CAPITULO 19
MATILDA
Nos empujamos contra el interior de su camioneta, cuando al fin logra abrir el lado de mi puerta.
Y se me escapa una risita, al ver que gruñe ante la luz de un coche de frente viniendo bajo esta nevada, que se intensifica de a poco y la pone en alta, seguido de un bocinazo por nosotros y por como con el profesor, nos comemos a besos.
Besa mi mejilla jadeante cuando nos pasa, pero con una sonrisa.
- Esta mierda, no va funcionar... - Ríe y resopla, apoyado con casi todo su peso sobre mí, y contra mi abrigo resignado y conteniéndose por paciencia que en este momento, no tiene un gramo de ella.
Pero la inventa y me doy plena cuenta de ello al llegar a su departamento.
Que de sumisión, el profesor no tiene nada.
Al esbozar junto al sonido de la puerta de su departamento cerrándose y sobre el silencio sepulcral de todo el edificio por el horario.
Una media sonrisa.
Y yo, mordí mi labio ante la expectativa.
Sus pupilas de ese color castaño son profundas y se oscurecen más, al observarme mientras se deshace de su abrigo como gorra y bufanda de forma lenta y dejando todo en el sillón cercano.
Preguntándome, donde quedaron las mías en ese lindo y caótico descontrol que fue previo a venirnos acá.
Queda solo con la camiseta mangas largas clara y su jeans pre lavados permitiendo a mis babas, deleitarme con su ligera caída en su caderas, sobre un leve escalofrío recorriendo mi columna vertebral al ser testigo de esa gloria de vista.
A pocos metros mío.
Mientras bebo con disimulo todo el paquete que es este hombre anclado donde quedó y pasa por su cabeza la camiseta calmo quitándosela sin dejar de mirarme.
Como sus lentes sobre un mueble.
Yo, aún vestida y el profesor, ya con su torso desnudo.
Uno que aprecio trabajado y apenas con un diseño tribal en un pectoral a comparación de la totalidad de sus brazos tatuados.
Donde la gama de los rojos y azules, predominan en sus tintas que lo tapizan.
Se ve caliente, casi sin ropa y solo ahora con sus pantalones puestos y colgando indescriptiblemente, dejando a mi vista el sueño de esa V que se forma en su ingle y bajo abdomen de su cintura.
También, se ve fuerte.
Por sus poderosos hombros que propio de la excitación y momento, bajan y suben por la cierta aceleración de su respiración y marcando.
Mostrándome.
Como se dibujan por eso, la evidencia de las abdominales de su vientre plano, al contraerse y volver.
Y se ve tierno.
Por esa forma cálida en que me mira, con esa punzante energía que emana de él, desencadenando mientras se acerca a mí, con lentitud.
Sentir sin tocar cada uno de sus músculos sin ser exagerado y con cada uno de sus pasos, viniendo en mi dirección.
Y por ende, que los muchos metros cuadrados de esta habitación.
Su sala.
No sean nada, ante la enormidad de nuestras ganas y de sentirnos.
Porque este hombre tiene un magnetismo.
Uno poderoso y con la capacidad de tomar.
Y beber.
Cada gota de tu oxígeno, mientras comienza a invadir tu espacio personal y provocando.
Y se siente bien.
Por más que no entiendas, pero anticipándote a lo que va suceder y que por ello, tu corazón lata veloz como lo hace ahora el mío.
Palpitaciones dentro de mío y partes de mi cuerpo, que nunca creí que podían tener.
Una sonrisa que percibe cosas de mí, aparece en sus labios cuando ya casi en frente, me observa con lentitud y cada centímetro de mi persona de pie, mientras con un gesto que parece propio y muy de él.
Su pulgar, acaricia con suavidad y lentamente.
Como dibujando.
El contorno de mis labios sin dejar de mirarlos y mirarme.
Notando que, aunque muero por él y lo deseo demasiado.
Estoy nerviosa.
- ¿Segura? - Me pregunta con tranquilidad sincera y preocupado, pese a que todo él apenas se puede contener y controlar su batalla por poseerme.
Temor.
Un pánico me envuelve, pero de la forma linda.
Porque en todo él, hay experiencia.
Y yo quiero aprender a la par de estas emociones nuevas que dicen.
Me dicen.
Que mi corazón ya de mí, no dependía.
Porque, me di cuenta que le pertenecía a este hombre que tengo en frente y por eso, sobre mi asentimiento sin vacilar y el de Santo al ver mi decisión.
En el siguiente momento.
Acabamos, siguiendo nuestros impulsos.
Mucho.
El de sentirnos y poseernos sin límite.
En cuerpo y alma.
SANTO
Es muy bonita.
Como sus labios al tocarlos y acariciar su lindo contorno con mi pulgar momentos antes, para memorizarlos siempre en mí.
Unos ahora, abiertos y muy hinchados por mis demandantes besos.
Sonrío.
Porque me gusta.
Más con esa leve sonrisa en ellos, algo nerviosa por lo a suceder y que nunca abandona ese viciado rostro que es para mí y escribiría.
Compondría cientos de palabras y solo por ella.
Porque Matilda es mi musa.
La princesa de mis escritos y la mujer que sin saberlo.
Me había devuelto a la vida y por cual tras meses, mi corazón volvía a latir y diciéndome con cada uno, que yo era suyo, pese a mis contradicciones y luchas internas desde el instante en que nos conocimos.
Y por eso, la besé.
Volví hacerlo con vehemencia, burlándome con mi lengua a sus labios entreabiertos demandando más, mientras la conduje con mi cuerpo hasta la mesa.
Y agarrando el borde de su suéter rosa, se lo levanté poco a poco para poder tirar de él y sobre su cabeza, seguido de la blusa que llevaba bajo.
Todo al piso, como lo estaba mi camiseta.
Quedando en sujetador.
No había uno de encaje o transparencias.
Y aunque soy fans de ellos.
Más en tonos provocativos.
Ver el suave algodón blanco en su diseño simple cubriendo y resguardando lo que el dorso de mi mano acarició con suavidad.
El contorno y redondez de sus pechos, bajo su tela y la vista de sus duros pezones bajo este, ante mi tacto.
Provocó, que en mi posición vertical y frente a Matilda contra la mesa.
Me diera un festín con los ojos.
Visión malditamente exquisita, cuando mis dedos recorren la tiras de este, para luego desabrocharlos y quedar desnudos para mí.
Causando que mi sangre bombee potentemente a mi pene, ya que eran simplemente.
Perfectas.
Y si tuviera mi cuaderno las describiría como mi venus.
Porque eran suculentos, pese a su mediano tamaño.
Pero totalmente llenos con sus rosados pezones endurecidos, incitando a alimentarte y saciarme con mi boca.
Y eso hice.
Me amamanto de ellos, envolviendo uno con mis labios.
Lamiendo y succionando largamente, seguido a tironearlo y robarle gritos de placer a Matilda.
Para luego del otro, tomando todo de él y bajo su gemido brotando de su boca, mientras mi brazo tomando su espalda desnuda y con mi cuerpo, la empuja más a la mesa.
MATILDA
Su brazo me rodea y me guía más hasta la mesa del comedor.
Una, que día atrás mientras almorzábamos.
Nos lanzábamos.
De mi parte.
La fantasía de odio a su carácter de mierda, que involucraban una motosierra encendida y su hermoso cuerpo debajo.
Y de la suya.
Que la tierra me absorba, por estorbarlo constantemente y me escupa en algún desierto del Alaska misma y lejos de su persona.
Pero ahora y sobre el borde de ella, marcando el final y límite de su empuje al chocar mi trasero con ella.
Es lo más erótico entre nosotros.
Y más.
Cuando me desviste para desnudándome completamente de la cintura para arriba y se apropia como dueño de mis pechos.
Uno que duros por lo excitada que estoy, reaccionan a su lengua y boca mientras succiona, chupa con hambre y muerde mis pezones.
Volviendo a alimentarse profundizando y causando que gima de placer y que mis manos busquen enredarse pidiendo más, sobre sus cabellos revueltos y retorciéndose en su cabeza, mientras me recuesta contra la mesa.
Para luego, soltarlos con un dulce pop y que su cálido aliento en mi cuello, dibuje un camino de besos por mi pecho y vientre, mientras sus manos se deslizan por el contorno de mi cintura y a lo largo de mi muslo interior.
Desabotonando mi pantalón con suavidad y deslizando su cierre hacia abajo y sumergir bajo mis braguitas, sus dedos y meterlos dentro de mí, poco a poco haciéndose camino.
Un jadeo sale de Santo, al encontrarme mojada y lista para él, terminando de bajar mi pantalón como bragas, hasta sacarlos de uno de mis pies.
Mientras ahoga uno mío en voz alta, al sentir como me trabaja con un beso y riendo sobre mi boca penetrándome más con su lengua en cada beso, como sus dedos en mi interior.
Flexionando sus caderas para profundizar, saliendo y entrando dentro de mí.
Cuerpo con cuerpo, casi desnudos y el mío, excitándose más.
Por sentir su corazón golpear con el mío.
Con sus pectorales húmedos y su piel caliente propia de su excitación, pegado y empujándose con cada caricia mía, incitando a que esté más dentro mío con sus dedos.
Porque, quería todo de él.
Mi pecho desnudo se mueve agitado por la gravedad de mi respiración agitada, cuando se desliza sobre mis rodillas y sus dedos, son reemplazados por el contacto de su boca.
Porque, el profesor no solo lo hace al amor con sus labios y lengua.
Sino, con su mirada y caricias de esa forma tan suya.
Succionando profundo, hasta el punto de hacerte gritar por más.
Tirando.
Mordiendo suave.
Para luego, besar mis labios íntimos mientras escucho que murmura, que ahora son de él al lamerlos con hambre.
Mi espalda se arquea.
Y no lo puedo evitar gritar su nombre con su:
- Mía... - Que gruñe, sin dejar de alimentarse de mi orgasmo haciendo estragos al llegar y me corro en su boca, bebiendo todo de mí.
Para luego con mi vagina palpitante, llevarme contra su pecho y sosteniéndome con sus manos con ternura y no colapse sobre la mesa y caiga al piso, por mi cuerpo desfallecido de placer.
Me besa jadeante, ante mi clímax que no me abandona sintiendo en su labios.
Unos colmados como henchidos y siempre, queriendo más de sus besos con el sabor de mi propia esencia, haciendo a un lado de mi pelo sudado de mi rostro, para acomodarlo tras mi oreja.
Beso que se profundiza más, ya que, queremos más y empiezo a devorarlo al ritmo de él, mientras mis manos con ansiedad bajan a su entrepierna y chocan con su erección abultada tras su pantalón.
Lo desabotono con ansiedad, porque quiero verlo.
Necesito con urgencia sentirlo y por eso, me deslizo hacia abajo con mis rodillas flexionándome y mirándolo.
Su duro pene escapa erguido y sobresale tras sus jeans a medio abrir y luchando de su bóxer blanco.
Y presiono sin vergüenza alguna, mi rostro en sus muslos trabajados y entrepierna.
Encontrándome, que sale un gemido de mi garganta de placer al besar su tela y bajando esta, luego de lamer su glande húmeda.
Porque, es así y que estoy aprendiendo a conocer.
Saber.
Que el profesor.
Este hombre con su persona y su cuerpo, va ser un toque y siempre voy a querer más.
Por eso en posición sobre mis talones, sumisa y ante la gloria de su torso desnudo como definido.
Firme.
Caliente.
Duro.
Y mirándome desde su altura, donde cada tatuaje de ese centenar que poseen sus bíceps y brazos, que me atraen con hambre a acariciar como besar su piel con diseños y para que me envuelva a su alrededor.
Para que, sensual y firmemente me sostengan y protejan.
Y sonriendo sobre una de sus manos elevando mi barbilla para acariciar mi mejilla, planto pequeños besos por todo el camino de su aterciopelado pene, cuando termino de bajar sus jeans.
Hasta llegar a su punta y envolverlo con mis labios y saborear ahora yo, disipadas gotas de semen que escapan de su punta hinchada.
Sus fuertes dedos toman mi cabello mientras emite un gemido, al sentir mi lengua yendo a la base de su pene y vuelvo a subir.
Lamiendo y subiendo como bajando mi mano.
Para luego, introducirlo en mi boca lo que más puedo, relajando mi garganta y que entre para profundizar.
Trabajando en ir y venir, bajo su gruñido de placer diciendo mi nombre y con su mano en mi cabeza intentando tomar el control, ya que con el movimiento de mi boca succionando.
Lamiéndolo más.
Y las caricia de mi lengua.
Lo lleva, más cerca de la euforia.
- Me vas hacer, venir... - Gime entre la lucha del sí, por un orgasmo terminando su eyaculación en mi boca y el no, por seguir queriendo dominar la situación.
Pero, continúo.
- No, nena... - Ruega, lleno de agonía y deseos contradictorios.
Pero, yo sí, quiero.
Lo deseo.
Y prosigo con mi excitada y dulce felación.
Porque anhelo que termine dentro de mi boca y en mis labios.
Sentir esa parte de él, colmándome.
Pero sus caderas se levantan bloqueando su orgasmo, seguido de un gemido violento de su garganta por esa fuerza de voluntad, obligando a soltarlo y rodeando nuevamente mi barbilla con una mano, induciendo a ponerme de pie.
Me besa con profundidad, mientras se deshace del todo de mi pantalón como calzados con movimientos diestros.
SANTO
No quería apurar las cosas.
Mis ganas me podían por liberarme ante su dulce boca y sus manitos adueñándose de mi pene.
Que dura y obediente a ella.
Porque Matilda, se había convertido en mi templo de adoración.
Me robaba gruñidos de placer como gemidos tomando su cabello, cuando encontró el punto sensible en mí, mientras entraba y salía embistiendo en su boca.
Pero me contuve con la fuerza de voluntad que ya no tenía y cuando no pude soportar más el calor, tiré de ella y la puse de pie, continuo a terminar de desnudarla y empujarla otra vez contra la mesa.
Para volver a recostarla.
Y carajo.
Porque, fue mi jodido cielo verla expuesta completamente para mí.
Y sonreí al ver como obediente y ante su labio inferior mordiendo, se retorció ante esta desgarradora pausa para ambos y de querer más, mientras saco un condón del bolsillo trasero de mi jeans, utilizando todo de mi autocontrol para no subirme arriba de ella y reemplazar sus dientes por los míos.
Me lo pongo y lo deslizo tras sacarle su envoltorio, ante la longitud de mi pene desnudo.
Sonrío.
Y totalmente a la vista de sus ojos.
MATILDA
Se aparta un poco para observarme, mientras mi ser y cuerpo me piden a gritos.
Me demandan.
Que Santo se haga cargo otra vez de mí.
Y mi corazón late fuerte por la forma en que me mira y ante la expectativa.
Porque es, entre tierno y lascivo mientras se acomoda casi encima mío y sobre sus jeans a medio bajar.
Fuera de toda timidez y totalmente al placer de mi vista con desfachatez.
Cosa, que me excita más.
Y me deja ver lo duro que está por mí, ante la gloria de su pene erguido empalado en su bajo vientre y lo mucho que quiere estar dentro mío, mientras saca de su bolsillo trasero un condón para romper su empaque metal con su boca.
Escupir el envoltorio.
Seguido de ponérselo mientras vuelve a mí, abriendo mis piernas y con su mano tomándome por detrás para elevar mi cadera y poco a poco, acomodarse en mi entrada y llenarme, bajo mi gemido de dolor.
Un dulce dolor.
Mientras me besa suavemente para apaciguarlo.
No soy virgen.
Pero, solo haber tenido un par de experiencias pasadas y hace mucho tiempo, causa que su duro pene y expandiéndose ante el tacto de mi húmedo interior grite de doloroso, pero dulce placer mientras nuestros cuerpos más se unen.
Apretándonos más alrededor del otro y alimentando las ganas locas de sentirnos y empezar a buscarnos con más fuerza, mientras toma mis manos y las pone sobre mi cabeza, bajando más sus jeans y sujetando mi cuerpo con su otra mano para enterrarse con energía.
Una que nos hace gemir alto, cuando empieza a moverse.
Saliendo y entrando.
Sus empujes son fuertes.
Enterrándose más.
Y más.
Inclinando mi mundo al eje del suyo, que es el gozo y placer.
- Sentirte, es perderme... - Me murmura y ahogo un gemido al escuchar sus palabras.
Porque su respiración es entrecortada sin dejar de salir y entrar penetrándome, donde su aliento jugando en mi mejilla y con cada beso en mi rostro que acuna con una mano, tras soltar las mías sobre mi cabeza y yo buscando acariciar su espalda, descubro.
La totalidad de ella, tatuada.
Y como velando, esta.
Un enorme dragón oriental de cuerpo entero en su rojo y azul fuerte también.
Cual, me llama a tocarlo y lo hago con la ardiente mirada de sus ojos marrones siempre en mí, bajo sus constantes caricias y ese tono provocativo, junto al calor de su torso desnudo pegado al mío y reaccionando a este, mientras se entierra más y más dentro mío.
Porque, él era droga.
Mi droga.
Una que no para y me penetra sin siquiera descansar, cuando empieza el esfuerzo de ambos brama, sobre nuestros fuertes jadeos ante el placer.
Mientras yo me entrego y Santo, me posee.
Y como resultado de ello, levantándome de improvisto, pero jamás saliendo de mi interior.
Ante la reacción líquida por mi pronto orgasmo, adueñándose de mi sistema y empapando su duro pene y que se escurre por nuestra unión.
Y cuando, de su posesión dominante y cogiéndome sin tregua.
Duro.
Pasa a abrazarme y obliga a mi piernas a envolver su cintura, como su cuello con mis brazos a rodearlo y con un tierno.
- No te vayas a correr todavía, nena... - Apretándome más contra él, me lleva a la pared próxima para acabar lo que comenzamos.
Pero de coger con desesperación sobre la mesa y donde podía ver las venas de su cuello que se inflaban ante la fuerza.
Ahora, besa con dulzura mis labios convirtiendo esta loca desesperación por poseerme a pasar a hacerme el amor en la pared con vehemencia.
Quedándome allí inmóvil, sostenida por su cuerpo y sus poderosos brazos.
Jesús.
Con mi corazón latiendo acelerado dentro mío y donde podía escuchar el suyo.
Porque, ahora lo hace lento.
Profundo.
Y entrando como saliendo de mi interior con suavidad y como si fuera, que quiere que sienta el largo de cada centímetro de su longitud penetrándome.
Empujando dentro y fuera de mí, despacio.
Muy lento.
Y robándome gemidos que ya no nos importa, si se escuchan en todo el edificio.
Dulces gemidos, mientras acaricio su rostro y beso sus labios que me responde también besándome.
Pero, con una tierna sonrisa siempre.
Porque me ordena.
Me pide, mientras un brazo se apoya con fuerza en la pared para meterse más profundo mío.
Que me deje.
Amar.
De a ratos y pisando nuestro clímax con más besos.
Otras, tocando nuestros rostros con suavidad, pero perdiéndonos siempre el uno por el otro.
Y cierro mis ojos cuando por fin ante la intensidad, golpean finalmente nuestros orgasmos colmándonos.
Explotando juntos en ese equilibrio perfecto y en centenares de fragmentos cuando somos sacudidos por nuestro éxtasis, gritando ambos de placer mientras más nos apretamos alrededor el otro y contra la bendita pared.
Estremeciéndonos jadeantes y cubiertos de sudor.
SANTO
Segundos.
Tal vez minutos.
No tengo la más mínima idea.
Sonrío.
Tampoco me interesa averiguarlo en cuanto tiempo pasó, después de nuestros orgasmos.
Mi pecho agitado por busca de aire, se acopla con el de mi princesa.
Mi dulce musa.
Que pulsada, aún por la adrenalina.
Uno, producto de nuestra unión porque sigo dentro de ella, ya que jodidamente quiero seguir sintiéndola, me giro con ella encima y entre mis brazos, aún débil para deslizarme con mi espalda hasta el piso.
Beso su frente que al sentirlo, al fin se digna de abrir sus ojos y mirarme.
- Hola... - Le digo, soplando un mechón de mi pelo que por mi sudor, cae sobre mi frente.
Ríe, algo ruborizada y se recuesta en mi pecho.
- ...hola... - Me susurra dulce y acariciando con su mejilla mi pecho desnudo mientras la abrazo más.
Y carajo.
Porque esa acción.
Me hace perderme más y no querer dejarla ir...
MATILDA
- Viaja mañana por la tarde, Matilda... - Me asombro, ante su pedido de golpe.
Pero más.
Porque dice mi nombre sin el "señorita" antes.
- Por favor... - Me pide.
Sonrío sobre su piel, pero sin moverme.
Porque amo como estamos.
Aún unidos.
Y sin importarme estar desnuda.
- Sería lindo... - Digo. - ...cuestión de llamar a mi oma y avisar, que llegaré sobre la noche... - Pero bufo. - ...lo malo, es que después de lo sucedido en la carretera y con este temporal, siento miedo de manejar y que me gane la noche... - Formulo, haciéndole entender que mi coche es viejo.
SANTO
No puedo evitar, sonreír más de felicidad.
Ella es hermosa con su mohín que siento sin verla, ante su excusa.
Una verdadera y que tiene razón.
Y por eso, la beso sobre su pelo revuelto ante el polvo de nuestras vidas.
Pero con la perfecta solución pensada.
- Yo te llevo. - Explico. - No tengo clases al día siguiente y podría acompañarte después de dar la mía mañana.
Se separa de mí, para poder mirarme con sus ojos muy abiertos.
- ¿Lo harías? - Lo susurra ilusionada.
Jesús del cielo.
Pese a semejante sacudida sexual y con solo verla así.
Tan bonita.
Despeinada.
Sumisa.
Y ese rubor que tienen sus mejillas, propia del post sexo.
Uno que le voy a enseñar más de ese mundo, más adelante.
Puedo sentir como mi pene, se sacude creciendo levemente otra vez dentro suyo.
- Solo...que mis padres... - Suelta ante un recuerdo y mirándome sus ojos, como resguardando algún tipo de conocimiento oculto que desconozco.
MATILDA
Tres días que me ausento de casa y aparecer con un hombre, tras tener sexo desenfrenado y cual odié.
Pero, que ahora amo.
No es la mejor idea.
No por ello.
Porque y pese a que mis padres son algo ancianos como alemanes hasta la médula y última gota de la sangre que corre por sus venas.
Están lejos de ser estrictos y como esa fama los precedería.
Todo los contrario.
Son una dulce parejita longeva, que serían felices de verme acompañada y que apunto a un futuro, donde no hay indicios de quedar sola.
Sino.
A lo que me embarga.
La duda.
Por la situación aún presente del fallecimiento de mi hermana Clara y que su recuerdo pese a haber pasado ya, poco más de seis meses.
Está vigente en nuestro hogar.
Replanteándome.
Si es oportuno o no que el profesor conmigo, haga su acto de presencia en mi casa.
- Estaremos fuera solo una noche... - Interrumpe mis pensamientos. - ...no hace falta presentación, Matilda... - Prosigue acunando mi rostro con sus manos para que le preste atención. - ...nos limitamos a dejarte en tu hogar para que hagas tus cosas y yo voy a un hotel... - Me sonríe.
Una de muchas que me regaló este día y lejos ya, de ser egoísta en mostrarlas.
- ...nos vemos luego y después, solo retomamos nuestro regreso al día siguiente... - Finaliza.
Y yo, sonrío feliz.
- ¿Harías eso, por mí? - Pregunto entusiasmada. - Prometo explicarte el por qué, una vez que lleguemos y verifique como están las cosas con mis padres. - Le garantizo sincera.
Santo me observa por unos segundos y me arquea una ceja, divertido.
- Ven aquí. - Me dice suave y como toda respuesta, atrayéndome hacia él con cariño.
Y no me hago rogar.
Felicidad en sus brazos.
Y porque, sé.
Estoy segura.
Que todo va a salir bien...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top