CAPITULO 21
MATILDA
Miro al profesor, como continúa hablando con un par de colegas.
Mucho más grandes de edad que él.
Observo a los tres.
Parece en lo poco de este tiempo en la U y cruzando algunos, que Santo está en la camada joven.
Me acomodo mejor en la esquina donde estoy apoyada esperando, ya que los dos no pudimos seguir con la caminata al entrar al pabellón por ser rodeado por estos otros profesores.
Porque la consulta o tema, se transformó en una charla.
Una que, yo tomé distancia sobre su mirada de reojo viendo, como me alejaba respetuosamente para dejarlo solo y esperar en este rincón.
Pero, bajo su perímetro y campo visual.
Y otra, notando en esa determinada conversación con su pares y pese a que no conozco mucho a este hombre.
Pero que, me enamoré absurdamente en estos contados días.
Puedo sentir, desde donde estoy.
Y muerdo mi labio para no reír y trato de entretenerme con toda la masa estudiantil que pasa frente a mí y cual, una media docena decoran parte de una pared con muchos globos por una fiesta próxima para recaudar dinero y que anuncia una cartulina entre ellos.
Que el profesor Santo prosigue con la charla y leyendo las hojas que muestran y le dan estos de lo que sea.
Y tras otra mirada a mí, con disimulo, pero asintiendo lo que dice uno de ellos.
No te rías Mati.
Una actitud imposible y que quiere escapar.
Huir de ellos.
Como si eso, ya se hubiera prolongando más de lo necesario mientras sigue leyendo y pasa a la siguiente página.
- Poca, pero respetuosa paciencia... - Murmuro para mis adentros, mientras acomodo mejor mi gorrita de lana en mi cabeza y entrecierro los ojos, apoyando mi cabeza también en la pared que estoy y ante el recuerdo de anoche como conclusión.
Y mis ojos, vuelven a él.
Una pose descansada mientras termina dichas hojas, seguido a devolverlas a uno de sus interlocutores y sonreír, sobre la risa de ellos chequeando con disimulo la hora de su reloj.
Sip.
Porque creo asegurar, que definiría eso a este hombre.
Poca, pero respetuosa paciencia.
Cuando la cosa se prolonga más de lo debido.
Bajo mi vista a mis botitas.
Ya que, en su forma de amar también.
Pero, de la linda.
Una demandante y de pura posesión.
Y escozor tibio bajo mi vientre y pechos me llena debajo mi abultado abrigo por recordar el tacto con esas cientos de sensaciones por sus dedos y los míos entrelazados colmados de acuarelas, dibujándome la piel desnuda hoy temprano en su cuarto de pinturas.
- Hasta que te encuentro, profanadora sexual de profes lindos... - Siento la voz llena de humor de Glenn, seguido de su mano en mi hombro girándome y empujarme con golpecitos graciosos en mi espalda, para incentivarme por más que me resisto en dirección a la cantina, sobre su risita y por más que nos ganemos miradas de todos los estudiantes que cruzamos.
He inclusive, del profesor.
Cual sin dejar de hablar a sus colegas, pero con su mirada en mí, eleva una ceja y observa como me dejo llevar por mi amiga y su alumna en dirección al bar.
SANTO
Huelga docente.
Paro educacional.
Nada nuevo y siempre vigente en un país, donde siempre hay conflicto entre la política de turno y la docencia.
Sea escolaridad primaria, secundaria u universitaria, donde y a través de una asamblea en fecha y hora estipulada, cuerpo de profesores y maestros al reunirnos debatimos.
Por un lado, quienes aseguran que la única posibilidad de lograr los cambios es manteniendo la medida de presión.
Y por el otro.
La línea donde se apuesta a deponer, un posible paro o huelga y seguir la discusión en las instancias legislativas.
Poca paciencia.
Ya que, soy neutral y me importa e interesa solo una cosa.
Mis alumnos y que se cumpla uno de sus derechos.
El de estudiar.
Chequeo la hora devolviendo a uno de mis colegas la hoja oficial de dicha asamblea del Ministerio de Educación y agradeciendo el informe mientras se retiran a sus prontas clases.
Y sin perder de vista.
Pero con disimulo.
Veo como apareciendo mi alumna Glenda Estiefel y diciendo algo que no llega a mis oídos a Matilda, la lleva en dirección a la cantina del pabellón.
Y sonrío ante tanta especulación.
Curiosidad en realidad por causa de mi arrebato anoche de llevármela conmigo.
Y sin el permiso de nadie.
Obvio.
Acomodo mejor mi maletín mientras retomo la caminata.
Solo del mío.
Pero respeto esa pequeña reunión indiscreta y con hambre de información como data muy entendible entre ambas amigas.
Vuelvo a mi reloj mientras me encamino a uno de los descanso del vestíbulo, ya que ir ahora al bar sería incomodarlas con mi presencia.
Y me limito a esperar tomando asiento y sacando mi laptop como cuaderno de notas, para ponerme al día en la plataforma donde escribo anónimamente.
Lo que hago desde que comencé con esto hace un par de años y en cada breack que tengo.
Muchas notificaciones me dan la bienvenida.
Cientos de ellas y solo simplificado con una pequeñita esfera roja en mi perfil.
Que, no dice nada en su simplicidad plana.
Porque no es 3D.
Ni siquiera, ornamentos decorándolo.
Nada.
Solo su geometría concisa y hasta muchos dirían aburrida por carencia total, cual a veces solo la miradas caen superficialmente y por inercia se lo cliquea, ya que tiene una misión.
Notificación entrante.
Pero a mí, esa sencillez plana y color rojo, no hay día que no me robe una sonrisa, porque es mi fibra conductora con las lectoras o lo que me gusta decir.
Mis miles de hilo rojo.
Ya que, cada comentario o mensaje privado nos une a través de la lectura de lo que les escribo.
Por las emociones.
Mucho de estas y lo que ellas sienten al leerme con cada párrafo de cada capítulo.
Sea su trama divertida o una escena erótica de los personajes y quitándome más de una sonrisa por lo que me escriben o hasta una carcajada.
Y aunque ellas no lo crean, hasta a veces.
Una lágrima de emoción.
Tecleo y contesto solo la que son dirigidas a mí, desde comentarios graciosos y hasta.
Se me escapa una risa, que disimulo con una tos.
Mensajes de alto contenido hacia mi persona.
MATILDA
Veo a Glenda mordisquear la galleta dulce que se pidió junto a su café, mientras tomamos asiento en una mesa escuchando atenta mi relato de anoche.
Uno hot.
Para apaciguar su apetito de información, pero sin mucho detalle a especificar y guardándome para mí, lo sucedido hoy a la mañana en esa especie de taller en la segunda habitación.
Ya que, no sé si el profesor Santo quisiera que se sepa de ese pasatiempo muy personal.
Sonríe de esa forma suya mientras yo oculto la mía, bebiendo de mi descartable con café con leche.
- Intenso... - Concluye al terminar de detallarle y escuchar que tras sus clases, me acompañará personalmente a mi viaje de regreso. - ...pero... - pensativa.
Jodida palabra, que llega a mi estómago y deja en alto como a medio camino mi masa de crema en una mano por sentir un retorcijón en mi vientre.
- ¿Pero, qué? - Me inclino curiosa, sobre de la mesa en que estamos para escudriñar mejor su mirada ante mi pregunta.
Y juega con su galleta entre sus manos apoyadas en la mesa y reflexiva.
- El profe Santo, retomó hace poco sus clases tras una licencia de meses.
- ¿Estuvo enfermo? - Pregunto, porque no tenía idea y algo preocupada.
Glenn niega, sin embargo no está muy segura.
- Nunca se nos dijo el motivo... - Me explica en voz baja, acomodando su pelo detrás de su hombros y para que solo yo escuche. - ...abras notado que el profesor es muy reservado. Pero esa no fue la razón, ya que mucho lo vieron y hasta yo una noche en un bar en esos días... - Sigue pensativa.
- No entiendo... - Digo, porque tantos meses no se justifica.
Y mis ojos se abren mucho ante una posibilidad.
- ¿Un familiar? - Murmuro.
Cosa que si es así, algo grave debe haber sido para justificar tantos meses de ausencia.
Glenda se encoje de hombros, bebiendo de su café y yo la imito del mío.
Y mi puta mente, divaga ante su expresión y a la espera que diga algo.
Resopla.
- Solo es un rumor de estudiantes... - Larga al fin, indecisa.
- ¿Qué? ¿Qué cosa? - No aguanto la curiosidad y la interrumpo.
- Siempre fue uno de los profes sexy... - Prosigue, pero manteniendo baja su voz. - ...y por ende, su vida amorosa mucha curiosidad para todo el gremio femenino estudiantil, Mati. - Sonríe. - Tras esa licencia hubo mucho merodeo, ya que el profe no es de faltar. Ni siquiera en llegar tarde a una clase... - Aclara y cosa que recuerdo, viniendo a mi mente el primer día que lo conocí y que llegó tarde para sorpresa de Glenn y sus compañeros por mi causa, con el altercado de volcar su café en su camisa.
- ...se rumoreaba que dicha licencia, fue por causa de una mujer que lo dejó...
Y un grueso calor me colma hasta el punto de aflojar mi abrigo y sacar mi gorrita.
- Oh Dios...¿era casado? - Exclamo.
Perra suerte...
Vuelve a negar, intentando que me calme y baje mi voz.
Mira fugaz todo el bar, para luego a mí.
- No Mati, nunca lo estuvo. - Y exhalo el aire contenido algo aliviada. – Solo es chisme, nena... - Me aclara. - ...uno que se decía y flotaba entre nosotros, que el profesor Santo muy enamorado salía con alguien de acá... - Le da un último trago a su vaso de café.
Y yo, ya ni siquiera puedo terminar el mío como comer mi masa de crema que dejé y donde ambas cosas olvidadas y casi intactas, están en la mesa por mi malestar ante todo esto.
¿Enamorado?
Observo la cantina y con más atención a todos los estudiantes en ella y cual curiosamente un par de ellos en un atril informativo, vuelven a informar con otro cartel y más globos multicolores, dicha fiesta próximamente.
Y mis ojos, siguen vagando.
En especial a cada chica que hay en cada mesa.
¿De una estudiante?
¿Será cierto ese rumor?
Y si es así.
¿Qué sucedió entre ellos o qué fue el motivo para que el profesor haya pedido semejante licencia?
Y todo me pesa.
Ya que, pensé que había algo lindo y único entre nosotros.
Miro triste mi gorrita de lana entre mis manos.
Supongo que no debe haber tal cosa, porque Santo ama a alguien.
Y la alegría que sentía antes, ya no está o se escondió en un lugar inhóspito y sin uso dentro de mí, porque ahora solo me embarga mucho dolor.
Uno amargo y extremadamente pesado arruinando mis papilas gustativas, mi corazón y hasta mi estómago, como si me hubiera tragado varias toneladas de ladrillos.
Impidiéndome, no solo cualquier movimiento.
Sino.
Hasta el habla.
- De todas formas, si eso fue así... - Glenn me habla. - ...ocurrió hace mucho tiempo y el profe, reanudó su vida... - Se inclina más a mí y posa su mano en las mías, que aún retienen mi gorra. - ...cariño, todos tenemos pasado... - Su dedo en mi barbilla me obliga a que la mire. - ...y créeme que si el profe está contigo, es porque algo especial hay entre ustedes...
Sé, que tiene razón.
Yo salí con alguien poco más de un año.
Fue mi primero en todo y pese a que no funcionó, forma parte de mi pasado.
Pero, duele como perra los celos.
- Lo sé, Glenn... - Digo, frotando mi hombro y dándole la razón. - ...pero, como se hace para sacar este peso de mierda que siento ahora?
- ¿Peso? - Y una familiar y grave voz, sale de la nada detrás de mí.
El profesor.
Y Glenn me lo confirma, por elevar su vista para adaptarse a su altura.
Está congelada y no emite palabra.
Solo mira tras mi espalda.
Maldición.
Este hombre con su extraño radar, que le dice exactamente cuando aparecer en mi vida y momentos cruciales.
- Agobio por preocupaciones, profe... - Glenda habla por mí, ya que me quedé condenadamente muda. - ...que la atormentan... - Se pone de pie, recogiendo sus cosas de la mesa y cuelga mejor su mochila.
Me mira, pero le habla a él.
- ...y se angustia o inquieta más de lo necesario... - Recalca esto último.
- Agobio... - Repite y me hace cosquillas, porque aunque se dirige a ambas, siento sus ojos puestos en mi persona y no me ayuda a relajarme precisamente.
Ya que, presiento que escuchó gran parte de nuestra charla.
Y por eso y sin contestar, solo me limito a poner mi peor cara de pocas amiga a Glenn, cual suelta una risita sin hacer caso y voltea a mirar al profesor.
- Buscaré asiento para las dos... - Señalando a ambas. - ...la clase que sigue, es la suya... - Y sin más, se va dejándome con las ganas de decirle varios improperios.
Pero, lo que más me jode.
Miro al profesor.
Al lindo causante, de tal cosa quedando a solas con él.
Cosa, que quiero y no quiero.
Lucha interna en mí, mientras camino a su lado y en dirección a las escaleras.
La incertidumbre.
- ¿Estás intranquila? - Pregunta de golpe.
Y con ello, detiene sus pasos en el corredor obligando a que yo también lo haga, para observarme interrogante.
- Sí. - Solo digo, frente suyo.
No quiero darle explicación de mis estúpidos celos, ya que no sé que somos.
Y lo que pude imaginar como un bonito futuro entre nosotros, ahora quedó suspendido en un mar de dudas y me ahoga.
Y sigue pesando.
Mucho.
- ¿No quiere hablar de ello?
Sacudo mi cabeza, negando.
No quiero que sepa y tampoco me atrevo a preguntar por esa dichosa mujer que si existió.
¿Dónde está?
O mejor dicho.
¿Quién es?
Y suspiro por la otra causa.
Si me tengo que preocupar por lo que fue esa mujer.
O lo es, aún.
Alguien importante para el chico que amo.
Pasa ambas manos por su cabello acusando que algo escuchó, pero no sé, hasta que punto.
Oh mierda...
Levanta la mirada al alto y antiguo techo del pabellón, sacando sus lentes para poder frotar sus ojos castaños cerrándolos.
Permanece de pie y de ese modo por un rato.
Luego, exhala aire y deja caer sus manos a sus caderas, bajando ahora su mirada al piso y lo cual desafortunadamente esa actitud imposible y bonita, me hace enfocar en su labios y recordarme lo que hizo con ellos en mi cuerpo anoche.
Re mierda.
Y esta mañana en la ducha también.
Otra vez, mierda.
- ¿Confías en mí? - Su pregunta repentina, me saca de mis sucios pero lindos recuerdos.
- S...sí... - Dudosa.
Me mira entre odioso y divertido.
- Sí, profesor. - Asiento sonriendo y olvidando por un rato mis celos pendejos.
- Bien. - Me dice, colgando mejor el maletín que cruza su pecho mientras con su bendito índice, me indica que aguarde un momento y caminando unos pasos donde aún, siguen algunos estudiantes ya casi terminando esa pared con el anuncio de la fiesta decoradas con muchos globos.
Habla con ellos y lo que sea que les dice, ríen dándole cuatro globos de diferentes colores que sacan de la decoración.
Y yo lo miro extrañada y muy desconfiada, cuando regresa hasta donde estoy con ellos colgando de sus hilitos.
- Terapia sonrisa... - Dice a modo respuesta, ante mi cara perpleja y me obliga a extender mis manos frente a él.
¿Eh?
- ...existen muchas... - Prosigue para explicarme, mientras ata dos globos con sus hilos en una de mis muñecas. - ...algunas, está comprobado que curan ciertas enfermedades... - Continúa, atando las restantes dos en mi otra mano. - ...y otras... - Los señala. - ...curan el alma... - Murmura, terminando ese arte final de los colorinches globitos atadas a mis dos manos.
Y calor, otra vez.
Pero esta vez de mucha vergüenza.
¿Se está burlando de mí?
Y rubor pica mis mejillas como fuego puro, porque no sé, si esta mierda es un chiste de muy mal gusto.
Somos adultos, Santo Dios.
¿Qué clase de juego infantil y muy vergonzoso, es este?
- ...agobio e inquietud... - Dice tocando y titulando los dos globos de una de mis manos. - ...intranquilidad... - Sigue con el globo de mi otra mano. - ...y yo... – Acota, tocando el cuarto y último.
Frunzo mi ceño.
- Cada globo...
- Es ese peso que le embarga... - Prosigue por mí, volviendo a elevar ese dedo imperativo que muchas veces me dan ganas de arrancarlo.
Y otras, de chuparlo.
Toma mi gorrita de lana que sigue en una de mis manos, para ponerla sobre sobre mi cabeza con cuidado y ante el sonido del timbre de entrada a clases.
- ...confía en mí... - Reitera, inclinado y besando la unión de mis cejas divertido delante de todos y seguido a apoyar su mano en mi baja espalda, para que retomemos los pasos en dirección a su próxima clase subiendo las escaleras.
Estoy desencajada, pero obedezco.
Por esa demostración de cariño en público.
PÚBLICO.
Y por estos jodidos globos de colores, "terapéuticos" que llevo atados.
Ganándome miradas extrañas como también, sonrisas de muchos estudiantes y profesores a medida que cruzamos en los pasillos.
Pero ninguno, sin tono de burla la verdad.
Más bien, divertidos por la situación.
- Podrás con ello hasta que te diga cuando sacarlos... - Me susurra, llegando a la puerta de su aula donde ya todos esperan dentro y confiado a esta estupidez que me obliga.
Sonriendo a medias y a juego con una ceja elevada inconscientemente, esperando que pase primero acomodando sus lentes.
Maldición, eso lo hace tan lindo.
Y todas las razones que tenía para discutir por este juego infantil.
Miro mis globos de colores, atadas a mis manos y que no tengo idea por cuanto tiempo tengo que llevarlos puestos, ya que me dijo que me avisar.
¿Acaso, en pleno viaje a mi hogar también?
Se evaporan.
¿Cómo podía seguir enfadada con esa actitud tan pendeja, cuando siento que hay una razón verdadera y que te llega al corazón?
Creo.
Y sin darme cuenta, hasta me roba una sonrisa a mí, como a mis compañeros.
Incluso a Glenda mientras camino al banco reservado para mí, por ella y que al verme eleva su mano para que vaya en su dirección.
Que entre mi mochila y los benditos globos contra el escaso espacio que ocupan entre banco y banco, voy pidiendo permiso y disculpas a medida que me hago camino y los llevo puesto con mis globos que, como si tuvieran vida propia flotan de un lado a otro alegrando el lugar.
Sip.
Divirtiendo con el peso que me abruma.
Muy loco.
Mi agobio, mi inquietud, mi intranquilidad y el profesor.
Esas emociones que me pesan ahora y reducido a cada globo de alegre color en mis manos y que divierten a todos.
Sonrío sin saber por qué y bajo el libro que comparte conmigo Glenn y tras el saludo del profesor Santo, donde indica la página a abrir al comenzar su clase.
Nuestras miradas se encuentran cuando gira de la gran pizarra y escribir el tema del día y le gana una sonrisa, al verme desde mi pupitre y la distancia con mis cuatros globos de diferentes colores flotando a mi alrededor.
- Hoy, te tocó a ti... - Me dice muy bajito Glenda, sin levantar la vista del libro y escribiendo, mientras el profesor explica algo.
¿Lo ha hecho antes?
¿Por eso no hay burla?
- ¿En serio? - Susurro, también muy bajo yo.
Asiente, sin dejar de apuntar en su cuaderno lo que Santo explica.
- Algunos profes lo usan y Santo, es uno de ellos... - Me explica. - ...Se usa en Hospitales para enlazar a los pacientes y su doctor, mediante la sonrisa a la cura de sus males o preocupaciones...y ahora es logrado por algunos maestros para ayudar a sus alumnos...
No digo nada y solo me limito a morder mi bolígrafo, pensativa y mirando al profesor que sigue como si nada con su clase explicando lo que escribió en la pizarra, cual señala con una mano indicando el contenido.
Serio y mientras todos estamos atentos a cada palabra que dice.
Mesurado y ahora imperturbable, desarrollando su materia.
Pero, tras esa seriedad solemne.
Él, se preocupa por nosotros.
Y apoyo mi puño en mi barbilla y contra mi pupitre, suspirando bajito.
Ya que él se preocupó por mí, haya escuchado o no, mi conversación con Glenn.
Y así.
La clase continúa.
Debatiendo y comprendiendo adecuadamente parte de un texto literario, donde para mi sorpresa dos cosas me asombraron.
Una.
Que sin importarme y ser solo una oyente, participé en clase.
Feliz.
Como hacía en mis años de estudiante.
Levantando la mano a la par de todos para responder o deliberar, ante otra cumbre que gusta de hacer el profesor Santo, para siempre escuchar la opinión y pensamientos de todos.
Y lo segundo.
Consecuencia de esto primero.
He imposible, no reír cuando sucedía.
Que al hacerlo ansiosa por responder y participar.
Mis queridos globos "terapéuticos" y multicolores, también lo hacían suspendidos en el aire provocando que la risa volviera a la clase.
Inclusive al profesor, apoyado sobre el borde de su escritorio dando la palabra y turno a todos de ser escuchados.
- ¿Lista?
Su voz y ya en el estacionamiento del campus después de su clase, me dice desactivando la alarma de su camioneta.
Me giro a él.
- ¿Para el viaje? - Digo feliz y en solo pensar de ver a mis padres de vuelta.
Abre la puerta del conductor para dejar sus cosas y volver donde quedé.
Con una seña, me dice que tienda ambos brazos frente a él y obedezco.
- Para dejar ir lo que le pesa y abruma, Matilda. - Responde, mientras desata cada globo de mis manos, pero hace que los sostenga de sus hilos.
Y yo miro los cuatro globos que retengo entre mis dedos.
- Soltarlos... - Murmuro, mirando también todo el paisaje blanco como el cielo cargado de nubes y que amenaza en cualquier momento volver a nevar.
- Soltarlos, Matilda... - Repite y me sonríe, mirando igual que yo los globos y luego el cielo.
Y entiendo al fin el significado y le sonrío.
- Mi agobio... - Digo, recordando la tristeza de la perdida de mi hermana Clara, pero que siempre va a estar en mi corazón, dejando que el primer globo surque el aire llevándose esa emoción.
Es de color azul.
- ...mi inquietud... - Sigo, con el segundo globo y diciéndole adiós a ese otro sentimiento.
Este, un naranja.
Colmado de cierto nerviosismo al retomar mis estudios y con ello, mi nueva vida lejos de mis padres mientras vemos también, como reanuda su marcha flotando por el aire alejándose de mí.
- ...mi intranquilidad... - Prosigo, liberando el tercer globo y con esa sensación que me abrumaba.
Es de un color amarillo.
Cual mi preocupación, rige a este nuevo sentimiento.
Uno muy fuerte.
Lo miro.
Por este hombre.
Y todo lo que conlleve ello de ahora en adelante por este amor que siento por él.
Que permanece a mi lado y ve como yo, como también se aleja esa emoción atravesando el cielo.
Pero el cuarto globo, sigue en mi mano.
Este, de color rojo.
Y silenciosa lo retengo en mis dedos, bajo los primeros copitos de nieve empezando a caer.
Me mira por mi demora y yo sonrío sin dejar de observar el hilo que lo sostiene y como la suave nieve que cae, reposa en el globo.
Y en nosotros.
Niego.
- Este globo no puedo dejarlo ir, profesor... - Digo sincera y me mira curioso por eso.
Sonrío más, pero algo cohibida por lo que voy a decir bajo la nieve que con sus pequeños copos que nos envuelve y recordándome a esa primer nevada en la noche del bodegón y yo fui en busca de mi celular dejado.
- Porque, este globo es mi sentimiento por usted... - Le recuerdo.
Ya no me importa si nos conocemos mucho o poco, porque queda toda la vida por aprender.
Ni tampoco, esa mujer que hubo en su pasado.
Extiendo mi mano tímida pero segura, para que vuelva atar el globo en mi muñeca.
- ...y yo lo quiero en mi vida, siempre... - Finalizo.
Me mira a mí y a ese globo rojo que con algo de nieve, está suspendido en el aire y entre nosotros.
Al fin toma el globo y entonces me estrecha con fuerza contra él y en sus brazos, pero sin soltar el bendito globo.
Puedo sentir que aspira el aroma de mi pelo por sobre mi gorrita de lana.
Huelo a él y a mí, por su champú.
Y abrazándome como si nos hubiéramos separados por tres eternidades, me susurra.
- ¿Por qué, demoraste tanto en decirlo, Matilda? - Me lo reprocha bajito al oído y apoyado en mi cuello.
Y no puedo evitar, reír muy emocionada y dejándome abrazar más por el profesor.
Seguido de nuestros labios buscarse y sin importarnos nada.
Besarnos.
Mucho.
Y bajo esta nieve y ese globito rojo, suspendido de su hilo entre nosotros.
Para luego una vez dentro en la camioneta y en plena carretera por casi cuatro horas rumbo a mi casa, flotando y llevarlo atado a mi lado junto a mi ventanilla.
Y como en una de mis manos, cuando casi la noche aborda sobre mi ciudad al llegar, estacionando frente a mi casa y me ayuda a bajar mis cosa.
Sonrío ante la luz de la sala encendida sobre sus cortinas cerradas y el ceniciento humo de la chimenea, que sale indicando que oma y mi opa siguen despiertos.
Mi hogar querido.
Lo miro, mientras me entrega la caja de mi hermana.
- ¿Te gustaría pasar? - Le pregunto, señalando mi casa. - Solo, son mi padres ancianos... - Aclaro. - Mi hermana...
- ¿Tienes una hermana? - Me pregunta, mirando curioso a la casa.
Afirmo algo triste.
- Tenía... - Digo. - ...falleció hace poco más de seis meses...
Y su lindo y serio rostro de siempre.
Se desencaja...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top