"No puedo dejarte, no voy a hacerlo"

Apreté tu mano, mientras negabas frenéticamente con la cabeza.

"Sí, sí puedes. Y vas a hacerlo. Vete, quiero que te vayas"

En tu voz, era evidente;

Me estabas mintiendo.

No querías que me marchara.

"Todo va a salir bien, lo prometo. Confía en mí"

Te miré con ojos suplicantes, y accediste.

Pero, ambos sabíamos que aquello no era verdad.

Tú confiaste en mí, teniendo en claro que aquella promesa era completamente superficial.

Probablemente, nada iba a salir bien.

No obstante, nos arriesgamos.

Y lavaste tu cara, tu pelo, tus manos...

Con agua y una inmaculada barra de jabón.

Que terminó manchándose de rojo.

El hecho de que fuera la sangre de tu padre, la misma que corría por tus venas, no era lo más perturbador.

Sino, la cínica sonrisa que adornaba tu angelical rostro.