Capitulo 20: Días de espera

Ojala os guste ;D

Dejen comentarios como siempre

gracias a las que leéis mi historia

El sacrificio de la sacerdotisa

Capitulo 20: Días de espera

Para mostrarles que he cambiado, volveré al castillo de Akura-Ou y les devolveré a sus mujeres.

Habían pasado días desde que Tomoe había dicho esas palabras y había partido hacia el castillo de Akura-Ou, dejando a Nanami al cuidado de la madre Fuyumi y de su hija, ya que ella no había querido volver al castillo y los aldeanos tampoco querían que aquella valiosa pieza, aquello que aseguraba la vuelta de sus mujeres y seres queridos y les aseguraba la vida, pues aquella mujer era el tesoro del demonio. Aquella a quien el malvado demonio Tomoe amaba más que a nada.

Los aldeanos aun la observaban con miedo, como si fuera a hacerles daño, a pesar de que ella había dejado claro que ella no era ningún demonio. Fuyumi y su hija la acogieron en su casa, protegiéndola con bonitas palabras, aun se sentían asustadas cuando la miraban pero la niña era más cálida y jugaba con la joven durante las tardes, caminaban hasta el río donde jugaban con el agua y alguna vez atrapaban algún pez. Nanami intentaba ayudar en todo lo que podía, así como había hecho en el palacio del zorro pero Fuyumi insistía que no debía hacer trabajar a la amada de Tomoe ya que si ella resultaba herida el demonio zorro seguramente la culparía.

-No se preocupe, Tomoe no enfadará con usted-Dijo a la hora de la cena, que de nuevo iba a consistir en arroz con pescado seco y sopa de miso con frutas frescas. La pequeña jugaba encima de un pequeño futón antiguo mientras su madre cortaba las frutas en trozos para ponerlas en los cuencos. Nanami pidió lavar el arroz, una tarea que no ocasionaría ninguna lesión y después de volvérselo a pedir, Fuyumi aceptó que la ayudase y ambas dispusieron la cena en pocos minutos.

Ella le había dejado uno de sus kimonos para que Nanami pudiera cambiarse, se había mostrado tímida, pues su kimono viejo y decolorado por el sol no tenía nada que ver con la elegante ropa que Tomoe le había dejado vestir a Nanami. Esta negó muchas veces, diciendo que aquel kimono era perfecto para ella, que no tenía que preocuparse tanto por ese tipo de cosas, que solamente pensase en ella como otra aldeana más.

-No debo...

-No le diré nada a Tomoe, no se preocupe

-Es sorprendente que llaméis al poderoso demonio por su nombre de pila...-Dijo asombrada mientras tomaban el arroz con el pescado. La pequeña las observaba tras los palillos.

-¿Por que?

-Es muy imponente...nunca nos hemos atrevido si quiera a mirarlo a la cara...

-Tomoe no es tan malo como parece...

-Es porque a vos os ama de todo corazón...

-Bueno...-Nanami se sonrojó demasiado, ocultando la cara tras el bol de sopa-Realmente al principio nos llevábamos bastante mal...lo golpeaba cada dos por tres-Dijo riendo mientras recordaba lo ocurrido. Sus mejillas se calentaron-Nunca imagine que acabaría así...

-¿ Amáis al demonio, cierto?

-Si

-Neee, neee, ¿Por que Tomoe-sama se cortó el pelo?-Preguntó Rika, haciendo que Nanami casi se atragante con la sopa. Observó a la pequeña unos momentos, sorprendida porque fuera la primera que preguntase por el hecho de que el largo cabello plateado del zorro fuera cortado.

-Yo se lo corté

-¿Por que?-Pregunto elevando la voz.

-Fue petición suya-Un momento de silencio-Tomoe quería cambiar, deseaba cambiar para ser mejor. Él no es tan malo como parece, solo que la gente lo juzga por su apariencia o por lo que dicen de él y en realidad Tomoe es muy sensible, le preocupa mucho la convivencia con los aldeanos y por eso ha ido a salvar a las mujeres, para demostrar que hasta él puede cambiar. Pero...esta muy guapo con el pelo corto...-Dijo sintiendo como le volvían a subir los colores.

-Nunca habíamos pensado de esa manera...

-Nanami-chan ha cambiado a Tomoe-sama, ahora es una princesa

-¿Pri-Princesa?-Nanami miro a Rika, sorprendida por sus palabras-Que va...

-Rika, ya. Vamos a terminar de comer

Y los días fueron pasando, Nanami se acostumbró rápidamente a la vida en el pueblo pero no podía dejar de pensar en Tomoe, si estaría bien, si tendría algún problema...y eso la hacía estar algo arisca y enfadada durante todo el día. Los aldeanos más mayores la observaban cuando paseaba por la aldea, sus miradas desconfiadas aun se mantenían, a pesar de que ya llevaba casi una semana en la aldea.

Esa misma tarde arregló su kimono, el mismo que había usado el día que llegó allí con Tomoe. Había decidido no seguir esperando por Tomoe, iba a ir a buscarlo al castillo. Quizá tendría algún problema. Akura-Ou podría haberlo lastimado.

-No deberíais ir sola...-Le aconsejó Fuyumi

-Es peligroso-Dijo Rika

-Estaré bien-Dijo, consolando a madre e hija, recogió un pequeño paquete con comida y se ajustó al obi un pequeño abanico azul con bonita decoración de flores en blanco-Nos os preocupéis. Volveré con vuestros seres queridos.

-Gracias

-Si, gracias Nanami-chan

Los aldeanos se reunieron a su alrededor cuando la vieron salir, preocupados por si intentaba escapar pero Nanami les explico que se iba a ir en busca de Tomoe, para ayudarlo en el rescate de las mujeres. Algunos no la creyeron, impulsados por el miedo, por la pena...

-Volveré, lo prometo

-¿Es la promesa de un demonio?

-!No!-Los miro y se señalo lentamente el corazón con la mano-Es la promesa de una mujer, de una persona a otra. Haré lo que este en mi mano para ayudaros.

-Vete Nanami

-Si

La joven corrió fuera de la aldea, siguiendo el camino que bien recordaba que había hecho Tomoe, internándose en el bosque. Sabía lo que tenía que hacer.
Corrió y corrió, esquivando ramitas secas, alguna rama de los arboles, saltó algunas piedras y milagrosamente no se perdió por ningún camino contrario. Sus pies parecían saber a donde tenían que dirigirse, ya que en poco tiempo se encontró con el templo de aquella persona que podría, quizá, ayudarla.

Se apoyó en la entrada del pequeño templo, nada que ver con el castillo de Tomoe, pero no por ello menos bello. Tomó aire lentamente, calmando su respiración, sus latidos frenéticos...
Subió los escalones del templo, de estilo antiguo de la era meiji, la madera crujió bajo sus sandalias negras y emitió un bonito sonido. Antes de poder siquiera correr la puerta para entrar, esta se abrió y una cabeza blanca se asomó, también con la respiración acelerada.

-¿Nanami-chan?-Los ojos esmeraldas de Mizuki observaron más confusos que nunca el rostro de la joven.

-Necesito tu ayuda, Mizuki


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