El sabor de la venganza
Había alguien en su apartamento:
Sesshoumaru lo percibió claramente cuando las puertas del ascensor se abrieron.
El saludo alusivo del portero a su regreso debió haberlo hecho sospechar, pero nadie jamás se permitía de entrar en su casa sin su consentimiento, ni siquiera Kagura.
La puerta del ingreso se encontraba abierta y él estaba seguro de haberla cerrado antes de salir.
Le bastó con cruzar el umbral de la puerta para encontrar su sillón ocupado.
—¿Se ha equivocado de dirección, señorita Higurashi?
La novia de su hermanastro lo miraba con determinación, ella siempre se mantenía tranquila frente a él. Había visto esa expresión en ella usualmente al estar de pie frente a Inuyasha para protegerlo de él.
— Estoy en el lugar correcto.
Sesshomaru caminó hasta el sofá deteniéndose frente a Kagome con una mirada intimidante, pero ella no se dejó intimidar, mantuvo las manos en los reposabrazos y las piernas cruzadas.
«Estaba sentada en su sillón como si fuera un trono. ¿Habría venido a regañarlo por algo que le hizo a Inuyasha?», se prenguntó Sesshomaru.
Por primerz vez, él era inocente.
—¿A qué se deve el honor de su visita, es tan importante que no pudo avisar antes de venir?
Ella hundió los dedos en los apoyabrazos.
—¡Basta Sesshomaru! No es necesario que me trates con tanta formalidad.
Sesshomaru desabrochó su chaqueta y se sentó en el sofá mirándola con renovado interés.
—Está bien, Kagome.
Ella tragó saliva al escuchar su nombre.
—Explícame. ¿Por qué estás en mi casa?
Kagome invirtió la posición de sus piernas.
—Sé que odias a Inuyasha —dijo tomándose un tiempo para calmarse y acostumbrarse a su presencia, que para ella era casi imposible.
—Sé que no perderías la oportunidad de vengarte de él.
Sesshomaru levantó una ceja.
—Si estás aquí para hacerme cambiar de opinión, déjame decirte que estás perdiendo tu tiempo.
Kagome negó con la cabeza, le había parecido una gran idea hasta que lo vio cruzar el umbral de la puerta. En su mente, el efecto que el rico hermanastro de Inuyasha tenía en ella era siempre silenciado.
Ella nunca pudo asimilar por completo la frialdad y la elegancia de Sesshomaru.
—Estoy aquí porque, ahora mismo, siento por él lo mismo que sientes tú.
Kagome notó como Sesshoumaru la miraba impasible con sus piernas cruzadas y sus manos entrelazadas posadas en una de sus rodillas.
—Es un cambio notable—. ¿Cúal es el motivo?
Era un poco humillante tener que contarle su situación a alguien que siempre la menospreciaba debido a su relación con Inuyasha. Kagome no podía mirarlo a los ojos,
tenía miedo de percibir lástima, o quizás, satisfacción por lo que le había sucedido.
Ella ya sentía lástima por si misma, porque toda la evidencia siempre había estado ahí, a su disposición, pero había preferido no verlas hasta esa tarde.
Al no haber recibido respuesta a sus mensajes, decidió visitar a Inuyasha. Lo vio salir y caminar hacia el parque del vecindario y fue imposible resistir la curiosidad, por eso lo siguió y lo encontró con ella...
Kikyo, siempre Kikyo...
—Me traicionó —respondió ella finalmente.
Debió haberse imaginado que Kikyo siempre sería una piedra entre ellos, cuando la primera vez que se encontró con Inuyasha este la había llamado por su nombre convencido de que sólo había cambiado su corte de pelo y no que era una persona completamente diferente.
El silencio de Sesshoumaru la obligó a levantar la mirada, esperaba algún comentario desagradable. En cambio, la miraba pensativo e inmóvil, con los ojos fijos en ella como si quisieran sacar a relucir todo lo que ella escondía.
—¿Tu venganza me afecta hasta qué punto exactamente?
Sesshomaru deletreó bien las palabras, como si hubiera adivinado la respuesta y tuviera la intención de escucharla de todos modos.
Eso fue suficiente para devolverle a Kagome el coraje que la había llevado a convencer al portero de que tenía asuntos "privados" con el Sr. Sesshoumaru.
Se levantó mientras se arreglaba la falda, que le daba la sensación de estar levantada por la espalda, pero había una buena razón por la cual sentía frío entre las piernas. Ella estaba segura de que la falda no se encontraba fuera de lugar.
Si su plan no funcioba, tenía un As bajo la manga. No debía olvidarlo, no estaba obligada a continuar, pero quería hacerlo.
Mientras la veía acercarse, Sesshomaru bajó el pie que había puesto en su rodilla quedando sentado con las piernas abiertas y las manos apoyadas en estas.
Kagome dobló sus piernas sentándose sobre sus talones frente a él.
—Hasta el punto de que quieras tener sexo conmigo —repondió ella dejando a un Sesshomaru paralizado.
Sesshomaru luchó por no mostrar ningún rastro de sorpresa, pero la sonrisa en los labios de Kagome era una prueba de que había fracasado.
La posición que ella había adoptado sin duda influía en su falta de control facial, era la razón por la que estaba considerando seriamente aceptar su propuesta.
—¿Por qué crees que tendrás mi colaboración cuando tienes el doble de razones que Inuyasha para ser indigesta?
Ella lo miró directamente a los ojos.
—Sería cierto si sólo fuera el origen social lo que te molesta, pero estás enojado con Inuyasha porque él es la prueba viviente de que tu padre nunca fue tan perfecto como tu creías.
Sesshoumaru tomó su barbilla entre sus dedos. Esas palabras lo habían molestado e intrigado, nadie le había hablado así antes. Se inclinó hacia ella manteniendo su rostro inmóvil obligándola a mirarlo.
—¿Crees que me has acorralado?
—S-sí —susurró ella.
Con una sonrisa, Sesshoumaru soltó su barbilla y apoyó su espalda en el sofá.
Su hermanastro no sabía lo que tenía, de lo contrario, no habría cometido el error de despertar su ira.
Kagome posó una mano en la rodilla de él. Un toque que parecía tan casual, pero que le provocaba un cosquilleo de expectativa donde sus cuerpos entraban en contacto.
—¿Cuál es tu respuesta, Sesshomaru?
Él comenzó a jugar con los dedos alrededor de la tira de cuero que colgaba del cuello de la chaqueta de Kagome. Para la falda corta que llevaba, le intrigaba la forma en que estaba bien cubierta en la parte superior.
Tiró de la cremallera revelando su cuello haciéndola sonrojar bajo su mirada.
—Haz que valga la pena, —dijo él tirando de ella hacia sí y rozando sus labios con los suyos.
Apretó su labio inferior entre sus dientes, era una provocación y una declaración. Él no era su novio ni un niño con quien jugar, si quería esa venganza suya debía estar dispuesta a arriesgarse. Su respuesta era igualmente silenciosa y clara.
Kagome deslizó sus manos a lo largo de sus muslos hasta la unión con la pelvis arqueándose hacia él, abrió su boca en una invitación a la que Sesshoumaru no opuso ninguna resistencia.
Él metió sus dedos en su cabello e inclinó su cabeza invadiendo ese territorio que aún no había sido explorado con su lengua. Ya no recordaba porqué estaba en contra de un simple beso, tal vez, porque sabía que sería cualquier cosa menos simple.
No había nada de simple en la forma que Kagome respondía a su beso. El contacto entre sus cuerpos era limitado, pero el efecto que tenía sobre él era intenso.
Un toque vacilante en la entrepierna completó el trabajo iniciado por la escandalosa propuesta continuada por ese apasionado beso.
Sesshomaru no pudo ocultar lo que ella le estaba haciendo sentir, y esto parecía infundir valor en las manos de ella. Las caricias se volvían firmes, mientras con una mano frotaba su erección, la otra estaba ocupada con la cremallera; debajo de las apretadas capas de tela, Kagome encontró la piel deseada.
Él se hechó hacia atrás dejándola explorar su erección por un momento, «sólo un momento»... Se dijo a sí mismo incapaz de mantener los ojos abiertos y la cabeza recta. Sintió como ella tiró de los pantalones y su bóxers haciéndolo levantar sus caderas ayudándola a cumplir su cometido.
Sesshomaru sacó la billetera del bolsillo interior de su chaqueta y extrajo un preservativo.
—Puedo usar el que traje.
Una sonrisa se escapó de los labios de él, le estaba sucediendo con más frecuencia de lo habitual.
—Veo que lo tenías todo bien planeado, pero usa este.
Sus dedos rozaron con los de él mientras sacaba el condón de su mano. Sesshomaru siguió sus movimientos con sus dilatados párpados mientras ella abría la envoltura y levantaba la punta para luego asegurarla en su erección y desenrollarla por toda su longitud con gestos cautelosos pero seguros.
Le estaba costando mantenerse a raya, con sólo observar como ella pasaba la punta rosada de su lengua humedeciendo sus labios mientras mantenía la mirada fija en esa única parte de su cuerpo con una mirada hambrienta. Una mirada que jamás se habría esperado de ella, una chica de origen humilde y con actitud reservada.
Sesshomaru pasó una mano detrás de su cuello tomando su cabello entre sus dedos y tirando de ellos, la respuesta de Kagome fue un verso cortado entre sus labios.
—Recuestate.
Ella se tumbó en la alfombra mientras él se deslizaba del sofá y se colocaba de arrodilla entre sus piernas, el brillo que había en su mirada lo impulsó a bajar el resto de la cremallera de la chaqueta y trazar la forma de sus senos.
Kagome liberó los botones de los ojales uno por uno, revelando el sujetador de tartán verde que combinaba con la falda, luego se deshizo de ellos dejando al descubierto sus pezones erectos listos para ser atendidos. Pero todavía no, Sesshoumaru tenía curiosidad de ver si las bragas hacían juego con el sosten.
Trazó una línea a lo largo de los muslo de ella hasta deslizarse por debajo de su falda, él la miró atónito, incapaz de articular una palabra. No había tela entre las piernas de Kagome, sólo piel, piel cálida y húmeda.
Sesshomaru se veía aturdido, como si nunca hubiera esperado que ella se quitara las bragas antes de saber si él aceptaría su oferta, lo había sorprendido una vez más.
Kagome podía acostumbrarse a esa sensación de triunfo sobre un hombre siempre tan distante, como una estrella lejana en el horizonte.
Las caricias de sus dedos en el interior de su muslo la devolvieron a la realidad con un escalofrío de excitación, Sesshoumaru se había recuperado rápidamente de la sorpresa y ahora la estaba atormentando con sus dedos entre sus pliegues.
Para Kagome era casi un sueño tener a un hombre como él arrodillado sólo con los pantalones fuera de lugar mientras que su chaqueta, corbata, y camisa lucían impecables.
Sesshomaru aumentó el movimiento de sus dedos empujándola por encima del umbral del placer, haciéndola cerrar los ojos y arquear la espalda ante el inicio del orgasmo.
"¡Ah!"
Ya no sentía la alfombra debajo de ella, sólo el calor que atravesaba su cuerpo comenzando desde el punto donde los dedos de Sesshomaru la atormentaban sin cesar, hasta sus pezones que igualmente estaban siendo torturados por sus labios.
Unas caricias en la mejilla la hicieron abrir sus ojos para encontrarse con el cabello plateado deslizándose sobre su hombro, mientras él estaba inclinado sobre ella con un brazo plantado en la alfombra y el otro entre sus piernas.
Él alzó su rostro y se quedó mirándola como si quisiera entender lo que pasaba por su mente, mientras descarados gemidos escapaban de su boca.
—¿Sigues convencida de tus planes de venganza?
Su voz se escuchaba más baja de lo habitual.
—Sí, sí por favor —respondió ella.
Sesshomaru elevó la comisura de su boca en una media sonrisa que no tenía nada de aterrador. Lo había visto sonreír poco, pero cuando lo hacía, siempre había algo inquietante detrás.
Él colocó su erección en su entrada sin apartar los ojos de los de ella, la tenía encadenada con esos ojos dorados mientras la penetraba. Ella envolvió las piernas alrededor de sus caderas logrando que él se hundiera en lo más profundo de ella con un movimiento preciso. Kagome trataba de aferrarse a su espalda, deseaba tener más contacto con su piel, pero la tela de la chaqueta gris hielo se deslizaba bajo sus uñas.
—Siente cada momento, cada sensación, recuerda por qué estamos haciendo esto—dijo él, pero Kagome ya no recordaba
nada. Toda motivación se había perdido en cada estocada de Sesshomaru, en la nueva calidez que se concentraba en su vientre, en sus respiraciones mezcladas y en esos ojos dorados que antes le parecían fríos.
Los movimientos de él se volvieron erráticos, provocando otra explosión en Kagome.
—"!Ah, Sesshomaru!" —gritó Kagome
mientras él daba las ultimas estocadas.
—Kagome —susurró él mientras la abrazaba sin romper la unión de sus cuerpos.
Era un momento precioso, que pronto dio paso al aire frío cuando él se separó de ella sentándose sobre sus talones.
Sus cabellos revueltos como Kagome nunca lo había visto, así como nunca había visto su palidez teñida de rosa. Su pecho subía y bajaba con estudiada lentitud para calmar su respiración, era una visión prohibida e irrepetible.
Sesshomaru pasó una mano por su rostro rompiendo el hechizo del momento. Se puso de pie dirigiéndose a algún lugar del apartamento.
Kagome no tenía la intención de esperar a su regreso, temía a lo que podría decirle. «¿Qué debía hacer?», pensó ella.
Se acomodó la falda, el sujetador, luego se colocó la camisa y la chaqueta. Cuando escuchó cerrarse una puerta dentro del apartamento, se encaminó deprisa hasta el ascensor, lejos de Sesshomaru y de lo que estaba comenzando a sentir por él...
No había nadie en su apartamento:
Cuando Sesshomaru salió del baño se encontró completamente solo, cada habitación estaba vacía; mientras que antes todo parecía estar lleno de ella, de ellos dos.
Creyó haberse vuelto loco hasta el punto de soñar que había tenido sexo con la novia de su hermanastro. Pero había algo que no había notado antes, algo blanco asomándose entre el respaldo y el asiento del sillón, el mismo en que Kagome lo había esperado poco antes.
Sesshomaru tiró de la tela blanca para encontrarse con un triángulo de algodón con estampados de perros estilizados en diferentes poses.
—Una braga —susurró él.
Sostuvo la braga en su puño mientras se sentaba en el sofá con una sonrisa sus labios. Su hermanastro no tenía idea de lo que había dejado ir era un tonto, pero él nunca lo había sido...
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