CAPITULO 15
MATILDA
Un aguanieve abundante comienza a caer, causando que parezca más tarde de lo normal por el cielo pesado de nubes opacas con sus grises noche.
Golpeando de forma abundante sobre el parabrisas como toda la camioneta, mientras observo desde su interior y hacia la ventanilla del conductor.
Donde la estacionó.
El frente vidriado del negocio al profesor en como compra no tengo idea qué, para luego de pagar al cajero lo guarda en una mediana bolsa de papel madera y tras agradecer, sale levantando el cuello de su saco para escudarse del frío polar que acecha afuera, apurando sus pasos tipo trote en dirección al coche y la acera casi desierta por la baja temperatura y temporal que se avecina.
Una vez dentro aumentando la calefacción y me la entrega, mientras friega sus manos entre sí, buscando calor sobre el volante.
Lo miro raro.
Y aunque no abrí esta.
Sé lo que hay por el rico aroma a comida caliente que sale del interior.
- No soy bueno en la cocina y para hacerlo, tampoco hay mucho en mi casa... - Se justifica una vez que llegamos, desabotonando su abrigo y dejándolo al igual que sus cosas en un silloncito, cuando abre la puerta de su departamento encendiendo las luces.
Conmigo detrás y sosteniendo mi mochila, como bolsa de comida.
Y aunque ahora, ya no niego como loquita yendo a la universidad horas antes.
Si me pregunto por parecer como un jodido perrito faldero.
¿Por qué diablos, sigo con él y vine a su departamento?
- Enfermará, si no se desabriga. - Suelta de golpe.
¿Eh?
Desabotona algo su camisa.
- ...su abrigo. - Afloja de un tirón su corbata oscura para sacarla y enrolla en una mano. Me señala con ella. - Eso, está húmedo y usted, necesita calor...
Y mierda con su forma de hablarme como palabras y a solo cuatro pasos mío de distancia.
Sip.
Una gran mierda, junto a esa tacaña forma de ahorrar palabras y decir lo justo como necesario esos dos adjetivos o sinónimos.
O la jodida cosa que sean, pero juntas en una oración.
Por hacer que tu cuerpo reaccione con más temblor que el mismísimo frío de mil demonios que está haciendo.
Y ni hablar de esa seriedad cuando de sus labios salen estas, conjugándolas con su tono de voz.
Grave, pero suave.
¿Eso existe?
Sip, otra vez.
En el profesor, sí.
Lo miro como desabotona con una calma absoluta cada botón de los puños de su camisa esperando que reaccione.
Aprieto mi bolsa y la de papel madera, contra mí.
- ¿Qué cosa? - Digo.
Lo único que se me ocurre.
Y me observa.
Me sigue mirando.
Silencioso.
Y creo, que quiere sonreír.
Pero, gana a eso una negación.
¿Divertida?
No tengo idea, pero una lástima.
Porque es linda su sonrisa mezquina cuando regala a los demás y más, cuando ese hoyuelo escurridizo aparece.
- Muda de ropa... – Suelta, caminando a su habitación para abrir su puerta. - ...seca. - Me orienta.
Y cuando creí que se iba meter a su interior solo la sostiene para mí.
Entendiendo.
Y quiero pegar mi frente contra la pared que estoy apoyada.
Si es posible, varias veces para acomodar mi cerebro.
Jesús.
Porque este hombre no anula mis pensamientos.
Todo lo contrario, maldita sea.
Me hace pensar e imaginar más de lo debido.
Y no pierdo tiempo en analizar lo que me pasa.
Lo que me está sucediendo.
Y estoy empezando a sentir desde que tuve el miserable.
Extraño.
Pero, no tengo idea, el por qué.
Lindo y trágico momento en que lo conocí.
Y apuro mis pasos dejando la bolsa con comida, pero mi bolso entre mis manos al interior de su habitación por una segunda ducha caliente y ya con mi ropa de la mañana seca contra un calefactor encendido para volver a ponérmela.
El sonido de la puerta cerrada por mí y ya sola en su habitación, se acopla con mi espalda apoyada en ella.
Y mastico mi labio, haciendo a un lado mi gorrita de lana.
Miro su habitación.
Simple pero agradable con sus mobiliarios en madera y algunos cuadros.
Unos muy lindos entre abstractos dentro de su paisajismo que parecen pintados en acuarela.
Para luego, la gran cama.
Santa mierda.
- ...qué, te pasa? - Me susurro muy bajito, apoyándome más y resoplando, provocando que un mechoncito de mi pelo corto vuele de mi frente, mirando el techo.
SANTO
La puerta siendo cerrada por Matilda, libera mi respiración contenida y me apoyo contra esta, con toda mi espalda cuando lo hace.
Por calma y aflojando más botones de mi camisa, palmeando mi pecho.
Una y otra vez.
Frunzo mi ceño.
- ¿Qué mierda, te pasa? - Le pregunto a mis palpitaciones.
Nada.
Y de mi disgusto a esa negativa del silencio a mi acelerado corazón, paso sonreír divertido.
El que camuflé usando de toda mi fuerza de voluntad y mucha de la que no tengo, para ocultarla momentos antes, por recordar su carita como expresión ante mis palabras.
Acomodo mejor mis lentes, observando mis cosas dejadas en el pequeño sillón.
Abrigo como maletín con mis cosas.
Y de su interior, mi laptop.
Que me llama.
Loco, pero real.
Y reconozco, que hasta difícil de creer.
Pidiendo mis dedos sobre ella por millones de palabras que me invaden pidiendo otro capítulo.
Por ella.
Mi musa.
Y gruño, rascando mi pelo con mis manos con fuerza para que se acomoden mis ideas y miro para abajo.
Para ser específico entre mis piernas.
Para que eso también baje, carajo.
- Larga noche...Santo... - No me aliento para nada, reacomodando mi entrepierna mientras me impulso de un hombro para moverme e ir a la cocina por platos y cubiertos.
Ya que, jodidamente.
Lo va ser.
Una larga noche...
MATILDA
Ok.
Te duchas rápido.
Te vistes, igual.
Te excusas con el profesor por no quedarte a cenar ese delicioso potaje de rico y sabroso aroma con carne que despedía desde el interior de la bolsa.
Por más que tu estómago te ruega que no, por solo haber almorzado.
Y aunque mueras congelada, esperas a Glenn en el pasillo y junto a la puerta hasta que regrese de la condenada excursión de museos.
- Sí, eso haré... - Me animo decidida y peinando vigorosamente mi pelo ya bastante seco con mi cepillo saliendo del baño, mientras escucho pese a la ventana de la habitación cerrada, el viento que juega con ella por otro temporal llegando.
Este frío helado, no es bueno.
Y sin dejar de peinarme, giro a la puerta cerrada para mirarla.
En realidad, lo que hay detrás de ella.
Pero el calor que siento por lo que está del otro lado.
Tampoco, mierda...
Por eso, respiro consecutivamente y estando un poco más tranquila ya teniendo todo acomodado en mi bolso y haber tomado mi supuesta resolución de este asunto por mis propias manos, abro la puerta aflojando mis hombros para aliviar la tensión en que me encuentro y masajeo mi pecho por eso.
El lado de mi corazón.
Y ya fuera, me excuso ante él.
Vestida y con ropa seca al profesor, colgando de mi hombro mi bolsa y entre mis manos, otra con la muda que me saqué, mientras veo como deja sobre la mesa los platos como cubiertos con la humeante comida caliente de sabroso aroma como color.
Porque, no debo quedarme.
No puedo.
- Cena y se va. - No me obliga y solo formula, tras escuchar mi pretexto.
Aunque su ceño algo fruncido, señala que no está muy conforme.
Me parece.
- Pero, yo no... - El sonido de la silla que se desliza con ayuda de su mano y con la otra, indicando que tome asiento me interrumpe y me mira de ese lado de la mesa.
Y yo, otro tanto del otro lado y aún, con las cosas entre mis dedos.
Él, en un mutismo total.
Relajado.
Pero que obedezca a que coma algo antes de irme.
Y se gana mi mueca contrariada y que se respete mi decisión.
Pero sobre nuestro silencio y lucha interna, donde fiel a mi plan me quiero ir.
Algo interrumpe nuestra contienda de poder silenciosa con cruce de miradas y de no dar mi brazo a torcer.
Carajo.
El rugido de mi poco femenino estómago por hambre, cuando siento el aroma a comida casera comprada que vienen de los platos servidos.
Siendo suficiente mediador para ambas partes y que el profesor, ante mi cara avergonzada por semejante y delator vientre mientras me lo cubro por descarado.
Qué vergüenza, Dios mío...
Y elevando una ceja con esa sonrisa de medio lado alzándose.
Silencioso de unas palmaditas suaves, pero a modo negociación a la mesa con una mano ofreciéndome a que tome asiento.
Estando todo dicho para él y dando por terminado mi capricho, mientras satisfecho toma su lugar en su silla aclarando su garganta y acomodando mejor su servilleta sobre él.
Estrecho mis ojos.
Cabrón.
- Ceno y me voy, profesor... - Digo, dejando mis cosas junto a un mueble ante la seria y segunda posibilidad de que mi estómago vuelva atronar con descaro.
Y porque, realmente tengo mucha hambre.
- Me parece bien. - Responde tranquilo, levantando su cuchara de guiso y probando esta una vez que ve que tomo asiento y como de la mía.
- Excelente. - Avalo su respuesta positiva a mi decisión, masticando con ganas ya mi tercer bocado.
Porque está muy bueno.
- Bien. - Dice él.
Y - Genial. - Digo yo con otra cucharada y robando un pancito para sopar una parte de su salsa con muchas ganas.
Me observa, apenas probando de su plato y ahora, soy yo la que quiero reír.
Por eso busco mi servilleta y lo paso con mi boca ocultando mi humor ante su cara.
Porque, creo que está asombrado.
- No soy de ensaladas y palitos de zanahoria... - Me excuso sonriendo tras esta, pero no avergonzada, mientras mi cuchara limpia un lado del plato con mi estofado y lo saboreo con ganas. - ...me gusta comer y más con este frío... - Y sin darme cuenta se me escapa una risita.
Una que lo contagia.
Sin hoyuelo.
Lástima.
Pero, diminuta y linda sonrisa al fin, seguido a un.
- Perfecto... - De su parte y hundiendo por fin esa cuchara entre sus dedos y que estuvo en suspensión, mientras me observaba para seguir comiendo.
Y haciéndolo con tantas ganas como yo.
Y me alegra, porque quiere decir que está de acuerdo con mi partida después de la cena y por eso, asiento sobre esa sonrisa que aún esboza y que permanece en sus labios con cada cucharada que da.
SANTO
- Perfecto... - Le dije, dando el primer y verdadero bocado a mi comida sobre el de ella acabando casi el suyo.
Porque se lo debía, después del almuerzo ligero por este día singular y logré cumplir con la cena.
Y ansié hacerlo.
Más almuerzos y cenas.
Porque verla comer y observarla sin que se diera cuenta.
Desde el gruñido de su vientre por hambre como el brillo de sus ojos castaños ante el plato cargado de estofado, delatando que gusta de la buena comida y por tal, se iluminó su rostro aniñado siempre lejos y fuera de todo maquillaje.
Dejando a mi puro placer y gracias a eso, la dicha de observar en detalle cada trazo de sus gestos comiendo.
Rasgos pronunciando sus facciones simples y lindas, indicándome que lo saboreaba.
Lejos de las ensaladas y la mierda esa que frente a un hombre o en público una mujer, debe comer poco.
Siendo, poesía para mí.
Y por eso.
Era perfecto.
Perfecta, para mí.
Y sorprendiéndome más, al verme sonriente por ello con cada cucharada que comía de mi plato.
Porque hacía poco más de 6 meses, que yo no sonreía así.
La miro sobre mi vaso de jugo bebiendo, al ver que limpia su plato con un último bocado.
Y mi sonrisa sigue siendo una de verdad y no, una obligada.
Ya que, no es exigida para que conforme y no preocupe a mi gente o por lo laboral.
MATILDA
- ¡Qué! - Le digo a mi celular.
En realidad a Glenda desde el otro lado.
- Si... - Responde mi amiga. - ...las rutas están cerradas por la nevada. - Me cuenta y tras varios intentos después de cenar, conseguir por fin comunicarme con ella. - Nos quedaremos en un hospedaje por orden del decano, hasta que merme el temporal que acecha y la caminera por la mañana, restablezca la carretera... - Prosigue algo cansada en su voz y sobre sonidos de sus compañeros detrás como subiendo unas escaleras, bajo algunas órdenes de profesores que logro escuchar de lejos. - ...dejaremos nuestras mochilas y seguiremos con el tour estudiantil, pero llegaremos pasado el mediodía, cariño.... - Bosteza largamente y tras escuchar lo ocurrido con mi viejo coche en mi supuesto regreso ayudada por una grúa.
- Okey... - Solo digo desinflada, acercándome y apoyándome contra la ventana para ver como esa llovizna temprana, es ahora una cortina de nieve tras ayudar y lavar todo lo usado para cenar.
Muchos copitos de nieve y sonrío sobre mi amargura, porque son lindos.
- ¿Estás en uno también? - Pregunta con otro bostezo y sintiendo que cierra con llave una puerta.
Debe estar en la habitación del hospedaje.
- No entiendo. - Digo, algo soñadora mirando el paisaje nocturno y blanco, mientras juega mi índice contra el vidrio empañado.
Dibujo un corazoncito y vuelvo a sonreír.
Pero qué, infantil soy.
Y Glenn, resopla del otro lado.
- Hotel, posada o lo que sea, Mati... - Me exclama. - ...que si estás en uno ahora, nena... - Suena angustiada. - ...traje las llaves de mi habitación y estoy lejos...me preocupa que estés solita... - Suspira. - ...dónde estás?
Pestañeo saliendo de mi burbuja, provocando que mi dedo que dibujaba mi lindo corazón, se zafe hacia abajo y dibuje una fea línea al escuchar lo que me pregunta.
Mierda.
- ...que...dónde estoy? - Repito y me giro sobre el ventanal, acomodando mejor mi móvil en mi oreja y mirando todo el departamento.
Del profesor.
Su profesor.
¿Qué, le digo?
Él no está por su turno de ducha.
- ¿Hola?...¿hola? - Exclama intranquila Glenn, al sentir que sigo en silencio. - ¿Mati?
Y aprieto mis ojos con fuerza como si eso ayudara a mi cerebro con una idea.
Pero, no hay caso.
No se me ocurre jodidamente nada.
Y no es, que quiera ocultarle la poca creíble coincidencias que de la mañana me atan al profe auxiliándome en la carretera.
Como también.
Y guau, otra vez.
Ilustrarme y enseñarme ante mi nueva decisión de estudiar.
Agregando a ello, que tanto desde hoy a la mañana, como ahora y de noche.
Muy pero muy noche.
Sigo todavía con él.
Solo que, necesito tiempo.
Mucho de este y aparte, que sería genial tenerla enfrente para eso, cuando empiece con su verborragia y ataque de preguntas emocionada yo pueda detener.
- ...estoy con tu profesor... - Soy sincera.
- ¿Qué profe? ¿Qué profe? - Empieza especulativa. - Tengo cuatro y dos están con nosotros... – Piensa unos segundos.
Mala señal.
- ...o sea, que me queda un profe y una profesora allá... - No la veo, pero juro que siento sus ojos abriéndose al captar. Mierda. - ...mi profe mujer, no tienes idea quién es... - Y una exclamación de asombro sale de ella y hasta puedo imaginar su mano en la cabeza.
- ¡No jodas! ¡No jodas! - Repite y chilla.
Y yo miro desesperada y rogando que la puerta de la habitación no se abra con el profesor, hasta que termine de dar una fugaz y rápida explicación a Glenn.
Si me deja meter alguna palabra entre sus chillidos de emoción.
- Glenn, te contaré todo mañan..
- ¿Estás en su departamento? ¿Ahora? ¿Y siendo de noche, con esta sexy y romántica nieve cayendo? - Me interrumpe.
Le afirmo por más que no me ve, frotando mi frente.
- Sí... - Solo, logro susurrar bajito.
- Mierda... - Exclama del otro lado interrumpiéndome otra vez. - ...lograste en menos de 48h lo que muchas soñamos y jamás concretamos en 188 días... - Ríe y yo blanqueo mis ojos.
Pero qué, pendeja.
Y sonidos que vienen del interior de su habitación me alertan.
- Mañana te cuento como fue ¿si? - Apuro la despedida, mirando la puerta si se abre.
- Te asesino, si no lo haces y usa condó... - Bromea mientras apresuro en cortar la llamada en el momento que el profesor abre esta.
Niego.
Dios con esta mujer.
Aunque, reconozco que me hace sonreír su ocurrencia como la data de enterarme de esa cierta atracción que ejerce entre sus alumnas.
Y mujeres, obvio.
Llegando a comprender, cuando lo tengo frente mío y ante su segunda ducha del día.
Porque, todo él emana cierto descaro al sexo.
Pero ahora, no está envuelta en una simple toalla rodeando su cintura y regalando a los ojos la desnudez de su torso como vientre trabajado y con ciertos par de tatuajes en ellos, pero sí, la totalidad de mucha tinta en sus brazos.
Solo lleva puesto un viejo pantalón de gimnasia y camiseta mangas largas clara.
Sin lentes.
Y caminando descalzo mientras friega con fuerza con sus manos, la toalla sobre su cabeza para secar su pelo húmedo pasando por mi lado y como si nada en dirección a la ventana que tengo detrás.
Hermoso, el jodido.
Para mirar como yo momentos antes a través de ella, ese paisaje citadino y la copiosa nieve que no deja de caer.
- Es tarde ¿Y ahora, qué hará? - Suelta sin mirarme y totalmente absorto hacia el ventanal.
- ¿Disculpe? - No termino de entender.
- Hay como 10cm de capa de nieve... - Me responde serio y terminando de secar su pelo y colgando esta, sobre su cuello y sosteniéndola con ambas manos.
Niega.
- ...no es correcto ni bueno, manejar así. - Prosigue, sobre el viento fuerte que se arremolina afuera y muestra la ventana. - Y aunque puede ir a un hospedaje... - Mira el reloj que cuelga de una pared de su cocina, señalando casi media noche. - ...la demora de un taxi y su espera, puede ser un fastidio de más de una hora por la demanda.
Voltea hacia mí.
Esperando mi respuesta y con la fuerte mirada de sus ojos castaños, como el tono de sus palabras que me dijo, haciendo que cambie el peso de mi pie algo incómoda al sentir que me llena con ella sin preámbulos y sincero conmigo.
Que pese a ser muy directa, había protección.
Como calor del rudo contra este frío.
Una calidez envolviéndote con él.
Al igual que ese aroma a jabón de ducha, a ropa limpia con enjuague y perfume que lleva puesto y llega a mí, por tenerlo al lado.
Huele tan bien y a juego con su piel.
- ¿Entonces? - Me mira desde su altura por una resolución.
Que pienso y pese a no estar de acuerdo, sé que tiene razón.
Una acertada contra la docena de la mías, que me dicen que no acepte.
Y siendo una de ellas.
Carajo.
Lo miro con disimulo.
Él mismo, santo Dios.
Su caliente y lamible persona.
Que jodidamente y muy en desacuerdo, conmigo misma.
La realidad, es que el profe Santo.
Me gusta.
Y mucho.
Pero enterrada tres metros bajo tierra, ante que lo sepa como sospeche y demás decir, que no llevo mucho dinero y muerta, antes que pedirle o permitir que se haga cargo de eso también.
- Me quedo. - Digo sin más y ocultando todo mi pudor por esto, con mis ojos en el ventanal.
Cualquier cosa, menos a él.
Y aunque me niego a ello, inevitable no sentir que se inclina hacia mí.
Para preguntarme suave y soltando la toalla de su cuello al escuchar mi respuesta, seguido a poner sus manos en los bolsillos de su pantalón deportivo.
Inclinándose y susurrarme.
- ¿Segura?
Re mierda.
Porque, calor solo por esa simple pregunta.
Necesito una tercer ducha.
Aire.
Y sacudo mi cabeza mentalmente y afirmo, girando sobre mis pies.
- Sí, ya que muy amable me ofrece techo... - Respiro profundo para ocultar una amenaza de rubor y por esa jodida pregunta que me caló los huesos de calor. - ...como en las pelis, supongo que me ofrecerá su habitación y usted dormirá... - Señalo el mueble no muy lejos de nosotros. - ...en el sillón, no? - Finalizo, caminando con toda la confianza del mundo, cosa que ningún gramo de ella tengo a la caja con cosas y laptop de Clarita, que dejé junto a la puerta de entrada.
Porque, quiero seguir investigando quien es ese copito de nieve una vez en la cama.
Suspiro.
Y porque, presiento que va ser una noche.
Muy larga...
Me sostiene la mirada sin moverse y siguiéndome con ella, mientras pasó por su lado con mi barbilla en alto.
Y no puedo ver su expresión bien, ya que si salgo de mi postura de que me importa tres mierdas pasar la noche acá como en un hotel.
Dándole a entender que me da lo mismo.
Desfallezco.
Y creo sentir sobre sus ojos sin jamás apartarse de mí.
Inmóvil y con ambas manos ahora en su cintura, mientras me ve que me alejo.
Y otra vez.
¿Esa media sonrisa escurridiza?
Y los bellos de mi nuca se erizan.
Porque también.
Siento.
Que me colma y que viene de su parte.
¿Diversión y desafío en todo esto?
¿Y por esta noche juntos?
Oh mierda...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top