Uno

Harry Potter, el salvador del mundo mágico, ha sido visto por el Callejón Diagon junto a su ahijado Teddy Lupin.

Bien, al parecer cinco años después de la derrota de Lord Voldemort, Rita Skeeter seguía empeñada en seguir cada paso que daba Harry. "Harry en su trabajo de Auror", "Reunión de Harry y sus amigos", "Harry comiendo helado" y ahora, "Harry y Teddy Lupin".

Las palabras de Hermione diciendo que tenía que poner un alto a eso le resonaban la cabeza, y bien que tenían razón, solo que no hallaba el tiempo para hacerlo (la verdad, le daba algo de pena reclamar por eso). Pero ahora involucraba Teddy, un niño que no merecía estar a tan temprana edad sobre el ojo público.

Andrómeda había llamado también, y aunque no estaba enojada si había sugerido que tenga más cuidado con exponer a Teddy de esa manera. Y Harry lo entendía, de verdad, pero algo había explotado dentro de él y por primera vez ya no dejaría libre a Skeeter hasta que pare de ser acosadora.

Puedes ponerle una denuncia en el ministerios. Había dicho Hermione. Yo te puedo ayudar con eso.

Harry había aceptado, determinado a ponerle un fin a ese martirio. Pero luego el ¿Qué dirán? se le vino a la mente y terminó cancelando la cita para poner la denuncia. Se sentía realmente un incompetente, aunque ni Ron ni Hermione le hayan reclamado algo.

No había necesidad de hacerlo, él ya lo sabía.

Y es por eso que no tenía muchas ganas de ir a la fiesta de Rosé por su quinto cumpleaños. Más porque sentía que había defraudado a todos por no poner un simple papel ante Hermione. Y también, se sentía muy apenado por ver a Teddy otra vez, después de ser blanco de la prensa.

Harry veía el regalo de Rosé sobre la mesita de noche, lo había comprado un par de meses atrás y había mandado a un elfo a envolverlo. Ya no recordaba siquiera que había comprado y tenía un profundo miedo de que los gustos de Rosé hayan cambiado de manera repentina. Otra razón más para perderse de la fiesta.

Hasta que ocurrió esa llamada.

— Hola hermano —era Ron, y Harry volvió a sentirse culpable por tener que inventar una excusa—. ¿A que no sabes quién está en mi fiesta?

Ni siquiera había mencionado su ausencia al respecto, talvez se le estaba haciendo demasiada costumbres faltar a eventos como ese.

— ¿Ah si? ¿Quién? —preguntó, incorporándose en la cama.

— Malfoy —respondió el otro y Harry pudo adivinar la sonrisa que Ron tenía en la cara. Pero Harry no se encontraba también así, habían pasado años desde la última vez que escuchó ese nombre, aunque no se haya ido de su cabeza completamente. Se quedó mudo y sintió la garganta secarse—. Bien, no está aquí. Al parecer su hijo es compañero de Rosé y había sido invitado a la fiesta, dijo que no podía quedarse mucho y nos dejó el regalo y un postre que está riquísimo.

¿Hijo? ¿Draco se había casado?

— Pero no, no está casado —mencionó Ron, masticando algo—. Es padre soltero o una cosa así, al parecer mi querida esposa me ha ocultado la existencia de un Malfoy entre el grupo de amigos de Rosé.

Ron rió, aunque luego se haya escuchado la voz molesta de Hermione. 

— Harry, aún no se termina la fiesta —dijo la chica, arrebatándole el teléfono a Ron. Harry casi sintió llorar al escuchar esas palabras—. Y no hay mucha gente, ni una Rita Skeeter molesta o algún periodista del profeta.

— Nos encargamos de verificar a todos los invitados —se escuchó la voz de Ron, en algún lugar.

La mención de Draco lo había dejado con un mal sabor de boca, talvez por la extrañeza que le causaba escuchar esas palabras. Ni una llamada, ni una carta o una dirección, Malfoy había desaparecido del radar mágico e incluso de la misma Rita Skeeter, ni siquiera había un conocido que lo haya visto. Draco Malfoy se había esfumado desde aquella noche en en número 12 de Grimmauld Place.

Y ahora, como si nada, había aparecido con un hijo. Y el solo pensamiento le causaba una gran ansiedad.

— Voy en camino —contestó, escuchando la suave risa de Hermione.

— Te esperamos.

No se esforzó mucho en vestirse, como siempre, llevaba la misma camiseta para eventos como ese y unos jeans azules. Se colocó un suéter y su abrigo habitual y partió por red flú al hogar de sus amigos. Como había pensado había mucha gente desconocida para él, apenas y lograba reconocer dos o tres personas de su estadía en Hogwarts, pero ahora tenían niños o esposas, algo que lo hacía sentirse un poco miserable.

Ron fue el primero en saludarlo, dándole un apretado abrazo que lo dejó sin aliento y una cerveza en lata de una marca mágica que nunca había visto. Cuando fueron a la cocina, Hermione lo esperaba con un pedazo de pastel.

— Han repartido el pastel —mencionó, dándose cuenta que sí había terminado la fiesta, al menos la de los niños.

— Es un postre, el pastel sigue afuera —se apresuró a decir Hermione, y ahora se sentía peor. Había quedado como un depresivo—. Rosé está afuera, por si aún quieres darle el regalo.

Ahí fue también cuando se dio cuenta del regalo que tenía debajo del brazo, ni siquiera se había dado cuenta cuando lo tomó. Asintió disimulando su sorpresa y fue al jardín de los Weasley. Ahí la mayoría eran niños, con uno o dos padres que se encontraban vigilándolos. La pequeña Rosé fue quien se acercó, extendiendo los brazos a su padrino.

— ¡Harry! —saludó, emocionada con su presencia—. ¡Has venido a mi fiesta!

— ¿Cómo no perdérmela Rosie? —dijo, aunque se sintió hipócrita al instante—. Te traje un regalo, espero que te guste.

La niña recibió el regalo emocionada, el regalo que apenas y cabía en sus brazos. Harry la ayudó a desenvolverlo. Adentro había un bonito unicornio rosa de peluche, con un cuerno que según recuerda Harry, brillaba de distintos colores. Rosé quedó emocionada con el regalo, dándole un abrazo a Harry y agradeciéndole repetidas veces, luego yéndose a jugar con él. Harry quedó contento, y su preocupación inicial se desvaneció.

Ahora tenía que resolver su otra preocupación: Socializar. Al menos sin la ayuda de Hermione y Ron.

Y lo veía complicado, porque él no tenía niños. Todavía, le gusta decir cuando le preguntan, aunque ese todavía lo veía lejos, demasiado lejos. Más porque el no era fan de salir de su hogar y porque todos sus conocidos estaba demasiado ocupados con sus propios niños como para sacarlo de su hogar.

(o talvez porque él rechazaba todas las salidas que le proponían)

Harry suspiró, decidiendo entrar al hogar a revisar el panorama de posibles personas para sacar conversación, aunque apenas llegó lo vio algo complicado. Sin embargó, apenas y corrió la puerta corrediza no se esperó para nada que ese panorama cambiara. Ahora, cuando sus ojos enfocaron a esa persona, volvieron sus ganas de socializar.

Draco Malfoy. El desaparecido Draco Malfoy ahora estaba en el hogar de sus mejores amigos con un regalo en sus brazos, luciendo tan elegante como años atrás.

Malfoy lucía impresionante, si se lo preguntaban a Harry, con un traje negro ajustado a su cuerpo y el cabello rubio, como siempre, cortado y peinado con gel. Se veía como en su adolescencia, solo que mejorado, mucho más perfecto. 

A Harry se le secó la boca con solo verlo y le empezaron a sudar las manos. 

En esa pequeña burbuja en la que se había sumergido los dos, Hermione interrumpió con dos cajitas en sus manos, asustando un poco a Draco. Ron también se acercó, pasando un brazo sobre los hombros de Harry.

— ¿Mucho mejor que hace años, verdad? —le dijo, Harry asintió ensimismado, luego, igual o más espantado que Draco se alejó de su mejor amigo. Ron rio sonrió maliciosamente—. ¡Te atrapé! Sigues pensando en el rubio teñido.

— No le digas así —regañó, volviendo a acercarse a Ron—. Solo me sorprende su...madurez.

— Ajá, como digas —le sonrió Ron. Hermione, con una sonrisa encantadora, los llamó a ambos a acercarse. Y Harry se volvió a poner nervioso, temiendo caerse aunque esté solo a cinco pasos de distancia.

Se notaba a leguas lo nerviosos que estaban ambos, talvez porque solo ellos sabían lo que se había quedado en el pasado. Y Hermione y Ron no ayudaban mucho a disipar esos nervios, casi obligándolos a convivir.

Draco rompió el incómodo silencio que se había formado.

— Tanto tiempo Harry —saludó extendiendo su mano hacia el moreno. Harry tardó un poco en reaccionar, más porque no esperaba que el rubio pronunciara su nombre.

Empezaba a extrañar el 'Potter'.

— Malfoy, hace mucho que no te veía —que no se pierda la costumbre de llamarse por sus apellidos. Harry correspondió estrechando sus manos, sintiendo la fría palma bajo sus dedos. Tan suave y sedosa como hacia tanto tiempo atrás.

Ya se había quedado sin tema de conversación y eso que apenas se saludaban. Draco pareció notarlo y se giró devuelta a Hermione.

— Albus no se quería ir sin darle un merecido regalo a la cumpleañera —sonrió extendiendo el regalo a la mujer, esta asintió emocionada—. Por favor, dile que Albus se esforzó mucho haciéndolo.

Albus. El nombre resonó en el cerebro de Harry, algo sorprendido por la mención. Ni siquiera sabía que Draco había querido a Dumbledore, después de querer matarlo, claro.

— Albus es el nombre de uno de los hijos de Draco —le explicó Hermione y pudo ver como Draco se estremecía. Era buen nombre, debía admitir, él también le hubiera querido poner ese nombre a su hijo futuro (o en el peor de los casos, si hubiera tenido un hijo).

— Bonito nombre —le sonrió a Draco, este pareció relajarse un poco—. ¿Tienes más hijos?

— Solo dos, Albus y Scorpius.

Scorpius. Entre todo su jardín de recuerdos el nombre parecía pasearse por ahí, pareció que alguien lo dijo hace tanto tiempo y había quedado en su memoria por equivocación. Lo consideró parte de su locura más que un deja vu.

— Una constelación —acertó Harry, Draco asintió—. Eres muy creativo con los nombres o tu pareja era de Ravenclaw.

Quiso bromear, en verdad. Pero el rostro de Malfoy hizo una mueca y negó con la cabeza. Bien, su pareja está tres metros bajo tierra, eres un estúpido. Pensó mordiéndose el labio. O se divorció, depende cual sea peor.

— Siempre hemos sido los 3, no hay nadie más —le dijo tranquilo—. No te preocupes, no nos afecta mucho, al menos no del todo.

— Eres muy fuerte por eso, reconozco tu lado Griffindor —esta vez, la broma había sido todo un éxito, pues Malfoy le sonrió un poquito y rodó los ojos divertido.

— Antes muerto —le sonrió el rubio, Harry también rio.

Reconoció otra vez la madurez de Draco, como el tiempo hizo que su lado sensible, que pocas personas conocían saliera a la luz. Se notaba en su voz, en sus gestos y en sus expresiones. Harry pensó que la paternidad le había sentado de maravilla y quiso decir algo al respecto.

— Te ves bien —mencionó , Draco levantó una ceja—. Digo, tener hijos te mejoró.

Draco rio. Por primera vez, Harry escuchaba una risa sincera y tranquila, su voz gruesa agudizándose un poco. Tenía la risa de un hombre con plata, un poco más normal.

— ¿Mejorar en qué sentido? —Harry rio nervioso.

— Te ves mejor en cuanto a apariencia.

La verdad, no se le había ocurrido algo mejor, aunque al menos logró sacarle otra carcajada a Malfoy. Lamentablemente, antes de poder añadir algo más Hermione apareció con dos cajas de dulces.

— Les guardé a ambos unos dulces —dijo sonriente, Malfoy le agradeció—. Espero verte el lunes.

Malfoy pareció acordarse de algo y asintió efusicamente, guardando ambas cajas con su brazo y extendiendo su mano a Harry.

— Bueno, me tengo que ir —el pelinegro lo miró algo desanomado por su partida—. Nos vemos en otra ocasión Harry.

Despidiéndose de Ron y Hermione, Draco volvió sobre sus pasos hasta la puerta principal. El trío de oro se quedó en la sala de estar, sonrientes por la visita.

— No pareció tan malo —habló Ron, recibiendo un codazo de su esposa.

— La gente cambia Ronald, Malfoy obviamente iba a madurar como todos nosotros —regañó—. Ya no somos unos niños de quince años.

Ya no somos unos niños. Harry se había tomado el tiempo se digerir esas palabras, Hermione como siempre tenía razón. Él ya no tenía quince años, nadie quería matarlo y ya no tenía tanto miedo como antes.

Miedo.

Harry no fijo una palabra cuando salió disparado por la puerta, dejando a sus amigos con la palabra en la boca. Afuera, Malfoy se hallaba apenas sentándose en le asiento del copiloto cuando lo regresó a ver.

Harry se acercó a pasos apresurados y Malfoy bajó la ventanilla.

— Un café —soltó, arrepintiendose al instante por su elección de palabras—. D-digo, tomemos un café mañana.

Volvió a decirlo de mala manera y se avergonzó cuando escuchó la suave risa del rubio.

— ¿Es una orden o me lo estás pidiendo? —inquirió divertido, Harry sintió sus mejillas arder.

— Ambas —respondió, Malfoy volvió a reír con más ganas, sacando un papel de la guantera y anotando algo rápido en el.

— Mañana es mi día familiar, pero el lunes estoy desocupado —le dijo, Harry tomó aquel papel entre sus dedos, la pulcra caligrafía permaneciendo intacta como hacia años—. Es mi dirección, escríbeme cuando gustes y acordamos día y lugar.

Harry se sorprendió cuando la dirección no era la Mansión Malfoy, pero no dijo nada y guardó el papel en el bolsillo de su pantalón.

— Ten por seguro que te escribiré cuando pueda —soltó, dándose cuenta ya muy tarde de lo que había dicho.

Draco le sonrió.

— Bien, estaré esperando tu carta —Malfoy hizo un gesto con la mano en forma de despedida y partió lejos de la casa de los nuevos Weasley.

Harry miró el camino donde se marchó por bastante tiempo. Definitivamente, había sido uma buena elección salir de casa.




Nota de autora:

1. Es el primer fanfic harco que escribo, así que tengame paciencia.

2. Cualquier idea que se de a entender no es porque yo intente influenciar su pensamiento. Harry en esta historia ve la familia como una de sus metas importantes y por eso se mantiene deprimido, sin embargo tengamos en cuenta que eso no es lo principal para todas las personas ni tampoco es algo importante en la vida. Las metas para estar satisfechos las ponemos cada uno dependiendo de nuestros intereses.

3. Disfruten, bye bye.

Mabel

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