Capítulo veinticuatro: el eslabón débil


Capítulo veinticuatro: el eslabón débil.

Azhar.

¿Qué tanto daño me hizo ser el experimento de mis padres?

Cuando ellos murieron y obtuve mi libertad, las primeras semanas fueron difíciles, tanto que poco recuerdo de ellas ya que estuve encerrada en una habitación teniendo espasmos con dolores físicos, vómitos y un caos en mi cabeza. No supe nunca que tanta porquería mis padres pusieron en mi sistema ni qué tipo de drogas me suministraron. Solo recuerdo que un día pensé que sería capaz de ir al hospital o tal vez a la policía y hablarles de las cosas que mis padres me hacían, no lo hice antes por miedo a ser encerrada en otro laboratorio para estudios, ya no confiaba en nadie, pero estaba tan mal física y mentalmente que estaba a nada de hacerlo hasta que encontré en el motel que me hospedada – me negaba a volver a la casa donde mis padres fueron encontrados muertos – y un tipo quince años mayor que yo, atractivo de una manera descuidada, durante un par de horas me hizo conversar e ignorar un poco de mis problemas.

Luego me invitó a beber licor en su habitación, cosa que nunca había hecho porque pasaba tiempo en el laboratorio siendo una rata o en casa lidiando con las consecuencias; me gustó mi introducción con la bebida. Y cuando me invitó a fumar marihuana, lo acepté y mis dolores se apagaron, también mi cerebro. Luego vinieron los toques, siento que nunca fui tocada con cariño hasta ese hombre que además despertó la lujuria. Así que esa noche bebí, consumí drogas y tuve sexo por primera vez. Esa noche descubrí una manera en la que los dolores disminuían y el pasado desaparecía.

Follé con ese hombre durante un mes, me enseñó muchas cosas del sexo y sobre mí misma. Me di cuenta que no era ni quería ser la rata asustadiza que mis crueles padres criaron. Me di cuenta de que era extrovertida, cínica, que tenía poder en mi aspecto físico y que aprendía muy rápido. Pase de ser la chica que un tipo mayor se follaba, a la diosa que se lo follaba a él a su antojo y cómo quería. Me di cuenta que nunca más quería ser débil y que el pasado debía quedar atrás.

No me queda muy en claro cómo conseguí ser independiente del Estado cuando mis padres murieron. Ellos fueron encontrados asesinados, el informe decía que yo no me encontraba en casa y francamente no podía recordar porque había sido quien los encontró y supongo que fue lo suficiente traumático para bloquearlo. Tenía diecisiete años, estaba a poco más de cinco meses para cumplir los dieciocho, sin ningún familiar que se hiciera responsable de mí y con un dinero de sus seguros. El Estado no se quiso hacer cargo de mí, me hicieron emanciparme y supongo que pagué por ello porque los muy cabrones se quedaron con todo el dinero y joyas encontradas cómo "pruebas" de la escena del crimen, no es que quisiera nada de mis padres, el seguro de vida que tenían ya era suficiente.

Así que aprendí a estar sola, a no confiar en nadie, en no creer en lo que era moralmente bueno porque ¿En dónde estaba la moral social cuando sufrí desde siempre? ¿En dónde estaba la sociedad cuando mis padres me usaban día tras día para ayudar a la ciencia? Aprendí a ser una zorra fría, calculadora y malvada que solo se ocuparía de lo que le convenía. Descubrí mi poder sexual, mi inteligencia, mi agilidad y el carisma singular que siempre parecía atraer a las personas hacia mí. Pude avanzar dejando el pasado atrás, olvidando con mucho gusto cada trauma de mi vida y no fue difícil, teniendo en cuenta que siempre tuve problemas con mi memoria.

Y odio que ahora los recuerdos estén surgiendo de nuevo, odio que imágenes que no logro entender me embarguen, que aparezcan cosas que me hacen dudar de mí y de lo que pude haber hecho.

No me creo una asesina, pero tal vez una cómplice porque entonces ¿Cómo imaginé de una forma tan vívida la muerte de Alexander? Me es tan difícil ignorar todo lo que pasó por mi cabeza la otra tarde en la casa de Rebeca, el cómo recreé un asesinato de una manera tan exacta.

Además de ello, los recuerdos de mis padres se han vuelto más frecuentes y cada vez son más nítidos, tengo miedo de pasar de unos pocos no concretos a recordarlo todo. Esa no es la Azhar que quiero ser.

Quiero seguir siendo la Azhar que nada le importa, que no tiene dolor y lleva una vida constante de celebración. La Azhar independiente, fiestera, que nada le importa más allá de pasarla bien.

Pero ¿Puedo seguir viviendo así sabiendo que podría tener información importante sobre la muerte de una persona?

¿Y quién te ayudó a ti cuando tus padres te lastimaban? Me dice mi lado cínico. Estoy segura de que muchos lo sabían, personas que trabajaban en la casa, los amigos de mis padres y ninguno de ellos hizo nada por mí.

—¡Y llegamos! —dice la voz de Albert sacándome de mis tormentosos pensamientos.

Volteo a verlo, encontrándolo arreglándose su pajarita y las hebras rubias del cabello, se ve tan muñeco y espectacular cómo lo hace siempre y de alguna manera su emoción y picardía me envuelve para salir de los pensamientos consumiéndome los últimos dos días.

—Espero encontrar a un papi que me cubra de joyas costosas y me folle en algún lugar de la fiesta —Declara y el chofer asignado por su familia, finge no escuchar.

—Espero se te cumpla el deseo —Es lo que digo antes de que mi puerta sea abierta y primero muestre una de mis esbeltas piernas a través de la abertura de mi vestido largo antes de bajar.

Hay fotógrafos, sus flashes destellan hacia mí y no me intimida porque no es el primer evento importante al que voy con alguno de mis amigos, pero sí el primero del aniversario de las joyas Walsh al que acudo.

Sonrío con mis labios pintados de rojo y paso con suavidad una de mis manos por el lateral de mi vestido blanco que se aferra a mis curvas cómo una segunda piel, sin tirantes y escote recatado con forma de corazón. Las aberturas que llegan hasta las mitades de mis muslos dan la alusión de un juego de piernas espectaculares con cada paso que doy del brazo del Albert. Nos vemos poderosos y no me molesta sentirme parte de la sociedad alta esta noche, sé jugar bien el papel.

Poso con él para unas cuantas fotos y cuando entramos al enorme lugar que festeja el quincuagésimo aniversario de las joyas del imperio Walsh tengo que admitir que estoy algo sorprendida. El lugar grita ostentosidad, lujo y arrogancia. Grandes candelabros compuestos de joyería, personas llevando adornos que seguramente valen más que lo que una persona común gana en un trabajo promedio de manera anual.

Mi mirada se desplaza por vestidos, trajes, peinados elegantes y maquillajes impecables, zapatos de marcas y bolsos de temporada que no cualquiera puede adquirir.

—Un circo de lujo —murmuro y a mi lado Albert ríe.

—¿Qué puedo decirte? A algunos multimillonarios les gusta exhibir.

—La mejor joya la tienes tú, Albie —Volteo y le sonrío— y está tomando tu brazo en este momento.

—Siempre tan creída —Me deja un beso en la mejilla—. Vamos, déjame exhibir a mi joya entre los culos pomposos y encontremos a alguna de las perras que llamamos amigas.

Resulta que sí hay personas interesantes en la fiesta y otras no tanto. Aguanto miradas lascivas de hombres y mujeres y estoy segura de que algunas de mis miradas tampoco son inocentes hacia algunas personas. Ignoro el dolor sordo de cabeza y la manera en la que voces lejanas resuenan en mi mente mientras bebo una copa de vino – que ya determinamos no es de mis bebidas favoritas –; algunos en esta fiesta seguro me catalogan cómo la zorra cazafortuna colgando del brazo de Albert aun cuando saben que es gay, pero me gusta el papel, razón por la que no tengo reparos en ser ultra cariñosa con mi amigo.

A lo lejos vemos a África conversando con el pelirrojo de lengua agradable que me dio un orgasmo en aquel divertido trío y alzo la copa hacia ambos, mi amiga rueda los ojos con una pequeña sonrisa y el pelirrojo solo parece que no sabe cómo actuar cuando le guiño un ojo. No hay rastro de Rebecca y no le doy mucha importancia porque las cosas están más tensas de lo normal desde nuestra conversación pasivo-agresiva.

Lo peor de nuestra discusión es que ambas tuvimos razón. Tiene sentido que ella no confíe en mí, tanto como yo no confío en ella, pero en mi caso nunca he confiado en nadie y aunque esa es una vida solitaria, lo prefiero así incluso si mis tres amigos, especialmente Albert, de alguna manera es lo más estable que tengo.

—¿Soy tu favorita? —Le pregunto a Albert, cortando su mirada de coqueteo con un hombre cincuentón que no deja de enviarle señales sutiles con sus gestos.

Mi amigo me ve con una sonrisa ladea y se inclina hasta que sus labios están casi rozando los míos, sus dedos me toman la barbilla.

—Mi favorita por siempre —asegura.

—¿Cómo sé si estás siendo honesto?

—¿Quién es la que siempre va conmigo a los eventos? ¿Mi cómplice de zorreadas? Te amo, pequeña malvada incluso si no me crees —Se aleja aun sonriendo—. Las amo a las tres, pero cada una más que la otra. Estás en la cima.

—Y más te vale dejarme ahí, ese lugar es mío y de nadie más.

—¿Y qué pasa si te cambio?

—Te mato —respondo sonriendo.

Excepto que ya no me parece tan divertido teniendo en cuenta que algún asesino anda suelto y que por alguna razón ha estado cercana a él o presenciado lo que hace. Ajeno a mis pensamientos Albert ríe y luego vuelve la atención al viejo cincuentón.

—Cómo buen amiga que eres me dejarás ir por ese bocadito de vino.

—Ve, igual sé arreglármelas sola y parece que tus papás no te prestan atención esta noche —digo buscando con la mirada a sus críticos padres, pero no los encuentro.

—Qué me da igual si me ven ir por mi papi de la noche. A ellos no les importa siempre que todo sea...

—Discreto —completo por él, conociendo la línea.

Me da otro beso en la mejilla y lo veo alejarse, sé que lo conseguirá. No hay hombre gay que se resista a Albert.

Suspirando dejo mi segunda copa de vino, de la que apenas tomé, en la bandeja de un camarero que pasa por mi lado y paseo la mirada en busca de mi moreno tentación. No tardo en encontrarlo, porque lo había localizado desde que llegué y porque después de todo es hijo del dueño de este imperio, es un poco cómo su fiesta. Se encuentra sonriendo a una pareja mayor y en su brazo se encuentra el agarre de su prometida Marissa.

La rubia de nuevo va angelical con un vestido rosa pálido que de alguna manera también tiene un toque sensual por la manera en la que cae por su cuerpo delgado, hace que su piel pálida parezca intocable. Se ve pura, inalcanzable, un camuflaje para la lucha ardiente que carga consigo.

Después de saber que la prometida de Leonid sufre de dependencia sexual no pude resistirme a informarme más de ello y la verdad es que me apena un poco, porque por mucho que todos piensen que es felicidad, parece más una falta de independencia sexual porque te sumes en un deseo que no puedes controlar incluso si te duele de manera física, mental o emocional.

Mi mirada conecta con ella y parece reconocerme porque me sonríe y luego le susurra algo a Leonid, quien voltea a verme. Podría mentir diciendo que casi había olvidado la química floreciente entre nosotros y mi deseo inexplicable hacia él. La atracción es casi tangible y tengo que admitir que me gusta verlo después de tantos días, no lo veía desde que lo vi surfear y básicamente le dije que aclarara su mente mientras me alejaba.

Ese día también fue cuando tuve el momento extraño con el hombre del auto costoso, atractivo, de imponencia poderosa y acento peculiar, al hombre al que tontamente sin ninguna razón aparente le dije o más bien pregunté si era suya. Tremenda idiotez de mi parte.

Rompiendo la conexión con los tortolitos enamorados, giro y decido seguir socializando por mi cuenta luego de tomar un bocadillo. Primero intento acércame a un grupo de mujeres que lucen agradables, pero es un error porque resultan ser perras malvadas elitistas y por ello cómo una especie de bruja malvada vengativa, adrede hago que el vino de una de ellas se derramé sobre el vestido color beige de la otra

—Nunca fui protagonista, siempre fui malvada —Les digo y sonrío antes de darme la vuelta e intentar con un pequeño grupo de hombres y mujeres.

Ellos son más agradables y uno que otro es interesante, pero con el tiempo me aburro y me alejo cansada de toda esta tontería de socializar con personas que no tengo ganas de conocer. Así es cómo llego a las estaciones de joyerías de alquiler para la noche. Me recuerda mucho a la película de cómo perder a un hombre en diez días, porque debes dar tu identificación, seleccionar la joya y llevarla toda la noche para luego devolverla. No quise ni acercarme porque no me apetece llevar diamantes que me quedaran bellísimos y que no serán míos. Hoy me siento especialmente posesiva cómo pocas veces lo soy sobre algo.

Sin embargo, en vista de mi soledad y mal ánimo para socializar, es el lugar en el que termino y cómo el evento lleva horas, ya todos tienen joyería por lo que seguramente solo estoy viendo la sobra ¡Y vaya sobra! Sobra muy variada, brillante y deslumbrante.

Bajo la atenta mirada de los trabajadores paseo mis dedos por cada brillo en la extensa mesa y también visualizo las pequeñas estanterías. Quiero muchos de ellos, casi puedo imaginarlos sobre mí ¿Qué tal llevar únicamente ese collar de oro blanco con el exquisito rubí mientras Leonid me folla? Suena cómo una hermosa fantasía.

Doy pasos lentos sin querer perderme nada y me detengo viendo un prendedor de oro blanco con lo que parece un emblema o escudo desconocido no es que alguna vez me haya interesado en esas tonterías, pero este tiene un impacto en mí. No me detengo porque me guste o lo quiera, es porque me resulta tan familiar.

Hay un eco lejano de haberlo visto, de reconocimiento mientras con la mirada sigo las líneas. Estiro la mano, totalmente atrapada en el deseo de tenerlo, pero unos dedos se me adelantan y parpadeo saliendo del estado hipnótico en el que parecía estar.

—Bonito emblema ¿Verdad? —Me pregunta una voz masculina y al voltear enarco las cejas con sorpresa.

Estoy frente a un hombre muy pálido, de una manera que pocas veces he visto en mi vida, con ojos tan oscuros que parecen abismales con y un cabello negro que hace un contraste impresionante con su piel, es alto y me inquieta la manera en la que unas ojeras oscuras destacan en su rostro anguloso de rasgos aristocráticos. De alguna manera es hermoso, precioso de una forma difícil de explicar. Es tanto así que su belleza me resulta antinatural, siniestra e irreal. Es inquietante.

—Te conozco —Le digo y hay un mínimo destello de sorpresa en esos ojos abismales.

—¿Lo haces? —dice con voz baja y profunda.

Las compañías de audiolibros pagarían mucho dinero por su voz, solo piensa en las ventas que conseguirían con su voz leyendo escenas sucias de sexo.

Hago un repaso lento por su cuerpo vestido de negro, tal vez eso lo hace lucir más pálido o de verdad es así. No sé qué tan formidable sea su cuerpo debajo del traje, pero sé que le queda a la medida y no se ve cómo un hombre con cuerpo escuálido. Mis ojos vuelven a conectar con los suyos y de nuevo siento reconocimiento.

No follamos, no creo que hubiese olvidado alguien así, más allá de la belleza física, es la presencia e intensidad que transmite, el magnetismo, no creo que alguien así que empuje entre tus piernas se pierda incluso si siempre he tenido una memoria de mierda que parece un agujero negro tragándose todos mis recuerdos.

Mis ojos avellanas no dejan de ver los suyos y hay este pequeño tirón de recuerdos borrosos que lucho por atrapar mientras un escalofrío me recorre.

«—Debía hacerlo —Me escucho en mi mente con un recuerdo apagado de imágenes opacas.

—¿Debías o quisiste? —preguntó la voz de un chico de pie a mi lado.

—Ambas —respondí y él emitió una risa baja.

—Sí que estamos jodidos, sujeto número dos.

Volteé a verlo encontrándome con ojos oscuros en una piel que siempre fue pálida, pero nunca tanto cómo ahora. Ellos le hicieron eso.

Le devolví la pequeña sonrisa mientras sentía mi cuerpo húmedo y el olor a cobre sobre mí.

—Pero estamos vivos, Atlas. Estoy viva.

Volví la vista al frente, al suelo blanco cubierto de sangre corriendo por todo el lugar...»

Aturdida no dejo de verlo, intentando atrapar más del recuerdo y reconociendo que el lugar donde estuvimos de pie era el de muchas de mis pesadillas: el laboratorio.

—Eres Atlas —digo con lentitud viendo cómo juega con el prendedor entre sus dedos.

—Así que puedes recordarme, qué halagador. Te conozco bien —Se inclina hacia mi oreja—. Estoy familiarizado con tus gritos de dolor y con la manera en la que te sienta la sangre.

—Eso es bastante perturbador —digo, intentando indiferencia—. No follamos.

—Nunca.

—¿Por qué?

—Porque no siento deseo por ti —Me da una mirada larga de pies a cabeza—. Nunca he querido follarte, Azhar.

—¿Qué es lo que has querido?

—¿Antes? Que sobreviviéremos. ¿Ahora? Que sobrevivamos.

Asiento con lentitud aceptando sus palabras casi con demasiada facilidad, cómo si no hubiese ninguna molécula de mí dispuesta a no creerle a esta persona que despierta recuerdos fugases y al que parezco importarle. Puedo ver en su mirada que me conoce y va más allá de la Azhar actual, conoce del pasado.

Y cómo si ese último pensamiento necesitase algún tipo de confirmación, a su lado momentáneamente visualizo el espectro de mi madre llevando una camisa de cuello alto blanca junto a la bata de laboratorio, su cabello está sujeto en un a cola alta y la sonrisa despectiva que vi tantas veces se encuentra en esbozada.

Viene lo peor y te niegas a venir conmigo, Azhar, siempre tan desobediente—murmura antes de desaparecer.

Desplazo de nuevo la vista a Atlas y exhalo con lentitud.

—Sabes mucho de mí, tienes algunas respuestas y no vas a dármelas —digo con tranquilidad pese a la manera en la que mi interior se retuerce—. Si quisieras darme respuestas ya estarías hablando o llevándome a un lugar más privado para hacerlo.

—Inteligente.

—Quieres hacerme recordarte, darme alguna palmada en el hombro para que sepa que no estoy sola. Quieres que confíe en ti mientras te vas del mismo modo en el que acabas de aparecer.

»Y puedo vivir con ello porque soy así de despegada emocionalmente, porque la vida me da igual, pero lo que sí hay algo que quiero saber de forma inmediata ¿Mis padres también te hicieron daño? —Mi pregunta me trae escalofríos.

—Tus padres no son ni eran los únicos monstruos y algún te darás cuenta de ello.

Se acerca hasta que nuestra distancia es escasa y con cuidado engancha el prendedor con el emblema en la zona de entre mis pechos de mi vestido, apenas si se distingue.

—Conozco este emblema —susurro, pese a que no lo encuentro bien.

—Lo haces.

—¿De dónde es?

—De un lugar lejos, no de una familia, pero sí de unos hermanos.

Cuando retrocede, acaricio el broche en mi vestido y ahí está de nuevo, otro pequeño vistazo de un recuerdo, pero esta vez un poco más nítido.

Un laboratorio diferente, pero de igual manera aterrador, dolor y frialdad mientras unos ojos grises con destellos verdes me sostenían la mirada. No puedo distinguir su rostro del todo, pero sí atrapo sus palabras en mis recuerdos:

«—Ahora eres el eslabón débil, pero un día estarás arriba y no dejarás que te usen nunca más —Dedos intentaron peinar mi cabello enredado mientras su voz con acento me daba la compañía que tanto anhelaba—. Si algún día sientes que estás a nada de quebrarte, actúa.

»Nadie puede romperte, no los dejes. Tampoco te culparé o juzgaré si acabas con ellos. Sálvate, no le des a otro el poder de actuar sobre ti.

Salvarme. Podía hacer eso, tenía que hacer eso porque dolía tanto. Ya no quería más, quería huir. No quería más habitaciones frías ni que papá y mamá jugaran conmigo.

Manos quitaron mis restricciones, pero sabía que no podía irme, así que solo estuve sentada junto a él y atrapé el destello de un prendedor en la manga de su camisa. No sabía lo que era tener cosas bonitas o joyas, en casa usaba ropa, pero no accesorios y cuando mamá y papá querían que contribuyera con la ciencia, solo me hacían usar una bata áspera o a veces simplemente nada.

No me di cuenta de que mis dedos se movían hasta que toqué el frío prendedor, absorbiendo sus surcos y lo hermoso que era.

—Quiero uno. Me gusta.

—Te daré uno cuando pueda ser tuyo y esas mierdas no te lo arrebaten o sepan que estuve aquí

—¿Tendré uno?

—Lo tendrás —prometió.

»Velo bien —Me lo acercó al rostro—. Porque si vuelves a verlo alguna vez, me volverás a ver a mí.

Y quería, quería que este nuevo amigo apareciera una y otra vez, tal vez siempre.

—¿Puedo ser tuya? —susurré y rió por lo bajo.

—Puedes ser tuya —señalo—. Tu propia dueña.

—¿Puedo?

—Puedes —Sus dedos acariciaron el moratón en mi brazo—. Tengo que irme.

Me entristeció saber que volvería a ser restringida, que pronto mami o papi volverían para trabajar en la ciencia y yo gritaría mientras el dolor me invadía, pero agradecí que fuesen sus ojos grises con destellos verdes los que me veían sin frialdad mientras me devolvía a esa camilla incómoda y dura.

—Soy... —susurro en voz tan baja que apenas si pude escuchar su nombre.»

—Es de Niklas —susurro con mis dedos sobre el prendedor—. Es suyo.

Y no sé cómo luce éste Niklas, no sé quién es o qué hace, pero sí escuché en ese recuerdo el susurro de su nombre. No sé por qué estaba en ese horrible lugar ni por qué no me salvó. Todo es borroso y poco claro, pero esos instantes, esos recuerdos me hicieron sentir menos sola y que alguna vez en toda esa pesadilla, le importé a alguien.

"Velo bien. Porque si vuelves a verlo alguna vez, me volverás a ver a mí."

¿Era eso una promesa o simples palabras vacías destinadas a darle algun consuelo a una niña que era torturada por sus padres?

Veo alrededor con los latidos del corazón comenzando a acelerarse y los vellos de mi piel erizados cómo si pudiese encontrar a esta persona que durante ese pequeño encuentro pareció serlo todo, pero nada pasa, nada cambia y vuelvo mi atención a Atlas que me ve con las cejas enarcadas, quizá se siente sorprendido del nombre que acabo de pronunciar y ese gesto me hace consciente de que sabe, de que lo conoce.

—Quiero ver a Niklas ahora —exijo, nerviosa, asustada, confundida y deseosa de tener el rostro de esa persona en mis recuerdos o frente a frente, más allá de sus ojos.

—No funciona así, Azhar. No exiges y lo obtienes...Él no es así de simple.

»Ahora escucha muy bien lo que te voy a decir porque eso te ayudará a ser dueña de ti, de tus recuerdos y de tu mente. Escucha muy bien, Azhar.

Algo en su voz me hace darle la atención adecuada para escuchar cómo debo ir a un buzón en un área no tan cercana, me dice una contraseña que me ordena no olvidar y que ahí encontraré instrucciones. Me da una larga mirada cómo si evaluara que lo entiendo y luego comienza a retroceder.

—Tienes setenta y dos horas para ir por ello o será destruida la información, no hay que ser riesgosos.

»Ah y Azhar, el broche es tuyo, él lo pagó, dijo que siempre quisiste uno, pero no olvides esconderlo. Te veo pronto.

Se va y yo me quedo de pie luciendo cómo una idiota con una mano sobre el broche y mi mente vuelta un caos con destellos de una infancia que ningún niño debería de tener.

Estoy segura de que mis ojos lucen muy abiertos, que quizá estoy un poco pálida y que la manera en la que desplazo la mirada por todo el lugar podría inquietar a alguien. Mis ojos conectan con los de Leonid, pero ahora no es mi prioridad porque en mi mente escucho los gritos infantiles de súplica y dolor hacia dos personas crueles que nunca se detenían, que siempre me decían que estaba ayudando a la ciencia y debía ser buena niña.

Giro y camino para alejarme, perdiéndome en largos pasillos y en un intento desesperado de conseguir abrir algunas de las puertas mientras mis gritos de dolor y sus voces murmurando sobre lo que hacían estallan en mi cabeza. Siete puertas no abren y comienzo a desesperarme, pero la octava lo hace y descubro lo que luce cómo un despacho poco utilizado, cierro la puerta detrás de mí al entrar.

Me detengo con la vista clavada en el suelo y luego en mis manos porque están cubiertas de sangre abundante y no debe ser lo único porque siento mi cuerpo bañado en algo cálido y el olor a cobre es fuerte. La sangre gotea de mis dedos y la siento en mis antebrazos, el cuello y el cabello recogido que libero de la cola que lo sostenía en un bonito recogido. Hay demasiada sangre en el suelo y sobre mí...

Ven conmigo, Azhar —susurra la voz de mi madre detrás de mí.

—No lo haré, porque estás muerta —respondo con voz temblorosa porque aun después de año ella despierta miedos en mí—. Estás muerta.

Lo estoy porque tú me mataste, Azhar.

Cierro los ojos con fuerza ante el impacto de sus palabras, eso no es cierto, no puede serlo.

Sin embargo, al abrir los ojos, ahí, en el suelo con grandes charcos de sangre se encuentran dos cuerpos con los ojos vidriosos sin vida: mamá y papá.

Sus batas de laboratorios se encuentran rojas por su sangre, él tiene los ojos fuera de las cuencas y parte de sus tripas expuestas mientras ella está decapitada.

Me llevo una mano temblorosa llena de sangre a los labios mientras mi cuerpo se estremece y entonces llega, ese recuerdo, tenía diecisiete años y estaba en el laboratorio.

«—No iban a romperme, estoy arriba —murmuraba bañada en sangre.

Él ya no está, pero ella respira y ella es peor. Mamá es un demonio con piel bonita cubriéndola. Le sonrío porque por primera vez no soy quien siente dolor y su mirada es de horror ante el monstruo que ella, papá y su ciencia han creado.

—Nadie va a juzgarme —Muevo mi instrumento en la mano—. Ya no soy el eslabón débil, tú lo eres.

—Cariño, no lo hagas...

—Mira, mamá, ahora soy fuerte. La ciencia funcionó, lo lograste —Sonrío aún más y sangre se desliza entre mis dientes proveniente de mis sienes cuando me arranqué los múltiples cables que tenían conectados a mí.

—Azhar, me quieres... —murmura intentando arrastrarse hacia atrás, intentando alejarse de mí.

No irá lejos, no la dejaré escapar.

Ahora ella es el eslabón débil y yo estoy en la cima.

Sus piernas no funciona cómo deberían, múltiples objetos filosos la han clavado a la alfombra llena de su sangre y la abundante que sale del cuerpo de papá, yo les hice eso.

—Azhar, me quieres.

—No, no te quiero. Me quiero a mí —Le vuelvo a sonreír—. Déjame enseñarte cómo duele la ciencia, mamá.»

Los maté.

Asesiné a mis padres de una forma cruel, brutal y grotesca cuando tenía diecisiete años.



Bueeeenoooo ¿Cómo los trató este capítulo? Dejen sus impresiones.

Y se vienen más cosas...

Un like y te digo cómo mató a los padres (nahhh igual te lo contaré jajaja).

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Espero les guste.

Un beso.

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