VI


Las afueras de la capital de Aeloria eran conocidas por estar rodeadas de imponentes árboles y enormes senderos ocultos bajo la sombra de un clima frío y enigmático, que pocos se atrevían a explorar, especialmente durante la noche. Los ancianos decían que, si alguien de corazón impuro se adentraba en los bosques, solo encontraría dolor y terror en cada paso, un camino que lo conduciría al abismo, despojándolo de su cordura hasta que, finalmente, entregara su alma a algún espíritu de la noche.

Thalir, en contraste, era el refugio de muchos hombres que, habiendo cometido deslices morales en el pasado, buscaban una redención menos grotesca para su alma, aunque los rumores que corrían por los pueblos vecinos de la capital fueran meras historias para asustar a los hijos pequeños de los aldeanos. Sin embargo, esas historias no se alejaban tanto de la realidad.
Más allá de los pueblos del Reino, y dividido de la ciudad capital por un torrente de agua, se encontraba el bosque más grande de toda Aeloria, célebre por los increíbles colores y fragancias de las flores y plantas que crecían entre los troncos y las enredaderas de los imponentes árboles. Era el lugar ideal para ser habitado por alguna criatura mágica de corazón noble, y el hogar de los elfos más antiguos de la Tierra.

Allí, en el corazón del bosque, se alzaba una pequeña escuela de magia entre arbustos de grandes árboles y flores de colores exóticos que adornaban el sendero que conducía a la entrada principal.
Al entrar en la escuela de magia, el ambiente cambiaba drásticamente. Los pasillos estaban decorados con tapices antiguos que contaban historias de magia y sabiduría, y el aire estaba impregnado con el aroma de hierbas frescas y libros antiguos. La luz que se filtraba a través de las ventanas de vitrales que iluminaban los pasillos con un resplandor cálido y acogedor daban la bienvenida a todo aquel que deseara enlazar su vida con la magia que la naturaleza proporcionaba.

Jungwon, el nuevo director de la academia, era un hombre de presencia angelical, conocido por su sabiduría y habilidad mágica. A diferencia de los rumores que circulaban sobre el lugar, él no era un hombre sombrío o enigmático, sino uno de mirada serena y una autoridad que combinaba la diversión con el respeto. Su juventud y espontaneidad lo hacían cercano a sus estudiantes, quienes, mayoritariamente mujeres elfas y humanas con habilidades excepcionales, se sentían cómodas y en confianza con él.

Jungwon había heredado la academia de su padre, el segundo Elfo a cargo de la academia, quien le dejó la responsabilidad de continuar con la formación de jóvenes hechiceros y el legado de la institución. Aunque era joven, su autoridad natural y su capacidad para conectar con sus estudiantes le habían ganado el respeto y el afecto de todos.
A menudo, Junwoon se movía por la academia con una energía juvenil, mostrando un entusiasmo contagioso por las lecciones y actividades. Sus bromas y su actitud relajada contrarrestaban la seriedad que normalmente se asociaba con el rol de un director. Sin embargo, detrás de esa fachada ligera, había un gran peso sobre sus hombros: el Grimorio.

El Grimorio era un libro antiguo de inmenso poder, perdido durante siglos y buscado por muchos. Jungwon lo había obtenido en circunstancias que prefería mantener siempre en secreto. Su padre le entregó el Grimorio en sus últimos momentos, un acto que dejó una marca indeleble en su vida y en su memoria. A pesar de su juventud, Jungwon entendía el peso de la responsabilidad que llevaba consigo. La necesidad de proteger el libro con todas sus fuerzas era algo que lo acompañaría por el resto de su existencia.
Las hechiceras que lo cuidaban desde entonces jamás desistieron en su misión de proteger al joven, incluso cuando dormía o salía a pasear por el bosque, ellas siempre lo seguían en silencio sin opinar nada al respecto sobre su actitud o sobre las conversaciones que el joven elfo mantenía consigo mismo.

Por eso, cuando aquella mañana una de ellas tocó la puerta de sus aposentos avisándole de la llegada de guardianes reales y una carta del Rey de Aeloria no pudo evitar sentir temor ante la idea de que, finalmente, la misión que se le había encomendado comenzaba a llegar a su cúspide y él, aún no estaba preparado para la caída.

— Me parece una idea arriesgada —comentó finalmente cuando terminó de leer la carta que aquella mujer le había entregado.

— ¿Qué haremos con ellos? ¿Los dejará pasar? —preguntó otra de sus alumnas.

Jungwon llevó una mano a su barbilla mientras observaba por una de las ventanas al séquito del Rey que esperaba una orden para ingresar en la academia. Todos lucían jóvenes; algunos horrorizados, y otros mantenían una expresión serena que solo lograba aumentar la ansiedad del joven elfo.

— Deberíamos considerarlo un gran apoyo —se animó a comentar una de las hechiceras.
Jungwon desvió su atención de la ventana para escucharla con atención.

— Si el Rey nos envía protección, entonces debe haber algo que lo inquiete.

— No es la primera vez que lo hace —comentó un joven a su lado—. En el pasado también ha enviado soldados a protegernos y no ha ocurrido nada.

— Además, si algo sucediera, tenemos al señor Jungwon para protegernos —dijo una niña pequeña, logrando que él sonriera con ternura.
Por favor, no me hagas ver tan viejo, pensó.
Jungwon se agachó hasta quedar a la altura de la niña que le había hablado, colocando una mano sobre su hombro.

— Gracias, pequeña —le dijo con una sonrisa cálida, pero sus ojos denotaban una sombra de preocupación—. Pero incluso los más grandes necesitamos ayuda de vez en cuando.
La niña asintió con una expresión seria, pese a su corta edad, comprendía la gravedad de la situación a la que se enfrentaban.

— Muy bien, dejemos entrar a los guardias —decidió Jungwon finalmente, enderezándose y tomando aire profundamente antes de girarse hacia sus estudiantes—. Pero todos deben estar en máxima alerta. No sabemos qué amenaza podría estar acechando.

Las hechiceras asintieron con determinación, conscientes de la responsabilidad que recaía sobre ellas. Mientras una de ellas se apresuraba a abrir las puertas, Jungwon permaneció de pie, observando cómo el séquito del Rey cruzaba el umbral de la academia.
El líder de los guardianes, un hombre alto y fornido con una capa de terciopelo oscuro, se acercó a Jungwon y le entregó un pergamino sellado con el emblema real.

— Lord Jungwon, el Rey nos envía con órdenes estrictas de proteger su academia. —dijo el hombre con voz firme—. Se han detectado movimientos inusuales en las fronteras del Reino, y sospechamos que alguien podría estar planeando un ataque.
Jungwon tomó el pergamino. Los rumores que había escuchado sobre extraños asesinatos y fuerzas oscuras ganaban un nuevo sentido. Sabía que el Grimorio era un objeto codiciado, y que muchos estarían dispuestos a arriesgarlo todo para obtenerlo.

— Agradezco la protección —respondió Jungwon, ocultando su creciente preocupación detrás de una máscara de serenidad—. Nos aseguraremos de que todos los estudiantes y el personal estén a salvo dentro de la academia.

El guardián asintió, y tras una reverencia, comenzó a organizar a sus hombres para patrullar los terrenos de la escuela.
Cuando finalmente se quedó solo, Jungwon sintió el peso del Grimorio más intensamente que nunca. Con un suspiro, se giró hacia la dirección opuesta, decidido a seguir adelante y asegurarse de que, pasara lo que pasara, su academia y sus estudiantes, se mantendrían a salvo e intactos.

Riki se encontraba en la penumbra de una habitación clandestina en la capital, rodeado de mapas y pergaminos. Había pasado semanas recopilando información de su red de informantes, y había logrado descubrir la ubicación exacta del tal Junwoon y la academia que dirigía.

Los nobles no solían hablar mucho de los hechiceros del reino en Aeloria, Sin embargo, en Nerathia, la información sobre ellos era casi pan regalado. Sobre todo, porque la competencia por ser relegado al palacio del Rey vecino era alcanzar la cúspide de su legado contrastando enormemente con Aeloria donde la magia era motivo de discriminación.

Un informante clave le había revelado el día y la hora en que los guardianes reales llegarían para reforzar la seguridad de la única academia de hechicería dentro del reino. Esto, combinado con fragmentos de información que escuchó en una conversación entre dos guardias y el mismísimo Rey, le había dado la pista definitiva para encajar su rompecabezas.

El Grimorio estaba guardado en un lugar especialmente protegido dentro de la academia, y Riki sabía que la mejor oportunidad para robarlo sería durante el cambio de guardia, cuando la seguridad fuera menos estricta. Porque presentarse como un guardia real más solo lograría exhibir su rostro y eso era molesto hasta para un cazarrecompensas tan reconocido como él.

El robo ocurrió en la noche, Riki se deslizó silenciosamente por los arbustos circundantes a la academia. Sus habilidades de sigilo eran excelentes, había aprendido a moverse hasta sin que la hojarasca del suelo crujiera bajo su peso adicional protegiendo su cuerpo de las trampas encantadas y físicas que Junwoon había colocado alrededor del Grimorio. Para Riki, sin embargo, lo más importante era su control sobre la oscuridad.
Cerró los ojos por un momento, y una vez que los abrió, sus pupilas brillaron con un profundo tono púrpura. La oscuridad alrededor de él respondió, volviéndose más densa, más tangible. Sintió que un Sombra Errante rondaba a lo lejos, una de las criaturas que alguna vez lo había atacado y que, una vez que la mató, había transformado en una extensión de su voluntad.

La sombra corpórea apareció de entre las sombras, su forma etérea flotaba mientras se acercaba a él. Riki alzó una mano y sintió el frío que lo envolvía cada vez que forzaba a una de esas criaturas a su servicio. La criatura se detuvo frente a él mientras él avanzaba, esperando su orden. Si no fuera por sus habilidades, ya lo habría matado sin piedad como había intentado la primera vez. Pero ahora era un esclavo suyo, una herramienta vital para robar el Grimorio.

Con la presencia de su misión a la vista de nuevo, sus pensamientos inevitablemente volvieron a Sunoo. No podía dejar de sentir una punzada de culpa cada vez que recordaba todas las mentiras que había construido alrededor de ellos con su pensamiento egoísta de querer protegerlo.

Sunoo creía que Riki era un noble sin preocupaciones ni peligros, un hombre suave sin problemas graves, con una vida sencilla. Nunca le había mostrado su verdadera identidad, ni le había dicho que planeaba robar algo tan importante para el reino, como lo era el Grimorio, ¿Cómo podría hacer algo así? ¿Cuándo su presencia sola simulaba peligro?, uno que no le permitía ni pensar en tener a alguien a su lado. La idea de que Sunoo descubriera la verdad lo afectó más que la posible influencia de cualquier poderoso sombra errante que lograra sorprenderle.

Riki avanzó por los pasillos de la academia con cautela seguido del Sombra Errante que se movía manteniendo una distancia prudente entre ellos. Su habilidad visualizada en sus ojos púrpura lo guiaban entre las sombras permitiéndole ver en la oscuridad más allá de lo normal, percibiendo trampas y hechizos que el elfo había construido para cualquier intruso. Cada paso que daba lo acercaba al Grimorio, y cada vez que lo sentía más cerca, la presión en su pecho aumentaba.
Al llegar a una intersección, Riki se detuvo precipitadamente ante el eco de unos pasos que se acercaban de a poco a su ubicación desde la derecha. Con un gesto rápido, el cazarrecompensas le ordenó al Sombra Errante que tomara ventaja sobre sus pasos para acabar con el guardia sin ruido alguno. La criatura se deslizó entre las sombras, convirtiéndose en parte de ellas mientras Riki se ocultaba detrás de una columna, esperando.

El silencio que siguió fue breve. Un susurro, un leve crujido, y después nada. Riki sabía que el guardia había sido asesinado dejando de ser una amenaza para su misión. Retomó su camino con cautela moviéndose más rápido consciente de que el tiempo debía ser aprovechado al máximo. Sin embargo, sus pensamientos contradictorios lo debilitaron cuando vio el cuerpo inerte del guardia y pensó en Sunoo una vez más. Se preguntó: "¿Y si simplemente dejo todo esto?" al sentir la dualidad de su misión y su deseo personal interponiéndose y nublando su razón.

Al final, encontró la cámara en donde era custodiado el Grimorio. Un complejo entramado de magia protegía la puerta. Pero Riki no era cualquier persona. Sabía que necesitaba combinar su habilidad para ver en la oscuridad con su control sobre las sombras para desactivar las barreras mágicas.
Concentrándose, extendió su mano hacia la puerta, canalizando toda la energía oscura que había acumulado durante su recorrido. Las sombras se envolvieron a su alrededor, penetrando en la cerradura mágica y rompiendo las defensas desde dentro. La puerta se abrió con un leve crujido de sus maderas, Riki pensó que quizá el lugar no era tan fácil de invadir y aquello lo lleno de orgullo, pero también de inquietud. El Grimorio se encontraba en un pedestal iluminado por una tenue luz.

Sintió una mezcla de triunfo y pesar. Sabía que una vez que tomara el Grimorio, no habría vuelta atrás. Pero la imagen de Sunoo apareció de nuevo en su mente, recordándole lo que estaba en juego. A pesar de sus dudas, dio un paso adelante y extendió la mano hacia el libro.
Lo guardó rápidamente en una bolsa protegida y salió de la cámara, sus pasos resonaban suavemente por los pasillos vacíos de la academia en esa noche fría. Su Sombra Errante se mantuvo siempre a su lado, atento a cualquier peligro que pudiera dañarlo y, con él, a la criatura sin cuerpo a su lado.

El escape fue igual de fluido. Los guardias estaban distraídos por el cambio de turno, y la oscuridad, ahora densa y pesada bajo el control de Riki, lo ocultaba de cualquier mirada indiscreta. Una vez fuera, respiró con alivio. El primer paso estaba hecho, ahora la parte más difícil sería no despertar sospechas por ningún lado y ninguna boca.
Con el Grimorio en su poder, Riki se dirigió al punto de su primer encuentro con el hombre del parche, el mismos que lo había contratado para la misión y que, según Sung-Hoon, en su última visita, se encontrarían en una de las habitaciones de descanso de la provincia de Kaelaen.

Mientras corría por los tejados de la ciudad, su mente volvió a divagar una y otra vez entre el recuerdo del rostro pulcro de Sunoo. Estaba consciente de que debía entregarles el libro a aquellos hombres, pero el creciente conflicto en su interior no dejaba de agobiarlo. Había basado su vida en la falsedad, y ahora que pensaba tener algo real en compañía del joven príncipe, esa falsedad se volvía insoportable.
Finalmente, llegó a una vieja torre abandonada en las afueras de Kaelaen, donde Sung-Hoon lo esperaba en las sombras. La tensión en el aire era palpable mientras Riki se acercaba a él, sacando el Grimorio de su bolsa sin preocuparse por ser visto por alguien más.
El cambia formas lo observaba con notable confusión mientras lo guiaba a una habitación en donde la única luz provenía de una fogata en una chimenea. El hombre del parche se encontraba ahí con un rostro de resignación que el cazarrecompensas no supo cómo interpretar.

— Lee. —llamó Sung-Hoon logrando captar la atención del otro que se encontraba absorto en el crepitar del fuego frente a la chimenea—. Riki lo obtuvo.
Heeseung finalmente alzó la vista hacia él, su ojo brilló en las sombras con un color dorado que, al parecer, solo él pudo notar en la penumbra de la noche que los rodeaba a todos con un aura de pesar. Algo no iba bien y todos lo sabían.

— Aquí lo tienes. Como prometí. —habló el peligris dejando caer el libro sobre las manos del hombre del parche.

— Buen trabajo, Riki —dijo Heeseung, extendiendo una de sus manos para tomar un par de escritos que se encontraban dispersos sobre una mesa de madera y dárselos a Sung-Hoon que despues, se los entregó con su notable porte elegante.

— ¿Qué es esto? —preguntó Riki cuando tuvo los papeles en sus manos. Había pasado tanto tiempo divagando en su mente que ya ni siquiera recordaba los acuerdos a los que habían llegado en el pasado.

— Son las cosas que prometimos. Dinero, joyas y el mejor barco de Heeseung. —le aclaró Sung-Hoon volviendo a cubrir su rostro con uno de sus cien abanicos de colección.
Riki observó en silencio mientras Heeseung deslizaba su mano por la cubierta del Grimorio, sus dedos acariciando las runas antiguas grabadas en el cuero le dieron un aspecto que logró inquietar aún más al cazarrecompensas. Durante un momento, el aire parecía cargarse de una energía extraña, como si el libro estuviera reaccionando a la presencia del hombre que lo sostenía.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Heeseung por abrirlo, el libro permaneció firmemente cerrado. Aunque intentó con más fuerza, las páginas seguían firmes. El cazarrecompensas contuvo el aliento mientras su estómago se llenaba de inquietud.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Sung-Hoon, apartando su abanico lo suficiente como para que su mirada más calmada se enfocara en el Grimorio.

— No se abre —respondió Heeseung con frialdad, su voz teñida de una frustración contenida.

El silencio que siguió fue ensordecedor, roto solo por el crepitar del fuego. Sung-Hoon le pidió con calma que intentara una vez más, Heeseung intentó de nuevo, pero fue en vano. Riki sintió cómo su corazón se aceleraba cuando lo observó quejarse con notable frustración mientras el cambia formas a su lado trataba de tranquilizarlo con palabras que se perdían entre sus gritos y el ruido que sus pensamientos le generaban.
Sung-Hoon dio unos pasos adelante balanceándose a un ritmo que solo el escuchaba mientras trataba de atar cabos en su mente. De pronto, se detuvo, sus ojos brillaron con una comprensión que solo él parecía tener y se acercó una vez más a Heeseung que pareció relajarse un poco más con su cercanía.

— Necesitamos al elfo guardián —declaró con una voz cortante atravesando la habitación—. Sólo él tiene el derecho de abrir este Grimorio. Sin él, todo esto será inútil.
El nombre resonó en la mente de Riki como un eco lejano, y la imagen de Jungwon emergió con claridad.

Comprendió entonces que su misión estaba lejos de terminar y que lo que venía podría ser aún más peligroso. La sensación de haber fracasado se mezclaba con la angustia de enfrentar un desafío aún mayor, haciendo que su camino por delante se viera más incierto que nunca.


Pasando a avisar que está historia tiene una
playlistbook de ambientación
disponible en Spotify, pueden encontrar
el enlace a mi perfil en mi descripción de
Wattpad por si gustan ir a escucharla...

También quiero informar que el capítulo 7
tardaré unas semanas en publicarlo,
al igual en estos dias estaré editando algunos
capitulos junto a los de Goodbye: Under the Sky.

Espero le den apoyo a este fic, los saludo
Cuídense manténgase saludables...✧

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