Capítulo Veinticinco: Libre albedrío (+)




Capítulo Veinticinco: Libre albedrío (+)

Azhar.

Pasé años de mi vida siendo torturada de maneras atroces, tanto física, psicológica y emocionalmente, creo que lo más rudo era que todo ese daño venía de parte de mis padres, dos profesionales peligrosos obsesionados con la ciencia y la evolución humana.

Mis padres, los científicos Beckett, fueron todo lo que tuve al crecer, no tenían familiares o al menos que yo recuerde que fuesen cercanos, no me dejaban tener amigos y nunca fui a la escuela, me educaban en casa cuando no estaban jugando con mi cuerpo.

Ellos eran parte de la sociedad, de grandes fiestas de personas prestigiosas o eso decía cuando me daban un descanso y me presentaban cómo su dulce niñita, la niña de sus ojos, pero ni siquiera en esos eventos se me permitía hablar demasiado y a veces me llevaban a habitaciones ocultas y papá diría "ven, Azhar, déjame que le muestre a nuestros amigos cómo estás ayudando a la ciencia" entonces habría dolor o habrían lagunas cuando no pudiese recordar lo que hubiese sucedido.

Solitaria, así fue mi infancia junto al dolor incluso cuando estaba en casa y me sentaba en la mesa del comedor con mis padres o en el sofá, siempre me sentí sola...Nunca pertenecí, nunca fue aceptada, no era una persona, creo que fui un objeto.

No soy capaz de recordar cuándo comenzó todo ni siquiera puedo recordarlo completamente y lo agradezco, porque el eco de los dolores desgarradores, habitaciones blancas y la desesperación me atacan en pesadillas distantes y últimamente en recuerdos indeseados. Desconozco mucho de mi pasado, pero lo que ha salido a relucir ahora es real, sé que no es producto de mi imaginación.

Eso sucedió: maté a mis padres.

Y pese al impacto que eso trae consigo, me abruma más el hecho angustiante de no saborear un sentimiento de culpa, de no aborrecerme por el acto atroz que cometí en asesinatos sangrientos llenos de ira y resentimiento.

No siento dolor ni arrepentimiento. Saber que no volverán casi diría que me trae paz y es desconcertante porque esa no es la manera en la que tendría que reaccionar alguien al enterarse que ha cometido asesinato.

Sus cuerpos  que antes imaginé frente a mí desaparecen, ya no me veo las manos cubiertas de sangre y ahora además de recordar gráficamente el cómo les arrebaté la vida, también recuerdo los días posteriores, no con precisión los años de daño que me infligieron, pero sí los días antes de que acabara con ellos.

Visualizo la manera en la que le dieron electricidad, inyectaron, abrieron y torturaron a mi cuerpo, el frío, la soledad, la sensación de creer que el dolor sería infinito y que un día moriría en sus manos incluso cuando quería vivir.

Oh, qué irónico es que la Azhar de esa habitación con diecisiete años pensara en vivir y huyera de la muerte mientras que la actual de jacta asegurando que no le importaría un día amanecer muerta. Entonces ¿Cuál de esas Azhar soy?

¿Realmente quién soy?

Me siento desorientada e incluso perdida, siempre creyendo que tengo el control de una vida que antes ni siquiera era mía. Aquí estaba, siendo una estúpida arrogante hablando de descontrol y vivir cómo si no hubiese un mañana cuando tal vez solo soy una trastornada asesina, el resultado de unos padres que nunca debieron tener una hija.

¿Sigo siendo la rata de un laboratorio?

¿Soy una farsa?

¿Su creación?

¡Dios! Esas dos malditas personas me quitaron todo. Me quitaron mi niñez, mis esperanzas, todo y todavía me siguen quitando porque por su culpa bloqueé el pasado, por su culpa desconozco muchas cosas de mí y por su culpa mi presente también se tambalea.

Los odio y desearía que estuvieran vivos una vez más para matarlos con más saña, para darles una cuarta parte de lo que me hicieron, para arrancarlos de mi sistema y hacerles tragarse su maldita ciencia.

—Basta de decir que no sabes quién eres, no les darás de nuevo el control de ti —susurro.

Los asesiné y ya está, puedo vivir con ello, no necesito olvidarlo y tal vez...Quizá es el momento de recordarlo todo. Quiero creer que soy fuerte, que puedo lidiar con el dolor de recordar cada cosa que le hicieron a mi cuerpo y mi mente.

No creo que los últimos años de mi vida hayan sido una mentira, soy esta persona, no soy mala al menos no esa manera. Evidentemente soy tóxica y una persona sin moral junto a actitudes cuestionables, pero no soy un monstruo suelto que hace daño físico cómo lo hice con ellos, lo que sucedió en ese lugar es justificable.

Sus muertes fueron justificables ¿Califica cómo defensa propia? Lo merecían, no podrían juzgarme y si nadie lo sabe no tengo por qué decirlo, puede ser mi secreto.

Fui un monstruo ese día porque ellos me obligaron a serlo.

Extendiendo las manos frente a mí, las volteo hasta verme las muñecas siguiendo con la mirada el trazo de mis venas, preguntándome qué clase de porquería hicieron correr por ellas y cómo logré sacarlas de mi sistema siendo que no me recuerdo sufriendo de ninguna abstinencia, no pude solo sacarla de mi sistema así de fácil sin secuelas cuando me lo habían suministrado básicamente toda la vida.

Destreza para asesinar, desestabilidad emocional, invasión en mi memoria y fortaleza a exposición al dolor. Esas son las pocas cosas que recuerdo haber leído en uno de los expedientes ¿Es eso a lo que me reducían? ¿Es eso a lo que se referían cuando decían que me harían una mejor versión de mí?

Y entonces un pensamiento que sí me asusta llega:

Mis repentinos ataques de ira, pero eso tenía sentido porque me daban cuando Caleb me estaba intentado forzar a hacer cosas cómo la píldora que me quería obligar a tragar o su mano envuelta en mi cuello de manera hiriente y posesiva. Tenía sentido mi molestia ¿Correcto?

Las lagunas en mi memoria son efectos de mis borracheras, de beber sin control, fumar marihuana de tanto en tanto y meterme éxtasis algunas pocas veces y lo de no recordar mi pasado tiene sentido si lo bloqueé ¿Cierto?

En cuanto a la exposición al dolor, vivo con los dolores físicos normales... O eso creo.

¿Destreza para asesinar? Lo de mis padres tuvo que ser una excepción, fue defensa propia, fue un servicio comunitario a la humanidad, no fui la única niña siendo torturada, habían más, Atlas es la prueba de ello, no lo recuerdo con exactitud, pero sé que le hicieron muchas cosas y ellos no fueron los únicos. Hice algo bueno incluso si se ve cómo algo malo.

Está bien que no sienta culpa, hice algo bueno y no es un error ocultar al mundo que yo los asesiné. ¿Cómo no lo supo la policía? ¿Cómo se supone que volví, los encontré y entre en shock? ¿Mis huellas dactilares en donde quedaron?

Alguien lo sabe y ese alguien podría ser Atlas, pero él se ha ido, dejando consigo una serie de números que me apresuro a anotar en mi teléfono cuando lo saco de mi pequeño bolso que dejo sobre el escritorio. Él dijo que debo ir a buzón cuya dirección también anoto, tal vez ahí haya más de todo este caos.

Guardando el teléfono en el bolso de nuevo, tomo profundas respiraciones. El corazón me late muy rápido y un lento dolor de cabeza comienza a formarse mientras siento como si algo en mi memoria quisiera emerger.

—Estás bien, Azhar —Me digo en voz baja—. Sigues siendo tú, algunas personas tienen un pasado un poco oscuro y tú debiste hacerlo si querías vivir.

»Cuando ves a tu mamá, es simplemente tu consciencia recordándote que mala maldita no eres, pero ella está muerta y lo merecía, te defendiste y...No lo volverás a hacer —Me doy cuenta de que una de mis manos tiembla y la sostengo con la otra intentando controlarlo.

Esto me está afectando y no me gusta, no quiero ser la Azhar asustadiza del pasado, quiero seguir siendo yo. Necesito...

—Azhar —susurra esa voz masculina y deliciosa detrás de mí.

Respiro hondo y controlo mi expresión ansiosa por una que espero luzca cómo la Azhar de siempre. La sonrisa se encuentra en su lugar en mi rostro cuando giro y dejo caer parte de mi trasero sobre el escritorio, ubicando las manos en el borde del mismo en tanto la tela de mi vestido cae a los laterales de mis piernas y otro poco entre mis piernas – debido a su corte – dejando mis piernas desnudas. Leonid no se pierde el movimiento.

Veo desde sus zapatos carísimos hasta pasearme por cada lugar del traje azul marino que le queda a la perfección, tiene el cabello un poco más bajo y la pequeña barba se ha ido dándole un aspecto más aniñado que decido igual me gusta.

—Te ves bien, Leonid Walsh, tan bien cómo tu fiesta costosa.

—No te esperaba aquí.

—A mí nunca me esperan, por eso siempre soy una sorpresa.

Un polvo que me sacuda, eso es lo que necesito, el tipo de desenfreno con el que no piensas y solo sientes, pero no creo que Leonid sea esa persona, él es bueno y su equipaje con Marissa aún es un punto incómodo del que no quiero discutir ni aconsejar. No necesito problemas de otros, necesito un vicio sexual que me aísle de los míos.

—Deberías irte —dejo caer.

—¿Por qué?

—Tómalo cómo una advertencia de amabilidad. Quiero algo que dudo que tú puedas darme. Vete, Leonid —Sonrío de costado—, sálvate del huracán Azhar.

Sin embargo él no se va, durante largos segundos me sostiene la mirada y luego entra al despacho, cerrando la puerta detrás de él.

El corazón se me acelera en tanto no despego los ojos de él, viéndolo acortar la distancia entre nosotros  hasta que está deteniéndose frente a mí con sus sus piernas rozándome las rodillas. No habla, manteniéndose en silencio cuando sus manos se deslizan desde mis rodillas desnudas hasta mucho más arriba de la mitad de mis muslos.

Un pequeño sonido escapa de mí cuando sus manos se mueven con rapidez hacia mis caderas y me sube completamente al escritorio antes de volver a mis rodillas y separarlas, con la tela del vestido agrupada entre ellas cubriendo mi diminuta y casi escaza ropa interior.

—¿Qué haces? —susurro, porque me es difícil comprender que el bueno de Leonid está haciendo algo que se considera malo pese a que se siente tan bien.

—Yo...No puedo luchar.

—Te dije que era tóxica y problemática ¿Aun así eliges caer en tentación? ¿Estás seguro, señor grietas?

Un resoplido escapa de él cuando poco a poco comienza a perder altura y entonces lo veo por primera vez de rodillas antes mí y me gusta. Sus labios se presionan al final de mi muslo en lado interno haciéndome sentir esa sutil caricia entre las piernas.

Hace semanas que no tengo sexo, no desde Caleb y eso es bastante raro, tal vez por eso siento que voy a arder con tan solo un toque de su parte.

—Nunca estoy seguro de nada, pero finjo que sí, es así cómo vivo —murmura dejando suaves besos y mordiscos que me hacen comenzar a mojarme.

Pero no quiero dulzura al menos no hoy, por lo que sin muchas ceremonias tomo la tela frontal del vestido con una mano y la levanto exponiendo el pequeño trozo de tela que ya se aferra a la humedad reuniéndose entre mis piernas.

—Yo no necesito que me coman con dulzura, a mí me gusta que me coman con pasión —Le hago saber con una sonrisa ampliando las piernas y deslizando mi mano libre dentro de mi tanga—. ¿Puedes hacer eso, Leonid?

Hago círculos sobre mi clítoris y me lamo los labios antes de gemir en tanto a él las pupilas se le dilatan.

No me responde, en lugar de ello me saca la mano de dentro de mi ropa interior y me lame los dedos saboreándome y parece que le gusta, porque luego su boca va directo a la fuente cuando hace a un lado la endeble tela y su lengua me lame desde mi entrada hasta mi clítoris haciéndome gemir.

Esto, esto es lo que necesito: olvidar. Sentirme dueña de mí y aferrarme al presente.

Extiendo mis piernas todo lo que puedo, maravillada con la manera en la que su cabeza se mueve entre mis piernas mientras chupa mi pequeño nudo de nervios y luego lame alrededor de el. Decido ubicar las piernas sobre sus hombros, presionando los tacones que me cubren los pies contra su espalda para tenerlo más cerca y con una mano tiro de mi vestido hacia abajo hasta que mis pechos quedan a la vista para pellizcarme uno de los pezones.

Ojos ardiendo en pasión se encuentran con los míos cuando su mirada asciende, descubriendo cómo juego con mis pechos y excitándome aún más cuando dos de sus tantean en mi entrada mientras sus labios continúan sus atenciones en mi clítoris, empujo contra ellos en una clara indirecta de que los quiero adentro.

—Más rápido —pido antes de gemir profundamente, arquear la espalda y echar la cabeza hacia atrás, perdiendo el equilibrio y consiguiendo en última instancia no golpearme cuando mi espalda termina sobre el escritorio.

Ahora estoy acostada y con ambas manos en mis pechos, tirando y pellizcándome los pezones mientras me penetra con sus dedos y me lame sin parar. Se siente increíble y disfruto cada puto segundo de ello.

Generalmente soy vocal y suelo decir lo que quiero, pero esta vez me dejo llevar porque eso me ayuda a no pensar y porque Leonid lo está haciendo bien. Tenía tanto suspenso sobre este momento que incluso si no fuese bueno, se sentiría genial por simplemente estar viviéndolo.

—Ponme otro dedo —pido gimiendo— o mete tu lengua en mí y frótame el clítoris con los dedos.

Obedece, no tiene vena dominante en él, sigue mis indicaciones y lo hace mejor de lo que espero ocasionando que me arquee y que me frustre cuando mis manos bajan y no hay cabello espeso al que aferrarme, sin embargo consigo los agarrarme de los laterales de su cuello y empujar hacia mí. No sé si lo asfixio, pero no me importa en tanto empujo contra su cara, contra sus dedos, contra su deliciosa lengua que entra y sale de mí humedeciéndome cada vez más.

—Ahí, justo ahí. Más fuerte —gimo.

Lo hace, obedece una y otra vez hasta que estoy temblando y corriéndome en un espectacular orgasmo que me hace latir y gemir.

Se mantiene dándome besos suaves y debido a que estoy sensible, empujo su rostro lejos con una mano, incorporándome hasta estar sentada para verlo ahí de rodillas  con su mirada haciendo un recorrido por mi rostro, bajando por mis pechos desnudos con los pezones tan erguidos cómo pueden estar y concluyendo en el desastre húmedo entre mis piernas.

Me es inevitable no sonreírle al tiempo que estiro una mano y con los dedos le limpio la comisura de la boca, no es que haga mucha diferencia cuando es bastante perceptible cómo sus labios brillan en tanto tiene la barbilla mojada por mi orgasmo.

Dejo ir una lenta respiración pensando en lo que sigue, pero por alguna razón en última instancia alzo la mirada encontrando que la puerta no está del todo cerrada cómo antes y percibo un vestido rosa pálido junto a cabello rubio y ojos verdes, no puedo verla del todo, pero sé que es ella y no está irrumpiendo, tampoco se está yendo.

¿Es esta una prueba?

Bueno, veamos como actúa el libre albedrío.

—¿Quieres estar dentro de mí, Leonid? Porque te dejaré ponerla adentro si así quieres.

»Lo he imaginado ¿Sabes? —Me llevo una mano entre las piernas, mis dedos indagando entre toda mi humedad antes de introducirme dos de ellos— El cómo debes sentirte, que tan fuerte me harás sentirte y que tan llena estaré ¿Me muestras?

Cinco segundos pasan, lo sé porque los cuento mientras empujo mis dedos dentro y fuera, me lleno de algo de incertidumbre cuando se pone de pie, me pregunto si va a irse y tener que hacerme venir por mí misma imaginando que mis dedos son su polla.

No se va, para mi fortuna se queda.

Y me siento aún más afortunada cuando comienza a desabrocharse el cinturón y después pasa al botón del pantalón sacándose sin pausas el miembro duro e hinchado que brilla en la punta con su propia humedad. La boca se me hace agua viéndolo acariciarse mientras un siseo escapa de él cuando se aprieta con más fuerza de la que esperaba.

No voy por la vida con una regla para medir pollas antes de chuparlas o tenerlas dentro de mí, eso sería una tontería, pero sí soy observadora porque me encanta verlas y descubro en Leonid un tamaño promedio con grosor destacable, es más grueso que largo y algo me dice que me gustará un montón siempre que sepa qué hacer con ello, pero basándome en sus habilidades para los orales, él debe ser un buen amante.

Me habría gustado tenerlo en mi boca, saborearlo y enloquecerlo cómo un buen oral puede, pero creo que estamos demasiados ansiosos para más juego previo y los dedos húmedos que saco de mí lo demuestran.

Sintiéndome bendecida de que traiga un condón en su billetera, tal vez hecha polvos frecuentes con su prometida cuando le pillan las ganas eso tiene sentido, detallo la manera eficaz en la que se envuelve en el látex y una vez más llevo la vista hacia la puerta, ella sigue ahí.

Nuestras miradas conectan y le sonrío, me pregunto cuándo va a detener esto o si tan siquiera va a hacerlo.

Leonid, ajeno a lo que sucede que no sea yo, se acerca y presiona su frente contra la mía lo que encuentro es un gesto dulce. Él ni siquiera se quita el saco, simplemente se mantiene con el miembro en la mano que ahora desliza tortuosamente contra mi humedad mientras me ve con fijeza a los ojos.

—No te he besado.

—Qué poco caballero —susurro en respuesta lamiéndole el labio inferior.

—Tú no quieres un caballero, eso me queda claro —murmura antes de atrapar mis labios entre los suyos y besarme.

Su beso es húmedo, profundo y sensual. Me saboreo en su lengua cuando se cuela en mi boca y roza la mía, gimo entorno a él cuando siento cómo mueve la punta de su miembro contra mi clítoris y jadeo cuando me mordisquea el labio inferior antes de besarme de una manera en la que exige que le dé más de lo que estoy dispuesta a entregar, más de lo que siempre doy y él no será la excepción.

El sexo se trata de placer e incluso de emociones y sentimientos, pero para mí no va ni de amor o ternura, no es lo que busco.

Me gusta Leonid, lo deseo y me atrae cómo pocas veces alguien lo ha hecho incluso creo que le he tomado cariño, pero no encuentro sentimientos o emociones en mí que pueda corresponderles, no ahora y no sé si en el futuro – espero no sea el caso – yo no amo y espero eso quede claro entre nosotros más adelante, no quiero que espere más de lo que estoy dispuesta a dar.

Me dejo de las tonterías de pensar cuando su boca abandona la mía pasando por mi cuello y terminando alrededor de mi pecho, chupando el borde inferior, que seguramente dejará un chupetón, y luego subiendo hasta morderme el pezón haciéndome gemir y restregarme contra su polla. Toma un bocado tan grande de la carne de mi pecho que consigue abarcar más que la punta rígida y a mí me encanta, me gusta la rudeza porque entiende que es lo que quiero, me entrega la pasión y deseo que necesito.

Mientras alterna su boca y dedos de un pecho a otro, cuelo la mía entre nuestros cuerpos, lamentando no poder sentir su piel y lo tomándolo, acariciándome a mí misma con él antes de llevarlo a mi entrada bastante húmeda y empujar mis caderas lo suficiente para que entre un poco más que la punta.

—Lléname, Leonid —Ordeno—, hazme sentirte completamente dentro de mí.

Y de nuevo: obedece.

Mueve sus caderas y de una sola estocada me llena haciéndome emitir un pequeño grito enronquecido en tanto mi cuerpo lo acepta.

Me encuentro apoyando las manos detrás de mí en tanto arqueo la espalda cuando sus manos me extienden los muslos ampliamente, empujando con fuerza dentro de mí. Escuece un poco, pero de una manera deliciosa que me tienen ordenándole que lo haga más fuerte. Mis pechos se sacuden y mis muslos queman cuando los extienden hasta el límite, manteniéndome abierta para sus ojos enloquecidos que ven la manera en la que entra y sale de mí.

Me excito tanto que mojo la cara interna de mis muslos, que siento mis fluidos hasta mi trasero y cuando veo hacia la puerta, ella sigue ahí y yo gimo pidiéndole a Leonid que me dé más fuerte y más rápido, hasta que el sonido de golpe de carne contra carne húmeda llena el lugar, hasta que el olor de sexo nos embriaga, hasta que estoy segura de que lo sentiré entre mis piernas un buen tiempo.

Gime y eso me encanta, porque sé que está enloqueciendo y no puede controlarse, también gruñe y maldice mientras su rostro se cubre de sudor. Me pierdo viendo sus expresiones, lo que resulta tan excitante cómo la manera en la que se clava en mí sin control alguno y cuando sus ojos se cierran y su mandíbula se tensa al comenzar a correrse, experimento una sensación de poder abrumadora que deseo repetir una y otra vez.

Se corre primero, pero mientras sus caderas tiemblan y se mueven con torpeza con embestidas que van volviéndose lentas, dos de sus dedos comienzan a hacer círculos rápidos sobre mi clítoris y aun sintiéndolo dentro de mí, consigo mi propio orgasmo que me hace tener espasmos y apretarlo dentro de mí.

Eso fue mejor de lo que imaginé.

Eso me abrumó la mente.

Y yo...Quiero más de eso.

Me siento vacía cuando comienza a salir de mí y no me lo tomo personal cuando sus ojos se rehúsan a hacer conexión con los míos. Estoy preguntándome si si se aproxima la sensación de culpa, pero cómo no quiero averiguarlo, consigo arreglar mi tanga arruinada, bajar del escritorio y estabilizarme en mis piernas temblorosas y adoloridas mientras me acomodo el vestido.

Un vistazo alrededor me hace saber que todo se mantiene igual, hay algo de humedad en el escritorio y las marcas de mis nalgas, pero eso junto al olor de almizcle que deja el sexo es todo lo que queda en el lugar cómo prueba de lo que sucedió.

Bueno, el escozor en mi entrepierna y el sordo latido en mí también es una prueba bastante contundente de que Leonid Walsh acaba de follarme en un despacho durante la prestigiosa fiesta de joyería de su familia y con su prometida a una corta distancia.

El despacho huele a sexo y sudor al igual que yo, podría irme de la fiesta, pero me quedaré hasta el final, no me avergüenzo de nada.

Libre albedrío le llaman.

Estiro tanto cómo puedo mi hermoso vestido blanco y me cubro los pechos, acariciando con un dedo el prendedor con el emblema de ese hombre que espero ver en algún momento, que ahora sé que se llama Niklas ¿Podré recordar más de él? Eso quisiera, basándome en mis escasos recuerdos difusos de su voz, no me juzgaría por lo que hice a los diecisiete años.

Tal vez sea la única persona con la que pueda hablar sobre lo que hice, quizá le importe. Aunque supongo que Atlas también es una buena opción teniendo en cuenta que al parecer sabe mucho más de mí de lo que yo sé de él.

Pero esos son pensamientos para después, no ahora que aun siento el eco de las estocadas duras y fuertes de Leonid contra mí, no cuando lo huelo en mi piel y cuando una parte de mí está ansiosa de tener pronto alguna oportunidad de repetir.

Dándole un rápido vistazo consigo que finalmente nuestras miradas conecten de manera breve, descubriendo en él una mirada que no lo encaja en la culpa convencional, lo que lo aflige es no poder encontrar arrepentimiento en lo que acaba de suceder, lidia con sus valores y moral porque hoy descubrió en sí mismo algo que desconocía.

¿Qué fue eso que me dijo? Ah, sí, que al parecer finge mucho en su vida y hoy tomó algo para sí mismo sin pensar en los demás, algo a lo que no está acostumbrado y supongo que su consciencia le está dando un duro momento porque siempre se dijo que estaba mal y ha sido el lado receptor de infidelidades por lo que sabe cómo duele, pero la manera anhelante en la que me ve me hace saber que desea mucho más, demasiado, que al igual que yo siente que esto no ha terminado.

—Me gusta tu fiesta —Doy un vistazo rápido al miembro blando que ahora se guarda en los pantalones—. Bonita joya la que tienes, todos los diamantes Walsh brillan y el tuyo no es una excepción.

Sus ojos brillan con el reconocimiento de mi juego de palabras, pero desvía la mirada y me da la espalda. Encogiéndome de hombros, tomo mi bolso y abro la puerta del todo, saliendo y doblando a la izquierda en donde apoyando la espalda contra la pared, se encuentra Marissa.

Su rostro está sonrojado y su vestido desarreglado, entonces comprendo con exactitud lo que ha ocurrido con ella mientras Leonid me follaba con fuerza y desenfreno: Ella se masturbó viendo cómo su prometido por primera vez le era infiel. Qué curioso personaje es Marissa.

No siento que me incomode aunque esas sean más las tierras de África que mías, pero me llena de curiosidad porque tenía toda una idea de esta persona y ahora verdaderamente no sé con qué tipo de persona estoy tratando.

No me grita o hace una escena, no hay una novelística bofetada o el siseo furioso de "puta" o algo igual de fuerte cómo "maldita zorra", tampoco llora o arremete dentro del despacho para gritarle a Leonid que lo sabe. Simplemente me mira con la misma curiosidad que yo lo hago, hay un brillo de vulnerabilidad en su mirada, pero es pequeño entre otras tantas emociones.

Le sonrío estirando una mano para acomodarle el tirante del vestido y que la tela le cubra por completo el pezón rosado aun erecto y magullado de sus atenciones.

—Espero hayas disfrutado del espectáculo, cariño, yo lo hice —murmuro para que Leonid no escuche.

—Lo hice, lo disfruté —responde y sonríe.

Esta chica no es un ángel cómo se ve o cómo pensaba. Me pregunto si Leonid se encuentra más perdido con mi existencia o con la de ella.

—Hasta la próxima, cariño —murmura, dándome un beso en la mejilla un poco húmedo y caminando para entrar al despacho.

No sé qué carajos estoy haciendo con mi vida, pero avanzo y vuelvo a la fiesta, tomando varias copas y reuniéndome con Albert que me olisquea enarcando una ceja, me muerdo el labio y encojo de hombros en respuesta.

En algún punto los tortolitos comprometidos vuelven a la fiesta y Leonid se ve rígido con una sonrisa tensa en tanto Marissa sonríe con naturalidad viendo alrededor y mezclándose con las personas.

Los ojos de ellas hacen contacto con mi mirada y le palmea el brazo a Leonid asintiendo hacia mí, él se tensa y me da un leve asentimiento, aun los ojos le brillan en deseo y la manera en la que su traje ahora se encuentra arrogado lo encuentro seductor.

—¿Tú... Te lo cogiste? —susurra Albert en mi oído.

—No —respondo.

—Ah, pensé que sí por la miradita, el olor, su traje y...

—Él me cogió a mí —aclaro y mi amigo me ve con incredulidad.

—¡Joder! No creí que él... ¡Dios, mío! Pero es que eres un bocadito de pecado, tienes que tenerla de oro y moverte muy bien para haber conseguido romperlo.

—Yo no lo rompí, Leonid es más fuerte de lo que crees —señalo.

—¿Y ahora? —pregunta aun susurrando-

—No lo sé, pero quiero más.

Aun puedo sentirlo entre mis piernas.

Pero aun así el fabuloso sexo no puede callar del todo mis demonios ni evitarme pensar que soy una asesina, una que no se arrepiente, pero una que no quiere hacerlo de nuevo.

***

Punto para mí porque conseguí recordar la clave del buzón y la dirección exacta, bueno me perdí un par de veces, pero ni siquiera tuve que ver en el teléfono.

Estoy un poco paranoica pensando que me siguen, pero luego me digo que podría ser Atlas verificando que venga sola y que nadie intercepte lo que al parecer para él es súper importante.

Lo que consigo en el buzón son dos gruesos sobre de manila algo pesado que guardo en la mochila que traje conmigo. Trato de actuar normal aunque estoy algo ansiosa así que opto por ir directo al apartamento localizando a un taxi y cuando llego siento tranquilidad al descubrir que estoy sola.

No me apetece tener una discusión pasivo agresiva con Priscila y hoy no soy buena para consolar a Shaina a través de una puerta, así que la soledad es más que bienvenida.

Tarareo una canción yendo a mi habitación, decidiendo que tomaré un baño escondo los sobres debajo de la cama – porque al parecer hoy soy paranoica – y camino hacia el baño que comparto con Priscila.

Mientras el agua caliente cae sobre mi piel, suspiro.

No traigo resaca porque me porté bien lo que restó de la fiesta, pero sí me siento drogada por el recuerdo de la manera en la que Leonid me folló sobre un escritorio, extasiada por cómo me lo dio cómo se lo pedí e intrigada por la presencia de Marissa y el descaro abierto de admitir que disfrutó de ver su prometido tener su polla profundamente enterrada en mí.

—¿Qué estás haciendo, Azhar? —susurro en tanto el agua cae sobre mí.

¿Cuándo perdí completamente las riendas de mi vida? ¿Es esta una falsa libertad? A veces siento que sin importar lo que hago no estoy viviendo, solo experimento emociones no duraderas que se acaban con una dura bajada de realidad solitaria sin propósito.

Cerrando los ojos vuelvo a suspirar y entonces de nuevo visualizo a Alexander Pérez siendo empujado al estanque de cocodrilos, escucho sus gritos y chapoteos, ya no sé si lo imagino, pero en mi mente no sé quién lo empuja, no los veo, los escucho reír, pero sé que no soy yo, sin embargo ¿Por qué estoy ahí?

Antes me gustaba esta sensación de desconexión, no me importaban las lagunas y cuando comencé a preocuparme ni siquiera lo tomé en serio ¿Ahora? Ahora quisiera tantas respuestas porque en esta ducha, desnuda y con una asquerosa sensación de vulnerabilidad decido que quiero ser la dueña completa de mi vida, que es momento de despertar y dejar de huir de mis recuerdos o de lo que posiblemente podría estar mal conmigo.

Quiero saber quién mierda soy incluso si yo fuese un monstruo, creo que querría saberlo. Odio esta sensación de desconocerme, el sentido de pérdida, sé menos de mí de lo que creo, soy un cuaderno lleno de tachones que no consigo leer.

Y esos sobres que conseguí gracias a Atlas podrían ser el comienzo de mi descubrimiento, el principio o el desenlace, pero tiene que tener algunas importantes respuestas sobre preguntas que aun quizás ni siquiera me planteo.

Salgo de mis pensamientos cuando percibo un ruido dentro del baño que resuena por sobre el sonido del agua cayendo. De inmediato estoy abriendo los ojos y tensa ante cualquier otro sonido que pudiese repetirse.

—Estoy aquí, Priscila, vuelve después —pruebo porque tendría que tratarse de ella, dudo que la señora Hawk o Francis entren sin llamar incluso la señora que viene a limpiar no lo haría.

No hay respuesta, por lo que deslizo la cortina de baño descubriendo que estoy sola, aunque sé que escuché algo o ¿Lo imaginé?

—¿Priscila? —pregunto saliendo desnuda de la ducha y dejando un rastro de agua detrás de mí.

Camino con lentitud hacia la puerta y casi puedo sentir una canción de suspenso sonando en mi cabeza, excepto que no es mi cabeza, alguien está reproduciéndola en el apartamento y me genera de inmediato escalofríos junto a una sensación de frialdad que me entumece y que me hace viajar a una de esas tantas veces en las que fui una rata de laboratorio porque mi madre muchas veces la reproducía esa canción u otras iguales de perturbadoras.

Ese viejo recuerdo me paraliza en medio del baño, desnuda y goteando mientras mi mente viaja a ese lugar.

«—¿No te gusta nuestra banda sonora, Azhar? —preguntó, viéndose por encima de mí y sonriendo, pero el gesto no llegaba a sus ojos fríos.

—Quiero ir a casa —Lloriqueé, intentando soltarme de las ataduras, pero era imposible.

Estaba aterrada, llevaba casi un mes sin ayudar a la ciencia, pero ese día me hizo volver y se veía tan entusiasmada que sentí mucho miedo.

Mientras más entusiasmada estuviese mamá, más sufriría yo, lo había aprendido a lo largo de los años.

—Mamá por favor déjame ir a casa, seré buena, lo prometo Lloriqueé incluso saboreé los mocos que salían de mí ante mi llanto histérico aterrado.

—Azhar, no es hora de ir a casa, es hora de ayudar a la ciencia y eso es lo que te hará buena ¿Cuántos niños pueden ayudar a la ciencia? Eres afortunada y debes aceptarlo.

—Por favor, por favor, mami.

Vi el enojo en sus ojos antes de que me tomara de manera dolorosa con una mano la barbilla clavándome sus uñas.

—Deja de llorar, sabes que eso me enoja.

Ya no sabía si era preferible hacerla feliz o enojarla, ambos escenarios siempre terminaban mal para mí.

—Mamá, quiero ir a casa...

Y entonces lo sentí, una aguja de grosor impresionante con un líquido que sentía que  me quemaba el interior siendo introducida en mi pelvis. Dolía y grité mientras me sacudía y saboreaba cobre en mi lengua.

Grité pidiéndole que me llevara a casa, pero mamá solo sonrío mientras tarareaba al ritmo de la canción escalofriante y de suspenso reproduciéndose una y otra vez durante todo el día en el que me hizo llorar y sangrar.»

La música se reproduce a todo volumen mientras estoy paralizada y luego la puerta se abre, pero no hay nadie. Algo rueda por el suelo esparciendo un extraño humo lila y consigo moverme para intentar salir del lugar antes de que esa cosa me intoxique, sin embargo la puerta se cierra o alguien lo hace.

Golpeo la madera dándome cuenta de que tiene algún tipo de seguro y grito pidiendo que abran mientras el humo me genera ardor en la garganta, recordándome esa vieja sensación en la habitación, pero luego hay un cambio y reacciono diferente a lo que sea ese humo.

Gritos desgarradores comienzan a emerger de mi garganta cuando me toco la piel que siento arder.

—¡Me quema! —grito sintiendo el ardor en mi interior y saboreo cobre en mi lengua—. ¡Ayuda! ¡Me quema!

Es exactamente igual, es la misma sensación y dolor enloquecedor que me hace difícil pensar.

Sollozo cayendo al suelo y sacudiéndome, retorciéndome con gritos desgarrándome la garganta. Necesito que pare, por favor que pare.

—Por favor, por favor, me duele —lloro—. Por favor, me quema. Detenlo, por favor, por favor, seré buena, lo prometo.

El ardor llega a mis ojos y lucho contra el deseo de sacarme los globos oculares para desprenderme del dolor. Es una quemadura que siento cómo si me destruyera y entonces cierro los ojos porque el ardor no me permite mantenerlos abiertos, aprieto las manos en puños y mi cuerpo comienza a temblar. Mis lloriqueos y gemidos de dolor resuenan por el baño, ya no puedo gritar más, no puedo hablar, exactamente cómo antes, cómo en esas habitaciones.

Soy Azhar Beckett y tengo veinticinco años, ya no soy la sujeto número dos, pero en este momento se siente cómo si lo fuera, cómo si experimentara los dolores y torturas de una rata de laboratorio sirviendo a la ciencia.





Omaigashhhh ¿Y ahora? Pues ya lo iremos sabiendo, que para eso están los capítulos que vienen jejejejeje estamos a nada de caer bien duro o más de lo que hemos venido cayendo en esta locura.

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Espero les guste.

Un beso.

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