? así que cuando estuviste aquí tratamos de alejarte para que decidieras regresar.
-¿Alejarme? ¿Cómo?
-Recuerdas los eventos paranormales
-¿Fueron ustedes?
Sí, pero nunca quisimos hacerte daño, sólo queríamos asustarte.
Elena los miró a ambos atónita, asimilando cada palabra.
-Casi me matan de un infarto.
-Lo sabemos. _Respondió Jürgen. -Por eso decidimos no hacerlo más.
-¿Y la pesadilla? También fueron ustedes.
Jürgen levantó la mano asumiendo la responsabilidad.
-No lo puedo creer, confiaba en ustedes.
-Queríamos protegerte, que regresaras a casa, alejarte de esta locura, de este lugar maldito.
Susanne comienza a llorar y Jürgen se acerca a ella para consolarla.
-Lo lamento, han arriesgado mucho por mí. Pero les prometo que los ayudaré, Andrew y yo lo resolveremos.
-No menciones su nombre, las paredes tienen oídos.
Elena nota el temor de Susanne.
-Lo comprendo.
Lo que Elena ni los otros sabían era que Buntjen se encontraba escondido escuchando atento. "Andrew" repitió y sonrío, al fin tenían un nombre.
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