II
— Déjame explicártelo una vez más. —repitió Sung-Hoon por quinta vez en la noche—. No. No voy a transformarme en una cucaracha para adentrarme en el baile.
—¿Por qué no? Nos ahorraría el hecho de presentarte como otro sobrino lejano del señor Vanthaar.
Sung-Hoon rodó los ojos con frustración mientras tomaba otro vestuario de la tienda en la que se encontraban.
Después de haber llegado a un acuerdo con el hombre de la tienda de antigüedades ambos habían salido en busca de dos trajes que les sirvieran como disfraces. Aunque el hombre había sugerido que podían usar los suyos cuando intentaron probárselos, Sung-Hoon terminó asfixiado por la camisa y Riki se rehusó a usar un traje que lo hiciera ver como un anciano aburrido.
—Le hubiera pedido ayuda a Lunn. —Susurró el pelinegro cuando la mujer que lo atendía le ofreció una camisa con botones de oro y bordados tejidos con seda fina en forma de cerezos.
—¡Riki! —escuchó el grito del cambia formas desde uno de los probadores. Dándole una leve reverencia a la mujer, se despidió de ella para asegurarse de que todo estuviera bien con su compañero.
—No me digas, ¿Te has atorado en otra camisa?
—No idiota. —Lo escuchó decir desde dentro—. En este lugar es más fácil conseguir ropa femenina.
—¿Y eso es relevante porque...? —Riki se apoyó en la puerta del probador, sintiéndose incómodo bajo las miradas curiosas de algunas mujeres que pasaban comprando.
—Porque soy un cambia formas obviamente. —Sung-Hoon dijo desde dentro. Riki estaba seguro de que había rodado los ojos—. Y puedo convertirme en lo que yo quiera.
Las puertas del probador se abrieron, y Sung-Hoon apareció con un vestido amarillo que llegaba hasta el suelo, cubriendo sus pies. Su figura ahora era más delgada y su cabello había crecido hasta poco más de su cadera, dándole una apariencia completamente femenina. Riki suspiró; estos cambios siempre eran sorprendentes.
—La cucaracha habría sido menos chocante. —le hizo saber y el pelinegro mostró su molestia sacándole la lengua.
Después de más deliberaciones, Riki eligió una camisa blanca, un saco marrón y algunos accesorios. Sung-Hoon, impresionado por su elección, insistió en regalarle un sombrero elegante, aunque Riki optó por un simple collar con perla que encontró entre sus cosas.
Sung-Hoon no parecía un ladrón; por su apariencia, Riki sospechaba que provenía de una buena familia, quizás algún noble, aunque nunca había oído su nombre en ningún rincón de Aeloria.
El anciano Vanthaar los esperaba fuera de su recinto con un bastón en mano y su sombrero café que lo hacía lucir encantadoramente agradable.
Cuando ambos aparecieron finalmente el hombre tuvo que persuadir de llevar la noche con calma y decidió optar por adaptarse a la nueva apariencia del cambia formas.
Habían decidido que Sung-Hoon se llamaría Sung-he esa noche, y que, a pesar de la negativa de Riki a fingir ser una pareja, ella sería presentada como su hermana bajo el interludio de que ambos estaban de visita en la ciudad debido a un encargo de artesanías para su anciano tío. La historia que inventaron era simple, pero debía ser suficiente para pasar desapercibidos en la fiesta del palacio.
Al llegar al palacio, Vareth presentó la invitación y explicó brevemente la presencia de sus acompañantes. El guardia los miró con desconfianza, pero finalmente les permitió entrar. El ambiente dentro era cálido, mucho más que las calles oscuras de Lykris o la fría bruma de Kaelaen.
La música del lugar era agradable. Riki pudo notar en seguida las telas finas que adornaban los postes y las flores sobre las mesas de bocadillos que adulzaban el olfato de todos los presentes.
—Debo admitirlo. —escuchó decir a Sung-Hoon quien cubría su rostro femenino con un abanico—. Estos tipos tienen buen gusto.
—Manténganse alertas. Lo que necesitamos encontrar son pistas no llamar la atención. —les recordó Vareth acomodándose el sombrero para desplazarse hasta una mesa con unos hombres que parecieron reconocerlo en seguida.
Sung-Hoon cerró su abanico con un puchero en la cara y ajustó su corsé a su cintura sin mucha elegancia a opinión de Riki que trató de no reírse ante su actitud infantil.
—Oye, ¿Por qué te estoy ayudando en primer lugar? —preguntó por lo bajo enrollando su brazo con el del cazarrecompensas mientras avanzaban entre la multitud—. Se supone que este es tu trabajo.
—No recuerdo haberte pedido ayuda. Fuiste tú quien accedió a venir por voluntad.
Riki tomó una copa de vino de una bandeja y le ofreció al cambia formas otra con una elegancia que Sung-Hoon elogio en silencio.
—Lo siento por preocuparme. Temía que no supieras cómo comportarte estando rodeado de la realeza.
—Hablas como si supieras de ellos… —reprochó y “Sung-he” chasqueó los labios sin interés.
—No te conviene saber de eso.
El peligris sonrió con diversión haciendo caso omiso a sus palabras. Ambos bebieron sus copas sin mucha preocupación y despues se dedicaron a caminar cerca de la mesa con bocadillos.
—Escuché que el Rey planea visitar Nerathia. —escucharon de pronto en boca de uno de los tantos hombres en la gran habitación—. Al parecer su tratado de paz va muy en serio.
Riki tomó una segunda copa de la mesa y acercó su cuerpo al del cambia formas tratando de simular frenarle de consumir más bebidas como buen hermano preocupado.
—¿Tratado de paz? —susurró a su oído.
—Son rumores de alcantarilla. No creí que fueran reales.
Ambos prestaron atención en silencio intercambiando sonrisas de vez en cuando para no llamar la atención.
—Por supuesto que tiene que ir muy en serio. Hoy en día todos quieren poseer el Grimorio. La gente ya no cree que sean solo leyendas. —comentó otra mujer.
—Pero, ¿Eso no dejaría descuidado el palacio y al príncipe?
—¿Por qué deberíamos preocuparnos por el príncipe? —Riki frunció el ceño ante aquella voz. Se trataba de una joven de cabello castaño que sostenía un pequeño obsequio cubierto con tela fina en sus manos.
Sung-Hoon notó su curiosidad y sonrió chocando sus copas en un brindis con lo que logró recuperar su atención.
—¿Sorprendido? —preguntó en un tono burlón. Riki sonrió sin gracia—. La mayoría de mujeres vienen aquí obligadas a encontrar un pez gordo y casarse con él.
—Eso es asqueroso… —susurró con molestia.
—¿No lo sabes? El hermano menor del rey es todo un tema entre las calles. Literalmente está en boca de todos y no por buenos motivos. —continuó la mujer anterior.
—Es un rebelde que deja muy mal parada su reputación bajo la excusa de que es joven…
—Yo pienso que es lindo. —Comentó la joven del pelo castaño. Riki sonrió genuinamente ante su comentario.
—He oído que el príncipe sabe más sobre el Grimorio de lo que deja entrever —dijo uno de los hombres, bajando la voz y acercándose al grupo.
—¿Y qué tal que solo está jugando al rebelde para distraer a todos de sus verdaderas intenciones? —dijo la mujer con una risa contenida.
—¡No digas tonterías! —la reprendió otra—. Aunque, con el rey ocupado en sus asuntos diplomáticos, el príncipe podría hacer lo que quisiera sin que nadie lo vigile.
Riki y Sung-Hoon intercambiaron miradas significativas. Si el príncipe realmente sabía algo sobre el Grimorio, podría ser la clave que necesitaban.
—¿Qué tanto sabe el príncipe? —murmuró Riki, mirando de reojo a Sung-Hoon.
Antes de que Sung-Hoon pudiera responder, Riki, distraído por la conversación, chocó accidentalmente con alguien. Se giró rápidamente y se encontró cara a cara con un joven de aspecto noble, que parecía haber tropezado con él accidentalmente. El joven tenía el cabello rubio y ojos afilados que destilaban una mezcla de sorpresa y diversión.
—¡Perdón! —dijo el joven, ofreciendo una disculpa cortés, aunque sus ojos mostraban una chispa de reconocimiento—. No fue mi intención.
Riki se quedó momentáneamente sin palabras, reconociendo al instante al príncipe del que acababan de hablar. Sung-Hoon rodó los ojos y se inclinó ligeramente ante el joven en un acto de respeto.
— Mil disculpas, mi hermano es un poco torpe a veces —dijo, cubriendo la situación con gracia.
El príncipe observó a ambos con una mirada curiosa antes de esbozar una sonrisa ligera y asentir alegremente.
—Espero no haber interrumpido nada importante —continuó, mirando a ambos con interés—. Parecen ser nuevos en la corte.
—Oh, no. Solo estamos aquí para disfrutar de la velada —respondió Sung-Hoon con una sonrisa encantadora mientras acomodaba su largo cabello—. Pero es un placer conocerlo, alteza.
El príncipe esbozó una sonrisa leve, pero sus ojos reflejaban una curiosidad contenida. Parecía estar evaluándolos, tal vez intentando discernir sus intenciones.
La multitud alrededor pareció aumentar sus murmullos en torno al joven que sonreía encantado como respuesta. No parecía molesto, mucho menos triste y aquello logró captar la atención del cazarrecompensas que no hizo más que limitarse a escuchar el intercambio de palabras entre el cambia formas y aquel hombre.
—Luce esplendido el día de hoy, Alteza. —comentó Sung-Hoon y el hombre sonrió ante el cumplido—. Cuando llegamos a la Ciudad le hice prometer a mi hermano que me compraría vestidos en alguna tienda de la realeza…
—Eso suena como algo bueno, señorita Sung-he. —Riki sonrió con diversión al notar que el cambia formas no había tardado en compartir su falso nombre con el príncipe.
—No del todo. Mi hermano no sabe muy bien cuales son las mejores tiendas de la ciudad. Y yo debo volver a casa cuanto antes. —comentó “ella” fingiendo dolencia, haciendo reír al príncipe con diversión.
—Si necesitan ayuda, estaré encantado de poder ayudarle a elegir una buena tienda. —ofreció entonces.
—Eso sería excelente… —pronunció Sung-Hoon.
Antes de que la conversación pudiera avanzar, uno de los asistentes del príncipe se acercó a él susurrándole algo al oído. Riki notó el cambio de humor en su rostro, sin embargo, decidió que era mejor no intervenir en ello.
— Tengo que atender otros asuntos —dijo el príncipe, haciendo una ligera reverencia—. Pero espero verlos de nuevo más tarde.
Con eso, el príncipe se alejó, dejando a Riki y Sung-Hoon con un montón de preguntas y una oportunidad de oro. Mientras el príncipe se alejaba, Riki se giró hacia Sung-Hoon, quien le devolvió una mirada cómplice.
—Parece que hemos llamado su atención —murmuró.
—Y ahora tenemos una excusa para acercarnos a él —añadió Sung-Hoon, sonriendo con astucia—. Será interesante ver qué podemos averiguar.
Ambos se sonrieron y el cazarrecompensas ofreció su brazo para que el cambia formas se apoyara y pudieran salir tranquilos de entre toda la multitud. —Por cierto. ¿Por qué no te uniste a la conversación? Él parecía estar interesado en ti. —comentó Sung-Hoon volviendo a abrir su abanico. La multitud de hombres mirándole lo hostigaba.
Riki desvió la vista por donde el príncipe se había retirado minutos antes y suspiró llamando la atención de su compañero.
—Está bien. Solo lo creí innecesario. —prefirió decir.
Unos segundos despues Vareth apareció con un par de obsequios y una sonrisa en su rostro que logró llamar la atención de los más jóvenes que lo siguieron de inmediato hacia la salida del lugar.
—¿Sucedió algo? —preguntó Riki ayudándolo a sujetar los obsequios que el hombre portaba.
—Al parecer sí. El duque dijo que necesitaban aumentar la seguridad del príncipe por motivos confidenciales. —comentó mientras los tres subían a un pequeño carruaje que los conduciría hasta la casa del hombre.
—Cierto. Escuchamos algo similar.
—Dijeron que ha estado un poco inquieto desde que los rumores sobre el Grimorio se hacen más fuertes. Es posible que él sepa algo de eso.
Sung-Hoon sonrió divertido ante la noticia. Parecía incluso más emocionado que el mismo Riki quien se limitó a devolverle la sonrisa en un acto de empatía hacia ambos.
—Riki acaba de conocerlo. —comentó el cambia formas con entusiasmo tratando de aligerar el ambiente silencioso que se había formado—. ¿Podría ayudarnos a ponernos en contacto con él? Tienen que ir a comprar vestidos.
Los tres sonrieron ante aquel comentario. Parecía que las cosas estaban resultando bien en su misión y Riki sonrió satisfecho de ello.
Sung-Hoon continuó hablando con el anciano de los obsequios que había traído consigo y de lo insípida que le había parecido la comida dentro del palacio, sin embargo, Riki ya no les prestó atención cuando se concentró en admirar la ciudad por la pequeña ventana del carruaje que los transportaba.
El rostro del joven príncipe era fácil de recordar, no solo por sus facciones casi perfectas o por la forma en la que acompañaba sus palabras con sutiles gestos que le daban un aura de elegante. Había algo magnético en su presencia, una especie de atracción involuntaria que Riki no podía evitar. Era una combinación de admiración y cautela, y se dio cuenta de que, aunque su misión tenía un objetivo claro, también había algo personal en su deseo de conocerlo. Así que, sin admitirlo completamente, deseó encontrarse lo más pronto posible con él.
—Por cierto. —habló llamando la atención de los otros dos hombres dentro del carruaje—. ¿Cuál es el nombre del príncipe?
Vareth llevó una de sus manos a su barbilla tratando de encontrar la respuesta en su memoria.
—Creo que su nombre era Sunoo. Si, Sunoo, como Luz brillante.
Pasar desapercibido era una palabra que no estaba en el vocabulario de ningún Sombra Errante, si es que alguno poseía suficiente capacidad como para poder comunicarse.
—¿Tú crees que uno nos ataque? —preguntó Sung-Hoon de pronto logrando captar la atención de su compañero.
Riki lo observó desde el balcón en el que se encontraba sentado. Retiró la pipa de sus labios y después dejó reposar su espalda sobre uno de los postes de aquella casa.
—No deberías preocuparte por eso. —le hizo saber sacándole una sonrisa—. Hay seres mucho más poderosos por los que preocuparse. Deberías pensar en eso.
—¿Alguna vez te has enfrentado a un Sombra Errante con suficiente resentimiento? —preguntó Sung-Hoon entonces.
—Probablemente en más de una ocasión. Aunque supongo que eran débiles.
Los dos dieron una calada a la pipa y después volvieron la vista a la calle frente a ellos. Thalir por las noches no dejaba de ser ruidosa, los carruajes iban y venían anunciando la llegada de nuevas entidades y los comerciantes emprendían viajes aún a altas horas de la noche.
—Creí que dirías algo como “pero, yo soy más fuerte que ellos” —comentó Sung-Hoon con una sonrisa juguetona, provocando una risa ligera en Riki.
—¿Y tú? ¿Algún enfrentamiento digno de presumir? —preguntó Riki, levantando una ceja.
Sung-Hoon se quedó pensativo, mirando el horizonte mientras meditaba su respuesta. Había historias que podía contar, algunas verdaderas, otras embellecidas. Pero, en ese momento, decidió mantener el misterio, dejando que el viento de la noche hablara por él.
—Cuando aún era aprendiz de Mago tuve algunos encuentros con Elementales. Ya sabes, aquellos que nacieron con algún poder relacionado con el aire, agua, viento y fuego. —Riki prestó atención al relato del cambia formas inclinando su torso en el balcón. Sung-Hoon continuó después de inhalar de su pipa—. La mayoría eran personas que trataban de aprovecharse de aquellos con poderes de sanación. Así que éramos enviados en una especie de misiones para restaurar la seguridad de los más débiles.
—Suena a algo impropio de ti. —le hizo saber y Sung-Hoon río escandalosamente.
—Lo sé. Se supone que eso fue hace mucho tiempo, pero me permitió mejorar en mis habilidades. —Hizo un ademán señalando su abdomen—. La habilidad de la transformación requiere de concentración, por lo que si eres alguien débil terminarás lastimándote a ti mismo…
Parecía una explicación sencilla, sin embargo, Riki no lo conocía muy bien. Uno era un caza recompensas con la misión de robar algo ajeno, mientras que el otro era una de las personas que había solicitado sus servicios. Ninguno conocía concretamente la identidad del otro y ambos estaban conscientes de que cada palabra que soltaban era un intercambio discreto de información que el otro algún día podría convertir en dagas.
—¿Cómo un entrenamiento muy duro? —Preguntó y Sung-Hoon le dio la razón con un asentimiento de cabeza—. ¿Por qué dejaste tu academia?
La respuesta pareció tomar desprevenido al hombre de vestimentas moradas, Sung-Hoon se removió inquieto en su lugar antes de buscar algo entre sus bolsillos. Cuando halló el objeto que buscaba abrió su abanico y lo movió buscando llevar un poco de aire a su rostro en un acto de tranquilizarse.
—Es algo complicado. No tiene nada que ver conmigo actualmente, sin embargo, fue algo que me ayudó muchísimo, ya sea para bien o para mal. De esa forma conocí a Lee, así que estoy agradecido con el camino que he tomado.
Riki asintió, inhalando de su pipa en silencio. Había algo en la forma en que Sung-Hoon hablaba de su pasado que le resultaba familiar; ambos cargaban con historias no contadas, con secretos que pesaban más de lo que querían admitir.
—Ese tal Lee parece ser alguien solitario… —comentó rompiendo el silencioso.
—No tanto como tú… —replicó Sung-Hoon con una sonrisa astuta.
—Lo mío es diferente. —Aclaró el peligris.
—¿De qué forma? —Sung-Hoon detuvo su abanico volviendo a guardarlo en uno de sus tantos bolsos.
Riki meditó por un momento, dejando escapar un suspiro. Miró la ciudad, iluminada por la luna, con sus carruajes y el bullicio constante de la vida nocturna. Era una vista que le resultaba tanto familiar como ajena.
La mayoría de veces en las que lograba encontrarse con alguien era para negociar su próxima misión. Mirando hacia atrás, Riki sabía que Sung-Hoon no se equivocaba al decir que era alguien solitario, quizá por eso la única diversión que su vida poseía era la de pelear, descifrar incógnitas y desafiar sus límites en busca de aquello que se le solicitaba robar. Aunque aquello no le molestaba, sí que había días en los que deseaba tener un hogar a dónde volver sin el temor de encontrarlo vacío, aunque sabía de antemano que eso era algo imposible.
—Estoy solo porque yo mismo he decidido vivir de esta manera. —respondió. Sung-Hoon ladeó la cabeza con confusión—. En cambio, ese tal Lee parece estar esperando a alguien… Como si aguardara en silencio.
—¿A qué te refieres con aguardar? —Sung-Hoon lo miró con interés genuino.
—Tiene los ojos de alguien que aguarda la espera de un ser querido. Pensé eso la primera vez que lo vi. Aunque trata de imponer una imagen autoritaria. Percibí melancolía. Como la de alguien que ha perdido a un ser querido.
El caza recompensas dejó finalmente la pipa a un lado sin interés de inhalar más. Sung-Hoon desde el otro extremo parecía estupefacto, sorprendido por la interpretación que aquel sujeto había logrado darle a su compañero, así que en un acto de protección simplemente río escandalosamente, desplegando su abanico para cubrir su rostro.
—Déjame decirte algo. —Dijo después de haber recuperado la compostura—. Antes de venir aquí, Lee me dijo que eras alguien increíble. Te he vigilado desde que él mostró interés en ti para este trabajo. Al principio no estaba de acuerdo, pero confío en él y sé qué harás un buen trabajo. Sin embargo, tu sinceridad es un problema. Especialmente si trabajas para personas como él.
—¿Por qué? ¿Teme escuchar lo que opino de su persona? —Riki levantó una ceja, divertido.
—No, es más porque pareces alguien inteligente. Pero sigues siendo humano —Sung-Hoon hizo un gesto de resignación con sus manos antes de añadir—. Todos lo somos, pero ya sabes lo que dicen: “Un corazón sensible vuelve a alguien débil”.
—Lee parece ser alguien importante para ti. ¿Es por eso que estás aquí? —inquirió Riki, inclinándose hacia adelante, interesado en la respuesta.
Sung-Hoon cerró el abanico con un chasquido y se quedó mirando la ciudad. La luz de las farolas se reflejaba en sus ojos, dándoles un brillo melancólico.
—Lee… —comenzó, como si probara el nombre en su lengua—. Es un hombre complejo. No sé si podría llamarlo amigo, pero nuestras vidas están entrelazadas de una manera que no puedo deshacer. Estoy aquí porque confío en su juicio, aunque a veces me pregunto si estoy cometiendo un error. Y porque temo que arruines la misión. —Agregó lo último en un tono de gracia.
Riki se quedó en silencio, procesando la información. Había algo en la voz de Sung-Hoon, una mezcla de admiración y dolor, que despertó su curiosidad. Decidió cambiar de tema, pero no antes de lanzar una última pregunta.
—¿Qué pasa si fracaso o me deja de interesar la misión? —preguntó con suavidad, sin querer presionar demasiado.
Sung-Hoon se quedó quieto por un momento, mirando hacia la distancia. Finalmente, se giró para enfrentar a Riki, sus ojos brillaban sobre su sonrisa, como si realmente no le asustara la respuesta a su cuestionamiento.
—Eso dependerá del momento y las circunstancias. Quizá para entonces tú mismo ya hayas conseguido un castigo. Así que debes tener cuidado.
Riki asintió lentamente, comprendiendo que la conversación no le proporcionaría una respuesta clara. Decidió dejarlo así, por ahora.
—Aprecio el consejo —dijo, su tono más suave—. Y tú, Sung-Hoon, ¿qué es lo que buscas en todo esto?
Sung-Hoon soltó una risa amarga, mirándolo directamente a los ojos.
—Yo… busco redención. Pero esa es una historia para otra noche.
Con esas palabras, el cambia formas se levantó, guardando su pipa y su abanico. Riki lo observó mientras se alejaba, con la sensación de que había más en juego de lo que ambos habían discutido.
Mientras la noche avanzaba, Riki se quedó en el balcón, contemplando lo que había aprendido y las implicaciones de lo que podría venir. Sabía que debía estar alerta; las palabras de Sung-Hoon sobre la vulnerabilidad de los humanos resonaban en su mente.
Con la llegada de la mañana ambos abandonaron la casa del anciano Vareth después de darle las gracias por su ayuda con una bolsa de oro que el hombre rechazó.
—Si tienen éxito, vengan a presumírmelo en mi cara —les había dicho el anciano antes de dejarles ir con un sombrero en mano.
Riki le agradeció con una reverencia, mientras Sung-Hoon se reía a carcajadas mientras se mezclaban con la multitud que comenzaba a llenar las calles aquella mañana.
—¿Te reunirás con el príncipe hoy? —preguntó Sung-Hoon, colocándose el sombrero que el hombre les había dado.
—Es nuestra fuente de información, así que debo hacerlo —respondió Riki con una obviedad. Sung-Hoon asintió, abriendo su abanico para cubrir su rostro antes de transformarse en un pequeño cuervo. Riki rodó los ojos al verlo volar alrededor de su cabeza.
—Si arruinas la misión, la próxima vez que te vea, me convertiré en un dragón y te devoraré —amenazó Sung-Hoon, mientras se alejaba por el cielo.
—Como gustes —replicó Riki, perdiéndose entre la multitud.
Hay situaciones complicadas a lo largo de la vida que enfrentamos casi a diario. Cada encuentro con la realidad depende completamente de nosotros: cuánto nos influyen los demás y cómo reaccionamos ante ello. En gran medida, podría decirse que nuestras experiencias y vivencias forman una parte fundamental de nuestra identidad a la hora de tomar decisiones.
Para Riki, la vida era clara: mejorar en sus habilidades, ser reconocido, eficaz y aprender a sobrellevar las misiones que otros le imponían a cambio de un precio. Un precio que, aunque inicialmente era determinado por el contratante, terminaba siendo significativo para ambas partes. Su percepción de la vida podía parecer ambigua, pero eso no era lo relevante en este momento. No cuando frente a él se encontraba un hombre delgado, vestido con una camisa de seda color crema y un pantalón de vestir negro, acompañado de unos tirantes gastados que acentuaban su figura esbelta, contrastando con la holgura de su camisa.
—Su alteza —saludó Riki formalmente, haciendo una leve reverencia que pasó desapercibida entre la multitud.
El príncipe giró sobre sus talones, dejando ver el abrigo negro que llevaba sobre su brazo izquierdo. Riki notó de inmediato su cabello desordenado, que caía suavemente sobre su rostro, dándole un aspecto mucho más relajado, en contraste con la imagen impecable y pulida que había mostrado en el baile.
—Un placer volver a verlo, joven… —dijo el príncipe, haciendo una pausa para invitar a Riki a decir su nombre.
Riki pensó por un momento. Era evidente que no podía usar su verdadero nombre, ya que eso lo expondría demasiado, especialmente con aquellos hombres poderosos que, aunque no tenían un retrato específico de su rostro, ofrecían grandes recompensas por su captura.
—Niki —respondió finalmente, colocándose a la par del joven de sangre real mientras comenzaban a caminar entre los pobladores y mercaderes.
—Si no le parece mucha molestia, me gustaría saber su nombre completo. Por simple formalidad —expresó el príncipe—, debo dirigirme a usted por su apellido.
Riki sonrió sin tratar de disimularlo. El joven príncipe lo observó detenidamente, tratando de descifrar aquella sonrisa sin éxito. No podía negar que aquel hombre de cabello gris le resultaba intrigante, algo raro de encontrar entre las cuatro paredes del castillo. Riki notó la mirada del príncipe y decidió carraspear para recuperar su postura recta mientras ambos caminaban.
—Mi nombre y apellido no son de vital importancia —respondió Riki, y el príncipe pareció comprender—. Si no es inconveniente, me gustaría que me llamara por mi nombre.
—En ese caso, le pediré que haga lo mismo —solicitó el príncipe, ampliando una sonrisa que decoró su rostro, reflejando la belleza propia de su linaje real—. Si no es mucha molestia, le pido que dejemos las formalidades.
Riki asintió en silencio, haciendo una última reverencia antes de que ambos cruzaran la calle junto a otros nobles.
—Me presento nuevamente, mi nombre es Sunoo —lo escuchó decir de repente.
Así que eso era ser transparente y al mismo tiempo cercano con alguien desconocido. Riki, como muchas veces, no lo admitiría, pero se sentía extrañamente bien.
✦✧✦
Tenemos nueva actualización...( ꈍᴗꈍ)
Me gustaría informarles que estaré
actualizando los fines de semana, también
les recuerdo que detrás estamos dos autoras
por si quieren pasar a seguirnos a ambas...
Al igual avisarles a las personitas que esten
leyendo Goodbye: Under the Sky la
historia ahorita está pausada
esto debido a que la escritora ando con
bloqueos de imaginación...
Eso es todo por ahora, muchas gracias a los
lectores de está historia, por favor apoyen
este fic...manténgase saludables y nos
leemos el próximo fin de semana ♡
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