La niña que ya no quiso creer en la ciencia (+)
Advertencia: capítulo con contenido +18 en referencia a descripción de violencia física. De cierta forma encontrarás descripciones sangrientas que podrían llegar a incomodar.
La niña que ya no quiso creer en la ciencia. (+)
Azhar Beckett, 17 años.
¿Qué día es hoy?
¿Cuánto tiempo ha pasado? Es difícil saberlo cuando no he visto la luz del sol ni he visto el cielo, cuando no he sentido la brisa en mi piel por días, tal vez semanas ¿Qué pasa si han sido meses?
He perdido el curso del tiempo porque por primera vez en mi vida, siento que ellos no me dejarán salir. En el pasado había descansos y me hacían pasar tiempo en casa, íbamos a algunos eventos cómo una familia, pero ahora es diferente, he estado en esta dura camilla atada durante mucho tiempo y solo he sido desatada cuando mis piernas no eran capaces de sostenerme porque sabían que no podría escapar al liberarme.
Sé que pasé mi último ciclo menstrual aquí y que sangré cómo un cerdo en matadero de una manera humillante cuando no me dejaron atender un necesidad tan básica. Me han hecho nuevos cortes, pero ahora usan laser que no deja cicatriz, pero que se siente cómo fuego en mi piel. Tengo los ojos secos, han aplicado y extraído tanto de ellos que me pregunto cómo no he perdido la visión.
Lo que nunca se va es el frío y cuando no lo hay es porque tengo demasiado calor. Los momentos se mezclan unos con otros hasta el punto de que ya no sé qué alucino y que es real. Lo peor es cuando me dejan en la oscuridad, que supongo que es cuando es de noche y esa horrible mujer fantasmal con otro nombre aparece para atormentarme, exigiéndome que vaya con ella y ayer quise hacerlo porque me dije que tal vez si la dejaba arrastrarme, ya nunca más estaría aquí.
—¿Todo bien, Azhar?
Ante la irónica pregunta despego la mirada del techo y la llevo hacia los ojos azules que podrían ser deslumbrantes si no los viera antes de muchas pesadillas que son mi realidad.
No hablo, dejé de hacerlo hace unas días ¿O semanas? Ya ni siquiera grito cómo venía haciéndolo desde el principio, no es que me adapté al dolor, es que aprendí a que mis gritos nunca me salvaron.
Lo veo y no sé qué le transmite mi mirada porque se estremece y la aparta. Él es malo, pero no tan cruel cómo su esposa, cómo mi mamá.
—¿Aun no quieres hablar? —Su mano va a mi mejilla y un sonido lastimero escapa de mí—. No creas que no me duele esto, pero tenemos que ayudar a la ciencia, tenemos algo bueno sucediendo y eres un sujeto tan prometedor.
No quiero ser un sujeto, quiero ser normal incluso si no sé lo que es eso.
No quiero morir, no puedo morir. Soy más que esto, tengo que ser más que un sujeto.
Mientras lo miro directamente a los ojos me escucho gritar en mi mente cada vez que me han torturado a mi cuerpo con tantas cosas, quisiera olvidarlo todo, pero no hoy. Hoy quiero que todo eso me alimente, porque hoy seré libre.
"—Nadie puede romperte, no los dejes. Tampoco te culparé o juzgaré si acabas con ellos. Sálvate, no le des a otro el poder de actuar sobre ti."
Niklas tiene razón. Ellos no pueden romperme.
Niklas. Su nombre lleva años en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez con el deseo de no olvidar sus palabras, de no olvidarlo a él, el único ser humano que desató mis ataduras y habló conmigo cuando era aún más joven.
Quiero volverlo a ver porque él fue bueno conmigo, porque prometió que nos veríamos de nuevo.
Niklas. No debo olvidarlo.
Niklas. Me entenderá.
Niklas. No me juzgará.
Niklas. Sabe que soy fuerte.
Me dijo que me salvara y esperé mucho para hacerlo, ya no pueden tener más poder. Ahora estaré arriba en la pirámide y ellos abajo porque su ciencia me ha hecho diferente y sus maltratos me hicieron no temer de la sangre.
Las manos de mi padre ubican múltiples conectores a mi frente y cuando ubica pinzas en varios de mis dedos sé que hoy es un día de calor, hoy pretende darle electricidad a mi cuerpo viendo si su droga ha hecho algún cambio.
Mi sangre es diferente, sé que es roja porque la he visto correr cada día, pero está tan llena de drogas y experimentos, contaminada. Pero no soy un eslabón débil, ya no.
—Esto es por la ciencia, cariño.
Mis labios resecos que apenas si han obtenido hielo hoy se abren y exhalan, reuniendo las palabras que él se acerca para escuchar.
—No...Soy débil —susurro—. Ya no. Vas...Vas...
Gimo de dolor cuando pincha algo en mi cuello y no completo la oración en voz alta, pero si en mi mente: Vas a morir.
Se aleja e incluso cuando espero el dolor, es más fuerte de lo que imaginé. Me retuerzo mientras mi cuerpo tiembla y los ojos que pensé que estaban secos, derraman lágrimas. Me muerdo el labio con fuerza para no gritar porque nadie lo escuchará y él no parará el calor horroroso invadiendo mi cuerpo.
Veo ojos grises y destellos verdes, labios curvados con una mínima sonrisa diciéndome que yo era fuerte, que yo un día tendría poder y quiero creer que él tenía razón, confío en la única persona que alguna vez me mostró bondad.
Estoy harta de todo esto y una molestia comienza a crecer en mi interior, eso pasa mucho últimamente. Una ira que se siente caliente en mis entrañas, que me alimenta y desgarra de adentro hacia afuera, que me mantiene viva y me impulsa a ser más que una víctima.
El calor que están irradiando en mi cuerpo se detiene y de alguna manera no me debilita cómo en el pasado, tal vez mi cuerpo se ha adaptado o la droga finalmente es perfecta. Si fuese perfecta no me liberarían, comenzarían una nueva.
Acostumbrada con la muestra de debilidad, finjo las características básicas: temblor y respiración en jadeos – esto último es real – mientras seguramente me han estallado algunos vasos sanguíneos en los ojos.
Siento mi sangre caliente y dolor en mis articulaciones por lo que me ha inyectado. Cuando papá se acerca, evalúa mi estado y de alguna manera mis pulsaciones erráticas registradas en una de sus tantas máquinas consiguen hacerme ver más débil.
Papá es malo, pero no disfruta de su crueldad, creo que en el fondo siente culpa, pero está tan obsesionado con el legado y la ciencia que se justifica, sin embargo sé que le afecta un poco verme en este estado, que su consciencia no está tan podrida.
Apelando al ápice de piedad que aún posee, susurro mis próximas palabras:
—Papá, por favor.
Eso lo consigue, suspira y me desata, ayudándome cómo otras tantas veces. Mis piernas tiemblan ante el primer contacto de mis pies contra la frialdad del suelo y me arden las heridas en la planta de ellos, pero hay dolores peores. Básicamente me ayuda a arrastrarme hasta una de la esquina en donde se encuentra una ducha abierta y con lentitud me deja caer sobre el suelo.
Presiono la mejilla contra la fría cerámica blanca y cierro los ojos saboreando este momento, permitiéndome sentir el dolor de mi infancia perdida, en lo que me han convertido. Antes todo era malo, pero ahora es terrible, porque ahora ni siquiera me dejan ir a casa. Siempre me usan para la ciencia.
No sé cuántos minutos transcurren, pero entonces escucho la voz de mi madre y me estremezco, le temo porque ella no conoce de la piedad y a veces cuando me hace daño y nuestras miradas se cruzan, veo que lo disfruta.
Se queja de que papá me desató sin consultarle, pero él es firme diciendo que necesitaba un descanso porque llevaban dos días sin liberarme, ella tararea algo y luego escucho el tenebroso sonido inconfundible de sus zapatos de tacón.
Y después...Una ráfaga de agua fría cae sobre mí, lo que es contraproducente luego de haberme sometido al calor, pero mientras que otros podrían gritar e intentar huir, yo suspiro porque se lleva la suciedad por no haber sido limpiada en un día – lo que es humillante – y me recuerda una vez más cuán viva estoy, me refresca la piel e impide que de ninguna manera pierda en la inconciencia.
También alimento mi ira, esa que no deja de crecer y nunca desaparece.
Al abrir los ojos, encuentro primero unos zapatos de tacón rojo de marca, lo sé porque cuando me trataban el 50% cómo su hija al tenerme en casa y llevarme a eventos prestigiosos, yo también tenía cosas bonitas. Lo siguiente son piernas tonificadas cubiertas en un pantalón elegante negro con una bata blanca colgando a sus lados, mi mirada sigue ascendiendo hasta que me encuentro con el rostro de la mujer más cruel que he conocido en mi vida.
Sus labios van de rojo, cómo casi siempre trae el cabello negro recogido y ojos grises me ven con indiferencia.
—Eres un desastre, Azhar, así no nos vemos los Beckett —Me dice—. Apestas.
Un resoplido escapa de mí y ella enarca una de sus cejas. La veo a través de todo el agua cayendo sobre mí.
—Entonces...Llévame a casa, mamá.
—Todavía no, nos ayudarás un poco más y luego te llevaremos a casa para que descanses ¿Harías eso por mamá?
No es la primera vez que me lo dicen en los últimos días así que sé que no será pronto.
—Hablo en serio, Azhar. Nos invitaron a un evento importante y vamos a llevarte con nosotros, antes te dejaremos descansar, pero tenemos toda una semana para hacer avances. Ere fuerte, puedes con esto.
Una semana.
No puedo esperar una semana.
Cierro los ojos y suspiro antes de abrir la boca para beber del agua de la regadera, no importa si no es potable, dudo que me mate.
—Déjala otro par de minutos, consigue que se cambie de bata y ubícala en la camilla vertical.
—Creo que por hoy tuvo suficiente —Escucho a papá.
—Cariño, solo hazlo, en tanto hablo con Raphael por teléfono, Noam quiere actualizaciones y ya sabes que no hacemos enojar a los Fischer.
Escucho sus zapatos de tacón al alejarse y suspiro de nuevo. Me mantengo así, viéndome patética, pero pensando en cómo este día será mi renacimiento porque hoy decido estar arriba y que ellos estén abajo.
No soy el eslabón débil, soy el más fuerte en esta habitación y ellos aprenderán.
Los imagino envueltos en sangre y sonrío, la imagen alimenta mi deseo de desahogar toda la ira que habita en mi ser. Hoy dejaré de ser un sujeto.
Cuando el agua se cierra he pensado mucho sobre esto, sé mucho de lo que pasará. Casi puedo saborear mi libertad.
Papá me ayuda a ponerme de pie y luego me entrega una bata blanca nueva, cortando la vieja mojada sobre mí sin inmutarse por mi desnudez porque a veces incluso permanezco en ese estado sobre la camilla. Cuando tengo la bata puesta, me guía hacia la camilla en vertical lo que me hace saber que hoy las cosas podrían ser muy, pero muy dolorosas y sangrientas porque me ubica por encima del desagüe, eso significa que posiblemente sangraré con abundancia.
Veo el estetoscopio alrededor de su cuello y casi rio mientras un círculo repleto de pequeñas agujas que funciona como un chupón es puesto en cada una de mis sienes haciéndome emitir un siseo de dolor.
—Papá —susurro y alza la vista para encontrarse con mis ojos.
Le sonrío y eso lo desconcierta.
Yo nunca le sonrío, no desde hace mucho, mucho tiempo, al menos no de manera genuina porque en los eventos mis sonrisas eran falsas.
—Papá, adivina —susurro moviendo con lentitud una de mis manos, no lo ve.
—¿Azhar?
—No me ataste primero —Suspiro— y ahora puedo matarte.
Durante unas fracciones de segundos, sus ojos se abren con incredulidad y cuando quiere actuar, es demasiado tarde. En un movimiento rápido tomo uno de los bisturís descansando en el bolsillo alto de su bata blanca y sin un segundo pensamiento le apuñalo el ojo, sintiendo cómo la piel se abre y sangre brota. Su grito resuena por el lugar, pero debería saber ya que la habitación es insonora, que mamá tardará en volver porque cuando habla con los señores Fischer se toma su tiempo.
Una de sus manos se cubre el ojo cuando extraigo el bisturí y el dolor parece aturdirlo. Hay mucha sangre y me gusta, porque no es mía.
Arrojo el bisturí sangriento de mi mano y me arranco los cables conectados a mis sienes lo que me hace sangrar debido a las agujas, pero no registro el dolor mientras le sonrío a papá, tomando su estetoscopio.
—Azhar... —dice e intentar huir.
El dolor lo hace torpe, no lo conoce cómo yo, no es inmune a ello cómo yo porque nunca ha sido receptor de la maldad a la que me han sometido desde que era una niña. Paso con tranquilidad el estetoscopio por encima de su cabeza y comienzo a estrangularlo sintiendo la sangre de su ojo salpicar mis manos, ignorando sus suplicas cómo lo hizo conmigo mientras lo debilito hasta caer de rodillas porque sabe que así no podre asfixiarlo.
Tosiendo y jadeante cae al suelo, lo hago girar hasta que está sobre su espalda y tomo otro de sus bisturís. Tiene tantos y todos los ha usado conmigo.
—Azhar, cariño, no quieres hacer esto.
—Sí quiero, mucho —digo ladeando la cabeza hacia un lado—. Antes quise ser cómo tú, una científica de humanos o doctora, pero ya no quiero, papá. Ahora solo quiero ser libre.
—Puedes ser libre, cariño. Te dejaré salir.
—No es cierto, siempre me traerás de vuelta... Al menos que mueras.
Me arrodillo a su lado.
—Azhar, hija, te amo, por favor...
—Tu amor me duele y me hace vivir un infierno, deja que mi amor te duela también.
Alzo la mano y clavó el bisturí en su otro ojo, esta vez arrastrándolo por el globo ocular hasta lograr que se desprenda. Me desligo de sus gritos cómo muchas veces lo hacía con los míos y sus manos intentan alejarme, pero mi ira y resentimiento me hacen fuerte, la sed de ver su sangre. Paso de nuevo al otro ojo y termino de sacarlo, ensuciándome en su sangre y sintiendo su cuerpo debilitarse debajo del mío en tanto gimotea del dolor, tal vez está en shock.
Pasar tanto tiempo en un laboratorio me ha hecho aprender muchas cosas sobre el cuerpo humano.
Veo las cuencas destripadas en donde estaban sus globos oculares, eran ojos muy bonitos, pero también eran parte de la continua pesadilla que era mi realidad.
Está llorando mi nombre, implorándome y por un instante me digo que él no era tan malo, que tal vez ya aprendió su lección, pero entonces en mi mente destellan imágenes borrosas de unas de las tantas veces que me causó dolor y lo pierdo.
Tomo dos de sus bisturís más afilados y gruesos, uno en cada mano, y comienzo a apuñalarlo en el estómago, sus gritos resonando por el lugar mientras todo lo que veo es rojo. Hundo profundamente en su carne, arrastrando, desgarrando camisa, piel y tripas en todo el proceso.
La garganta me arde y me doy cuenta de que estoy gritando porque conseguí mi voz, no soy el eslabón débil y se lo hago saber en medio de gritos. Sigo hasta que todo es un desastre, hasta que la sangre me salpica y su cuerpo permanece inerte debajo de mí.
Es un desastre, es asqueroso con sus tripas esparcidas, su estómago abierto exponiéndolo todo.
Mis manos temblorosas dejan los bisturís en el bolsillo en donde los encontré junto a los que no use y con piernas temblorosas me pongo de pie, pasando las manos llenas de sangre por mi bata endeble y sintiendo la respiración agitada.
Siento euforia y de alguna manera mi ira incrementa sin ningún tipo de control, mi cuerpo se siente extraño y ajeno, mi cuerpo nunca ha sido mío.
Me tambaleo sabiendo que no es el final y camino hacia la puerta, ubicándome al lateral de ella luego de tomar lo que parece un puñal que no usaron en mí, pero si en el otro sujeto que antes estuvo conmigo, hace un tiempo.
Los minutos transcurren, pero finalmente la puerta de abre y mamá aparece diciendo el nombre de papá, aun no puede verlo, pero suena inquieta porque tampoco me ve a mí. Avanzo con lentitud detrás de ella.
—¿Azhar? —Me llama con incertidumbre.
—Aquí estoy, madre —respondo clavándole el puñal en el centro de la columna vertebral.
Jadea y saco el puñal mientras cae de rodillas al suelo, la sangre manchando su bata.
—Tenías razón: soy fuerte y puedo con esto —Le hago saber.
Sostengo la base del puñal entre mis dientes y la tomo de las manos arrastrándola hasta llegar cerca de papá, dejando un rastro de algo de sangre en el camino. Cuando ve el cuerpo arruinado de papá, grita y pregunta qué he hecho. La hago girar de espalda y grita de dolor por su herida.
Me ve con terror y me gusta, porque entonces ya no veo mi miedo, todo lo que puedo ver es el suyo. Tomo de nuevo el puñal en la mano.
—¿Cómo...?
—Estás ensuciando la alfombra —murmuro, viendo cómo su sangre y la de papá se filtran por la alfombra que antes era blanca, cómo todo en este lugar.
—Pero ¿Qué...Cariño, qué haces?
No respondo, en su lugar veo alrededor pensando qué hacer, pero es difícil hacerlo cuando se mueve intentando huir así que lo resuelvo clavándole el puñal en el muslo, destrozando nervios y haciendo una especie de tapón en donde sabe que si lo extrae, se desangrará muy rápido.
—¡Azhar! Para, detente, te ordeno que te detengas.
Y creo que ella espera que le obedezca, porque siempre lo hice y tal vez es algo que espera de mí luego de tantas drogas.
—¡Azhar, ya basta!—grita llena de dolor y miedo—. ¡Ayuda! ¡Ayuda!
Su mirada es frenética hacia las cámaras. Entonces es cierto que mientras me hacían daño otros podían verlo, seguramente lo documentaron.
—Vendrán y te harán daño si ven lo que estás haciendo, hija, no debes hacerlos enojar. Podemos fingir que esto nunca pasó.
—Pero papá está muerto —murmuro, viendo a su rostro, en donde antes estaban sus ojos.
—No importa, puedo deshacerme del cuerpo o decir que alguien más lo hizo.
Es desleal. El único hombre con el que ha sido bueno y que supuestamente ama es el que ahora ve cómo un estorbo y eso solo me confirma que pactar con ella es sentenciarme a más miseria.
—¿Azhar? Por favor, podemos salir de esto, cariño. No volveré a atarte, lo prometo.
—No me gustan tus mentiras —murmuro.
Me pongo de pie y camino hacia una de las estanterías, abro uno de los cajones y reviso donde sé que actualizan expedientes de mí, tomo cualquiera y luego armo una bandeja con objetos filosos. Vuelvo para sentarme frente a ella, mis dedos manchando de sangre las hojas cuando lo abro.
Leo descripciones atroces sobre lo que me hicieron durante un par de días hace un año, evaluaban mis reacciones y rellenaban casillas sobre si habían sido resultados esperados. Buscaban mi ira, invadir mi memoria haciéndome fácil de manejar, fortaleza para exposición al dolor, destreza...Para asesinar. Hay muchas casillas llenas de cosas irreales que esperaban conseguir en mí y esto no es un proyecto divertido cómo la película que vi de los vengadores cuando me dejaron estar en casa.
Me doy cuenta que hace un año mis resultados no eran lo que esperaba, pero hoy lleno una gran cantidad de estas casillas, por lo que en cierta manera lo consiguieron.
Mamá intenta moverse de nuevo y de la bandeja tomo lo que parece un destornillador elegante y se lo clavo en la rodilla rompiendo el hueso en un sonido que siento en mí. Llora y grita, pidiendo ayuda, no sé si alguien vendrá a su rescate, desconozco si nos observan, pero no tengo prisa mientras continúo leyendo.
No entiendo los componentes de las cosas que me suministraban, parece todo un conjunto, pero de alguna manera se siente bien ver que no es algo que deba consumir para sobrevivir, pero me pregunto si sufriré por la abstinencia ahora que no lo tenga, no es que me importe, estoy segura de que puedo con ello.
Sabiendo que para conocer de todo lo que me hicieron tendría que leer años de estudios, suspiro arrojando el expediente a un lado y viendo de nuevo a mi madre.
—Si no querías ser mamá no debiste tenerme.
—No... ¡Ah!
Su grito resuena mientras clavo un puñal en su otro muslo. Ya no se ve serena y fría cómo siempre, indiferente y cruel. Ya no luce cómo un verdugo, se ve mucho cómo una víctima, pero no me dejo engañar porque ella nunca será una víctima.
—¿En dónde está Atlas? —pregunto, recordando al sujeto que estuvo un corto tiempo conmigo.
Sacude su cabeza en negación, gritando cuando le clavo otro objeto filoso.
—¿Por qué me usaste para la ciencia? ¿Por qué me has hecho vivir un infierno?
—Era por la ciencia...Azhar, estás destinada a grandes cosas, pero aun no estás completa. Serás una maquina perfecta, serás perfecta y lo que ellos quieren. Sé lo que hago.
Analizo sus palabras y eso parece darle esperanza, pero cuando niego con la cabeza palidece.
Me levanto intentando entender qué es lo siguiente mientras hablo sobre cómo no iban a romperme, sobre que nadie me juzgará y que no soy débil, ella lo es.
—Cariño, no lo hagas...
—Mira, mamá, ahora soy fuerte. La ciencia funcionó, lo lograste —Sonrío aún más y sangre se desliza entre mis dientes proveniente de mis sienes cuando me arranqué los múltiples cables que tenían conectados a mí.
También estoy bañada en la sangre de papá y creo que de la suya.
—Azhar, me quieres... —murmura intentando arrastrarse hacia atrás, intentando alejarse de mí.
No irá lejos, no la dejaré escapar.
Ahora ella es el eslabón débil y yo estoy en la cima.
—Azhar, me quieres.
—No, no te quiero. Me quiero a mí —Le vuelvo a sonreír—. Déjame enseñarte cómo duele la ciencia, mamá.
Mamá está pálida y tiene miedo, pero aun así se ve tan impecable que lo odio. No quiero seguir viéndola, no puedo ver más su cara, necesita irse.
Camino hacia el lugar en donde no entiendo por qué tienen un hacha, es cómo un trance, de alguna manera comienzo a sentirme alejada de mi cuerpo, cómo una espectadora mientras tomo el hacha y camino hacia ella.
—Azhar, por favor, solo quise hacerte perfecta.
—Y yo solo quería ser normal.
Cierro los ojos, porque no quiero verlo, cuando tomo la base del hacha con dos manos y ella llora suplicándome, gritando mi nombre con desesperación. Es una horrible persona, sé que lastimó a más personas antes de mí, le gustaban los niños indefensos para su placer y torturar.
Afianzo los dedos con fuerzas y siento el corte del aire ante de que el filo conecte con la piel y abro los ojos en el último instante, viendo el momento exacto en la que su boca se abre y sus ojos pierden la vida.
Alzo el hacha y su cabeza se desprende, rodando unos centímetros hacia atrás con sus ojos abiertos y viscosidad alrededor del cuello que antes estuvo conectado a su cuerpo y grito. Cierro los ojos gritando con todas mis fuerzas, gateando lejos, empapándome de sangre y sintiendo nauseas pese a que todo lo que tengo en mi estómago es el agua que bebí de la ducha.
Este ha sido el precio de mi libertad, para estar arriba tuve que hacerlos irse, no pueden juzgarme, ya no podía más, sus últimos alientos fueron mi salida.
Permanezco en el suelo con los ojos cerrados por mucho tiempo hasta que alguien me hace levantarme, de alguna manera toda mi fuerza se ha ido y mi piel se encuentra sudorosa y fría mientras tiemblo.
—¡Joder! —dice una voz masculina, no la persona que me pone de pie—. Esto es una matanza al estilo carnicería y decían que no estaba lista, a mí me parece que muy preparada.
—Debía hacerlo —murmuro sin abrir los ojos sintiendo cómo aun alguien me ayuda a estar de pie desde mi lado.
—¿Debías o quisiste?
—Ambas —respondo y él ríe aunque no hay diversión en el sonido.
—Sí que estamos jodidos, sujeto número dos.
Abro los ojos y volteo a verlo, preguntándome si ese será el último rostro que vea antes de morir, pero todo lo que encuentro son ojos infinitamente oscuros rodeados de profundas ojeras y una piel que siempre fue pálida, pero nunca tanto cómo ahora. Ellos le hicieron eso.
Le devuelvo la pequeña sonrisa, tratando de ignorar la humedad viscosa en mi cuerpo y el olor a cobre sobre mí.
—Pero estamos vivos, Atlas. Estoy viva.
Y eso es todo lo que quería: seguir viviendo sin dolor ni restricciones.
Vuelvo la vista al frente viendo el desastre y sin creerme que Atlas está vivo...Pero ¿Por qué está aquí? ¿Por qué no vino antes?
Él...
Siento un pinchazo en mi cuello y mis ojos se abren mucho viendo cómo en sus ojos durante breves instantes parpadea el remordimiento, pero luego su mirada es vacía.
—¿Por qué? —susurro comenzando a perder la poca fuerza que me quedaba y dejando caer mi peso sobre él.
—Porque siempre serás el sujeto número dos, solo vuelves con tus dueños originales y llevas a cabo una nueva dinámica —responde la otra voz masculina de un hombre que no puedo ver—. Llevarás la vida que siempre has querido, pero con el toque de la vida que los Fischer quieren que seas, es tu destino, es nuestro destino.
»Bienvenida a la nueva fase de tu vida, sujeto número dos. Veamos si te va mejor.
Mis ojos se cierran y siento un aliento en mi oreja antes de que Atlas me susurre unas últimas palabras:
—Algún día, Azhar, algún día seremos más que un número.
***
Cuando despierto, descubro que mis padres han sido cruelmente asesinados, que estoy sola en el mundo y que los recuerdos de mi vida son confusos, difusos, lagunas mentales. Recuerdo a padres sonriéndome en eventos, pero estrictos en casa y destellos de una laboratorio, escalofríos del dolor.
En un principio no sé muy bien quién se supone que soy exactamente, pero pronto descubro la persona que quiero ser.
Bueno, ya es la hora de ir destapando el pasado de Azhar y su presente.
Qué pase lo que tenga que pasar ¿Quién dijo miedo?
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Twitter: Darlis_Steff
Espero les guste.
Un beso.
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