CAPITULO 22
MATILDA
- Lo siento mucho... - Me dice ante eso y como siempre y ante el recuerdo de mi hermana, solo asiento en silencio como él, ante algo que cruza por su mente mientras me acompaña hasta los primeros escalones de la entrada de mi casa, para ayudar en llevar parte de mis cosas.
- Debes descansar y yo, debo conseguir hotel... - Las acomoda junto a la puerta, para luego poner la manos bien profundo en los bolsillos delanteros de sus jeans por el frío.
Voltea para mirar, pese a la oscuridad de la noche llegando a la zona.
La calle.
Casas vecinas.
Y los pocos y valientes autos, circulando con la nieve.
Saca una mano, para que aparezca ese dedo explicativo.
- ...tienes que ponerte al día con tus padres, como organizar el regreso. - Baja mi gorrita de lana de un movimiento al decirlo, hasta tapar mis ojos.
No veo.
Pero siento un cálido beso que deja sobre ella y en mi frente.
Me hace sonreír, mientras escucho que sus pasos se alejan.
Cuando despejo mi vista, ya está en su camioneta y con una seña mía del móvil, quedamos en hablarnos.
Lo veo marcharse, aún con mi celular en alto.
Miro la pantalla.
Todavía tiene como fondo el que dejó cuando me entregó esa noche de la primer nevada en el bodegón.
La imagen del mural, con su viejo escrito.
Y mi respuesta renegada a eso.
Se me escapa una risita, mientras busco las llaves de mi casa del interior de mi cartera.
Para luego, la suya escrita esa misma noche y antes de mi protocolar besada de culo.
SANTO
Un buen Hostal sobre una avenida y pocas cuadras de los padres de Matilda, encontré y pedí una habitación.
Linda y acogedora estancia con una cama lo suficientemente cómoda y grande para mí.
Muy agradable, templada por el calefactor encendido.
Televisor y adornos en un extremo.
Y con una pequeña mesa como silla, donde dejo mi mediano bolso de viaje, cual saco del interior de este, mi laptop y un par de cuadernos mientras me despojo de mis gruesos abrigos como aflojando el cinto y desabotonando mi pantalón en dirección al baño por una ducha caliente.
El agua se lleva el cansancio de horas de ruta cuando salgo envuelto en la cintura con una toalla y en una más pequeña, me secó con fuerza mi pelo caminando por la habitación.
Pensando en lo último que mencionó Matilda hablando de su familia.
No solo, de sus ancianos padres.
Me siento en el borde de la cama.
Sino.
En esa hermana fallecida hace poco más de seis meses.
¿Más grande de edad o menor que ella?
No pregunté.
Saco una camiseta limpia y unos viejos pantalones de gimnasia para dormir del bolso.
No quise hacerlo.
No me pareció prudente.
Si sus ojos se cuajaron de lágrimas, ante el recuerdo y mencionarme eso.
Porque sigue siendo reciente, por ser algo más de medio año por esa perdida.
Y una, que se podría decir igual a la mía.
Froto mi rostro pensativo y aún, por ese dolor punzante.
Tiempo igual en que Clara y de la nada.
Desapareció de mi vida...
MATILDA
¿Qué decir?
Abrazos.
Mucha alegría.
Preguntas.
Muchísimas preguntas.
Y acompañado de un gran plato hondo de comida caliente y casera.
Para luego, un tazón de chocolate calentito como final de la velada con mis padres ya en la sala.
Sentada en el viejo como gran sillón y frente al querido hogar, dando calor y ardiendo por más leña nueva atizada por opa.
Contándoles desde mi primer pie, pisando la ciudad universitaria.
Que Glenn, está muy bien.
De ese bonito bodegón que me llevó a conocer.
Su mural, donde todos escriben desahogando alguna frase.
Pero omitiendo lo sucedido con el profesor, pero que sí, escribí en él.
También, que traje todo de Clara.
Pero.
Y una combinación de emociones encontradas soy toda yo.
Ya que, dejé mis ansias como ganas de estudiar allá.
- Tu madre y yo, seríamos muy felices si retomas tus estudios, Mati... - Mi opa dice, al ver pese a mi felicidad ante esa perspectiva de futuro, la incertidumbre que me abruma por dejarlos solos.
Oma se acerca con un plato de galletas de miel y toma asiento a mi lado.
- Y lo que Clarita, quisiera... - Continúa, ofreciéndome una.
La muerdo apenas.
- ...la distancia, oma... - Murmuro mi espina.
Una que pincha mucho, porque es lo que me angustia.
Lo que nos separa.
Y una risita de opa apoyado al hogar y agregando un par de leños más, provoca que lo miremos.
Viene hasta donde estamos robando dos galletas y aún, con esa sonrisa en su anciano rostro pintado.
- Une, querida hija... - Me corrige con cariño y revolviendo mi pelo, como cuando éramos niñitas y pese a llevar mi gorrita de lana mi cabeza. - ...distancia que nos une y tu viejo pero sano como fuerte padre, puede manejar para visitarte con la omita cuando queramos...
- ...siempre... - Finaliza oma.
Palabra, que me hace al fin sonreír.
Adjetivo que me hace comprender en su definición lo que mis padres intentan decirme.
Que en todo o en cualquier tiempo o momento.
Ahora sí, mastico con ganas y muy feliz mi galleta dulce.
Estaremos juntos.
SANTO
Abro la laptop dando un sorbo a mi taza de café y mordiendo el sándwich que me pedí, mientras envío un mensaje a Matilda donde me hospedo y a continuación, de saber que está bien y ya con sus padres.
Sacudo mis manos y parte de la mesa, de restos de migas para disponerme a escribir, pero antes chequeando las notificaciones de la plataforma.
Sonrío, ante conjeturas que leo en comentarios y sacan en cada capítulo.
Y un cierto triunfo para mí.
Porque y aunque mis novelas, son de género romance cliché con toques de humor.
Logro sorprenderlas.
Todavía.
En qué, sucederá en el siguiente capítulo o final de la historia.
Sonrío más.
O en lo que tanto me gusta ver traducido en esa unidad de palabra repetitiva y casi siempre, acompañado de algún emoji.
Las risas de mis lectoras.
Haciéndome hasta sentir sus carcajadas a través de ellas y con cada "jajaja" que ponen de forma extensa divertidas y por alguna situación de los personajes.
Satisfacción muy contagiosa.
Tanto, que me hace reír también y felicidad, como misión cumplida para mí.
Robarles sonrisas.
Me ajusto mejor a mi silla y roto mi cuello para aflojarme, acomodando más alto mi lentes en el puente de mi nariz y dando otro sorbo a mi café y apoyando los dedos en el teclado, comienzo lo que dejé a medias.
Abro uno de mis cuadernos en una última anotación que hice.
Terminar un capítulo.
MATILDA
Que sentimiento.
Porque, es uno.
El de sentir, cuando me lanzo de espalda y con todo mi peso a mi querida cama ya en pijama y tras una ducha.
Sensación de mi querida colcha como mi adorado colchón, bajo un gemido de alegría y placer que hace sonreír a oma que viene detrás mío.
Y como siempre y aunque, ya soy adulta.
Religiosamente como mamá gallina, se cerciora de que las cortinas de mi habitación estén bien cerradas por la baja temperatura invernal de afuera.
Que la calefacción esté en su calor correcto.
Y mi cama hermosa, con las suficientes frazadas para que no sufra frío.
La observo poniéndome de lado en como verifica todo.
- Te quiero, omita... - Le digo con cariño y en diminutivo, lo que sería para mí, mamita en alemán mientras me obliga a meterme en la cama.
- Lo sé... - Dice muy convencida, haciendo que ría.
Besa mi mejilla, ya arropada y tomando asiento a mi lado.
- ...con todo esto, dijiste que te traían. Pero, no quién... - Me mira curiosa.
- Lo van a conocer mañana... - Solo digo.
- ¿Lo? - Más curiosa.
Subo parte de mi cobija hasta la altura de mi nariz, para tapar mi sonrisa idiota y enamorada.
Asiento.
- ¿Muchacho?
Vuelvo a asentir, ocultando más mi rostro por su cara de sorpresa.
- ¿Novio? - Sigue preguntando.
Y aunque no la veo, percibo su sonrisa también.
Sacudo mi cabeza, bajo mi frazada.
- Creo que sí... - Re infantil.
Pero hago a un lado las cobijas de golpe y me incorporo, mirando a mi madre.
- ¿Oma, puede venir a almorzar mañana? - Pregunto expectante y tirando todo mi pelo cortito hacia atrás para verla bien. - Él me ayudó mucho, desde que pisé la facultad y los días restantes... – Y le relato al fin pero a grandes rasgos, lo sucedido en la carretera en mi supuesto regreso y con mi viejo coche.
En cómo, me socorrió por eso.
Obviando, que pasé las noches con él.
Pero sí, con lujos de detalle sus clases.
Y que él fue, el que me motivó a que retome mi carrera, aparte de ofrecerse en traerme como llevarme de vuelta.
Acaricia mi mejilla.
- Haré algo digno de mucho agradecimiento por ayudar a nuestra hija. - Promete como almuerzo, guiñando un ojo cómplice y dándome el beso de las buenas noches.
Y yo.
Feliz.
Tanto que no me puedo dormir ya una vez sola y por más, que el cansancio golpea mi cuerpo por el viaje.
Con mis ojos muy abiertos y pensativa, ante la expectativa de estudiar otra vez y todo lo que tengo que empacar y el almuerzo de mañana.
Quedando abstraída y pensando en el profesor Santo entre mis cobijas y acostada, donde me seduce la idea de llamarlo o escribirle un mensaje nuevo.
Pero y siendo la hora de la noche que es.
Bastante tarde.
Niego, mirando la hora que me señala la luz titilante de mi despertador desde un mueble y a través del pequeño reflejo blanco como toda iluminación de mi oscura habitación que atraviesa por un espacio de la cortina cerrada y que llega de la calle.
Pero haciendo a un lado las sábanas, busco de la caja de Clara su laptop.
Todavía no me bajé la app de la plataforma de lectura y tal vez, leer algo me de sueño.
Busco al tal copito de nieve y me encuentro para mi alegría, una actualización de una de sus noves.
Cual, la engullo en pocos minutos y se gana una gran maldición de mi parte, cuando termino el capi, porque toca esperar hasta la próxima.
Y como veo y calculo.
Cabrón o cabrona.
No lo hace muy seguido.
Pero y sobre mi fea mueca en su honor.
Ver la notificación de ese capítulo recientemente subido.
Me acomodo mejor, sobre mi almohada y frente al teclado.
Puede ser.
Que a lo mejor.
¿Sigue conectado?
Y por eso, cliqueo al buzón de mi hermana y busco su nombre, donde ahí quedó esa respuesta que nunca respondí ante su pregunta.
El nombre de mi hermana.
Esos dos únicos mensajes.
Y otra mueca.
Ya que, mi hermana se tomó la molestia de eliminar todos los mensajes anteriores.
He inclino mi cabeza curiosa, al ver con más detención el resto de su buzón con más lectores o escritores.
No tengo idea, que son.
Pero sí, con ese resto no se tomó esa molestia.
Y mastico una uñita de un dedo insipiente y sin dejar de mirar la pantalla, intentando buscar la respuesta de ese universo.
Por qué? Por qué? Por qué?
SANTO
Tiro todo el peso de mi cuerpo hacia atrás y contra el respaldo de la silla, satisfecho por subir el capítulo.
Pero mi vista se clava por mi posición relajada, mirando en techo de la habitación.
2105 palabras que motivó.
Inspiró.
La chica a unas cuadras durmiendo de donde me hospedo.
La mujercita que me agrada.
Me gusta.
Mi musa.
Y no puedo evitar, sentir mi estómago que se contrae por algo cálido y lindo.
En señal de saber.
Darme cuenta.
Que Matilda, es mía.
Pero a su vez, otro malestar aparece y por eso froto mi pecho donde crece un dolor.
Uno que ahora con mi vista a la ventana, cual corrida totalmente sus cortinas y mostrando a mi placer la blanca y nítida noche de invierno como paisaje.
Mi imagen se vuelve borrosa.
Porque, malditamente mis ojos están llorosos.
Ante lo que quería bloquear momentos antes, pero nace ante esas tres palabras cual, todos estos meses fue parte de mí.
Clara, solo desapareció.
Y resoplo sin entender.
Nuestros encuentros eran siempre por las tardes y donde las obligaciones de cada uno, ya no demandaban y comenzando lo que nunca imaginé y que a través de la plataforma cual escribo.
Yo aficionado a la escritura y por ende, escribiendo lo que empezó con una obra.
Una novela, que gustó y se fue transformando en varías, sea saga o no.
Y Clara, una ardua lectora.
Que, sobre comentarios ingenuos como sencillos en un principio y con cada lectura de mis capítulos.
Para luego, dudas y opiniones más profundas y directo a mí, como escritor, donde en específico era en una de mis obras y muy atenta recalcaba, ciertos reparos que llamaban mi atención.
Me parecían interesantes.
Originaron con esas charlas de comentarios tras comentarios, pasaran a una conversación privada.
Cual, siempre flotaba en el aire los que amábamos.
Leer.
No solo, respecto a mis escritos.
Si no, ya en general intercambiando y recomendando más libros como autores, ajenos y desconocidos a uno.
Y con ello...
Los meses, también fueron pasando.
No muchos.
Pero meses en fin en esta amistad de teclado a teclado.
Charla y más charla que se fue transformando en algo más especial y como mencioné antes.
Una tarde, nos encontramos por primera vez.
Una, que se convirtió en días sucesivos y en más encuentros con Clara, recreando lo que nos unió y llamó la atención entre ambos.
Ese misterio de nuestras vidas propias.
Donde yo era Ezequiel, ya que me llamaba por mi segundo nombre.
Y ella, simplemente Clara.
Una estudiante de alguna facultad y un profesor de una determinada universidad.
Cual, este cierto juego fue impuesto por ella y la idea era solo ser nosotros.
Siempre nosotros y nada más, que nosotros dos.
No tenía nada que ocultar y no veía, cuál era el problema.
Y seguí su juego.
Uno en realidad inocente.
Pero, con más citas disfrutándonos.
Paseos por parques.
Salida a viejos cines y nuestra gracia, ver películas en blanco y negro de los años dorados.
Cenas con extensas charlas de sobremesa, acompañado de alguna copa de vino o taza de buen café y de a poco contándonos un poco más de nuestras vidas.
Yo, me enamoré.
Profundamente.
Y quería más, porque ansiaba todo de ella y sabía que Clara, me amaba también.
Pero por más horas extras que trabajaba mi cerebro no entendía por qué, me pedía tiempo.
<< - Casémonos. - Le dije muy sincero como decidido, poniéndome frente a ella e interrumpiendo nuestra caminata un domingo por la tarde, por la gran feria de pulgas de la ciudad.
Pellizcó un pedazo de rosca azucarada, que compramos unos puestos atrás y llevaba entre sus manos.
Soltó una risita, mientras puso ese pedazo en mi boca.
Era dulce y su masa se deshizo en mi boca como la bonita sonrisa de Clara, mirándome.
Una que dibujaba divertida y alegre en su bonito rostro pálido.
- Profesor Ezequiel... - Me reprochaba cariñosa, sin mencionar mi primer nombre, cual ya sabía.
Porque, le gustaba más.
Y tomando más mi brazo entre los suyos, me obligó a que retomemos nuestro paseo.
- ...deme tiempo, solo unos meses y prometo darte esa felicidad que esperas... - Volvió a repetirme, lo que siempre respondía.>>
Meses que pasaron y tiempo, que nunca vino.
Porque, Clara jamás me dio.
Y una noche, donde la idea era cenar en mi departamento.
Tocando la puerta y yendo a abrir.
Y como si esta abierta, fuera una línea imaginaria.
Una frontera.
Y uno de cada lado y frente al otro.
Que nos dividía.
Como sus ojos, seguido de sus palabras al hablarme que nos separábamos.
Donde, su tono de voz la traicionaba, porque lo que me decía convencida sus labios, no llegaban a sus ojos lagrimeados.
Y más.
Cuando fui besado por ellos, temblando en mi mejilla y a modo despedida.
Silencio.
Porque, no me lo creía.
Intentando sobre sus negaciones y tratando de soltar mi abrazo.
Uno que impedía que se vaya y pidiéndole cuando hablé, una explicación que no me daba.
En realidad, no quería darme.
Y solo diciéndome la incongruencia que siempre iba a estar.
Y por eso cerré mis ojos con fuerza, tratando de bloquear ese grito de NO en mi cabeza, cuando al fin la solté.
Y para verla irse sin vacilar después.
¿Consonancia a eso?
No hubo.
Porque, Clara había sido y se había convertido en parte de mi vida desde la primera vez que la vi.
Nadie, puede ser Dios.
Pero sin embargo, todos podemos ser demonios.
Demonios, de los más difíciles y dolorosos de soportar.
Que nos llenan.
Causados por un amor no correspondido o el engaño referido y siendo causa, del peor momento de nuestras vidas.
Por el daño.
Logrando, no solo no aceptar como comprender esa tristeza.
Sino, también.
Lánguido y perdido, sobre los días siguientes convirtiéndose en semanas.
Y estas, en meses.
Tristeza por mirar en la dirección equivocada y centrarme cada jodido día que pasaba en ese hecho pasado con mal sabor en mi boca y en mi pecho.
Mi corazón.
Uno, partido en dos y que sangraba y lo siguió haciendo por más hielo que tiraba a la herida.
Pero así, como con ese impulso tocas fondo.
Es el empuje que una vez abajo, te lleva a flote.
Intenté modificar para cambiar esta emoción de tristeza.
Una de descontrol de mi eje de vida.
Obligando tras unos meses de licencia en templar mis nervios y aprender a llorar como forma de sacar este dolor.
Gracias a mis amigos y familia.
En especial, mi hermano Marco.
Relativizando mi situación y volviendo a mi rutina poco a poco.
La que amaba.
Dar clases y escribir.
Y procurando no remover la herida, pero siendo feliz de a ratos y tratando de encontrar en gustos y placeres, los detalles que ya no apreciaba más y que en cada clase y mis alumnos, ayudaron a alejar el foco de mi atención de mí, mismo y que padecía.
Sonrío.
Y a comenzar a ver la realidad.
La mía de siempre y toda la vida, desde una perspectiva más amplia como centrándome en el momento presente en el que estaba.
Y más.
Cuando en ese hoy, apareció por efecto de esas causalidades, que ya no reniego más.
Mi maravilloso y bajito caos, con gorrita blanca de lana en la cabeza y derramando café en mi camisa.
Dándome cuenta.
Que de amor, nadie muere.
Y que con el mismo sentimiento, pero diferente intensidad.
Misma pasión, pero una magnitud solo para esa persona, se puede volver a amar.
Y con Matilda amándola me di cuenta, que quiero vivir en Alaska o en el peor desierto de África.
Porque, ella me hizo ver.
Mi musa.
Que he vivido, muy tibiamente en realidad.
Y Matilda es mi intensidad.
Donde lo nuestro y según Benavente, era rigurosamente y de la forma linda profesional.
Y sin que lo sepa.
Porque, ella me conquistaba.
Cierro mi laptop, para acostarme.
Y yo por ello, escribía...
MATILDA
Frunzo mis labios algo desinflada y desilusionada.
Y como mis expectativas, mis hombros caen al ver que tras un par de minutos.
No recibo respuesta de "el o la", copito de nieve ante lo que le escribí decidida al fin.
Resoplo, guardando la portátil de Clara y obligándome a dormir.
Pocas horas de sueño y ya va amanecer.
Sonrío sobre mis frazadas anidándome en mi cama.
Ya que mañana.
Cierro mis ojos.
Va hacer, un gran día...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top