Cuatro
¡El increíble Harry Potter saliendo con el hijo de los mortífagos más peligrosos! Según son buenos amigos desde hace un tiempo, aunque ciertas fuentes aseguran que puede haber algo más en su relación. Descúbralo a continuación.
Harry iba a prohibir que El Profeta siga llegando a su oficina, a su hogar y al hogar de Draco. O que no vuelva a salir otra copia del periódico al mundo mágico, mucho mejor.
O encarcelar a Rita Skeeter, la mujer a la que le valió tres hectáreas la denuncia de Hermione. Su pobre amiga iba tomar justicia por cuenta propia si Ron no fuera tan paranoico.
Ni siquiera sabe de que fuentes habla el periódico, si a duras penas le ha comentado de sus citas a Ron y a Hermione (y muy, muy vagamente).
Ya había sacado pergamino y pluma para escribirle una extensa carta a Draco. Aunque seguía sintiéndose inseguro en denunciar al periódico en sí, más porque sabía que sería demasiado sospechoso que justo después de esa noticia él tomara medidas en contra.
Sentía que solo estaba ocultando lo que tenían, y ese pensamiento le recordó su época en hogwarts.
De todas formas, le sorprendió como Rita se tardó bastante tiempo en exponer la noticia. Habían pasado casi cuatro semanas desde esa cita, ambos ajetreados por el trabajo sin encontrar algo de tiempo para encontrarse.
Incluso para Harry, que no solía recibir mucho trabajo, se había ahogado en papeles y formularios que llenar, así como también magos que atrapar.
Al parecer, justo ese mes todos los magos se les había dado por atacar a todo Londres en fechas muy juntas, lo que también provocó el pánico en la sociedad mágica. Harry le rogó a Draco en su última carta que pusiera protecciones a la casa, y casi le da algo cuando un incidente con un mortífago se dio cerca de ahí.
También y en secreto de Draco, al salir del trabajo en la madrugadas lograba pasarse por ahí y soltar unas cuantas protecciones para mantenerse tranquilo.
Extrañaba a Draco, su risa y su calidez, y sentía que cada día lo extrañaba más que el día anterior. Se lo había mencionado a Draco, pidiéndole verse aunque sea a las afueras del hogar del rubio, pero este se había negado y en una carta le había pedido que se mantenga tranquilo, que el tiempo los reunirá.
Harry pensaba, en cambio, que si fuera por el tiempo que tenían no se reunirán nunca.
Después de escribir la carta volvió a su escritorio a volver a rellenar aburridos papeles de capturas y revisar perfiles criminales.
— Buenos días —Ron irrumpió en la oficina, con un café en la mano y un sándwich en la otra—. Su desayuno del mes, su majestad.
Harry levantó una ceja, no recordaba haber desayunado o haber pedido que le traigan un desayuno.
— ¿No desayuné ya? —inquirió, y el ruido que hizo su estómago le respondió.
— Conociéndote, no lo has hecho —le extendió ambos alimentos, Harry los aceptó desconfiado—. Te estás saltando las comidas, espantarás a tu amorcito si terminas el mes con el grosor de un alfiler.
Ron soltó una carcajada al ver el rosto del castaño, que lo miraba de mala manera mientras degustaba sus alimentos.
— ¿Lo ves? Si lo consideras tu amorcito. Después de todo este tiempo, no ha cambiado nada —sonrió y Harry prefirió ignorarlo—. Recuerda que ahora viene con dos paquetes incluidos.
Ron volvió a reír, tomando asiento enfrente del escritorio. Por un momento, Ron se quedó en silencio mientras Harry comía, viendo cualquier cosa menos al castaño. A Harry se le hizo raro, Ron siempre solía parlotear cuando ambos salían a comer.
— ¿Sabes...? —empezó el pelirojo, callándose al instante.
— ¿Pasó algo? —le animó a decir, a este punto ya había terminado su sándwich y se estaba tomando el café.
— De casualidad...¿Tú investigaste de ese secreto que te dije? —preguntó, Harry se quedó pensando. Durante esas semanas, lo había olvidado por completo, incluso en su cita con Draco—. Sé que es la vida privada de Malfoy, no te estoy obligando a que lo presiones, solo quiero saber.
— No, la verdad lo había olvidado —contestó, Ron asintió algo incómodo—. Eso no es importante ahora, debemos concentrarnos en el mortífago que escapó de azkaban.
Ron rodó los ojos.
— Solo piensas en trabajo —le reprochó, Harry se encogió de hombros—. Debiste hacerle caso a Will y dejar el caso, ese criminal es peligroso.
— Prometo que es el último hombre peligroso del mes.
— Pues claro —dijo Ron poniéndose de pie—. Como se está acabando el mes puedes decir eso.
— Nos vemos en la noche —le sonrió Harry, Ron le respondió de igual manera.
El castaño no le dio importancia a las palabras de su amigo, sabiendo que eso era lo de menos ese día. Jhon Skablot, un ex mortífago fugitivo, había renacido de las cenizas para atacar al mundo muggle y a algunas familias mágicas, siendo tan hábil y cauteloso que casi les fue imposible encontrarlo. Por suerte, el equipo de Harry logró hallarlo a las afueras de Londres y planeaban atraparlo ese día.
Eso mantuvo a Harry ocupado el resto de la tarde, pero sabía que si todo salía bien, ese día podía salir con Draco o darle una sorpresa en su casa. Tal vez le llevaría flores, quién sabe.
Incluso, si tenía las agallas, tomaría la iniciativa para darse su primer beso.
No esperó que todo saliera mal.
Con un salto de tiempo radical, la situación con el mortífago terminó siendo peor de lo que presentían, ya que Skablot no tenía un señor oscuro que le impida matar al elegido. Harry no pudo contar cuántos ataques recibió esa noche, algunos más dolorosos que otros e impidiendo que atrapara al mortífago que atacaba al que se le cruce.
Ron y su equipo hacían lo posible para protegerlo, defenderse, atacar y atrapar a Skablot, pero al final optaron por matarlo con un Avada Kedavra. Ni siquiera les importó quién lo había tirado (aunque sospechaban que fue algún novato). Ron solo les dijo que no se repita la situación y los mandó a todos a casa, Harry había quedado herido en el suelo del escondite de Skablot.
Incluso se desmayó y Ron tuvo que sacarlo a rastras del lugar, hasta el pasto del prado en el que se encontraba. Ahí, se sentó a su lado a esperar que se despertara, conociendo la terquedad de su amigo por no ir a San Mungo y ser la portada del Profeta un lunes.
Harry se levantó veinte minutos después, demasiado adolorido y son ganas de existir, y a pesar de los ruegos de Ron no aceptó ir con un medimago. Sentía como su cuerpo ardía y como quemaba su interior. Parecía que le habían hechizado las articulaciones y cada que se movía sonaban sus huesos como si tuviera cascabeles dentro.
Le aseguró a Ron que conocía a un medimago que no lo acusaría a las cámaras y solo dejó que lo acompañara cerca del hogar del medimago.
No existía tal amigo medimago, pero Ron no lo iba a dejar visitar por un rato a Draco.
Sin flores o chocolates, pero la intención es lo que cuenta.
Cuando Ron se fue, Harry caminó adolorido a la casa del rubio. Sentía que si realizaba un mal movimiento iba a terminar quebrándose. Por eso apenas llegó, no dudó en tocar la puerta con urgencia.
Los ojos grises aparecieron a un lado de la puerta, solo pudiendo ver estos. Pensó que debió comprobar la hora en la que llegó, porque Draco lucía cansado. Cuando el rubio lo reconoció, abrió la puerta de un solo movimiento y lo miró con horror.
La cicatriz a duras penas se ve por la cantidad de sangre que hay en su frente y que baja por su cuello, sospecha que también está herido en sus costillas. Draco tiene una mirada de preocupación en su rostro, rozando con su mano las heridas sobre su piel.
— Dios mío, Harry, te pudieron haber matado.
El castaño sonríe, sabiendo que eso sería imposible.
— Hablo enserio.
Lo jala al interior de la casa. Es la primera vez que Harry entra y no se impide analizar el lugar. Es acogedora, tiene luz neutra y el ambiente le causa paz. Si tuviera tiempo (y si tuviera las ganas, también), a él le hubiera gustado decorar Grimmauld Place de la misma manera.
Hay algunos juguetes y peluches por el piso, incluso Draco tiene un peluche debajo del brazo, un Hipogrifo. Harry sonríe al pensar en la ironía de ese juguete, pero Draco ni siquiera lo nota, se ve más preocupado por su estado de salud. Guarda el peluche en un canasto a lado del sofá y lo invita a sentarse.
— Lamento el desorden —dice, a Harry le causa gracia, él no ve ningún desorden—. Albus y Scorpius andan un poco hiperactivos estos días.
No le importa mucho, piensa que los juguetes por el piso le dan vida a las casa. Muy diferente a los montones de objetos desordenados en Grimmauld Place que con solo verlos le restan un año a su alma.
— Voy por pociones y un botiquín, no te muevas —pidió Draco y se marchó a pasos largos hacia un lugar de su casa.
Harry aprovechó y aplicó un par de hechizos para no ensuciar nada y para limpiar lo que ya estaba sucio. La sangre seguía brotándole de la cabeza, ya no tanto como antes, pero bastante para seguir siendo preocupante. Aunque eso era lo menor, estaba bastante contento de volverlo a ver a Draco.
No importaba que lucía como un vagabundo, sabía que Draco no le iba a reprochar por eso. Nunca lo había hecho.
A veces le aterraba lo mucho que se había encariñado con el rubio. Si antes Grimmauld Place le parecía solitaria, ahora lo era más, ahora se daba cuenta cuanto necesitaba poder conversar con alguien.
— Espero que esto sea suficiente —Draco interrumpió su monólogo interno, tirando un montón de pócimas sobre la mesa de centro, debajo de su brazo. en cambio, había un botiquín—. No estudié medicina, pero sé lo básico para no morir. No es la primera vez que me pasan esas cosas.
La sonrisa de Harry decayó un poco, no comprendiendo a lo que se refería el rubio.
— ¿De qué hablas? ¿Alguien te atacó? —preguntó, Draco asintió vagamente, concentrándose en limpiar la sangre.
— Fue hace mucho tiempo, cuando la guerra apenas había terminado —contó, sin detenerse de curarlo. A Harry le estaba relajando el trapo tibio sobre sus heridas y la delicadeza con que se pasaba por su frente—. Fui al callejón Diagon, ya sin esconderme porque confiaba en que ya no existían los malos, y...pasó.
— ¿Qué pasó?
— Me golpearon, Harry, es obvio —el castaño frunció el ceño, deteniendo los movimientos de Draco con ambas manos—. Ya no importa, no quedaron cicatrices y ya lo superé.
Vuelve a su tarea, esta vez empleando pomadas algo fuertes que hacen que Harry frunza el ceño. Aunque no lo hace con tanta rabia por ello, sino por lo que le cuenta el rubio. A pesar de que Draco le había dicho que no importaba lo que había pasado antes, seguía con la espinita en el pecho de que todo lo que pasó Draco si pudo haber sido por ello, por su culpa.
— Ya no hay mucha sangre —le cuenta, mientras admira la cicatriz—. Con un baño ya parecerás gente.
Harry sonríe.
— Bien, necesito que te saques la camisa —le pide, Harry frunce el ceño—. Que por si no te has dado cuenta, está manchada de sangre y dudo que la sangre le pertenezca a su frente.
El castaño mira hacia su pecho notando que sí, estaba cubierto de sangre. Hizo una mueca al recordar que eso seria difícil de lavar y como Kreacher lo quería tanto, seguramente terminará botando la camisa.
Al menos la túnica no se le había manchado.
Sin vergüenza alguna se quitó la camisa y la dejó en el piso para evitar manchar el sofá. Cuando regresó a ver a Draco, este estaba perplejo.
— Dios mío —escuchó como susurró. Harry ya iba a decir una broma con si buen físico hasta que él también miró hacia abajo, encontrándose un gran corte que llegaba desde su hombro hasta la costilla contraria.
No recordaba haber recibido un corte de tal magnitud.
Draco se apresuró a retener la sangre con un trapo, notándose bastante asustado por la vista. Aunque Harry no se hallaba tan angustiado, sabiendo que con un par de hechizos la herida podría cerrar, pero le gustaba el toque de Draco y lo cuidadoso que estaba siendo.
— Gracias —le dijo, Draco no levantó la mirada, inmerso en el cuidado—. No cualquiera haría esto por mí.
— Ay Harry, ambos sabemos que cualquiera haría esto por ti —se burló—. No me dijiste porque llegaste específicamente a mi casa, pude quedarme dormido y no te abría.
— Aun si hubiera llegado tarde si me abrirías —contestó, Draco rodó los ojos, le había esquivado la pregunta—. No mientas.
— Ni siquiera lo negué.
Siguió concentrándose en la herida, sin prestar atención a las miradas que le dedicaba Harry. Este parecía absorto, como si algún hechizo le hubiera impactado en la cabeza, pues lo miraba de forma intensiva, como si tratara de leer su mente.
— ¿Tengo algo en la cara? —preguntó y Harry se sobresaltó— No te muevas.
— No tienes nada —respondió el castaño, relajándose ante su toque—. Solo estaba pensando.
Pero no ve hacia otro lado, lo cuál le pone nervioso. Cuando va a volver a reclamar, sus rostros están demasiado cerca para pensar correctamente, piensa que hace tiempo no había podido observar los ojos de Harry, los originales. Y Harry no tiene intención de apartar la mirada.
Se habían extrañado demasiado.
Harry pasa una mano por la cintura del rubio, sin dejar de mirarlo a los ojos. Nota que Draco se inquieta, aunque no deja su tarea de aplicarle pomadas a la herida. Cuando este termina, Harry se da cuenta del porqué llegó donde Draco y no fue con un medimago.
No fue porque no quería llamar la atención de los medios, fue porque extrañaba a Draco y lo necesitaba profundamente. Su mano subió hasta el rostro del rubio, que lo miraba expectante y sus manos jugueteaban con el algodón que no usó. Harry no quiso esperar más tiempo, los empujó a ambos a un beso. Era tierno, amoroso, Harry había extrañado como nunca la sensación de tener los suaves labios de Draco sobre los suyos y Draco había necesitado como nunca el toque del castaño, el brazo que rodeaba su cintura y la mano sobre su cabeza.
Llega un momento en el que solo se deja llevar, deja que Harry lo recueste en el sofá y que él se ponga encima suyo, deja que Harry lo acaricie por encima de la ropa y le saque suspiros, que le haga desear desvestirlo solo con sus besos, aunque no sean apasionados. Draco siente derretirse solo con el toque.
Aunque les falta el aire, el castaño no se detiene. Empieza a dejar pequeños picos sobre sus labios, algunos duran más que otros, y Draco no puede detenerlo, aún cuando sabe que sus hijos podían despertar por un mal sueño y encontrarlo. Pero no puede detener a Harry, es más, no le importa tanto ser descubierto y tener que dar explicaciones después. Solo quiere disfrutar el momento.
Solo cuando Harry escabulle su mano debajo de su camisa, sabe que es hora de detenerse. Se aleja del rostro de Harry y besa tiernamente ambas mejillas.
— Ya es muy tarde Harry —le advierte, el castaño le mira adolorido—. Sabes que no te puedes quedar un rato más, mis hijos podrían verte.
— Eso no es tan malo —se excusa el castaño, dispuesto a seguir con la ronda de besos. Dirige su boca al cuello del rubio, teniendo demasiada fascinación por la piel sin tocar. Draco ahoga un gemido cuando Harry lo besa por debajo de la mandíbula, una parte de él queriendo que continúe.
— Hablo en serio —la voz le tiembla, siente que si Harry dice las palabras correctas él dejaría que se quede esa noche. Sin importar las consecuencias al día siguiente.
Harry se aleja, lamentablemente. Pero el lado racional de Draco lo agradece.
Le da un último beso en los labios y se reincorpora en el sofá.
— No luces serio —le dice, aludiendo a lo que dijo segundos atrás. Draco no le responde, solo atina a pasarle la camisa que estaba en el suelo.
Ambos lucen desarreglados, en especial el rubio. Y Harry no puede evitar sentir satisfacción por ello.
Antes de irse, Draco le da algunas pociones sanadoras para la cicatrices, luego ambos se despiden con un beso.
— Nos vemos mañana —se despide el rubio, tratando inútilmente de acomodarse la ropa.
— Nos vemos mañana —responde Harry, le da un último pico en los labios y se marcha del lugar.
A penas se va, Draco siente unas inmensas ganas de gritar. Y no sabe si es por emoción o por desesperación.
Eso estaba avanzando muy rápido, lo que significaba que en cualquier momento tendría que contar la verdad.
—Mabel
Lamento la demora, muchas cenas navideñas. Es la primera vez que me demoro más de un mes en actualizar el fanfic 😭, les aseguro que no se repetirá.
Espero les guste y no se olviden de votar🫶🫶🫶
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