Capítulo Treinta y Seis: La fiesta del pecado
Capítulo treinta y seis: La fiesta del pecado
Azhar
Siento su mirada sobre mí mientras termino de abrocharme el sujetador de manera frontal. Su mirada es una acaricia para mi vanidad y ego porque no importa cuando obtenga de mi cuerpo, él siempre quiere más y siendo honesta, cada follada se vuelve mejor porque su desesperación lo lleva a ser más descontrolado en el sexo.
Le devuelvo la mirada captando tantas emociones confusas en sus ojos que en este momento no quiero descifrar, por lo que termino por sonreírle, apreciando la manera en la que le queda la camisa básica blanca en contraste con su piel morena y musculosa.
Me encanta follarlo cuando trae uno de sus trajes caros, pero creo que me gusta más cuando viste despreocupadamente con ropa básica o cuando viste para hacer surf.
Sin embargo, no me gusta que su mirada parezca una puerta a su alma, a una buena. A veces intento atraparlo siendo muy malo, pero es posiblemente la mejor persona que he conocido alguna vez. Evidentemente tiene descaro y un toque de malicia, pero nada grave o intrigante. Es tan bueno que a veces se siente mal que yo sea su parte mala, sin embargo, lo peor es que no lo vea, porque sus ojos han comenzado a brillar y me doy cuenta de que me mira de una manera que no merezco.
El problema con Leonid es que ha estado jugando con fuego y se ha quemado, pero le cuesta admitirlo y aunque le encanta, sus dilemas morales le dan un mal rato hasta que quiere hacerlo otra vez o francamente también cuando me escribe o llamar por teléfono.
Leonid Walsh me encanta no lo hace solo de manera física. Me encanta que se interese porque le dé información de mí incluso si no le doy demasiado, me encantan sus llamadas por teléfono y la desesperación que siempre parece sentir por tocarme o tenerme cuando estamos en un mismo lugar. Se me pone cálido el pecho cuando lo veo o pienso en él porque tengo sentimientos por él, no de amor, pero sí me importa y supongo que de alguna manera extraña lo quiero, lo que me resulta raro porque no suelo sentir algo más que placer y química cuando follo.
Sin embargo, tras haber follado durante casi un mes con tanta frecuencia, conversar y escucharlo sobre su día a día, me doy cuenta de que ahora me mira a más profundidad y temo por él, porque sé que juntos no podemos estar, porque de alguna manera lo quiero, pero no lo amo o amaré y porque soy peligrosa. Lo estoy enfermando con todas sus emociones y genuinamente siento una pizca de culpa por ponerle el mundo al revés.
Termino por ponerme la camisa metiéndola dentro del jean ajustado, arqueando una ceja cuando me pide que me acerque a él que ahora se encuentra de pie, pero lo hago y no puedo evitar plantarle un beso en el borde la mandíbula, sintiendo la raspadura de su barba creciente contra mis labios.
—Me vuelves loco y eso me preocupa —confiesa, acariciándome con una mano el cabello y con la otra tomándome la cadera.
—Haces bien en preocuparte —concuerdo deslizando mis manos por sus costados—, pero puedes tener el control de ti mismo, sobre lo que sientes.
—No funciona así —Me planta un beso suave en los labios.
Nuestras miradas conectan y durante unos pocos segundos me permito fantasear sobre un futuro idílico en donde Marissa es pasado, yo soy diferente y no me persiguen, uno en donde existan las citas, mimos, recuerdos hermosos y una complicidad mientras susurros se emiten llenos de amor y promesas. Y me encanta esa fantasía, se me revuelve el estómago por no tener la oportunidad de volverla una realidad.
Me lleno de envidia de que otros puedan tener esa vida y me resiento con Marissa, incluso si está enferma, por no vivir con Leonid el romance que yo solo puedo fantasear.
—Eres increíble, Leonid.
—Lo dices como si fuese algo malo.
—Nunca pensé conocer a alguien como tú.
Deslizo mis manos por sus brazos musculosos, disfrutando de cada parte que alcanzo a tocar, además a él le encanta. Cuando alcanzo su cuello, me cuelgo y le planto un beso profundo y lento que lo tiene ubicando sus manos en mi culo y apretándome contra su cuerpo. Se siente increíble y por un momento me planteo que nos quedemos otro poco más, pero el sonido de su teléfono en algún lugar de la habitación, nos trae de vuelta a la realidad.
Lo dejo ir de mi agarre para que tome el teléfono, revise brevemente y se lo guarde.
—¿Puedo llevarte a cenar a tu cumpleaños?
—No, sabes que no puedes —Respondo—. Tengo una fiesta de celebración a la que no pienso faltar. ¿Vendrás?
—No puedo.
—Sí, sí puedes, te invité para que vinieras con Marissa, no entiendo por qué no podrías.
Me siento en la cama para ponerme los zapatos y arqueo una ceja hacia él que simplemente me mira.
—¿Hablas en serio? —pregunta.
—Por supuesto. Sé que eres un hombre prometido a otra y que estás en planes de todo el asunto, conozco a quien será tu esposa y no te pido que hagas cosas locas por mí, si quieres verme en mi cumpleaños y venir a mi fiesta, entonces ven con tu prometida.
—Creo que no te das cuenta de lo que dices...
—De hecho, sé lo que digo —Me pongo de pie y lo tomo del cuello nuevamente—. Leonid no te pido que la dejes por mí o que sacrifiques tu vida. Entiendo que follamos a escondidas, que no soy tu novia y no tengo ningún derecho sobre ti, está bien. Entendemos de qué va esto.
—Lo haces parecer fácil.
—Lo haces sonar difícil —susurro dándole un beso rápido antes de retroceder—. ¿Te veré en mi cumpleaños?
Los segundos de silencio pesan sobre el lugar antes de que me dé un lento asentimiento.
—Ahí estaré con Marissa.
—Lleva un buen regalo, me gustan las joyas —Le guiño un ojo y eso finalmente lo hace sonreír y de forma inmediata también lo hago.
Me mira con ojos brillosos e incertidumbre, es la mirada de saber que estás haciendo algo malo, pero aun así desear más de lo que tienes.
Leonid tiene mi cuerpo de manera exclusiva porque no he querido follar con otros desde que empezamos, pero me doy cuenta de que comienza a no ser suficiente. Él quiere cosas que no tengo interés y no puedo darle: amor, relación, planes a futuros y cosas que supongo que quieren la mayoría de las personas.
Tal vez si mi vida hubiese sido diferente, habría ilusionado con la posibilidad de ser a quién escogiera, pero en esta vida no le pido que siquiera me tomé en consideración.
En algún momento tendré que terminar esto de saciar mi hambre de compañía con alguien bueno que solo quiere amor y el consuelo que no encuentra en su relación.
—Te veo en mi fiesta —Me despido.
—Falta una semana para ello.
Suspiro y ruedo los ojos, sonriéndole para suavizar el golpe.
—Tendrás que extrañarme, señorito Walsh, tienes un imperio del cual cuidar.
Le arrojo un beso y salgo del apartamento sin mirar atrás, sintiéndome rara por dejarlo y por no aceptar toda la parte emocional que podría darme.
—Te quiero, Leonid, pero no como mereces y no de la manera en la que piense hacerme responsable de tus emociones —susurro bajando las escaleras.
Una vez afuera, me toma tiempo conseguir un taxi y mientras espero soy consciente de que me miran, pero al menos ahora sé de que se trata de todos esos malditos enfermos que me creen un número y que me usan. Me cuesta mucho controlar la ira que aparece cada vez que lo pienso o me doy cuenta, porque ahora sé que, si mis emociones me controlan, me vuelvo un puto desastre y no puedo ser capturada, drogada y usada en este momento.
Al subir al taxi me es inevitable pensar en que todo se ha vuelto más "sencillo" desde que supe las cosas por medio de los informes de Atlas y mis recuerdos que han estado apareciendo de a poco durante estas semanas. Saber estas cosas me han hecho entender que cuando me molesto soy desafiante porque mis emociones me controlan y entonces eso es cuando ellos intervienen, cuando despierto y tengo lagunas.
En las últimas cuatro semanas, solo una vez desaparecí durante tres días, podría sonar patético, pero para mí esa es una pequeña victoria.
Sacando el teléfono de mi bolso me pongo al día con los mensajes del grupo que tengo con mis amigos y por privado hablo con África sobre cenar juntas, pero después toda mi atención está en Shaina, quien desde hace dos semanas me escribe desde su nuevo número, no ha ido al apartamento y su mamá busca desesperadamente.
Algo pasó entre ellas, pero no he preguntado y me limito a disfrutar de los cambios que comienzo a ver en sus mensajes, ella incluso me llamó y sonaba tan viva y locuaz que por unos segundos la sorpresa me había embargado.
Princess Shaina: conseguí una máscara increíble para la gran fiesta
Hago clic en la hermosa mascará que cubrirá la mayor parte de su rostro dejando solo su boca al descubierto. Tiene diferentes tonalidades de un verde muy oscuro y amplío la foto dándome cuenta de que simula ser escamas brillantes, como alguna especie de reptil.
Es una elección interesante que me hace removerme en mi asiento antes de responderle.
Azhar: ¿Una serpiente?
Princess Shaina: un cocodrilo
Malditos cocodrilos. Embargan muchos de mis recuerdos y de los terrores de los que he sido parte.
En algunos me recuerdo siendo una espectadora, a veces luchando para liberarme de retenciones y otras tanto...
Sacudo la cabeza queriendo alejar los escalofríos al darle una respuesta.
Azhar: bueno, esa es una elección que nadie repetirá
Azhar: ¿Sabía que la máscara era un factor sorpresa? La idea es el anonimato
Princess Shaina: he vivido en anonimato TODA mi vida. Quiero que sepas quién soy
Princess Shaina: llevaré a mi novio
—Guau, esto se pone más interesante —murmuro para mí misma.
Azhar: ¿Segura de que eres mi Shaina?
Los segundos pasan hasta volverse un minuto que me hace preguntarme si no me responderá, pero una foto que solo se me permite ver una vez, llega. No negaré que la abro con rapidez.
Pocas cosas me sorprenden, pero esto lo hace porque la imagen es del cuello de Shaina con una mano pálida, venosa, elegante y masculina envolviéndoselo. Trae una camisa enorme y se le ve parte de los muslos, pero hacia arriba solo veo su sonrisa.
—Yo también estaría feliz con un collar así —murmuro.
Azhar: me alegro de que estés comiendo bien. ¿Eso significa que sigo sin decirle a tu loca madre que hablo contigo?
Princess Shaina: correcto.
Y así termina nuestro intercambio de mensajes.
No pensé en decirle a la señora Hawk sobre mi contacto con su hija, la verdad es que me intriga verla tan desesperada, aunque es molesto que pase más tiempo en nuestro apartamento como si la esperara, incluso Priscila comienza a impacientarse con su presencia e interrogatorio continúo.
Me alegro de que Shaina se haya liberado de esas cadenas y sorpresivamente me genera más satisfacción que haya decidido mantener contacto conmigo, supongo que al final, sí aprendió a aceptarme como su amiga.
Suspirando navego por mi teléfono y una vez más hago esta cosa estúpida de en internet escribir un nombre sin apellido. Obviamente los resultados son muchísimos y ninguno me sirve, por lo que termino soltando un bufido y bloqueando el teléfono.
—Maldito Niklas —susurro, pero me muerdo el labio inferior cuando quiero sonreír.
Porque ahora no solo puedo evocar el eco de su voz en esos recuerdos a los que poco a poco aprendo a aferrarme, ahora también recuerdo su tacto y si hace unos años se sentía como fuego, ahora puedo imaginar cuánto podría quemarme.
Qué suerte que a mí me encanta arder.
***
Apoyo una mano del marco de la puerta y saco la cadera en una pose matadora que tiene a Albert mirándome de pies a cabeza.
Sé lo que ve: mi short de cuerina ultra corto que termina por debajo de mis nalgas y se moldea a mis poderosos muslos haciendo que mis piernas se vean kilométricas y el liguero crea la tensión perfecta entre mis medias panties con borde de encaje y mi ropa interior, es un efecto dramático y tentador. Mis zapatos son cerrados en mayor parte, rojos y pulidos, me recuerdan a los que usaban esas muñecas cabezonas Bratz.
Ahora, quiero dejar en claro que mi parte superior se ve igual de bien. Tengo un corset dorado con detalles en rojo y negro que hace que mi cintura reducida se vea más pequeña y definida, que me realza los pechos ya bastante buenos y que posee tantos listones frontales y atrás que volvería loco a cualquiera que quisiera quitármelo, Dios bendiga a África que pacientemente los enlazó todos y el que tenga tirantes gruesos sosteniéndolos en la curva de mis hombros hace que el escote se apriete más y que mis clavículas bañadas en loción brillante, resalten.
Gargantilla fina de oro con un solitario lagrimal, aretes simples y el prendedor de oro blanco, con el emblema de lo que sea que tenga el desaparecido de Niklas y que Atlas me dio, adherido en el borde inferior de mi corset son todos los accesorios que llevó.
Traigo el cabello trenzado de una manera complicada que parece sencilla con unos pocos mechones sueltos y podrían esperar que mi maquillaje fuera dramático, pero de hecho es bastante simple: rímel que hace a mis pestañas largas más rizadas con apenas un pequeño delineado en las esquinas, rubor que me hace tener un toque inocente de timidez falsa y una tinta carmesí en mis labios se confunde con el color de mis labios y recubierta de gloss. Soy un contraste entre la inocencia y la decadencia.
Y el punto final es cuando me pongo el antifaz dorado brillante que cubre mis ojos y el principio del tabique de mi nariz.
—No creo que las personas estén preparadas para ti —dice finalmente Albert y sonrío complacida caminando hacia él que se ve fenomenal en un traje borgoña con la camisa abierta hasta su ombligo.
—Eso es justo lo que quiero, Albie.
Detrás de mí escucho aparecer a África en su indecente vestido morado ajustado mientras enciende un cigarrillo y de su muñeca cuelga una máscara cara.
—¿Debemos esperar a que Rebecca se drogue? —Me pregunta dando una calada mientras me da otro repaso visual—. Te dejaría sentarte en mi cara.
—Ya lo he hecho antes —Le recuerdo y ella sonríe.
—Quise decir que te dejaría hacerlo de nuevo.
—Por favor, no comiencen a ser lesbianas —pide Rebecca apareciendo mientras se pasa el dorso de la mano por la nariz.
La verdad es que se ve increíble con su vestido rojo que hace un contraste increíble con su piel y cabello, además, pese a que probablemente se acaba de meter una raya de coca, se ve más lucida de lo normal.
Las cosas entre nosotras han sido raras con toda nuestras pasivo-agresivas palabras, además, su estanque tiene mucho que ver en mis pensamientos y recuerdos, me genera desconfianza, pero la sigo considerando incapaz de llevar a cabo lo que ha sido una gran operación en toda la mentira que ha sido mi vida, sin embargo, sus padres, hum, ellos sí podrían que ser algo que podría estudiar.
—Creo que te dan celos, Rebecca —Se regocija África caminando hacia mí y ubicándose detrás para deslizar sus manos por mis costados.
No mentiré: se siente bien.
Y es que África sabe cómo seducir a una mujer, cómo tocarla sin parecer una bruta de manos torpes e inquietas tocando sin ser buena.
—¿Te molesta que sea yo quien toque a Azhar o te molesta que no te toque a ti?
—Son hermosas, pero no me van las vaginas.
—Limitar tu bufet es tan triste —suspira África—, pero entiendo que no todos desarrollamos un paladar tan amplio y variado.
—Me siento ofendido porque solo como polla —dice Albert con indignación y reímos.
Somos un grupo de amigos extraños y mentiría si no dijera que los aprecio de diferentes maneras, de que los tengo en escalas y no es difícil darse cuenta de quién es mi número uno y quién se encuentra en el puesto número tres, sin embargo, no la paso mal cuando estamos juntos los cuatros y es inmensamente mejor ahora que no estoy enloqueciendo viendo fantasmas.
La enferma de mi madre pocas veces aparece y en la actualidad me deleito insultándola en lugar de temerle ¿Y la mujer terrorífica de blanco que me pedía que fuese con ella? Solo ha vuelto un par de veces y más allá de llamarme Sunny y extender su mano, me concentro en recordarme que es una alucinación y desaparece.
—Así que, aquí tienes tu regalo —dice Albert detrás de mí, extendiendo la mano para que vea un hermoso anillo de oro con pequeñas incrustaciones de diamantes blancos en la palma de su mano.
Entiendo que el regalo viene de los tres y me encanta porque es brillante y caro, aunque no demasiado, supongo que también me gusta porque tiene sentimientos detrás de ello y todo eso, pero me molesta cuando lo voy a deslizar sobre mi anular no calza por completo ni tampoco en el dedo medio. Al final lo dejo hasta el segundo nudillo del índice.
Supongo que mi mueca refleja mi descontento.
—Una sola cosa tenía que hacer bien, Rebecca —dice con sequedad África.
—Puede ir a que se lo ajusten —Se desentiende Rebecca con un encogimiento de hombros.
—¿Es una joya Walsh? —pregunto y Albert ríe haciendo que gire hacia él.
—Si quieres joyas Walsh, entonces esperemos que Leonid dé un buen regalo, tus mamadas seguro que se lo han ganado.
Albert es quien conoce los sucios detalles, pero no es un secreto que me he tirado al heredero prometido por lo que hay comentarios de burlas que no me avergüenzan. Mi descontento por el anillo fallido se queda conmigo mientras tintinea contra el cristal del vaso cuando Albert prepara unos tragos secos de un wiski caro.
—Por las sorpresas y los deleites de esta noche prohibida —brindo antes de ingerir toda la bebida que me quema la garganta.
Pero no es el tipo de fuego que anhelo.
***
Sé que no conozco ni la mitad de las personas en mi fiesta de cumpleaños, pero no me importa, todos parecen estársela pasando bien, la mayoría trajo regalo y la escena de libertinaje me gusta.
Las luces son bajas y cambian de tanto en tanto de colores, la decoración es elegante y seductora, la música es sensual y hay simulaciones de cajas de cristales en donde algunos son abiertamente lascivos o simplemente conversan. El lugar es enorme y tengo que admitir que Albert hizo un gran trabajo.
Me gusta que no parezca una fiesta de cumpleaños se asemeja más a una reunión prohibida de pecados, una zona libre de inhibiciones. Hay mesas de apuestas, espacios de juego algo adultos, muchas máscaras y estoy segura de que unas pocas drogas, aporte de Rebecca. El licor no es escaso, pero no consumo más allá de una copa.
Hoy me gusta ser una espectadora porque de alguna manera me hace sentir en control y alerta. Miro los pecados ajenos, disfrutando de cada intercambio.
En el sofá hay un hombre montando en seco a otro mientras se besan y ladeo el rostro viendo la manera en la que el último le estruja el culo como si deseara estar desnudo. En un rincón hay una mujer recibiendo los dedos debajo de su vestido por parte de un hombre mientras se besa con otra chica y en la pista de baile hay muchos roces, movimientos y felicidad que me hace sonreír.
Pero también hay quienes, pese a usar una máscara se cohíben, como Leonid y no es porque no se le ofrezca diversión.
Mientras está sentado en una silla alta en el área del bar, Marissa con una falda ajustada y camisa de tirantes se para entre sus piernas guiándole las manos hacia su culo. A ella le gusta toda esta escena de la fiesta, me lo hizo saber cuándo me saludó y me regalaron en conjunto un collar Walsh que espero usar otro día. Leonid estuvo tenso cuando me beso la mejilla susurrándome un feliz cumpleaños y Marissa veía con entretenimiento el intercambio, eso no me gustó porque no quiero que se burle de él o lo que hace o que lo crea un juguete que presta, pero no es algo a lo que prestaré atención hoy.
En este momento ella se mueve al ritmo de la canción y Leonid lleva la mirada a su rostro, no sé qué es lo que ella le dice, pero lo hace sonreír y sacudir la cabeza antes de reír mientras ella le pasa los brazos alrededor del cuello y se inclina para besarlo.
Hacen una hermosa pareja, es lamentable que haya tantas cosas detrás de la fachada. Las manos de él permanecen sobre el culo de Marissa mientras ella se aprieta contra su cuerpo y me pregunto si se volverán obscenos como otros tantos y si me gustaría ver.
—¿Celosa? —Me pregunta África detrás de mí instando mi cuerpo a moverse al ritmo de la canción y no dudo en hacerlo.
—¿De qué?
No me responde, en lugar de ello se ríe contra mi oreja mientras me toma las caderas al movernos. La dejo guiarme, disfrutando del baile y comentarios que dejamos caer sobre cada escenario que vemos en esta fiesta, pero mis movimientos se detienen cuando me fijo en una pareja.
La única razón por la que la reconozco a ella es por su mascara.
—¿Shaina? —murmuro.
Ella tiene un enterizo de latex verde oscuro que se adhiere a cada curva de su cuerpo. Las veces que la he visto en mi vida, un par, iba borracha o drogada, pero ahora estoy totalmente sobria para descubrir que mi tímida compañera de piso y amiga es una bomba.
Tiene pechos más o menos similares a los míos, aunque no sé si usa relleno y una cintura pequeña con unas caderas un poco más amplias. Sus muslos no son delgados, pero parecen acorde para la curva del culo que queda en evidencia cuando gira para decirle algo a su acompañante y trae una peluca rubia que no le queda mal. Trae los labios pintados de negro ¡Y esas botas con tacones están para morir!
—¡Jesús! ¿Salió de una película de Marvel? —pregunta África ubicándose a mi lado con la atención fija en Shaina.
—Siento que estoy alucinando —parpadeo y sonrío—. Esa es mi amiga Shaiba y es malditamente preciosa.
—Bueno, poco le vemos la cara.
—Y trae peluca, pero...
—Está buenísima... Aunque su acompañante...
—Caliente —completo.
Porque el hombre vestido de negro con mascara que le cubre la misma cantidad del rostro que a ella, luce imponente, regio y tan elegante. Hacen una pareja que capta la atención de unos cuantos mientras él la guía hacia la izquierda y ella sonríe de costado a lo que sea que le diga.
—Ojalá follen en público porque me gustaría verlo —dice mi amiga haciéndome reír—. Iré con Acke a una de las habitaciones, ¿Quieres unirte?
Localizo no muy lejos al hombre sexi que me comió cuando me reuní con ambos en un club, le hago un saludo con la mano que me devuelve con una sonrisa. Es muy atractivo, tal y como le gustan a mi amiga: guapos, moldeables y buena cama.
—Hoy paso —Le respondo y se encoge de hombros—, disfruta por las dos.
—Lo haré —Me besa la mejilla y pellizca una nalga antes de alejarse.
Decidiendo que quiero saludar a Shaina y hablar sobre tantas cosas me encamino hacia donde la vi ir con su novio, pero siendo la cumpleañera me detienen muchas veces y disfruto de la atención, además conozco a varias de estas personas y follé con algunas. Me gusta socializar y estando sobria parece que mantengo mejor la conversación, eso explica porque cuarenta minutos después o una hora es que consigo retomar mi búsqueda de Shaina, sin embargo, encuentro más rápido el baño en donde orino mientras escucho de fondo los gemidos y golpeteos de la puerta del cubículo de al lado.
O la mujer está exagerando o su amante es muy bueno.
Verifico que mi rímel no se ha corrido tras lavarme las manos cuando los gruñidos y gritos incrementan haciéndome reír por lo bajo mientras salgo y camino por el pasillo oscuro.
Las luces son mucho más bajas en este pasillo y los vellos del cuerpo se me erizan mientras trago comenzando a disminuir mi paso cuando algo me hace sentir que no estoy sola.
Tengo muchos pensamientos corriendo por mi cabeza mientras me prometo que no lo conseguirán esta vez, pero los ecos de gritos y recuerdos veloces no me permiten orientarme como quiero. Sacudo la cabeza alejándolos y me concentro en mi respiración consciente de que en efecto, no estoy sola.
¿Serán capaces de sacarme de mi propia fiesta?
¿Volverán a usarme?
No.
Pueden usarme cuando estoy fuera de mis cabales, sin control y con la guardia baja, pero no hoy estando consciente y en mi puta fiesta.
Río por lo bajo sin girarme, sintiéndome arrogante y despertando el comienzo de mi ira.
—No me iré de mi fiesta —advierto en voz tan alta que básicamente grito.
No hay respuesta, pero los pasos continúan acercándose, lo sé porque siento la presencia detrás de mí, a poca distancia.
—Esta vez lucharé. Leí que soy emocional así que supongo que soy una puta loca cuando me cabreo y me cabrearía irme de mi fiesta pecadora.
—Fiesta pecadora —repite arrastrando con lentitud las palabras como si las saboreara y un cosquilleo me recorre la columna—. Yo la llamaría una fiesta vulgar y desagradable con personas inservibles que solo te usan para alimentar su deseo de entretenimiento gratuito. Estoy seguro de que muchos de ellos ni siquiera saben que es tu cumpleaños.
El acento á presente en una voz más madura que la del pasado cuando yo era una adolescente.
Respiro hondo mientras el corazón se me acelera y luego giro con una lentitud que me desespera, pero que me llena de expectativa.
Frente a mí encuentro a un hombre alto de mirada serena y calculadora envuelta en ojos grises con destellos verdes. Tiene la mandíbula definida y cubierta de una fina capa de vello de poco tiempo, sus labios son rosa pálido, el inferior más lleno, pero el superior tiene el arco de cupido perfecto como si rogara por un beso. La máscara negra oculta su nariz y los pómulos mientras el cabello castaño va peinado de una manera casual.
Trae una camisa de negra de seda que se ve muy cara y con los primeros tres botones abiertos, lo que me permite ver un collar de oro contra su piel pálida. Las mangas se encuentran subidas hasta sus antebrazos tonificados y venosos con vello recubriéndolo y su mano izquierda posee dos anillos. El pantalón no es demasiado apretado, pero moldea piernas largas y fuertes que terminan con unos zapatos con el emblema de una marca cara muy reconocida y que sé son de edición especial.
—¡Jesús! —digo encontrando mi voz—. ¿Cuánto cuesta todo tu atuendo?
—Más que tu fiesta.
No puedo evitar que una risita escape de mí, creo que la situación me tiene en un nido de emociones, lo que es raro, porque pocas veces siento y nunca tanto. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa ladeada y prometo que no puedo ver su rostro, pero simplemente sé que es hermoso.
Me lamo los labios y sigue el movimiento con sus ojos mientras lo miro absorbiendo que esta persona realmente existe y está frente a mí. Me es inevitable no llevarme una mano al pecho como si intentara controlar mi corazón y él arquea una ceja ante lo que sin duda encuentra dramático.
Es emocionante y molesto.
Siento que estoy extasiada de este encuentro, pero también enfadada de que hasta ahora se digne a aparecer.
Su mirada se desplaza por mi cuerpo con lentitud como si evaluara todo y cuando con arrogancia doy un giro lento para darle todos los ángulos, termino por encontrarlo con ambas cejas arqueadas por encima de la máscara.
—Te gusta ser admirada —concluye como si me estudiara.
—Soy demasiado bella para que no lo hagan —respondo de inmediato.
—Por fuera, lo eres, pero ¿En tu interior? —Me desafía y las palabras me afectan, lo que parece complacerlo mientras aprieto mis manos en puños—. ¿No estás segura de tu belleza interior? Parece que tu arrogancia no llega muy lejos.
—¿Por qué hablaría de mi interior con alguien que se ocultaba con tanto ahínco?
—¿Por qué me ocultaría de ti? —Ladea el rostro—. No representas una amenaza a mis intereses ni me asustas ¿No consideraste que tal vez no quería verte?
—Mentiroso.
—No me conoces para saber si miento —No pierde el tiempo en decirme con tranquilidad— y lo poco que sabes de mí ni siquiera lo recuerdas bien.
Mi molestia incrementa y parece leerlo en mi expresión. Relajo los puños y finjo una sonrisa dando un paso hacia él que no se mueve.
—¿No crees que tardaste demasiado en mostrarte, Niklas?
—No sabía que había tanta impaciencia por verme —su mirada repara la distancia entre nuestros cuerpos como si la midiera antes de volver a mis ojos—. Las obsesiones no son bonitas.
—No estoy obsesionada.
—No dije que lo estuvieras —Se inclina hacia abajo para quedar a escasos centímetros de mi rostro—. Y dije que las obsesiones no son bonitas, no que no me gustara que estuvieses obsesionada conmigo.
—No estoy obsesionada contigo, tú mismo lo has dicho: no te recordaba.
—Dirían que la dama protesta demasiado —Se burla y frunzo el ceño porque pareciera que encontrara divertidas mis palabras.
—¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte invitado.
No me responde solo me mira con fijeza a los ojos y no me doblego. Creo que la molestia está incrementando por sobre la emoción, en realidad, lo que siento es muy confuso. Quiero golpearlo y hacerlo sangrar tanto como quiero acercarme y tocarlo.
—Pareces afectada de mi presencia para ser alguien que no me recordaba.
—¿Afectada? Parece que el arrogante eres tú.
—Pómulos sonrojados, respiración agitada y mohín en los labios, sin contar tus inquietas manos. Eres tan emocional —Evalúa—. Estás sintiendo demasiado, pero temes perder el control al hacerlo porque no sabes quién eres.
—¿Qué haces aquí? —repito mi pregunta.
Me mira.
Y me mira otro poco más hasta que me harto y estiro la mano para tocarlo, pero me atrapa la muñeca con sus dedos largos, ásperos y fríos.
El simple gesto despierna sudor en mis sienes, la parte baja de mi nuca y entre mis pechos. También me cosquillea otra zona más interesante al sentir el primer contacto de piel entre nosotros.
—Te dije que no ibas a tocarme.
—No me dirás qué hacer ni ahora ni nunca —siseo.
—Ah, así que no eres mansa y aburrida como comenzaba a creer —Su agarre es más fuerte sobre mí, lo suficiente para no poder liberarme, pero sin lastimarme.
»Si me quedo, no podrás tocarme. Las reglas fueron claras cuando dejé mi mensaje. Sé que te encanta romperlas, pero creo que finalmente te haré obedecer una de las mías.
—¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Te da miedo?
—Porque no quiero y porque parece interesante obligarte a seguir una regla por primera vez ¿Cuánto puedes ceder para obtener lo que quieres?
La impotencia me embarga y la rabia de que me guste todo el jueguito que en misma medida me disgusta. Me está enloqueciendo y solo han pasado minutos.
Algunas personas nos han pasado, pero poco parece importarnos, aunque algo me dice que él es consciente de su entorno.
—Pareces enojada —dice pasando su pulgar por el pulso en mi muñeca—. ¿Quieres que me vaya?
Quiero gritarle que sí, pero ambos sabemos que no lo haré porque quiero hacer preguntas y porque... Porque sí.
—Bien, no voy a tocarte. Suéltame.
Me sorprende que lo haga mientras se mete las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Tengo preguntas.
—Y posiblemente tengo respuestas.
—Entonces empecemos —espeto con un movimiento de la mano.
Nuevamente una pequeña sonrisa ladeada aparece y quiero sacarle los ojos por la mirada burlona que me da.
—Así no es como va a suceder —Me rodea y comienza a caminar—. Sígueme.
Aprieto las manos en puño siguiéndolo. Por fortuna no va muy lejos porque se detiene frente a una de las habitaciones privadas.
Se gira y me evalúa con intensidad como si calculara los posibles escenarios y resultados para no equivocarse. No me gusta que quiere estar un paso por delante o que me crea predecible, así que avanzo y tomo el pomo de la puerta abriéndola, entrando.
El sonido de la puerta cerrándose detrás de él es ensordecedor y a diferencia de afuera, esta habitación sí está bien iluminada.
—Bien, estamos a solas y no voy a tocarte ¿Ya podemos hablar?
Giro y lo encuentro con la espalda recargada de la puerta y con una cuerda en la mano. Me mira de pies a cabeza y sonríe.
Por un momento mi respiración trastabilla y siento los latidos de mi corazón por todas partes mientras nuestras miradas conectan.
—Entenderás que no confíe en tus manos siempre codiciosas —habla con tranquilidad—. Manos arriba, Vida, hoy voy a atarte.
Da un asentimiento hacia un lado en donde me doy cuenta de que este hijo de puta tiene todo muy bien pensado porque hay una especie de barra en la que supongo piensa atarme.
Devuelvo la mirada hacia él que una vez más arquea una ceja hacia mí y espera con paciencia, aunque algo me dice que un movimiento en falso y se irá.
Lo molesto y excitante de esta situación sobre atarme, es que odio perder el control, que soy dominante y restringirme me incomoda, sin embargo, ambos sabemos que no diré que no.
Respiro hondo y me encargo de darle una mala mirada cuando extiendo las manos al frente, pero el bastardo sonríe de manera más ladeada mientras da un paso al frente.
*ADELANTO DE CAPITULO 37*
—Eres molesta, más de lo que recordaba, lo que no encuentro encantador, casi pensaría en eliminarte.
—Pero también soy más hermosa que en tus recuerdos ¿Verdad? —Me burlo.
Su mirada cae en mi pecho antes de volver a mis ojos.
—Ciertamente tenías menos tetas en el pasado —concuerda.
Y soy tomada por sorpresa por su declaración, lo que parece complacerlo.
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