3 - La Bestia en el Castillo

La Ford Super Duty hizo una amplia curva desde la Ruta 47. Andi aceleró el motor mientras comenzaban a subir la pendiente hacia Harrier Ridge.

—¿Conseguiste a tiempo las especificaciones exteriores de Jeff? —Steve hojeaba su propuesta.

Andi asintió.

—Sí, las incluí en la versión final que envié. Papá, ¿estás seguro de esto? Me duele decirlo, pero Lyle tiene razón. Parece haber una especie de Triángulo de las Bermudas en la finca de los Decker.

Steve se quitó las gafas de lectura.

—Cuando empiezas a pensar en cosas paranormales, todo comienza a parecer extraño.

Momentos después, ambos Zhao estaban mirando fijamente la mansión Decker con la boca abierta. La propiedad parecía haber sido invadida por la naturaleza durante décadas. Enredaderas de hiedra cubrían la fachada del edificio. La vegetación se inclinaba bajo su propio peso.

—Es imposible que esto haya pasado en un año —dijo Steve sacudiendo la cabeza.

Andi miró a su padre.

—Todavía podemos echarnos atrás.

—No —sonrió Steve—, ahora quiero descubrir qué está pasando. Vamos, es hora del truco o trato. La carta dijo que debíamos entrar por la puerta Este... que creo que es por allí...

Padre e hija crujieron el camino sobre la grava. La puerta Este se abrió mientras se acercaban, y un hombre con un traje caro apareció.

—¿Señor Zhao?

—Sí. —Steve extendió una mano.

—Frank Whitaker, soy uno de los abogados de la señora Decker. —Frank estrechó la mano de Steve—. Pasen. ¿Usted es...?

—Ella es Andi, mi hija. Es una de nuestras arquitectas.

—Encantado de conocerla. —Frank les guió por un corredor poco iluminado—. Por aquí, por favor.

Frank les guió por un par de pasillos y luego giró el pomo de una enorme puerta de roble.

Los tres entraron en una gran habitación con techos abovedados. Un hombre mayor les estaba esperando. Andi asumió que también era abogado.

El hombre de cabello blanco se levantó, abotonó su chaqueta y se acercó a los Zhao, extendiendo la mano.

—Lewis Tremont, socio gerente de Tremont Law. Gracias por venir hoy.

—Tomen asiento. —Frank indicó dos sillas vacías en la mesa.

—Estamos agradecidos de haber recibido su propuesta. Francamente, ustedes fueron los únicos que presentaron una. Así que tenemos un proceso de selección relativamente rápido garantizado. —Lewis Tremont no sonaba como si se sintiera afortunado—. Mi colega y yo hemos revisado su propuesta y hemos recibido la aprobación de la señora Decker para otorgarles el proyecto. Nos gustaría dejar zanjado el contrato hoy mismo.

"Esto podría haberse hecho por correo electrónico", reflexionó Andi. Casi podía escuchar el sonido de la caja registradora mientras Tremont acumulaba horas facturables.

Lewis Tremont se levantó y señaló hacia la ventana.

—Queríamos que vinieran para que pudieran ver por sí mismos la magnitud del proyecto.

Los Zhao le siguieron y miraron por la gran fila de ventanas. La vista salvaje y descuidada del terreno de la finca se correspondía con la tristeza del cielo.

Tremont suspiró resignado.

—Hemos tenido dificultades con la rotación del personal encargado del mantenimiento de la finca, y como hoy firmarán el contrato, queríamos asegurarnos de que sabían en lo que se estaban metiendo.

—¿Por qué tanta urgencia con el contrato? —preguntó Steve.

—Bueno. —La cara de Lewis Tremont adquirió un poco de color—. Se está acercando el primer aniversario de la desaparición del Señor Decker. La mayoría de las pruebas apuntan a una muerte prematura, y hay ciertos asuntos relacionados con su patrimonio que-

Una puerta al otro lado de la habitación se abrió y Tremont pegó un brinco de sorpresa.

—¡Señora Decker!

Una silla de ruedas motorizada se deslizó al interior de la habitación. En ella se sentaba una mujer, cuyo cuerpo estaba torcido de manera incómoda. Unas gafas de sol descansaban sobre su nariz, tan grandes que parecía que luchaban por quedarse en la cara de esta.

La mano arrugada sobre el joystick manejó, con gran habilidad, la silla de ruedas hasta la mesa.

—Lewis. —Una voz sorprendentemente fuerte y vibrante emanó de aquel cuerpo maltrecho—. ¿Hemos llegado a un acuerdo?

—Bueno, no exactamente —admitió Tremont mientras se apresuraba de vuelta a la mesa—. Estábamos a punto de repasar el contrato.

Un sutil suspiro salió de la multimillonaria.

—Calculé mal mi entrada.

Andi se rió mientras regresaba a su asiento. Eso le hizo ganarse una pequeña sonrisa de la señora de la casa.

—¿Te parezco divertida? —La señora Decker giró el joystick para que su silla de ruedas se volteara hacia Andi.

Andi sintió la mirada desaprobadora de su padre.

—Um... no, señora. Me pareció gracioso el comentario sobre su entrada mal calculada... porque estaba bien sincronizado... um, cómicamente hablando, quiero decir...

Otra pequeña sonrisa y un asentimiento casi imperceptible salió de la dueña de la casa.

—¿Y tú eres...?

Andi sintió los ojos de la anciana enfocándose en ella. Las gafas de sol ocultaban mucho, pero Andi podía sentir a la señora escrutándola.

Andi puso su línea de visión donde pensaba que estarían sus ojos, y la mantuvo allí.

—Soy Andi Zhao, señora.

El corazón de Decker comenzó a latir más rápido. Andi la estaba mirando directamente. Había pasado mucho tiempo desde que alguien lo hacía. La mayoría de personas apartaban la mirada; no podía culparlas, su cuerpo maltrecho era difícil de mirar. La mirada de Andi, suave e inofensiva como era, le envió una onda de deleite al corazón. "No hace daño a nadie que Andi parezca exactamente mi tipo...", pensó. Rápidamente desvió la atención.

—Lewis, firmemos esto. Preferiría no estar sentada aquí todo el día.

Andi inclinó la cabeza ante el humor seco de Decker; juraría que sintió un guiño detrás de las gafas de sol. Por deforme que estuviera la mujer, emanaba juventud. Andi podía sentirlo.

Lewis Tremont enderezó la espalda y volvió a su actitud profesional.

—Por supuesto. Señor Zhao, ¿está listo para revisar y firmar el contrato?

Steve se acercó.

—Sí, creo que sí.

—No.

Todos los ojos volvieron a la señora Decker. Un dedo artrítico apuntó a Andi.

—Ella revisa, ella firma. Su proyecto. Lewis, hemos discutido esta posibilidad.

Andi lanzó una mirada rápida a su padre. Ambos estaban sorprendidos.

—Andi no es una signataria autorizada para Phoenix. Todavía no, al menos. —Steve empezó a sentirse incómodo. No le gustaba que los clientes usaran abogados de renombre para obligarle a aceptar términos poco convencionales.

Lewis Tremont aclaró su garganta.

—Bueno, estaríamos dispuestos a aceptar la firma de la señorita Zhao si usted actúa como testigo. ¿Sería eso satisfactorio?

Andi encogió los hombros. Steve se levantó.

—¿Le importaría si lo discutimos con nuestro abogado? Podemos comprometernos a darle una respuesta mañana.

Andi notó que los abogados estaban conteniendo la respiración. Eso no era una buena señal.

La señora Decker dio la más ligera indicación con la cabeza.

—Es aceptable. Les enviaremos por correo electrónico el nuevo contrato, con los bloques de firma modificados —dijo Lewis Tremont mientras cerraba su bolígrafo—, y también una cláusula adicional que señala a Andi como firmante. —Asintió a Frank Whitaker, quien se levantó e indicó la puerta.

—Les acompañaré hasta la salida.

Steve estrechó la mano de Lewis y ofreció estrechar la mano de la señora Decker, pero ella lo rechazó con un gesto de mano y aclaró:

—No más tarde de las 9 de la mañana, señor Zhao.

Su mano volvió al joystick y, con un zumbido del motor, giró y salió disparada de la habitación hacia el ascensor. Sus dedos golpearon impacientemente los reposabrazos mientras ascendía. La silla de ruedas salió del ascensor al llegar al segundo piso y no se detuvo hasta que llegó a su habitación.

—Has tardado muy poco...

Decker se giró hacia la voz y levantó una ceja.

—Lewis es muy eficiente.

—Sí, lo es —dijo Kei Shang mientras sostenía una taza humeante—. Toma, bebe esto, es parte del trato.

Ella hizo una mueca antes de llevar temblorosamente la taza a sus labios. Se bebió aquel líquido amargo bajo un ceño fruncido. La imagen de Andi Zhao apareció en su mente y el ceño fruncido se convirtió en una sonrisa.

A Kei Shang no le gustó ver esa sonrisa.

Giró la silla de ruedas hacia la ventana, que daba al patio delantero. Kei miró hacia abajo donde los Zhao caminaban hacia su camioneta.

—Ah —dijo Shang con frialdad—, piensas que has encontrado un candidato...

—Tal vez lo haya encontrado —respondió con tranquilidad.

Los ojos de Shang se estrecharon.

—Recuerda las reglas, querida. Él debe quedarse por voluntad propia y declarar su amor sin que lo incites tú. —Inclinó la cabeza con curiosidad fingida—. Nadie se ha acercado a ti hasta ahora, ¿qué te hace pensar que éste se quedará? ¿la hija?

En ese momento, Andi decidió mirar de nuevo hacia la mansión. Sus ojos encontraron inmediatamente a Decker. Andi notó al hombre asiático detrás de la debilitada mujer. "Probablemente su cuidador", pensó la joven mientras levantaba una mano en saludo y sonreía.

—Ooooh, has hecho una conexión —dijo Shang sarcásticamente—. ¿Pero es el indicado?

Zedecker bajó sus gafas de sol y fulminó a Shang con la mirada.

—No es él. Es ella.

Kei Shang estaba sorprendido, pero no lo demostró.

—Las mismas reglas. Tic tac, tu año casi ha terminado.

La mujer ignoró la última frase; el tiempo significaba muy poco, con los últimos diez meses habiendo pasado peligrosamente rápido. Sin embargo, ahora se permitía sentir una pequeña chispa de esperanza.

En el exterior, por el lado oeste de la mansión, una docena de enredaderas de hiedra se retiraban hacia la nada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top