Tres
Ron no supo en realidad porque esa mañana había sido tan caótica.
Primero, su adorada esposa había caído enferma y era la mujer que mantenía el orden en esa casa.
Segundo, su hija había comido demasiado azúcar la noche anterior.
Tercero, él no servía para controlar una niña hiperactiva ni para poner orden en la casa.
Es por eso que estaba cerca de catalogar ese viernes como el peor de su existencia. Cerca, porque ya le habían pasado cosas peores. Rosé no se mantenía quieta ni para comer el desayuno que le preparó (quemado pero comestible) ni se quedó quieta cuando trató de vestirla para la escuelita. Tampoco es que quería ir, y había hecho berrinche cuando trató de aparecerlos en la entrada.
Por suerte y sobornando a la niña con un caramelo (más azúcar), esta dejo de estar molesta y aceptó ir a su escuelita, aunque luego tuvieran que volver porque se les había olvidado su mochila. De todos modos, no era el único que llegaba tarde.
Esa cabellera rubia inconfundible apareció también en la entrada, con dos niños en cada mano. Se veía agotado también y no se percató de su presencia hasta que uno de los niños se había acercado a Rosé.
Malfoy levantó ambas cejas de la sorpresa al verlo, talvez porque era la primera vez que dejaba a su hija en la escuelita. De inmediato le sonrió, arreglando un poco su cabello antes de hablar.
— Weasley, buenos días —saludó—. Parece que el tiempo no colaboró para ambos esta mañana.
Ron tardó un poco en reaccionar.
— Concuerdo —contestó—. Hermione se ha despertado enferma esta mañana y Rosé no es la niña más tranquila que digamos.
Malfoy rio, aunque Ron de inmediato supo que era por cortesía.
— Espero y Hermione se recupere pronto —sonrió, pudo ser la primera vez que Ron escuchaba el nombre de su esposa salir de esos labios—. Albus y Scorpius también se levantaron con demasiada energía esta mañana y creo que ya es tiempo de dejar que de esa energía se ocupe otra persona.
Con cuidado, Malfoy jaló a sus niños por el hombro y les señaló la entrada de la escuelita, donde una chica los esperaba con una sonrisa.
Y Ron pensó que Hermione tenía razón, Malfoy había cambiado mucho desde el colegio. Ya no era odioso y parecía agradable a la vista, pero sentía que no se debía dejar llevar por las apariencias. Aun así, reconoció que no cualquiera podía cuidar a dos niños solo y mantener una actitud tranquila con eso.
Entonces y por curiosidad, bajó la mirada a los niños que hablaban con su hija. No los había llegado a ver con detenimiento, pero a simple vista si tenían todo el porte de un Malfoy y... Alguna persona que debía conocer. Porque ambos niños se le hacían muy conocidos.
Uno de los niños, el de cabello rubio, levantó la cabeza para mirarlo. Ron casi se reúne con Fred en ese momento. Los ojos del niño, de un color característico, le recordaban específicamente a alguien.
— Ellos... —la pregunta quedó en el aire y Malfoy reaccionó de inmediato.
— Correcto, ya es hora de despedirnos —dándole un beso en la cabeza a cada uno Malfoy se despidió de sus hijos y ambos niños corrieron en la entrada sin voltear a verlos.
Y Ron lo agradecía en secreto, porque de volver a ver a esos niños se le bajaba la presión.
Rosé hizo el ademán de irse también y con un beso en el cachete algo apresurado se alejó de su papá. Ron se quedó estático, mirando a su hijita alejarse.
— Tus hijos... —empezó, Malfoy no lo volteó a ver—. Se parecían a...
— No, no se parecen —interrumpió—. Bueno, aquí nos despedimos, ha sido un placer Weasley...
— ¿Él lo sabe? —preguntó, agarrando con su mano temblorosa el brazo del rubio—. ¿Por qué no me lo contaron? ¿Acaso hasta él no sabe? ¿Por eso desapareciste? ¿Él no quiso que lo contaras? Malfoy...
Draco se soltó del agarre cuando vio que ya era suficiente, que Ron estaba haciendo muchas preguntas y que no debía estar entrometido. Y le mintió, porque el pelirrojo iba a sufrir un ataque en cualquier momento.
— Estas confundido Weasley —le dijo, dedicándole su mejor sonrisa—. No sé de qué estás hablando, todos saben que tengo a mis hijos y que los crie por mi propia cuenta, además, yo decidí mantener un perfil bajo para que mis hijos no reciban tratos despectivos por ser familiares de mortífagos. Eso es todo, no hay mucho misterio.
Ron se quedó helado, empezando a sudar frío.
— N-no me refiero a eso —tartamudeó, aunque luego se haya quedado en blanco y Draco vio la oportunidad de escapar.
— Nos vemos Weasley, me saludas a Hermione —se despidió, dándose media vuelta y dirigiéndose a su auto con una sonrisa triunfante.
Claro, no contó con que Ron se cayera de cara al suelo, inconsciente, y ahí supo que no tenía escapatoria.
Aunque las ganas de dejar a Weasley botado en la acera no le faltaban.
Como no tenía permitido la entrada a San Mungo, llamó a otra persona para que se encargue del problema. No sabía si esa persona un amigo o un compañero o un ligue, porque la situación estaba muy confusa (puede que no tanto, pero así se sentía su cabeza). Aun así, Harry llegó a una velocidad abismal, antes que una multitud los rodeara, y si eso ocurría, él estaría en problemas.
El castaño vestía su traje de auror y caminaba sonriente hasta donde estaba. No parecía darse cuenta de que el problema que estaba en el piso era su mejor amigo. Más bien, parecía entusiasmado de verle y como no, si no habían tenido tiempo para volver a tener alguna especie de "cita".
— Hola Draco —le saludó, luego de ver a su amigo en el piso—. ¿Qué ocurrió?
— Nos estábamos despidiendo cuando cayó al suelo, supongo que se desmayó —explicó mientras veía como Harry palmeaba la espalda del pelirrojo para ver si reaccionaba.
— Pudiste llamar a alguien de San Mungo o llevarlo, no es un hechizo difícil —Draco negó, adivinando que Harry se había olvidado que él no podía hacer eso.
—Conoces mi situación, estaría en problemas si Ron no reaccionara a la primera —Harry frunció el ceño—. Tampoco es que tenga permitido el ingreso a San Mungo.
— Eso debería ser investigado y lo voy a hablar hoy mismo con Hermione —contestó—. Eso es una injusticia, si les pasara algo respecto a la magia, los doctores muggles no podrían hacer nada.
— Por suerte, todavía no ha pasado algo realmente malo.
— Puedes acompañarme, si quieres —le propuso el castaño—. Si vas conmigo todos se tragarían las palabras hacia a ti.
— No eres mi guardián, enserio, ya te había escrito acerca de mis pensamientos sobre eso –y para que el castaño se olvide del tema, se acercó y arregló "distraídamente" su uniforme de auror, conociendo el poder que tenía de hacer que Harry se sintiera nervioso.
Esta vez, fue Harry quien negó con la cabeza, atrapando sus manos para captar su atención (también, porque tener al rubio mostrándole esa clase de interés lo estaba distrayendo).
— Hablo enserio, ya han pasado cinco años de la guerra, ni siquiera tienes la marca —dijo, bajando sus manos hasta los brazos del rubio, casi como un abrazo. Malfoy hizo una mueca, casi, casi parecida a un puchero.
Estaban tan cerca que juraban podían escuchar el corazón del otro, latiendo a un ritmo algo desesperado.
— Tengo que trabajar —se excusó soltándose, Harry lo miró como cachorro abandonado—. No me mires así, ya nos veremos esta noche.
— Yo lo considero mucho tiempo para volver a verte así de cerca —Harry sonrió triunfante cuando miró las mejillas sonrojadas del rubio, olvidando que a él también se le había acelerado el corazón por lo dicho.
Draco suspiró, tomando por fin una distancia prudente para poder despedirse. A su parecer, Harry se había vuelto algo terco con respecto al tema de su relación con el mundo mágico, aunque no se podía ver más tierno frunciendo el ceño y haciendo muecas.
— Nos vemos esta noche —y el corazón de Harry empezó a latir desenfrenado cuando vio como el rubio se paraba en puntitas para besarle la mejilla. Pudo tomarse como un roce, pero para ambos fue un contacto tan íntimo que los dejó anonadados.
Cuando se marchó, Harry tocó su mejilla distraídamente, sintiendo como su pecho se volvía cálido y sus mejillas se volvían calientes. Por suerte, el rubio no estaba presente para ver su rostro.
Volviendo a su amigo, realmente le preocupaba, probablemente ese resfriado de Hermione se lo había repartido y el cansancio de cuidar a una niña como Rosé había sido la cúspide. Con un hechizo fácil, como se lo había dicho a Draco, llamó a los medimagos y acompañó a Ron hasta el hospital, donde Hermione ya los esperaba.
Quien sabe como se habrá enterado.
A ambos los llevaron a una habitación privada, donde un par de medimagos lo revisaban de manera cautelosa. La sala estaba en silencio y a ambos amigos eso los ponía nerviosos.
Después de un par de minutos, ya cuando los medimagos terminaron, Ron despertó.
— No ha sido nada grave, no vemos señales de algún posible ataque y según nos dice la señora Weasley no estuvo enfermo esta mañana —recapitularon, mientras Ron seguía adormilado en la cama—. Seguramente fue provocado por un ataque de ansiedad o alguna especie de susto lo que le provocó el desmayo, le enviaremos unas posiciones para que recupere fuerzas.
— Muchas gracias señor —contestó Harry, pues Hermione estaba ocupada atendiendo a su esposo.
Cuando volteó a ver a Ron, este ya estaba más despierto y parecía confundido acerca del lugar en el que se encontraba. Hermione a su lado le sonreía cariñosamente y acariciaba sus cabellos rojizos. Harry le apretó el hombro en forma de saludo.
— Nos preocupaste —dijo, Ron frunció el ceño—. Creímos que te había pasado algo grave.
— Si no estuviera Draco, ¿qué hubiera pasado contigo?
La palabra fue como una tecla en el cerebro de Ron, como si lo que dijo hubiera activado la memoria que se creía perdida. Ron pareció recordar lo que había pasado, y las memorias pasaron tan rápido que se quedó estático en su lugar. Harry y Hermione lo miraban confundidos, esperando que el pelirrojo dijera algo.
Cuando pestañeó, de inmediato se dirigió hacia Harry, sacudiéndolo por los hombros.
— Tienes que ir a ver a Draco Malfoy —le dijo alterado, Harry lo miraba confundido, Hermione trataba de detenerlo—. Él oculta algo, debes ir a verlo.
— Draco no oculta nada —aseguró, soltándose del débil agarre en sus hombros—. Y si lo hiciera, no te incumbe.
— Oh, claro que lo hace —dijo Ron, volviendo a acomodarse en la camilla—. Tienes que ir a verlo, si o si.
—Deberías descansar Ronald —intervino Hermione—. Luego hablas con Harry adecuadamente.
Ron no dijo nada, fue Harry que con un gesto de despedida se fue de San Mungo. La verdad, las palabras de Ron lo hicieron dudar de su reciente amistad con Draco, pero sabiendo que ya lo vería esa misma noche no se permitió pensar mucho en esto.
Sin embargo, apenas puso un pie en el ministerio y su secretaria le entregó el diario del día, Draco volvió a su cabeza, no por buenas razones.
Otra vez Rita Skeeter se tomó el atrevimiento de publicar cosas sobre Draco. El título tenía letras gigantes y una imagen de él y de Draco junto a Ron, que estaba en el piso.
Cito: "El Salvador mágico enfrentando al hijo de Mortífagos, Draco Malfoy, frente a una escuela de niños muggle. Se rumorea que Draco Malfoy atacó a uno de los mejores amigos de Harry Potter, Ron Weasley, quien fue llevado a urgencias por causa misteriosas".
Draco, Draco Malfoy, hijo de mortífagos.
Harry supuso que eran las palabras que más se repetían en el artículo, enfocándose en dejar a Draco como el malo de la historia. Estaba entendiendo por qué Draco aún no tomaba la confianza de irse integrando en la sociedad mágica, con publicaciones como ésta que lo dejaban mal parado hasta él se alejaría de todos.
No perdió el tiempo, apenas se encerró en su escritorio se permitió escribirle una extensa carta de disculpas, aunque no fuera su culpa, ya que empezó a sentir que cada vez que se los veía juntos pasaban cosas como estas. También, porque él todavía no había ido a darle un alto a Rita Skeeter.
Recibió una respuesta de inmediato, con Draco aclarándole que se había acostumbrado a ser el foco de atención de El Profeta y que no era del todo su culpa. También, para confirmar la hora en que se reunirían esa noche.
Harry, a pesar de estar intrigado por las palabras de Ron, no le prestó mucha atención. Si Draco escondía algo malo, tarde o temprano lo descubrirá, o al menos, Draco tendrá la valentía de decírselo. Aun así se preguntaba que tan shockeante será como para dejar a Ron en el hospital.
Había pasado una semana desde la última cita que tuvieron, Harry había estado repleto de trabajo y Draco ocupado con sus niños, y no habían tenido tiempo suficiente más que para enviarse cartas.
A Harry le encantaba esto último. Le encantaba la caligrafía de Draco, el perfume de menta y los garabatos al final de las hojas que hacían sus hijos. Le causaba ternura y no tenía el corazón para botar la carta. Eso era como la Amortentia para él, eso era lo que lo empujaba hacia Draco, esperar pacientemente cada carta.
Si en el colegio hubieran compartido cartas, ahora fuera un adicto a recibirlas. Pero ese pensamiento no se lo tenía que contar a alguien.
Esta vez saldrían un sábado. Harry, como siempre, sin ponerle mucha emoción a su ropa pero esforzándose. Draco luciendo impecable sin tener que esforzarse. Esa noche fue la primera vez que Draco lo saludó con un beso en la mejilla, lo que lo dejaría totalmente en la nubes por el resto de la semana, y él trataría de ser más cariñoso en respuesta.
Habían ido a un restaurante muggle en el centro de Londres, Harry había invitado y Draco estaba maravillado con la decoración del lugar. Luego de ordenar, las tontas sonrisas no se hicieron esperar.
— ¿Qué tal todo en el ministerio? —preguntó Draco, encogiéndose cuando un escalofrío me le recorrió la espalda. Esa noche traía consigo un viento helado, y Draco no pareció haberse enterado de eso.
— Nada especial, como siempre —contestó el ojiverde—. En el departamento de aurores todo es aburrido, mis días en Hogwarts tenían más acción.
Draco rió.
— Pensé que seguían existiendo mortífagos —dijo—. Según recuerdo, eran personas incansables.
— Ya no quedan muchos, y si quedan, ya no tienen la valentía para mostrarse porque saben como acabarán —contestó—. Y voy a volver al tema de esta mañana, tu no mereces el trato que te dan, no debías aislarte del mundo mágico y no mereces que El Profeta siga hablando de ti sin pudor.
— Sé que no lo merezco, pero si hago una denuncia no voy a salir triunfando, dime ¿Quién apoyaría a el hijo de un mortífago para que pueda asistir a San Mungo? O para que me devuelvan la mansión, o para que me devuelvan la herencia.
— Yo lo haría.
— Aprecio tu entusiasmo, pero somos dos contra el mundo mágico. A pesar de que salvaste al mundo mágico, sabes en el fondo que las cosas son más complicadas de lo que aparentan.
Harry sabía que Draco tenía razón, pero le destrozaba el corazón tener que ver como Draco y sus hijos tenían que vivir apartados de la única sociedad que parecía comprenderlos. Por situaciones como esta (y otras cosas) es que detestaba al ministerio de magia.
Se resignó a cambiar de tema, porque se estaba volviendo ansioso.
— Y con respecto a Rita Skeeter, ¿has hablado con ella? —preguntó el rubio, Harry se quiso golpear la frente, lo había olvidado por completo.
— Lamento decirte que lo olvidé, pero a la próxima, te prometo que iré a buscarla —contestó, Draco le sonrió dulcemente—. Esa bruja es peor que Voldemort.
Ambos rieron y pasaron su velada con conversaciones triviales. Y Harry estaba cada día más convencido de que Draco volvía a ser su persona favorita en el mundo. Puede que hace mucho no se veían, pero lo había echado de menos.
Cuando mencionó el tema a Draco, sobre la noche en el número 12 de Grimmauld Place, este solo le sonrió cariñosamente.
— No es tu culpa que yo no haya querido regresar, fue por voluntad mía, no fue algo tan triste como lo planteas, por esa noche es que estamos aquí.
Harry guardaría esas palabras en su mente, aunque no hayan calmado su culpa.
— Aun así, lo siento, no tomé en cuenta tu opinión y solo pensé en tu seguridad.
Draco negó divertido, olvidando el tema.
Ambos salieron del restaurante y la frialdad de la noche los golpeó de golpe, haciendo que ambos se estremecieran. Draco no lo había previsto, más concentrado en estar listo para la noche que en encontrar un abrigo. Pasó sus manos por sus brazos, sobando para crear calor, aunque al segundo las haya bajado para no alarmar a Harry.
Londres ya se hallaba desierto, con una o dos personas caminando por las calles de la ciudad. A duras penas pasaba un taxi y eso le preocupó un poco ¿Cómo volvería a su hogar? No quería molestar a Harry para que los aparezca ahí y tampoco quería caminar el largo recorrido hasta su casa.
Ese preocupación y el frío que estaba sintiendo los estaban irritando, aunque trataba de seguirle el ritmo de la conversación a Harry, que le hablaba como si no se hubieran visto en meses. Le causaba tanta ternura su entusiasmo.
Tanta ternura que le dio alergia y estornudó, aunque dudaba que fuera por eso.
Harry volteó a verlo divertido, por supuesto, Draco lucía sus mejillas y nariz rojas por el frío y parecía alguien que pronto tendría un resfriado, ¿tanto frío hacía? Se preguntó el castaño, negando con la cabeza.
— Pudiste decirme que eras sensible al frío —dijo, aunque él ya conocía ese dato. Se sacó su abrigo y antes de que Draco pudiera impedirlo lo pasó sobre sus hombros—. ¿Mejor?
— Merlín, Harry, solo me dio alergia —se quejó el rubio, aunque él mismo se haya acomodado mejor el abrigo—. Pero si, gracias, estoy mejor.
— Terco —murmuró divertido, Draco lo miró "enojado", más no lo contradijo.
A Draco le preocupaba tener que caminar hasta su casa, pero ni siquiera se dio cuenta que ya habían llegado a su calle. Harry era buena compañía y el tiempo se le pasó volando, solo cuando se estaba acercando a su hogar sintió el dolor de sus pies y que ambos tiritaban de frío, que iba en aumento.
Harry reía por un recuerdo que le contaba y su aliento se volvía visible, se congelaba en el aire (Y su risa se congelaba en la mente de Draco).
Por Merlín, Draco, no caigas tan fácilmente.
— Bueno, llegamos —dijo Harry, parando en frente de su casa—. El tiempo pasa volando contigo.
Draco sonrió.
— Lo mismo digo, Harry —Draco suspiró, mirando enternecidamente a Harry. Él quería que la cita durara un poco más, pero el ruido que provenía de su hogar le recordó que tenía cosas mucho más importantes. A parecer, la niñera volvía a ser incompetente y sus hijos seguían despiertos a esa hora de la noche.
— ¿Alguien está en tu casa? —preguntó Harry, preocupado. Draco rió.
— Mis hijos, por supuesto —Harry se mordió la lengua, había olvidado ese pequeño detalle sobre Draco—. Lo siento, tengo que encargarme de lo que sea que esté pasando allí dentro. Me divertí mucho hoy Harry, espero podamos vernos otro día.
Y con las palabras de Draco, con las luces tenues de la calle iluminando su rostro y una sonrisa reconfortante en su cara, se dio cuenta de que lo quería, no de la manera en que quería a Ron o a Hermione, sino de la manera especial. Lo quería como hace tanto tiempo, cuando pasaban la noche juntos en la sala de menesteres y cuando iban juntos a Hogsmade.
Draco le gustaba, le volvía a gustar y lo volvía a enamorar.
— Que pases buena noche, Harry —se despidió Draco, dándole un último beso en la mejilla y entrando a su hogar.
Harry no pudo articular palabra alguna.
Se quedó allí, como bobo, calmando a su corazón y ordenando sus pensamientos, tenía las mejillas sonrojadas. Luego de la noche, cuando estuvo en su cama y pudo dormir tranquilo, con sus pensamientos organizados, determinados le susurraron:
Draco Malfoy.
Mabel's.
Holiss. No se olviden de votar, se los agradecería un montón.
Respecto a la actualización tardía, mi más sincera disculpa, los cortes de luz en mi cuidad me están volviendo loca y me cortan toda la inspiración 😅. Cuando empiece a llover (ojalá que pronto) ya no pasará un mes antes de que publique otro capítulo.
¡Gracias por el apoyo! Se los quiere un montón.
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