Capítulo 5
Estaba roto, quebrado como la inocencia de un niño al descubrir que las bestias existen y que se alimentan de la tierna carne de sus hermanos pequeños que se mecen en las cunas. Me costó reaccionar, mi cuerpo pesaba demasiado, cada músculo estaba bajo la presión equivalente a la de decenas de montañas, era como si una mano gigantesca hubiera agarrado un planeta para aplastarlo y arrojar una destructiva lluvia de fragmentos sobre mí.
Perdí la noción del tiempo, quizá pasaran horas, días, semanas o meses, tan solo recuerdo con claridad el momento en que logré abrir los ojos, parpadear, aclarar la visión y permanecer uno segundos con la mirada fija en las placas de metal oxidado que cubrían el techo, desprendidas en alguna de sus esquinas.
—¿Dónde demonios estoy? —pregunté con gran esfuerzo, moví la mano despacio y acaricié la sien para tratar de calmar las punzadas que la atravesaban, pero tan solo conseguí que la piel ardiera con el roce de las yemas—. ¿Qué es este lugar? —mascullé, tras apartar los dedos y esperar que pasara el escozor.
Traté de incorporarme, pero desistí ante la impotente sensación de que mis músculos se habían convertido en una inútil masa gelatinosa. Rendido, permanecí tumbado y la tortura del perdedor, la que no hace otra cosa que enumerar uno a uno tus fracasos y recriminarte que solo sirves para estropearlo todo, me reclamó como un ansiado trofeo y me colocó en una sombría vitrina para alardear de que por fin había resquebrajado la resistencia del humano que se atrevió a interponerse en el camino de males cósmicos.
Cerré los ojos y traté de que mis pensamientos no fueran tan dolorosos, me esforcé, pero las imágenes del mal nacido de las marcas en la cara, la de los hombres con los fusiles y la de la mujer consumida por el fuego, se proyectaron en una funesta secuencia, con gritos y risas, burlas y aplausos, como un cortometraje rodado en la tragedia para martirizar a un único espectador.
—Maldito, lo vas a pagar —mascullé, tras abrir los ojos, apretar los dientes, aguantar el dolor en los músculos, conseguir que la rabia los impulsara e incorporarme—. Voy a hacer que te hierva la sangre, que su vapor reviente tus venas y que tu carne estalle.
Me quité la sábana negra, miré el colchón oscuro repleto de símbolos muy parecidos a los se marcaron en la frente del hombre que le explotó la cabeza antes de revelarme nada de El Sharekhar, observé las paredes y el suelo de la habitación cubiertos por placas metálicas carcomidas y me fijé en algunas manchas de hollín que desprendían un vaho negruzco.
—¿Dónde me habéis encerrado? —pronuncié entre dientes.
Despacio, volví a inspeccionar la habitación con la mirada; había una gruesa puerta de metal reforzado que era muy difícil de abrir desde dentro, la ignoré y observé un conducto de aire, cubierto con una rejilla, que estaba a unos dos metros y medio de alto. Aunque era demasiado pequeño para escapar por ahí, si conseguía descubrirlo y acercarme lo suficiente, quizá escuchara algún sonido o conversación que me diera pistas de dónde estaba.
Me senté en la cama, pisé las placas oxidas y sentí el frío calar más allá de las plantas de los pies. No le di mucha importancia, pero esa gélida sensación formaba parte de la esencia que impregnaba la habitación. Sacudí con las manos el pijama a rayas que llevaba puesto y un montón de polvo se desprendió de la tela.
Tosí unas cuantas veces antes de ser capaz de recorrer de nuevo la habitación con la vista. Cerca de la puerta reforzada había un orinal volcado, los excrementos y el orín esparcidos recubrían gran parte de un par de placas. Al otro lado, una silla metálica, igual de oxidada que el resto de la habitación, estaba muy cerca de una vasta mancha de sangre seca en una pared.
No esperé más, me levanté, fui a dar un paso, pero las piernas flaquearon y tuve que agarrarme a las barras del cabecero de la cama. Hasta ese momento, no me di cuenta de que por debajo del colchón, alrededor de las patas del somier, habían varios intestinos resecos, casi disecados, fundidos al metal del soporte, llenos de marcas hechas con bisturís de círculos con rayas que los cruzaban en todas direcciones.
—¿Qué es este lugar maldito? —mascullé, inspiré con fuerza, apreté los dientes, aguanté el dolor de las pisadas y caminé hacia la silla.
Hubo un par de momentos en los que tuve que detenerme para buscar apoyo en una pared y tomar aire. En esos instantes, el tacto rasposo del metal en la mano, que fue más allá de lo físico y produjo una melancólica sensación de vacío, similar a la de alguien que quiere quitarse la vida, pero que no tiene brazos ni piernas para cometer el acto y lo único capaz de hacer es escuchar a sus demonios internos reprocharle que es poco menos que un despojo, no hizo más que acrecentar la necesidad de descubrir qué era ese lugar. Esa extraña habitación no solo trasmitía un aura inquietante, también se adentraba en mi ser, penetraba en las oscuras profundidades y mantenía calmada la llama roja.
—Voy a salir de aquí y acabaré con vosotros —pronuncié con el aliento contenido, tras inspirar con fuerza, alcanzar la silla y dejarme caer en ella.
Estaba exhausto, mis músculos a duras penas obedecían, el cuerpo pesaba toneladas, pero no eran efectos secundarios de los sedantes, al menos no del todo, fuera lo que fuera lo que había más allá de la habitación ejercía un potente influjo, uno que casi me hacía sentir como un guante incapaz de negarse a obedecer los movimientos de los dedos y la mano, de evitar seguir los designios impuestos por una misteriosa e inquietante esencia que se ocultaba más allá de lo que era capaz de percibir.
—No vais a ganar —mascullé, frustrado y enfurecido.
Me negué a rendirme, me levanté, apreté los dientes y arrastré la silla poco a poco hasta colocarla debajo del conducto de aire. Esperé unos segundos para calmar la respiración y retomar el aliento, me subí encima, metí los dedos entre las rendijas de la rejilla, tiré con fuerza para desencajarla y la dejé caer contra las placas del suelo.
—Ya está... —pronuncié en voz baja, tras ponerme de puntillas para acercarme al conducto.
Estuve un par de minutos inmóvil, tratando de escuchar algo más que el leve siseo de la corriente de aire, pero fue inútil, no conseguí otra cosa que malgastar fuerzas; me sentía como una mosca atrapada en una tira adhesiva que movía las patas en una ilusoria sensación de libertad.
Resignado, me bajé de la silla y volví a observar la habitación. Mi única salida era esperar a que abrieran la puerta, pero en el estado en el que estaba, incapaz de usar el fuego de la llama roja, debía prepararme por si entraban varios.
A paso lento, algo recuperado, aunque sin haberme desprendido de la sensación de cansancio y pesadez, volví a la cama, quité el colchón, agarré una de las varillas del somier y tiré para desencajarla. Me costó, jadeé y tuve que golpearla con el talón y usar mi peso, pero conseguí que cediera y obtuve lo más parecido a un arma que encontraría en esa maldita habitación.
Fui hasta la puerta, me coloqué a un lado, me apoyé en la pared y aguardé con paciencia. No sé cuánto pasó, quizá cuarenta minutos o puede que un par de horas, pero al final se oyeron unos pasos acercarse y una llave chirriar al introducirse y mover los engranajes de la cerradura.
«Ya eres mío» me dije, aferrado a la varilla.
La puerta se abrió y me lancé sobre quien estaba al otro lado. Grité y dirigí el extremo de la varilla hacia la niebla negra que se extendía más allá de la habitación, a la altura de donde pensé que atravesaría la cara del desgraciado que estuviera ahí. Corrí sin dejar de chillar, me adentré en la bruma, sentí su tacto gélido adormecer la piel y continué hacia delante.
Después de dar varios pasos, puede que una veintena, la niebla perdió densidad y alcancé a ver una puerta abierta. No sabía dónde se había metido quien abrió la de la habitación de las paredes oxidadas en la que estuve recluido, quizá ya no estaba allí y se había fundido con la niebla, pero creí que lo encontraría al atravesar la puerta.
—Os vais a arrepentir de... —Me callé nada más en la habitación.
Miré a un lado y a otro, perplejo, estaba de nuevo en el maldito lugar lleno de placas metálicas oxidadas.
—No puede ser... —pronuncié preso de un profundo sentimiento de derrota, tras bajar las manos y que la varilla rozara una placa de metal.
Escuché un fuerte chirrido, giré un poco la cabeza y de las juntas de dos gruesas láminas del suelo surgió una sierra circular de casi un metro y medio. Esta se movió muy rápido y atravesó la habitación sin que casi pudiera esquivarla. Salté una fracción de segundo antes de que me alcanzara, resbalé y caí.
—Este sitio no es real —mascullé—. No puede serlo.
Me levanté justo cuando tres sierras sobresalieron de las juntas de tres láminas. Corrí para salir de la habitación, pero la puerta se cerró cuando casi la había alcanzado.
Apenas me dio tiempo de pegarme a la pared y evitar el roce de una sierra. Un trozo de la parte del pijama que me cubría el torso, al moverse con la corriente de aire y echarse hacia delante, fue rajada por los afilados dientes.
Estaban jugando conmigo, era como una rata en un laberinto sin salida, presa de la angustia de los golpes en las paredes que buscan que no pare de correr, se agote y se aflija, pero no iban a conseguir que me rindiera. Fui rápido hacia la cama, la moví, sujeté el soporte, me agaché un poco y subí con fuerza hasta volcarla.
Una nueva cuchilla emergió al otro lado de la habitación, le di un par de patadas a la cama, la coloqué en su trayectoria, justo en el punto donde quedaría encajada entre el soporte y la pared.
La sierra alcanzó la estructura de metal reforzado de la cama y una lluvia de chipas se esparció por la habitación. Algunos dientes, con el roce, se quebraron y tuve que tirarme en las láminas oxidadas del suelo para que ninguno me alcanzara.
Cuando la sierra quedó atrapada, emitiendo un constante y fuerte chirrido, me levanté, cogí la varilla, corrí hacia la puerta y traté de forzarla sin éxito.
No quería ceder ante los pensamientos de derrota, pero no tenía la capacidad de prender el fuego rojo y estaba preso en una maléfica habitación que no tardaría en trocearme.
—¡¿Qué queréis de mí?! —bramé, desesperado, tras golpear la pared con la palma un par de veces.
Una sierra surgió de debajo de la cama y la levantó lo suficiente para que se desatascara la otra y volviera a rodar. Incrédulo e impotente, observé cómo la sierra que se había liberado retrocedía e iba hacia donde estaba. Me tiré a las láminas oxidadas, rodé por ellas y alcancé la pared.
La puerta se abrió, un brazo esquelético, apenas cubierto por pellejos secos y unos ciempiés de metal roído que los recorrían, traspasó la bruma y los dedos alargados de hueso negro, putrefactos, me señalaron.
—Ven, portador de la llama roja. —La voz, estridente, provino de más allá de la niebla—. Cumple tu porvenir.
Varias cuchillas, emitiendo chirridos infernales, surgieron de las juntas de las láminas del suelo y de las paredes y atravesaron la habitación muy rápido dirigiéndose hacia donde estaba. Corrí hacia la puerta, pero, cuando estaba a punto de alcanzarla, desapareció, consumida por una ráfaga de viento cargada de polvo negro.
El ensordecedor ruido de las sierras resonó aún más fuerte y la corriente de aire que producían agitó con fuerza mi pijama. Agaché la cabeza con impotencia, me había convertido en esa rata atrapada, sin escapatoria, y solo me quedaba aceptar que mis huesos y mis entrañas acabarían troceados y esparcidos por la habitación.
Aunque en ese momento me hubiera sido imposible creérmelo, el destino me tenía reservado otro final. Antes de que las sierras me alcanzaran, las láminas que pisaba se partieron y unas carcajadas espectrales se burlaron de mi desgracia. El juego cósmico de rituales, plagas, polvo negro y dolor, aún no había terminado.
Imagen orientativa de la habitación creada con nightcafe.
🌟 Muchas gracias por leer y pasarte por esta locura. Espero que te esté gustando. 🌟
☠️ Un poco más y no quedan ni los huesos de Draert. ☠️
🟣 ¿En qué lugar crees que se encuentra la habitación y qué crees que pueda haber tras la niebla negra que está más allá de la puerta? 🟣
♦️ ¿Cuál crees que pueda ser la naturaleza de lo que ha anulado la capacidad de Draert de prender la llama roja? ♦️
✔️ Estaré encantado de leer y comentar cualquier teoría que tengas de la historia y de todo lo que está pasando. Juntos quizá demos con la resolución de los enigmas. 🤔
⭐️ Si te gusta la historia, se agradecen los comentarios y los votos. Además sería de mucha ayuda si le hablas de la novela a alguien que le pueda interesar. ⭐️
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