IV


Iba a matar a Riki.

Fue el primer pensamiento que cruzó su cabeza cuando cruzó la entrada de la ciudad de Thalir. Había pasado un mes y ninguna información que sus informantes le hacía llegar era algo digno de celebrar. La búsqueda del grimorio estaba estancada debido a las actitudes que su caza recompensas estaba teniendo y él comenzaba a creer que, en realidad, Riki no era tan bueno como todos decían.

Apretó el agarre sobre su abanico, haciendo que este crujiera entre sus manos, arruinándose por completo y esparciéndose lentamente en pedazos por el callejón en el que caminaba. La ciudadela, a diferencia de otras noches, se encontraba desierta y los pocos habitantes que salían lo hacían con prisa, tratando de protegerse en cada paso. Sung-Hoon frunció el ceño, extrañado ante aquellas actitudes, pero continuó andando en silencio y con otro de sus abanicos en mano.
Se detuvo frente a una taberna con las luces tenues, el único lugar que parecía tener algo de actividad. Empujó la puerta y entró, siendo recibido por el bullicio de conversaciones en voz baja y el aroma a alcohol barato. Los ojos de varios parroquianos se levantaron para observarlo, pero ninguno se atrevió a sostener su mirada por mucho tiempo. Sung-Hoon se dirigió al mostrador y llamó a la mujer con un gesto imperioso.

—Busco a Riki —dijo, su voz fría y autoritaria.
—¿Quién lo busca? —devolvió ella haciendo que una de sus cejas se curvara con molestia.
Su paciencia aquel día no era la mejor, sobre todo porque cuando el informante se presentó frente a ellos en Kaelaen estaba a punto de retirarse para tomar una siesta, siesta que se vio cancelada debido a su viaje de ultimo minuto a la capital.

Su trabajo por muy estúpido o inservible que fuera resultaba menos humillante que tener que asegurarse de que alguien a quien habían contratado terminara con su misión y no la abandonara a mitad de camino. No era una nana.
A pesar de su enojo, estaba consciente de que con dicha actitud jamás conseguiría la información que necesitaba, así que dejó escapar un suspiro relajando sus pulmones y después le sonrió a la mujer frente a él, que finalmente dejó las cosas que hacía para prestarle atención.

—Perdona mi brusquedad —dijo Sung-Hoon con un tono más calmado—. Mi nombre es Sung-Hoon y Riki trabaja para mí actualmente… por favor, es algo urgente saber dónde está.
La mujer lo miró con desconfianza por un momento, pero luego suspiró y asintió.

—Lo vi hace unos días —dijo ella, bajando la voz—. Estaba con un joven rubio. No sé a dónde fueron después, pero confeccioné algunos trajes para ellos.
Sung-Hoon agradeció con una inclinación de cabeza y salió de la taberna, no sin antes ofrecerle una bolsa con monedas que la mujer se negó a aceptar volviendo a su trabajo.

Al parecer, Riki seguía frecuentando a Sunoo, tal como los informantes habían dicho las pocas veces que lo acechaban más de cerca, quizá por demasiado tiempo, puesto que, al parecer, seguía sin tener pista alguna de en dónde se encontraba el Grimorio que buscaba y para lo cual lo habían contratado.
“Trajes”, pensó llevando una de sus manos a su mentón. ¿Qué tipo de trajes requerían y por qué? La respuesta solo podía dársela el peligris y hasta que no pudiera encontrarlo, tendría que mantenerse ocupado con otros pensamientos para evitar enloquecer en su intento por encontrar un sentido.
Hizo un movimiento con su abanico transformándose en un cuervo, elevándose por los aires para obtener una vista más amplia de la ciudad.

Desde las alturas, Thalir se veía como un laberinto de calles estrechas y edificios antiguos. Las luces parpadeaban en la oscuridad, y las sombras proyectadas por la luna hacían que la ciudad pareciera un cuadro en movimiento. Sung-Hoon voló en círculos, buscando algún indicio de actividad inusual o alguna señal que lo llevara a Riki.

Tras varios minutos de sobrevolar la ciudad, sus ojos de cuervo captaron un destello de luz proveniente de una cabaña en las afueras de Thalir. Decidió acercarse y descender para investigar. Al aterrizar en un árbol cercano, volvió a su forma humana y se escondió entre las sombras, observando la construcción con atención.
Las ventanas dejaban escapar pequeños destellos purpura cada lapso de tiempo. Sung-Hoon notó que había un traje tendido afuera de la cabaña y dos antifaces cubiertos con plumas reposaban descuidadamente en una de las ventanas. Recordó las palabras de la mujer en la taberna sobre los trajes que había confeccionado.

“¿Estarán aquí?” pensó mientras se acercaba sigilosamente a la entrada.
El interior estaba vacío, iluminado únicamente por candiles en las esquinas y unas cuantas velas sobre una vieja mesa de madera. Avanzó con cautela, los sonidos de sus pasos amortiguados por la atmósfera cargada de misterio.
Finalmente, en una sala apartada por telas, vio a Riki sentado frente a un libro, un par de joyas preciosas y unas vendas con las que intentaba cubrir heridas que escurrían sangre de sus manos. Sung-Hoon se acercó más, revelando finalmente su presencia.

—Parece que has estado ocupado —dijo, haciendo que el peligris se girara hacia él con sorpresa.

—Sung-Hoon —murmuró Riki, visiblemente nervioso—, no esperaba verte aquí.

—Eso está claro —replicó Sung-Hoon con frialdad—. Pero ahora que estoy aquí, más vale que me des una buena razón para no terminar de matarte en este mismo instante.

Riki intentó mantener la compostura, aunque el nerviosismo era evidente en su rostro. Tragó saliva y levantó las manos vendadas en señal de tregua.

—Puedo explicarlo —dijo con un tono que buscaba apaciguar—. La situación es más complicada de lo que parece. He estado siguiendo una pista sobre el Grimorio, pero las cosas se han complicado.
Sung-Hoon alzó una ceja, escéptico.

—¿Complicado? —repitió, con un dejo de sarcasmo—. ¿Qué podría ser más complicado que encontrar un libro? Oh, ¡ya sé! Esa misión estúpida de cuidar del príncipe para que crea que no eres un ladrón.
Riki respiró hondo, buscando las palabras adecuadas ante aquella pregunta, aunque en el fondo sabía que nada de lo que pudiera argumentar serviría para disipar su culpa. Era la primera vez que algo así le impedía continuar con una misión o, en todo caso, atrasarla con gran notoriedad.

—¿Qué quieres decir? He estado haciendo las cosas bien —susurró más para sí mismo que para el cambia formas que lo observaba con la mirada ennegrecida.

Su corazón y su cuerpo entero se sentían enfermos cada vez que el nombre de aquel príncipe surgía en una conversación. Desde la noche en la que ambos se distanciaron por decisión propia, no había podido dormir bien. Aunque en realidad, eso ya era un hábito de precaución, ahora era mucho más letal, obligándolo a permanecer sentado frente a una ventana con una brisa helada golpeando su rostro sin piedad durante las madrugadas.
Aquella noche, después de haber asesinado a un Sombra Errante que los acechaba, Riki comprendió que por más que intentase alejar todo lo que lo relacionaba con su pasado, jamás conseguiría desprenderse de él. Así que cuando aquella sombra se extinguió por completo, tal como había prometido, abandonó a Sunoo frente a las puertas del castillo de Thalir.

¿Qué si hizo las cosas bien? Riki ya no estaba seguro de qué era correcto y qué no lo era.
Sung-Hoon lo observó en silencio por un momento, sopesando sus palabras y su evidente angustia.

—No me importa tu pasado ni tus dilemas personales, Riki. Lo único que me importa es el Grimorio. Si tus problemas con el príncipe interfieren en esta misión, entonces resuélvelos. No tengo tiempo para excusas —dijo con frialdad, sus ojos brillando con una amenaza velada.

Riki asintió, sintiendo el peso de las palabras de Sung-Hoon como un yugo alrededor de su cuello. Tenía que encontrar una manera de equilibrar sus sentimientos y su deber. No solo por su propia supervivencia, sino también porque, a pesar de todo, aún creía en la importancia de la misión.

—Haré lo que sea necesario para encontrar el Grimorio. No te decepcionaré, Sung-Hoon —dijo finalmente, con una determinación renovada en su voz.

Sung-Hoon lo miró un momento más antes de asentir.
—Espero que así sea. Porque la próxima vez que nos veamos, no seré tan indulgente —amenazó antes de darse la vuelta y desaparecer en la oscuridad, dejando a Riki con la mente llena de decisiones difíciles y un corazón cargado de emociones encontradas.

Riki había pasado días sin apenas descansar, sus pensamientos divididos entre la misión y su creciente preocupación por Sunoo. No podía dejar de pensar en la última conversación con Sung-Hoon, donde le había recalcado una y otra vez que cualquier distracción podía costarle caro. Sin embargo, había algo en Sunoo que lo mantenía regresando, un anhelo que no podía ignorar. Aunque, tenía claro que aquellos pensamientos debían mantenerse siendo eso, simples pensamientos, para que así, su juicio pudiera ser claro y su misión no fuera en decadencia como su reputación.

—Oye... —escuchó a sus espaldas—. ¿Es cierto que derrotaste a un Sombra Errante hace algunos días?
Sung-Hoon caminaba detrás de él, sosteniendo un pequeño báculo con el que alumbraba su camino. Ambos habían salido en busca de un túnel subterráneo que les permitiera salir de la ciudad sin atravesar la puerta principal.

—¿Por qué? ¿No confías en las palabras de tus espías? —le reprochó, haciendo que el cambia formas rodara los ojos con impaciencia.

—Todavía me debes dinero por haber asesinado a uno de ellos.
Riki sonrió negando mientras avanzaba por el túnel a oscuras.

—Eso fue accidental. Y en cuanto a los Sombra Errante, digamos que… descubrí que con mi habilidad puedo confundirlos un poco —le explicó mientras saltaba una corriente de agua sucia que apareció frente a él.

—¿Cuál es tu habilidad?

—Oh, no. Ni pienses que voy a decírtelo tan fácilmente.

Sung-Hoon volvió a rodar los ojos y se cruzó de brazos ante la negativa del peligris. Dio un par de pasos en las sombras y cuando una de sus botas se hundió en agua fría, dio un pequeño grito, haciendo un gesto con su mano para convertirse en un murciélago. Riki sonrió cuando lo vio posarse en uno de sus hombros.

—Me parece injusto que tú conozcas mi habilidad y yo no tenga idea de la tuya.

—A mí también me parece injusto que no quieras cumplir mi sueño de verte transformado en cucaracha…

—Ya te dije que no lo haré. —Sung-Hoon dejó su hombro y se dedicó a volar por encima de su cabeza—. Ahora dime tu habilidad.

—Vamos, Hoon. Piensa un poco, hazle honor a tus años de mago... —dijo en un tono de burla que solo logró irritar más al cambia formas.

—Estás consciente de que mi paciencia tiene un límite, ¿Verdad? —replicó Sung-Hoon, volando en círculos sobre la cabeza de Riki.

—Y el mío también. Así que, ¿Por qué no nos concentramos en salir de aquí antes de que nos descubran? —Riki levantó la vista, mirando al pequeño murciélago con una sonrisa burlona.
Continuaron avanzando por el túnel, el sonido de sus pasos resonando contra las paredes húmedas. A medida que se adentraban más, la oscuridad se volvía más opresiva, solo interrumpida por la tenue luz del báculo que Sung-Hoon había dejado flotar mágicamente a su lado y del que Riki no parecía necesitar en absoluto a opinión del cambia formas que sonrió ante los indicios de descubrir su posible habilidad y su relación con los Sombra Errante.

—Deberíamos estar cerca —murmuró Riki, tratando de recordar el mapa que había memorizado.

—Más te vale que este túnel nos lleve a algún lugar seguro. —Sung-Hoon regresó a su forma humana y aterrizó ágilmente a su lado.

—Confía en mí por una vez ¿Quieres? Este túnel lleva a las afueras de la ciudad. Solo tenemos que seguir adelante y... —Riki se detuvo en seco cuando escuchó un ruido a lo lejos, un eco de voces que se aproximaban.

—¿Guardias? —preguntó Sung-Hoon en un susurro urgente.

—Probablemente —asintió Riki—. Rápido, apaga la luz.
Sung-Hoon chasqueó los dedos y la luz del báculo se extinguió, sumiéndolos en la oscuridad total. Ambos contuvieron la respiración, escuchando atentamente los pasos que se acercaban.

—¿Crees que nos han descubierto? —preguntó Sung-Hoon, su voz apenas era audible.

—No lo sé. Pero si no nos movemos rápido, seguro lo harán. —Riki comenzó a avanzar de nuevo, esta vez de forma contraria y guiando a su compañero entre las sombras—. Mantente cerca y listo para pelear si es necesario.

Sung-Hoon asintió en silencio confirmando que el otro podía verlo claramente en las sombras. Después de unos minutos que se sintieron como una eternidad, los ruidos de los guardias comenzaron a desvanecerse, indicándoles que habían tomado una ruta diferente.

—Eso estuvo cerca —dijo Sung-Hoon, soltando un suspiro de alivio.

—Demasiado cerca —asintió Riki—. Sigamos. No podemos permitirnos más retrasos.
Reanudaron su marcha, y finalmente, después de lo que pareció una eternidad, vislumbraron una tenue luz al final del túnel.

—Allí está —Riki señaló con la cabeza—. La salida.
Se apresuraron hacia la luz, y al salir del túnel, se encontraron en un bosque denso que ambos reconocieron como el limite de las tierras de Thalir con las otras ciudades del reino.

—Por fin, aire fresco —murmuró Sung-Hoon, inhalando profundamente mientras alzaba los brazos con exageración y bailaba como celebración.

—No te relajes todavía —le advirtió Riki—. Todavía tengo que encontrar el Grimorio y salir de esta maldita ciudad.

Sung-Hoon asintió, transformándose de nuevo en un murciélago y volando a una rama cercana.
—Cierto. Vamos, Riki. Aún tenemos que volver a la ciudad como si nada hubiera pasado.

Riki asintió, volviendo a subir la colina del bosque para encaminarse a la puerta de la ciudad. Suspiró deteniendo sus pasos por un instante y despues siguió al murciélago que minutos despues se transformó en un colibrí y regresó para volar sobre su cabeza.

—¿Qué? ¿No puedes caminar más? —comentó el cambia formas, esta era su oportunidad para burlarse del peligris.

—Cállate, Sung-Hoon —replicó Riki con un tono cansado, pero sin perder el humor.

Sung-Hoon revoloteó sobre su cabeza en su forma de colibrí, haciendo movimientos circulares como si estuviera evaluando su compañero. La luz del atardecer se filtraba entre las ramas del bosque, iluminando el camino que llevaban.

— No creí que los caza recompensas fueran tan lentos en las caminatas. —El cambia formas zumbó alrededor de la cabeza de Riki, dejando un rastro de zumbidos irritantes.

— Si no te callas, seré yo quien te convierta en cucaracha —amenazó Riki, tratando de sonar más serio de lo que se sentía.

El pequeño colibrí hizo una pausa en el aire, como si considerara la amenaza. Finalmente, se posó en una rama cercana y se transformó de nuevo en Sung-Hoon, quien estiró sus brazos como si estuviera sacudiéndose el polvo.

—Está bien, está bien. Sigamos caminando. —Sung-Hoon se acercó a Riki—. Pero cuando todo esto termine, espero que me cuentes qué es lo que realmente haces cuando te enfrentas a esos Sombra Errante.

—Lo haré si dejas de acosarme con tus espías. —Riki dio un último vistazo al bosque, buscando signos de su destino cercano—. Ahora, cállate.

Sung-Hoon asintió y se adelantó, guiando a Riki a través del bosque. La tranquilidad del lugar contrastaba con la tensión que ambos sentían. La ciudad estaba a solo unos kilómetros de distancia, y aunque el peligro había disminuido, el riesgo seguía presente.

—¿Has considerado alguna vez lo que harás después de la misión? —preguntó Sung-Hoon mientras caminaban rompiendo su promesa de mantenerse en silencio.

—¿Después? —Riki frunció el ceño—. No he tenido mucho tiempo para pensar en eso. Solo quiero terminar esto y, quizás, encontrar una manera de arreglar lo que he roto.

—¿Y qué pasa con Sunoo? —El cambia formas parecía genuinamente interesado, sus ojos estudiando a Riki con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Riki se detuvo por un momento, mirando hacia adelante, como si esperara encontrar una respuesta en la distancia.

—Sunoo… —empezó, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, se encogió de hombros—. No sé. Solo sé que tengo que preocuparme por el presente. Eso es todo.

—Bueno, espero que puedas “concentrarte”. —enfatizó haciendo comillas en el aire—. No parece que el destino de Sunoo sea irrelevante para ti.

—Lo sé. —Riki suspiró—. Por eso necesito centrarme y asegurarme de que todo salga bien.
Finalmente, llegaron a la entrada de la ciudad, la puerta de piedra imponente frente a ellos. Riki y Sung-Hoon se detuvieron un momento, mirando a su alrededor para asegurarse de que no había ningún guardia cerca. Después, se adentraron en la ciudad junto a un par de familias y se perdieron entre la multitud.

—¿Y ahora qué? —preguntó Sung-Hoon, su tono relajado en contraste con la tensión que ambos había sentido antes.

—Ahora, me voy a asegurar de que todo esté en su lugar —respondió Riki, sin mirar atrás. La preocupación por Sunoo lo impulsaba a actuar con rapidez, pero intentó mantener una apariencia calmada ante el cambia formas.

—Bueno, ten cuidado. —Sung-Hoon le dio una palmada en el hombro—. Asegúrate de no meterte en más problemas de los que ya tienes o voy a golpearte.

—No lo haré —Riki respondió con una sonrisa forzada—. Gracias por la compañía.

Sung-Hoon asintió haciendo un gesto con sus manos indicándole que se fuera y se alejó, transformándose en un murciélago una vez más para desaparecer en la noche. Riki lo observó partir, sintiendo un ligero alivio por su partida. Ahora, tenía que concentrarse en su otra misión.

La noche había caído sobre la ciudad, y las calles estaban iluminadas por las luces de las farolas de aceite que parpadeaban débilmente. Riki se movió con sigilo, aprovechando las sombras para ocultarse. Su mente seguía centrada en Sunoo, y la preocupación lo empujaba a actuar rápidamente.
Cuando finalmente llegó al castillo, se escondió entre las sombras cerca de la puerta principal. Sabía que no podía arriesgarse a ser visto, especialmente después de la reciente escapada. Esperó pacientemente hasta que vio a Sunoo caminando solo hacia su habitación.
Con movimientos precisos y silenciosos, se coló en el castillo de Thalir, evitando a los guardias con la destreza de un experto. Llegó a la habitación de Sunoo y, con un suspiro de alivio, se deslizó dentro.
Sunoo estaba sentado en su cama, leyendo a la luz de una vela. Al ver a Riki, una expresión de sorpresa y alivio se dibujó en su rostro.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Sunoo, cerrando el libro rápidamente y poniéndose de pie.
Riki dudó un momento antes de responder.

—No podía mantenerme alejado —respondió, acercándose a él—. Tenía que asegurarme de que estabas bien después de todo lo que ha pasado.
Sunoo lo miró con una mezcla de alivio y preocupación. Bajó su vista a sus manos y se acercó para inspeccionarlas sin llegar a tocarlas del todo.

—He oído rumores de que las cosas se están poniendo peligrosas. Los guardias están más atentos que nunca, y hay más vigilancia en la ciudad. ¿Estás en peligro? ¿Tus heridas ya sanaron?
Riki se esforzó por mantener su compostura seria, incluso si su corazón se sintió débil ante la mirada de preocupación que el príncipe le dedicó. No parecía para nada molesto con él, así que le sonrió para tranquilizarlo.

—No te preocupes por mí. Solo quería verte y asegurarme de que estabas a salvo.
Sunoo suspiró y se sentó de nuevo en la cama, invitando a Riki a hacer lo mismo. El caza recompensas dudó, pero al final terminó cediendo manteniendo una distancia entre ellos.

—Después de esa noche en el baile, he estado preocupado por ti, Niki. Me sentí tan solo cuando te fuiste tan repentinamente.

Riki sintió una punzada de culpa al recordar cómo lo había dejado en la puerta del castillo, obligado por las circunstancias y su misión a pesar de que el rubio le había insistido en que podría defenderse si nuevamente algún ente los atacaba.

—Lo siento por eso, su alteza. —respondió citando su título en un intento por demostrarle que realmente estaba arrepentido—. No quería dejarte, pero era necesario en ese momento. Tenía asuntos urgentes que atender.

Sunoo lo miró con una mezcla de tristeza y comprensión.

—Lo sé, solo... prométeme que no desaparecerás de nuevo sin decir nada.
Riki asintió, sintiendo el peso de sus palabras.

—Lo prometo. No volveré a dejarte así.
El ambiente en la habitación se cargó con una mezcla de tensión y alivio. Riki se sentó en una esquina de la cama, consciente de la proximidad de Sunoo y del contraste con el mundo exterior, que parecía tan lejano e irrelevante en ese momento.

—Gracias por venir —dijo Sunoo, rompiendo el silencio con una voz más suave—. Me alegra saber que estás bien.

Riki sonrió, aunque la preocupación seguía presente en su mente. Mientras observaba a Sunoo, notó la forma en que la luz de la vela proyectaba sombras en su rostro, acentuando su expresión de preocupación. Era una mirada completamente diferente a la que tenía cuando ambos se encontraban pretendiendo ser aldeanos comunes y la felicidad que había logrado percibir en su sonrisa cuando lo acompañó al baile parecía no haber existido jamás.

—¿Cómo has estado? —preguntó Riki, intentando desviar la conversación hacia un terreno más neutral.

—Como dije antes, he estado preocupado. —Sunoo se encogió de hombros—. Los rumores de una posible rebelión están por todas partes, y eso ha hecho que la seguridad sea aún más estricta. Mi hermano continúa enviando cartas de paz e incluso se ha vuelto un poco irritante. A veces me siento atrapado aquí.

Riki lo miró con simpatía, entendiendo más de lo que Sunoo quizás se daba cuenta. La situación en la ciudad y las tensiones que enfrentaban estaban comenzando a afectarlo profundamente, no solo a él, sino a todo el que mantenía una conexión con aquellos secretos escondidos entre los muros del reino.

—Tienes razón. —Riki asintió—. No es fácil estar en medio de todo esto. Pero tienes que mantener la calma y protegerte. La seguridad es fundamental.

—Lo intentaré —respondió Sunoo, aunque su tono mostraba una ligera duda—. Pero siempre hay algo que no puedo evitar.

Riki se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos se encontraron con los del rubio cuando deslizó su mano colocándola sobre los guantes del otro.
—Haré lo que pueda para ayudarte. No puedo prometerte que todo será perfecto, pero estaré aquí para lo que necesites.

Sunoo asintió lentamente, apreciando el gesto de Riki. Sin embargo, Riki no podía evitar sentirse atrapado entre sus propias palabras y las cosas que atravesaban su mente cada segundo agobiándolo. ¿Cómo podía prometerle que las cosas irían bien cuando ni él estaba seguro de que podría terminar con aquella misión? Además, estaba mintiéndole, mentía en cada palabra que soltaba y eso lo hacía sentir mediocre.

—Tengo que irme pronto —dijo Riki, poniéndose de pie—. Hay muchas cosas que aún necesito hacer.

—Lo entiendo —dijo Sunoo, poniéndose de pie también—. Solo... ten cuidado, ¿De acuerdo?

—Lo haré. —Riki sonrió con sinceridad—. Y tú también cuídate. No quiero tener que volver a este lugar sin una razón importante.

Sunoo sonrió, un gesto pequeño pero lleno de significado, mientras Riki se dirigía hacia la ventana. El viento de la noche entraba en la habitación, y la luz de la luna iluminaba el rostro de ambos, creando un momento de calma en medio de la tormenta que se estaba formando fuera.

—Adiós, su alteza —dijo Riki, antes de deslizarse por la ventana y desaparecer en la oscuridad de la noche.

Sunoo lo miró partir con una mezcla de tristeza y esperanza en sus ojos. Sabía que la situación era complicada y dentro de sí mismo, estaba consciente de que había cosas que el peligris jamás le diría, al menos no directamente, pero el breve momento de tranquilidad que habían compartido le dio fuerzas para enfrentar los desafíos que aún estaban por venir.
Riki se deslizó por uno de los pasillos con cautela y sin preocuparse por tropezar en las sombras, pues, debido a su habilidad, eso sería imposible.
Mientras escapaba del castillo, escuchó unos pasos acercándose seguido de una conversación que lo hizo detenerse en seco. Se escondió detrás de una columna y prestó atención.

—Muchos Sombra Errantes y otros Sin Rostro han sido asesinados últimamente. —escuchó una voz profunda.

—¿Qué deberíamos hacer, majestad? —preguntó una segunda voz confirmándole al caza recompensas que se encontraba conversando con el mismísimo Rey de Aeloria.

—Debemos aumentar la seguridad de Junwoon. No podemos arriesgarnos a que algo le pase. —respondió el Rey.
Los hombres se alejaron por el pasillo y despues se perdieron tras una gran puerta que rechinó en medio de toda la sala.

Riki sintió un escalofrío recorrer su espalda. Los asesinatos de los que hablaba el rey eran en gran parte obra suya, cometidos en su intento de protegerse en su búsqueda de pistas. Pero ahora, la seguridad de Junwoon estaba aumentando, y eso solo podía significar una cosa: el Grimorio podría estar más cerca de lo que había pensado.
Se retiró en silencio dando un último vistazo a la ventana que conducía a la habitación del príncipe y cuando el dolor en su pecho volvió a hacerse presente se alejó sin más reprimiéndolo dentro de su mismo.
No podía fallar.

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Actualización tardía chicxs...
espero les guste este cap

Nos leemos pronto ♡

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