5 - Primeras Hipótesis

Andi entró en la casa. Su mejor amigo, George McCaffrey, estaba sentado en la mesa del comedor, charlando con su madre.

      —¿Qué te trae por aquí? —Andi le dio un choca esos cinco.

      —Hice algunas investigaciones para ti —dijo George—. Cuando me dijiste dónde ibas hoy... pedí algunos favores.

George era un periodista de investigación en ascenso para The Star Sentinel, uno de los periódicos locales.

      —Andi, ¿ya comiste? —Tina comenzó a sacar cosas de la nevera—. ¿Georgie?

      —Estoy con una nueva dieta —George hizo una mueca.

      —Georgie, deberías aceptar tu forma rechoncha —dijo Andi.

George agitó una mano con desdén.

      —Es fácil para ti decirlo, estás genéticamente programada para no tener exceso de grasa. Estoy bastante seguro de que subo de peso cada vez que tú comes...

      —Gracias por darme buenos genes, ma. —Andi miró lo que su madre estaba preparando—. Ooh, calentaré unos de estos —agarró dos panes de cerdo de un recipiente y se dirigió al microondas.

      —¡Andi! ¡Detente! El microondas lo arruinará —dijo haciendo una mueca Tina.

Andi levantó ambas manos en señal de rendición.

      —Es tu cocina. —Andi fue a la nevera y agarró dos latas de refresco—. De acuerdo, ¿qué descubriste?

      —Antes que nada, ten cuidado... porque es un agujero negro total.

Andi se sentó en la mesa y le entregó uno de los refrescos a su amigo.

      —No me digas, Sherlock. Todos dicen que la casa está embrujada y que no deberíamos aceptar el contrato.

      —Algo de espeluznante tiene, seguro —cruzó las piernas y se acomodó en la silla—. Hace tres años, Damian Decker cierra un gran acuerdo en China. Una cadena de suministro de piezas de coches que garantizaba un monopolio casi absoluto para las subsidiarias de los Decker en Europa. Hace dos años, vuelve para buscar otro acuerdo, y ahí es cuando todo se tuerce.

Andi asintió.

      —Sí, lo leí. ¿No sacó a su hija de la universidad? Para que terminara la carrera con un tutor privado o algo así.

      —Exacto. Quinn Decker era estudiante de tercer año, le iba muy bien académicamente y en todos los sentidos... luego, ¡boom! La sacan de la uni y la recluyen en casa. Sin contacto con sus amigos ni con nadie. —George le dio un trago al refresco—. Un gran cambio para la señorita popularidad.

      —¿No hubo un escándalo sobre ella hace tiempo? —Andi recordaba haber leído algo mientras investigaba.

George asintió.

      —Sí, algún idiota entró a su habitación e intentó robarle el portátil. Lewis Tremont hizo que la vida de ese muchacho fuera un infierno... se lo merecía...

      —Lewis Tremont ¡Es el mismo abogado que conocimos hoy!

      —Tremont ha sido el abogado de la familia Thoreau durante años, mucho antes de que Joan conociera a Damian Decker. Ella es la que viene de una familia de dinero. La familia Thoreau poseía prácticamente todo al oeste de Morton Valley, todavía lo hacen, de hecho. Joan es la última Thoreau, así que su matrimonio terminó con toda la riqueza familiar. Es la patrocinadora de docenas de organizaciones benéficas, siempre estaba de aquí para allá. Pero después de que Quinn abandonara la universidad, Joan Decker cortó con todas sus relaciones sociales y prácticamente desapareció del mapa.

      —¿Quizás fue cuando enfermó? —especuló Andi—. Tiene algo degenerativo, está en silla de ruedas y todo.

      —Espera, ¿la conociste? —George se acomodó—. ¡Cuenta!

Andi encogió los hombros.

      —Iba en una silla de ruedas motorizada, no podía sentarse derecha. Sus manos estaban deformes. Y no pude ver su rostro, llevaba unas enormes gafas de sol.

      —¡Wow! —George pasó ambas manos por su cabello rubio—. ¿Se veía igual? Ya sabes, como en las fotos que hay en internet.

Andi negó con la cabeza.

      —No, lo cierto es que parecía que hubiese envejecido veinte años, tal vez más. Ni siquiera parecía la misma persona.

      —Tsk. —Tina hizo un ruido con la lengua.

      —¿Qué pasa? —Andi miró la cara de su madre, que estaba nublada de desaprobación.

      —Nada —dijo Tina con desdén, y le entregó a Andi los panes de cerdo—. Ten cuidado, están calientes.

      —Vale... gracias, ma —tomó el plato. Tina se dirigió al fregadero, sacudiendo la cabeza mientras se alejaba.

      —¡Jesús! Eso huele bien. —George miró anhelante a Andi mientras ella daba un bocado a uno de los panes.

Andi le ofreció el plato con el restante, pero George negó con la cabeza.

      —Continúa. —Andi dio otro bocado.

      —Vale, veamos —continuó Georgie—. Tengo información fiable de que la mayoría del personal de la mansión ha permanecido, solo uno o dos renunciaron, pero nadie quiere hablar. Ni siquiera los familiares o amigos de los miembros del personal dicen nada.

      —¿Por qué?

George frotó las palmas de sus manos entre si.

      —Tiene que ser por el dinero. Decker debió extender grandes cheques para comprar su silencio. Nadie va a hablar. Créeme, todos lo hemos intentado.

      —Entonces, ¿qué crees que está pasando? —preguntó Andi.

George se levantó y se estiró.

      —Esto es lo que dicen mis fuentes: uno defiende que Damian Decker se metió con la gente equivocada en Shenzhen, molestó a alguna familia del crimen de la zona, lo mataron a él y a su hija, y envenenaron a su esposa... lo cual es plausible. Pero... la mayoría de mis fuentes dicen que Decker gastó millones en un elixir de inmortalidad, y le salió mal...

Andi parpadeó repetidas veces.

      —¿Inmortalidad? Vamos Georgie, ¿en serio?

      —En otra ocasión, estaría de acuerdo contigo. Muy inverosímil —asintió George—. Pero estas son fuentes en las que confío. No se inventan información solo para llamar la atención. Una cosa está clara, Damian tomó una mala decisión en algún momento y eso le costó la vida.

      —Más bien, mal karma —sacudió la cabeza Andi—. Damian Decker no era un santo precisamente.

      —Tal vez... ¿quién sabe? —George sacó un pen drive de su bolsillo y se lo entregó a Andi—. Aquí está el resto de cosas que nadie debe ver.

Andi miró el dispositivo en su palma.

      —¿Fotos comprometedoras?

      —No, saca esa idea de tu cabeza —escarneció George—. Contiene las finanzas de los Decker... al menos en las que pude poner mis manos.

      —¿De esas mismas fuentes que dicen que Damian Decker estaba intentando comprar una poción de inmortalidad?

      —Sí. Son fiables, Andi. Confía en mí... confías en mí, ¿verdad? —Andi asintió—. Vale. Según estos archivos, Damian y Joan Decker transfirieron todos sus activos al Fideicomiso* Familiar Thoreau hace aproximadamente un año. Con las desapariciones, los abogados están tomando las decisiones sobre ese dinero ahora mismo. Joan se lo ha delegado a ellos.

      —¿Y qué? —Andi levantó las manos—. ¡Quizás está harta de la burocracia!

George soltó un suspiro profundo.

      —No... no creo que sea la burocracia... porque el beneficiario final del fideicomiso es Quinn Decker.

      —¿Qué?

      —Exacto. —Andi frunció el ceño. George miró su reloj y se terminó el refresco—. Lo único que se me ocurre es que Joan se aferra a la fantasía de que su hija todavía está viva en algún lugar... eso, o estaba tratando de mantener a Damian alejado del dinero de los Thoreau...

      —Entonces, ¿por qué los abogados están dispuestos a gastar cientos de miles de dólares en tantos RFP a medio terminar? —dijo Andi, casi para sí misma.

      —No lo sé, es todo lo que tengo. Ten cuidado con este proyecto.

George le dio una palmada en el hombro a Andi antes de alejarse.

      —¡Gracias! Te debo una. —Andi giró el pen drive entre sus dedos.

Una vez que George cerró la puerta principal, Tina rodeó el mostrador de la cocina y se sentó junto a Andi. El rostro de la mayor estaba lleno de preocupación.

      —¿Qué pasa, ma? —dijo Andi justo cuando su padre entró.

      —DP quiere hablar... —Steve miró de un lado a otro entre su esposa e hija—. Tina, ¿qué está pasando?

      —Creo que sé lo que le sucedió a la familia Decker —habló Tina con calma, pero con urgencia.

Steve se sentó en una silla. Tina continuó:

      —Creo que hay un espíritu Gu involucrado en todo esto. Magia negra. Una maldición.

      —Okaaayyyy.... —Steve miró escéptico a su esposa.

Una mirada penetrante de Tina lo fulminó.

      —Georgie acaba de llegar con mucha información interesante que no escuchaste, así que no me mires como si hubiera perdido la cabeza.

      —Pero, ma, ¿realmente existe esa magia negra china? Pensé que solo era folklore —dijo Andi, levantándose de su asiento.

      —Hay mucha exageración, pero también algo de verdad debajo de todo. En las manos equivocadas, pueden pasar cosas muy malas. Mira, Georgie habló sobre el personal que no se va de la casa. Y tú dijiste que la señora Decker parece haber envejecido veinte años, cuando solo ha pasado uno.

Andi se volvió a sentar de golpe.

      —Y había un hombre con ella. Parecía chino.

      —Mi instinto dice que es Gu. Un Gu puede hacer cosas como esta —aclaró Tina.

      —Si es magia negra, ¿dónde está Chow Yun Fat? —bromeó Steve—. ¿Dónde está Michelle Yeoh?

Tina le miró con desdén.

      —Bueno, está bien. Digamos que tienes razón... —Steve carraspeó. Tina inclinó la cabeza y arqueó una ceja—. Está bien, de acuerdo. Definitivamente... muy probablemente tengas razón —concedió al momento—. Entonces, ¿cuál es el objetivo final de algo así? Si es Gu... ¿cuál es fin?

Tina soltó un largo suspiro.

      —La brujería Gu ha sido prohibida desde la dinastía Han. Fue forzada a la clandestinidad, pero aún se practica, porque es poderosa. El objetivo final suele ser la venganza, dolorosa y sin piedad.

      —Así que la señora Decker está bajo alguna maldición de Gu. Y tal vez ese chino esté detrás de ello. —Andi todavía sonaba escéptica—. Espera, ¿existen los hechiceros de Gu? Pensé que solo había brujas.

Tina negó con el dedo.

      —El folklore siempre culpó a las mujeres de la magia negra, pero esa idea está llena de misoginia. La magia Gu puede ser aprendida y practicada por cualquier persona con intenciones maliciosas.

Steve sacudió la cabeza.

      —Pensé que eso del mal vudú era solo algo que Chad se había inventado, pero si es cierto, no vale la pena este contrato.

Los tres Zhao guardaron silencio por un momento.

      —Ella está buscando ayuda. —Tina miró a su esposo—. Tienes que aceptar el contrato.

      —¿Qué? —Steve frunció el ceño—. ¡Estaba pensando justo lo contrario!

      —Tenemos que intentar ayudar —dijo Tina—. Apuesto a que está usando el contrato para atraerte porque no puede salir de su casa por alguna razón, y que la única forma de obtener ayuda es conseguir que vaya la mayor cantidad de gente posible a la casa.

El teléfono de Steve sonó.

      —Es DP... —Steve puso la llamada en altavoz—. ¿Qué tienes, Davey?

      —Tu jerga deja mucho que desear, Steve —dijo David Pomeroy con una risa—. Te llamo porque tengo dos condiciones que agregar a la nueva cláusula. Más que nada para limitar tu responsabilidad al hacer que tu hija firme, y luego para limitar la responsabilidad de Andi. Y no la conviertas en signatario autorizado para Phoenix hasta que el proyecto esté terminado o el contrato sea cancelado, lo que ocurra primero.

      —Pero, entonces... ¿el contrato está bien?

      —No es una trampa, si es lo que estás preguntando. Lo he examinado detenidamente y no hay nada alarmante desde el punto de vista de la responsabilidad para Phoenix. La Cláusula 7-A dice que Andi debe estar consistentemente en el sitio durante el curso del proyecto porque ella es quien firma, pero eso es más necesidad del cliente que un riesgo de responsabilidad. Curiosamente, Lewis Tremont ha hecho todo lo posible para mantener a Joan Decker lo más alejada posible del contrato, pero al final, ese no es nuestro problema. —David hizo una pausa.

      —¿Eso no significa que no podemos demandarla si algo sale mal? —preguntó Andi.

      —No hay razón para demandarla. Todo el dinero está en un Fideicomiso. Y puedes demandar a este. Tremont lo dejó muy abierto, como si nos estuviera desafiando a investigarlo.

      —Tengo buena información de que el beneficiario del Fideicomiso es Quinn Decker. —Andi recogió el dispositivo USB—. ¿Eso te dice algo?

David guardó silencio por un momento.

      —Como una posible responsabilidad para Phoenix, no. Quinn Decker está desaparecida, presumiblemente muerta. La sucesión no debería ser un problema, pero puedo revisar los documentos de la Carta del Fideicomiso si quieres.

      —Nah —dijo Steve moviendo la cabeza—. Gracias por la ayuda, David.

      —No hay problema —dijo el abogado—, envíale mis cambios a Tremont y veamos qué sucede. Si deciden aceptar, aseguraos de que Tremont me envíe una copia firmada.

David colgó y la familia Zhao se miró en silencio.

      —Acepta el contrato, Steve —dijo Tina—. Esa pobre mujer ha estado pidiendo ayuda durante mucho tiempo.

      —Andi, —Steve se volvió hacia su hija—, envía los cambios de DP una vez termines con las adiciones al presupuesto. Tal vez lo rechacen y todo esto sea en vano.

      —De acuerdo. —Andi se levantó y se dirigió al estudio en el sótano.

      —Iré a hablar con En Ming, a ver qué dice —dijo Tina en voz baja.

      —¿En serio? Con una adivina... —Steve parecía escéptico.

      —Y una muy buena —le recordó Tina—. Estás haciendo lo correcto si aceptas este contrato.

      —Espero que así sea, porque es el cuello de nuestra hija el que está en juego. Su nombre es el que va en la línea de puntos.

Más tarde esa noche, el sueño de Andi la llevó a través de un caleidoscopio de imágenes inquietantes. Destellos de la cara de Kei Shang, mirándola fijamente. Andi firmando con su nombre en el contrato y la señora Decker riendo con deleite.

Y luego la escena cambió.

Andi estaba en una extraña habitación. Había una cama a su izquierda. Se acercó. Había una mujer en ella. La mujer estaba dormida, acostada boca abajo. Estaba desnuda, las sábanas cubriendo solo hasta las caderas.

—Hmmm... estás en casa —dijo la mujer, en un susurro, mientras Andi se acercaba.

Los ojos de Andi se abrieron de par en par. Durante el resto de la noche, trató de volver a sumergirse en ese sueño, pero la mujer no apareció de nuevo.

*Fideicomiso: Un fideicomiso es una forma de titularidad de propiedad que separa la titularidad efectiva de la titularidad legal. Designa a un fideicomisario como propietario legal de los activos, al tiempo que designa a uno o varios beneficiarios que gozarán de los beneficios de los bienes depositados en el fideicomiso.

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