Capitulo 10: Convivencia y actos
Ojala os guste ;D
Dejen comentarios como siempre
gracias a las que leéis mi historia
El sacrificio de la sacerdotisa
Capitulo 10: Convivencia y actos
-¡Tomoe, no entres en el baño cuando estoy yo dentro¡
-¡No me tires cosas!-Dijo un molesto demonio que intentaba esquivar los diversos objetos que una joven sonrojada le lanzaba desde el interior de la elegante bañera de su cuarto de baño. Y eso que él solo había entrado al oírla gritar además de por si necesitaba ayuda pero no, la chica al verlo entrar sólo pudo torturar sus delicadas orejas con sus gritos sin sentido.
-¡Pervertido¡-Nanami creía que iba a ponerse a llorar, una de sus manos intentaba tapar la desnudez de sus senos mientras su otra mano cogía todo lo que tenía a mano para lanzárselo al demonio, sin mucho éxito ya que ninguno de ellos consiguió dar en el blanco.
-¡Solo quería ayudarte¡-Intento decir Tomoe, agarrando el bote de champú que la joven le había lanzado.
No se le paso desapercibido que la joven estaba completamente desnuda, empapada en espuma y gel de baño y aunque ella trataba de cubrir sus senos con su mano, el conocía perfectamente aquellos hermosos montículos suaves como el terciopelo.
-¡SAL DE AQUÍ¡-Grito Nanami y Tomoe comprendió que no conseguiría nada así que salió del cuarto de baño y la dejo a solas con sus gritos.
-Ven al comedor cuando termines-Dijo con su tono de "no acepto un no por respuesta"
Nanami suspiro volviendo a introducir la cabeza debajo del agua y dejo que sus pensamientos volaran a los últimos acontecimientos que habían sucedido entre ella y el demonio.
Hacia una semana que había curado las heridas del demonio y habían compartido aquel momento en que el demonio había recostado su hermosa cabeza en su barriga.
Nanami se estremeció al recordar el rostro apacible de Tomoe, como se había quedado dormido después de que ella le estuviera cantando durante un buen rato dulces nanas de su infancia. El demonio de por sí era hermoso pero mientras dormía Nanami pudo perfilar aquel hermoso rostro dormido; sus elegantes cejas, el perfil recto de su nariz, la suavidad de sus mejillas y con el corazón a mil por hora paso las yemas de los dedos por aquellos labios sensuales.
Se levanto de la bañera con un busco movimiento y parte del agua se desbordo por fuera de la bañera.
Rodeo su cuerpo con una mullida toalla y se cambio rápidamente de ropa por un bonito quimono de lunares y se recogió el pelo rápidamente con un broche.
Se dirigió al comedor como le había ordenado el demonio y se permitió pasear un poco por los largos pasillos mientras pensaba en la extraña sensación que se había apoderado de ella en los últimos días.
Después de haber curado las heridas de Tomoe ella pensó que las cosas entre ellos cambiarían, para mejor, pero nada había pasado. Ella se sentía confusa por lo que sentía por el demonio, y se regañaba a si misma por pensar en ello ya que era consciente de que él nunca iba a corresponderla.
No es que ella quisiera algo con él, que tampoco lo sabía, pero la cosa era que ella no sabía nada de Tomoe y lo que había oído en la aldea no había sido precisamente bueno.
Pero la realidad era que cuando Tomoe se curó de sus heridas, bastante rápido a decir verdad, volvió a ser el demonio de mal carácter y pervertido que Nanami había conocido el primer día.
¿Dónde estaba el chico delicado y herido que la había abrazado con tanta dulzura días atrás?
No lo sabía y tampoco estaba segura de que lo volviera a ver. Los últimos días habían sido una verdadera tortura para Nanami, Tomoe le mandaba ordenes cada cinco segundos; colócame la almohada, dame un kimono limpio, prepárame el baño, hazme curry, dame un masaje...
La jovencita echaba humo por las orejas pero no podía hacer nada, el demonio estaba herido por protegerla, era su culpa por lo que lo iba a consentir mientras estuviera herido pero aquello había cambiado drásticamente cuando él se había curado.
El demonio se creía que era el señor del palacio, cosa que lo era, y podía ordenarle cualquier cosa. Se creía que con su belleza demoniaca podía conseguir cualquier cosa de ella pero ella no se iba a dejar, no señor...lo intentaba pero no había manera...Tomoe era demasiado sexy y ella tenía poca resistencia a sus avances.
El demonio había decidido que ella dormiría con él y aunque a Nanami realmente no le importaba demasiado compartir aquella cama con el cuerpo cálido del demonio, cosa que nunca lo iba a admitir, las últimas noches no había conseguido dormir demasiado.
¡Y no era para menos! Como si tú pudieras dormir cuando un hermoso demonio te abraza contra un pecho cálido y desprovisto de cualquier pijama o camiseta.
Misión imposible desde cualquier perspectiva.
-No es momento de pensar en eso-Se dijo a sí misma y se apresuro a llegar al salón. En el camino tropezó con una de sus sandalias y rompió la cuerda del zueco.
Se maldijo en voz baja. ¿Qué más podía pasar?
Tomoe volvió a rodear la mesa del comedor. Era la decima vez que lo hacía.
¿Dónde estaba aquella muchacha? ¿Por qué tardaba tanto en llegar?
Batió la cola nervioso y quiso tirarse de los cabellos por mostrarse tan desesperado por verla.
Su mente repasaba las acciones extrañas de Nanami; sin duda había acertado al decir que era una joven extraña.
Le desconcertaban sus acciones, primero se mostraba abierta y amorosa, recibiendo sus besos; luego se escapaba de él pero también lo curaba y la dejaba abrazar en un momento de debilidad.
Su voz, dulce como el más delicioso pastel, lo sorprendió y se dejo mecer por aquella pequeña intimidad que habían creado.
Nunca se había sentido de aquella manera y eso que tenía más de 200 años.
Pero todo tenía un final y de nuevo habían comenzado a pelear y la rebeldía de Nanami hacia que extrañamente le agradara más su compañía. Le gustaba que se resistiera.
Sus orejas se irguieron cuando escucho como la puerta se abría lentamente y la cabeza castaña de la joven se asomo tímida. Se encontró con sus luminosos ojos almendrados unos segundos después.
-Pasa-Dijo el demonio, impaciente por su contacto. Consiguió disimularlo.
-S-Si...-Ella cerró la puerta tras ella y entonces él reparo en su pie descalzo y del zueco en su mano.
-¿Qué ocurrió?
-El..zueco...la tira del zueco...se rompió...-Dijo ella y Tomoe le indico con la mano que se acercara. Ella lo hizo lentamente hasta que estuvo frente a él.
-Muéstrame el pie-Dijo impasible el demonio y cuando ella intentó pararse en un solo pie Tomoe la tomo en brazos y la sentó en el borde de la mesa. Nanami dio un pequeño gritito por el susto pero sus manos se posaron en los hombros de Tomoe y este quiso disfrutar de su contacto todo lo que pudo.
Con cuidado tomo el pequeño pie de la joven y busco alguna herida pero solo tenía una marca de la cinta entre los dedos ocasionada por la tira del zueco. Tomoe suspiro aliviado.
-Está bien, solo es una rozadura-Le dijo
-Hmm...-Asintió aliviada algo cortada por el calor que se estaba formando entre sus piernas por la presencia tan cercana del demonio. Calma Nanami, se dijo, solo te está mirando el pie, no caigas tan rápido en la magia. Piensa que es un viejo con un horrible grano de pus y sin dientes.
Por mucho que lo intento, y lo intento, no pudo borrar la imagen del bello demonio y sustituirla por la de un viejo horroroso. Simplemente no le haría justicia.
Los ojos de él la escrutaron atento a sus movimientos y cuando vio como sus mejillas se tornaban sonrosadas no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa.
-Nanami
-¿S-SI?-Otra vez con los chillidos de niña tonta. Nanami se quiso golpear por tonta del mes.
El demonio se rio. Un sonido maravilloso, como campanillas. "Que hermoso" volvió a pensar Nanami; era la primera vez que lo oía reír de aquella manera. Tan libre...
-Comamos
Y comieron, otra vez curry. Ambos comieron en silencio, ella lanzándole alguna mirada cuando él no estaba atento y él observándola de la misma manera.
Después de aquello, Tomoe fue llamado por sus consejeros y Nanami quedo limpiando los cacharros.
-Nanami-sama-La llamo la voz chillona de Onikiri, uno de los consejeros y mejores amigos de Tomoe.
Era un espíritu de fuego fatuo que había servido a Tomoe desde su más tierna infancia. Era pequeño, no le llegaba a la cintura, vestido con un kimono y su cara era tapada por una máscara sonriente.
Tomoe se lo había asignado a Nanami para que la acompañase y la protegiera si era necesario. Su hermano, Kotetsu permanecía con Tomoe pero a veces se las apañaba para estar con la jovencita en sus ratos libres.
-No quiero...-Se quejo Nanami. Onikiri tenía también la misión de acicalarla y Nanami se sentía demasiado extraña siendo tocada por el pequeño espíritu.
La bañaba, le quitaba el vello con crema de almendras, le lavaba el pelo y se lo secaba.
-Pero Nanami-sama...
-Quiero ir al jardín un rato, déjame sola, Onikiri-kun-Dijo y corrió hacia el pequeño jardín que se había convertido en su templo y su refugio durante la tarde en la que el demonio estaba ocupado con sus cosas.
Le había pedido permiso a Tomoe para permanecer en el jardín y él había accedido ya que no quería que la joven volviera a intentar escaparse.
Se sentó en el banco gótico y se dedico a coger pequeñas flores para hacer una corona con ellas.
Lo hacia sin pensarlo, desde pequeña le gustaba hacer coronas para su madre y que ella las aceptara con aquella dulce sonrisa que nacía de sus hoyuelos.
Pero esta vez no haría la corona para su madre, la haría para un demonio. Irónico.
Pensó en él, de nuevo. Aunque se había prometido no volver a hacerlo ahí estaba de nuevo. Pensamientos traicioneros.
Pero también estaba el problema de que al demonio le gustaba secuestrar a jóvenes hermosas y saludablemente activas cosa que ella no estaba del todo segura de que ayudara a mejorar su relación o lo que fuera que tenían.
También estaba el hecho de que en todo el tiempo que estuvo en el castillo no había visto a otra mujer a parte de ella pero lo cierto es que no había mirado por todo el castillo. Quizá estaban encerradas en algún lugar.
Un sonido, proveniente de su espalda la trajo de vuelta a la cruda realidad y cuando se dio la vuelta una mano pálida le tapo la boca.
La corona de flores cayó al suelo y la misteriosa persona le rodeo la cintura con una mano y la arrastró hacia fuera del castillo.
Nanami se intento resistir, pegarle con las manos, usando las piernas pero el personaje esquivo todos sus movimientos y ella grito cuando una serpiente blanca le mordió en el cuello.
La visión se le nubló y su cuerpo empezó a sentirse pesado. De sus labios salió dos pequeñas palabras que murieron en el silencio del jardín.
-Tomoe...ayudame...
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