CAPITULO 11


MATILDA

- ¿No puedes dormir? - La voz adormilada de Glenn, me asusta.

Y un rubor de calor pican mis mejillas.

Vergüenza.

Que me descubra y piense que fisgoneo cosas íntimas de mi hermana.

Cierro la laptop con brusquedad, mientras con ayuda de mis manos me pongo de pie y la vuelvo a guardar en la caja.

- Ya lo iba hacer... - Salto a la cama de mi hermana, imitando un bostezo. - ...duerme nena, ya no haré más ruido...

- No es eso... - Le contagio el bostezo, mientras se acomoda mejor en su almohada y tapa más. - ...hgjsisuhum..jgandhkk...

¿Qué?

Me incorporo para mirarla.

Y un sonoro ronquido de sueño y cansancio, invade nuestro silencio.

Sonrío.

Re dormida.

Cierto que Glenda es algo sonámbula.

Pero mi risa se cambia a una mordida de mis labios ya recostada y otra vez, mirando el bendito techo.

¿Quién rayos, es copito de nieve?

¿Hombre?

¿O una mujer?

Y machaco mi uñita del pulgar con mis dientes por todo lo que siento.

¿Un alumno de la universidad?

¿O amigo de esa red social y de otro estado?

Y resoplo, provocando que un mechón de mi pelo y que cubre mi frente, vuele hacia un costado.

Mis ojos van de vuelta a la ventana, donde una tras otra caen.

Los copitos de nieve.

Y como ninguna respuesta o deducción coherente llega a mí, un grito ahogado reprimo contra mi almohada otra vez, porque verlo me hace pensar más en ese amigo o amiga misteriosa.

Como en el encuentro de momentos antes con el idiota del profesor y...

Y no tengo idea, el por qué.

Me gusta más ahora la nieve y sus copitos, maldita sea.

SANTO

El café recién hecho y humeante con su aroma, inunda el pequeño ambiente de mi departamento, mientras lo vierto a mi segunda taza desde la cocina y sobre un hombro chequeo la pantalla de mi laptop en la mesa del comedor.

Mueca.

Porque, jodidamente nada.

Ninguna respuesta a la pregunta que hice.

Doy un gran trago apoyándome contra la encimera, sin perder de vista la pantalla.

Y otra mueca dibuja mis labios y no, por el sabor amargo como puro en la temperatura justa de mi café colmándome.

Tampoco, que por el vapor emanando de esta, empaña mis lentes obligando a sacármelos y tras limpiarlos con el borde del viejo pantalón de gimnasia que uso para dormir, volverlos acomodar en mi nariz.

Sino.

Por la estúpida pregunta que hice a quién demonios sea.

Y una risa sin ganas sale de mí, llevándome la taza conmigo y pasando una mano de forma cansada por mi pelo aún húmedo, mientras camino a mi habitación y en el trayecto, cerrando de mala gana la tapa de mi laptop.

A la mierda, todo.

Hoy no escribo tampoco y con ello, siempre a la retórica pregunta.

¿Cuánto hace ya, que no lo hago?

¿Dos meses?

¿Tres?

Ni idea.

Me voy a dormir.

Apago de un movimiento y sin detenerme el interruptor de la luz sobre otro trago a mi café que sin esta, es todo oscuridad.

¿Cuatro meses, tal vez?

Pero mi gruñido tras varios minutos de silencio y calma, se siente con la negrura como el movimiento de mis sábanas haciéndolas a un lado al minuto de acostarme.

Mierda.

Seguido de encenderse, nuevamente la dichosa luz por mí.

Para aparecer en el comedor, que clavado y de pie frente a la mesa.

Y todavía con mi taza de café a medio tomar en mano.

Miro mi laptop, descansando en esta.

Calma y plácida.

Pero, que jodida de mierda.

Y la maldigo para mis adentros.

Porque, sobre esa calma absoluta de ella.

La de mi casa.

Y por la hora tardía mis ojos van a la ventana que a través de las cortinas corridas y la altura de mi piso, muestra como nieva.

Suaves, pero constantes y balanceándose en su blanco más puro.

Sus copitos, caen.

Carajo.

Y mi mirada vuelve a mi laptop.

Porque, ella.

Con las imágenes con emociones nuevas, capturadas del mural por mi móvil y la burrada de esa niña maleducada como respuesta a mi escrito en él.

En realidad, todo.

Me pide.

Llama.

A que escriba.

Y eso hago, deslizando la silla para tomar asiento y abriendo la pantalla nuevamente mientras tecleo mi contraseña y cliqueo el sitio escapándose de mí, una profunda respiración.

¿O suspiro?

No tengo, la más puta idea.

Mientras sobre cada dedo en el teclado y rotando mi cuello como hombros para aflojarme, comienzo.

Pero, si estoy seguro que con cada letra apareciendo en la pantalla por mis manos.

Formando una palabra.

Y estas.

Una oración, entrelazándose entre sí.

Una tras otra.

Eso que fue un jodido suspiro o exhalación de puro desacuerdo.

Ya, no está.

Porque, sigo escribiendo a placer.

Y se transforma.

Escribo más y más.

Me sorprendo.

Sonriendo satisfecho.

En más palabras que inundan la pantalla.

Describiendo.

Contando y haciendo trasmitir.

Mucho.

El capítulo.

Y con él y más tazas de café.

Hasta un par de galletas dulces que me acompañan en un pequeño plato y muerdo cada tanto, sin dejar de escribir.

Seguido de pausas con un ocasional cigarrillo mientras releo.

Para luego, continuar.

Porque, sorprendentemente tengo mucho.

Mucho más de los personajes.

Situación y lugares.

Miro las reflexiones del mural desde mi celular y sigo escribiendo.

Y lo que me gusta más a través de ellos.

Las emociones.

Y sobre estas y las anotaciones de mi cuaderno de toda la vida, no me detengo y prosigo, ante más cosas embargándome por recuerdos.

La nieve.

El bodegón.

La muchacha indeseable de pelo corto y de nombre Matilde o Matilda.

La mierda, que sea.

Y sonrío, divertido.

Regresando por su celular.

Que y pese a la amenaza del temporal de nieve y llevándome su móvil que encontré, en dirección a mi camioneta y con la idea de mi lado oscuro de no devolvérselo y muera en la intriga que pasó con él por pendeja.

Detenerme sobre mis pasos, contrariado y con mis manos como puños reprochándome mi consciencia por esa idea.

Y tras un bufido dejando escapar mi pecho mirando mis pies, girar sobre mis talones y regresar.

Y esa mención samaritana hace que escriba, más bajo otro trago a mi cuarta taza de café recordando.

Creo.

Para luego.

Apoyado sobre la pared de ladrillo del bodegón afuera y sin saber que mierda estoy esperando, mientras maldigo el jodido frío.

Las campanitas de entrada del bar, acusan la salida de alguien.

Como también en su perfecta sincronía como anunciándola con su salida.

Y por eso miré el cielo, hundiendo más mi gorra de lana gris sobre mi cabeza, seguida a mis manos en los bolsillos delanteros de mis jeans.

La caída.

De la primera nevada de la ciudad.

Yo, detesto el frío.

Pero estos, en su armonía perfecta con sus pequeños tamaños.

Cayendo y haciendo sus primeros contactos conmigo.

Fresco.

Suave.

En mi rostro y la sensación de cada uno, sintiendo su sedosa frescura como una caricia.

Me robó una sonrisa mientras los observé sobre el cielo nocturno.

Sonrisa que se congela al bajar mi mirada, cual estático sobre mi lugar y en el rincón en que estaba, apenas iluminado por la farola de la calle, veo a la muchacha indeseable y maleducada.

Sí.

Ahí, estaba.

No tengo idea que mierda vudú hizo para aparecer sin notarla antes, como y en qué, momento llegó por su celular.

Pero, allí está.

Y yo.

Solo me limité a observarla.

Recorrerla con la mirada lentamente.

Imposible, no.

Ya que y sin captar mi presencia, también disfrutaba y sintió como yo.

La primera nevada con sus copitos blancos.

Sus brazos extendidos me lo expresaban.

Su rostro al cielo para no perder cada suave contacto de ellos como lo hice yo, me lo decía a gritos.

Y su sonrisa.

Una, que nunca vi desde que tuve el no placer de conocerla.

Que era pura y verdadera.

Y me gustó.

Tanto.

Que hasta busqué una mejor postura sobre mi hombro apoyado en la fría pared, para verla y hasta maldiciendo por no llevar conmigo mi cuaderno, para no olvidar detalle por más que me contrariara eso.

Porque, esa muchacha bajita e indeseable.

Era.

Fue en ese momento.

Carajo. Carajo. Carajo.

Llevando y robándome sin su permiso, pero bebiendo a mi placer cada aspecto, semblante y manifestación sincera de toda ella.

Completamente.

Sin que lo advierta y que, jodidamente para nada de acuerdo conmigo mismo estaba por eso...

Y un clic de mi mouse, anuncia comandado por mi índice, el capítulo ya terminado como subido al sitio y hago a un lado mis lentes, para poder pasar mis manos libres sobre mi rostro por cansancio visual y por lo que voy a reconocer.

De muy mala gana, pero dándome cuenta.

Que es la chica.

Re mierda.

Fue mi musa...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top