Capítulo Siete: Dos opciones
Capítulo siete: Dos opciones.
Azhar.
—Ayuda...Ayúdame —digo tambaleándome.
El cielo es oscuro ¿No amanece? ¿Qué día es? La mejilla me arde y siento la garganta rasposa. Me siento débil, siento el cuerpo debilitado, cómo si no quisiera responder a mis órdenes, razón por la que caigo al suelo sobre el césped...Puedo sentirlo debajo los dedos.
Mi respiración se siente cómo jadeos, pero en medio de ellas puedo escuchar chapoteos que me hacen pensar que estoy cerca del agua.
Toso sintiendo que me ahogo e intento arrastrarme, pero se siente cómo un peso sobre mí y entonces, alguien está diciendo mi nombre.
«Azhar no avances»
«Azhar olvida que estás aquí»
Toso e intento levantarme, pero no puedo. Aprieto el césped debajo mis dedos mientras mis dientes castañean. Miro a mi alrededor, estoy sola y estoy en...
«Cierra los ojos, no vea. Si ves, estás muerta»
Cierro los ojos y olvido, no los abro de nuevo.
Abriendo los ojos tan rápido que me mareo, toso y llevo una mano a mi garganta ¿Estas pesadillas podrían enloquecerme? ¿Por qué al despertar parecen apenas un borrón? Siento que no se me permite dormir, mis sueños pacíficos sin imágenes o agotamiento cerebral por imaginar se han convertido en pesadillas que me despiertan en un estado de alerta que podría generarme taquicardia.
El teléfono deja de sonar, esa debe de ser la razón por la que desperté. Miro alrededor y estoy en el sofá de la sala del apartamento y aunque ya ni siquiera intento recordar cómo llego al apartamento o a ciertos lugares, esta vez soy capaz de recordar que llegué anoche luego de reunirme y ver una película con África, que de hecho, pasé mayor parte de mi madrugada editando una historia erótica próxima a salir y que me quedé dormida luego de confirmar que Shaina dormiría en casa de su madre y que Priscila ni siquiera se esforzara en leer mi mensaje, de verdad ella no me soporta.
Bostezando me estiro y escucho el teléfono sonar de nuevo, alcanzándolo de la mesita de noche, gracias al cielo no bajo del sofá porque hubiese pisado mi portátil que descansa en el suelo, leo el identificador y se trata de Albert por lo cual no dudo en responder. Creo que de mis amigos riquillos, él es mi favorito.
Rebecca es tóxica y agotadora. África es fría y siento que de una manera pasivo-agresiva estamos en una guerra fría en donde siempre queremos ser la que más resalta. En cambio Albert es franco, me alienta a locuras y me cuenta las suyas.
—Mi zorra favorita —digo al responder y lo escucho reír.
—Cómo yo ninguna —asegura—. Pensé que estarías en una de tus juergas en dónde desapareces.
—Lamento decepcionarte, pero fui una chica buena. Salí con África anoche y luego pasé la madrugada editando una novela.
—Uh, se aproxima novela súper caliente en amazon. ¿Veré alguna de mis experiencias reflejadas ahí?
— ¿Tú que crees?
—Perfecto, porque esa es la razón por la que te cuento —Ambos reímos—. En fin, te llamo para que me ames.
Esa es una de las tantas premisas que me hacen saber siempre que Albert tiene alguna información o "evento" que podría interesarme. Lo dije antes, mi riquillo favorito.
—Sorpréndeme, Albie —Lo reto.
—Leonid Walsh —dice bajando una octava su voz para hacerlo sonar sexy, cómo el dueño del nombre.
Lo acepto, me ha sorprendido. Me dejo caer acostada sobre el sofá y sonrío viendo al techo. Estos son temas interesantes con los que me gusta estar en una posición cómoda al hablar.
— ¿Qué hay sobre él?
—Mi madre me envió a llevar unos documentos importantes a la empresa Walsh y debido a que tu bocadito de chocolate trabaja con su papá hay altas posibilidades de que esté ahí...
—Uhm...Pensé que estaba siendo juzgada por dejar mis ojos sobre un hombre con prometida.
— ¿Te voy a hablar yo de ética y moral? Me ocupo de mi culo, ocúpate del tuyo. Además, la tienes muy difícil si crees que Leonid arruinará básicamente la relación más amada en los círculos sociales.
No me confiaría tanto, Leonid Walsh tiene grietas y yo logré verlas.
—Iré contigo —Sentencio.
—No esperaba menos de ti. Ahora escucha bien en dónde vamos a encontrarnos en dos horas.
Presto atención y acuerdo ser puntual. Me pongo de pie procurando no pisar la portátil y con ella, junto al teléfono y descalza camino hasta mi habitación. Me detengo en el camino porque la puerta de la habitación de Priscila se cierra justo antes de que alcance a llegar, pero puedo prometer que esa silueta era de un hombre y no de mujer.
Tener hombres en el apartamento está prohibido por la señora Hawk, bueno, cualquier tipo de visita está prohibida. Esa es la razón por la que entro en mi habitación dejando el teléfono y portátil sobre la cama, salgo de nuevo y toco la puerta de la habitación de Priscila, ahora hay música saliendo de ella.
—Sé que estás ahí con un hombre —Rio—. Será mejor que tengas en claro que me debes una.
—No te debo nada —responde tras un largo silencio.
—Vi a un hombre entrar...
—No me gustan los hombres. No viste nada. No te debo nada.
—Pues la verdad es que...—Fuerte música comienza sonar, una clara indirecta.
Estoy segura de que vi a un hombre, pero no tengo intenciones de decirle a la señora Hawk o Shaina, nunca he sido una soplona y prefiero mantenerme fuera de los problemas ajenos. Si alguna de ellas va a enterarse, mejor que sea por su cuenta, además, tengo la teoría de que en algunos lugares de este apartamento hay cámaras.
Vuelvo a mi habitación y cierro la puerta, pongo música en mi propio teléfono y busco en el armario qué ponerme. De nuevo quiero lucir cómo la mujer impresionante que soy, no la vagabunda que Leonid rescató en Mosman.
Mosman... Me paralizo dándome cuenta que volveré a ese lugar en donde siento que mis lagunas mentales se hicieron más presentes. Me sacudo alejando esos pensamientos, no tengo miedo.
Si estoy loca, disfrutaré de ello. Si no recuerdo algo importante, fingiré que no me importa. Y si fui testigo de algo muy malo, entonces, estoy bien no recordándolo. Me lo digo una y otra vez hasta creérmelo.
***
—Nena, vienes para matar —asegura Albert golpeándome el muslo desnudo antes de devolver la mano al volante.
—Quiero dejar una buena impresión —Aseguro terminando de peinarme las cejas.
Mi maquillaje es sutil: base, polvo compacto, un poco de contorno, mascara negra para mis pestañas volviéndolas más rizadas y un labial tan sencillo que lo que hace es resaltar un poco más el color de mis labios. En esta ocasión tengo el cabello recogido en una coleta baja, complacida con mi reflejo en el espejo del auto, arrojo un beso y lo guardo.
Mi camisa ajustada, de cuello alto y de mangas largas color lila hace un conjunto estupendo con mi short holgado de seda negro. Me junto con Rebecca y África constantemente, dos mujeres hermosas que siempre visten bien, no puedo quedarme atrás. Cuando no soy un desastre post alcohol o alguna droga suave, soy una autentica muñeca.
Albert comienza a cantar a toda voz la canción sonando en la radio sobre portarse mal y dejar las inhibiciones, supongo que es la canción perfecta para las dos almas descarriadas que hoy se hacen compañía en este auto.
Cuando llegamos alguien estaciona el auto por Albert y tomada de su brazo, entro al imperio que es una de las empresas más importantes de Australia y Nueva Zelanda, son reconocidos en todo el mundo. Debí haber intuido cuando conocí a Leonid que más que en una cuna de oro, nació en una cuna bañada en diamantes y joyas, después de todo, su familia se dedica a ello.
El imperio Walsh es todo lo que usas cuando tu cuenta bancaria está llena de dígitos, dudo que alguien no se derrita con un regalito Walsh.
Tal cómo esperaba al entrar, el edificio es enorme con una arquitectura moderna y elegante. Los ventanales son impresionantes y la decoración e inmobiliaria es tan increíble que me siento dentro de una revista de lugares que lucen intocables. Mis tacones suenan contra el liso suelo muy bien pulido, pero nadie nos presta especial atención, exceptuando unos cuantos que saludan a Albert al pasar porque mi amigo es hijo de una prestigiosa abogada y su papá es dueño de una importante copañía de telecomunicaciones.
En el ascensor, subimos muchos pisos mientras finjo que no me sorprende todo de esta empresa. Albert conversa con alguien que me presenta, pero de quien no me importa registrar el nombre. Bajamos en el piso marcado y más personas lo saludan.
Es bueno que me presente cómo su amiga, no tiene que hacer algo tonto cómo mentir diciendo que soy su novia porque todos saben que le van las pollas, lo que las personas no saben es que es un maniático sobre ello y follar; todos piensan que es un encantador muchacho, recto y estable. Si tan solo supieran que ama llenar sus orificios tanto cómo pueda.
Por mucho que seamos amigos esta reunión es de trabajo, es por ello que él me pide que lo espere afuera en unos cómodos sofás porque debe conversar con las personas a las que les entregará los papeles, entiendo que se trata de asuntos confidenciales que no me interesan saber. Así que me instalo cómodamente a esperarlo y acepto el café que me ofrece lo que creo es una recepcionista de este piso.
Me tomo una selfie y la subo a mi cuenta privada de Instagram porque francamente tiene que ser publicada. Respondo un par de mensajes de tipos a los que conozco y a otros los ignoro; termino el café, devuelvo la taza y recargo la espalda del sofá, cruzo las piernas y balanceo la que me permanece arriba. Me dedico a ver uno de los tacones, pero eso no dura demasiado porque escucho la llegada del ascensor y cuando este abre sus puertas, un hombre sexy, en sus treintas y que reconozco, aparece.
Es el hombre de la fiesta aburrida con el que Albert desapareció. Lo sigo con la mirada mientras saluda a la recepcionista de este piso y le hace saber que no le pase llamadas porque primero va a reunirse con Taylor, luego entra al lugar en dónde mi amigo y otros más se perdieron hace un rato. Me gustaría estar adentro y presenciar el reencuentro estos perversos amantes.
Además de que el hombre sea atractivo, Albert me aseguró que tiene una potente arma que sabe cómo usar. Mi amigo también me dijo que era felizmente casado y con dos hijos, "alguien de closet" me hizo saber. De verdad mi amigo suele darme muy buen material para mis novelas y no tiene problemas en que lo use.
Veo detrás de mí hacia la puerta que da entrada a donde se debe llevar a cabo tan interesante reunión. El ascensor anuncia su llegada de nuevo y llevo mi atención ahí viendo a un par de mujeres entrar y reír, saludan con familiaridad a la recepcionista ¿Secretarias? ¿Asistentes? Sea cual sea el caso, a diferencia de la recepcionista amigable, ellas me lanzan malas miradas.
Ruedo los ojos ¿Ser bonita me hace parecer una perra? Porque sí, puedo ser malvada, pero con un vistazo no podrías darte cuenta de eso.
Me cruzo de brazos y resoplo, comienzo a aburrirme. Descruzo las piernas para cambiar una por otra y retomar la posición. Otra puerta de una oficina se abre, la persona se dirige hacia recepción. Esta vez me tomo la molestia de hacer una toma dramática en mi cabeza.
Comenzando con sus zapatos limpios y pulidos, el pantalón azul marino ajustado abrazando a unas torneadas piernas y un excelente culo. Cintura angosta que se ensancha en sus caderas con una camisa azul pálido que apenas le queda un poco holgada y una fabulosa espalda. Sí, delicioso.
—Saldré a almorzar, Enya ya debe de estar por volver —anuncia.
—Debe ser el único jefe comiendo después de su asistente —comenta con diversión la recepcionista.
—Ambos estamos aprendiendo.
Él se gira y se detiene evaluando que hay alguien en el sofá, sonrío con lentitud. Sí, valió la pena venir hasta aquí porque esas facciones, esa piel y luego esa sonrisa, son una gran recompensa.
— ¿Azhar?
Soy una mujer que solo recuerda nombres de personas que le interesan, así que tomo cómo un halago que el recuerde el mío incluso cuando solo nos hemos visto dos veces durante un tiempo muy corto.
—Hola, Leonid. Qué agradable verte, diría que es una sorpresa, pero teniendo en cuenta que todo esto es tuyo —Hago ademan con mi mano de todo el espacio—. La sorpresa hubiese sido no verte.
Con las manos en los bolsillo delanteros del pantalón, camina hacia mí y la recepcionista cómo buena chismosa, está pendiente de este intercambio. No borro mi sonrisa, no cambio de posición y me gusta que sea quien se acerque.
Es un poco cómo la norma: lo quieres, ven por ello.
— ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a...?
— ¿Verte? No me van las tendencias de acoso, soy lo suficientemente linda para conseguir citas sin ponerme rara —Eso lo hace reír por lo bajo—. Ahí —con mi pulgar señalo a la puerta detrás de mí—, se encuentra mi amigo.
»Me prometió un almuerzo increíble junto a una buena conversación, pero primero viene el trabajo y luego el placer —Me encojo de hombros—. Tú debes saber de eso.
Almorzamos antes de venir, pero habiendo escuchado que él está por ir a comer ¿Qué importa una pequeña mentira?
Sus ojos reparan en mis piernas y hace un recorrido hasta mi rostro, es evidente que le cuesta no verme, sufro de lo mismo, no quiero despegarle los ojos de encima. Me cautiva, me provoca, me tienta a querer portarme mal haciéndolo pecar.
No es algo personal o en contra de su prometida, quien se veía de verdad cómo una persona a la que deben santificar, se trata de los latidos de mi corazón, la adrenalina, el crudo deseo y una atracción mutua que él ni siquiera sabe ocultar bien, al menos no de mí.
No necesito su corazón, eso ella puede tenerlo. Aquí mis intereses están en su cuerpo y lo que se vislumbra cómo una atrapante personalidad.
La puerta detrás de mí se abre y mi sonrisa es más evidente mientras me pongo de pie lo que parece hacerlo retroceder por instinto. Giro viendo a Albert venir detrás del resto mientras conversa con su follada pasada. Los que acaban de salir saludan sin prestar mucha atención a Leonid y se retiran, algunos suben al ascensor, otros entran a las que supongo son sus oficinas. Albert alza la mirada y me sonríe notando a Leonid, devolviéndole el gesto le doy una mirada discreta a su acompañante.
Esto es lo que África llamaría: mirada zorruna. Dos colegas apreciando la presa del otro y dando un vistazo bueno.
Él le dice algo al hombre antes de que con paso lento y elegante, cómo solo Albert sabe hacerlo, se acerque a nosotros. Albert saluda a Leonid con un apretón de manos junto a unas palmaditas en la espalda.
—Veo que te encontraste con mi chica.
—Parece estar esperando por un almuerzo y conversación que le prometiste —dice Leonid.
—Lo siento, nena, la reunión duró más de lo que esperaba y sobre el almuerzo...
Somos tan buenos mintiendo, tan buenos actuando y siguiendo el ritmo del otro, que tal vez él sea mi persona.
—Y aquí vamos —suspiro y luego de rodar los ojos, giro hacia la victima de esta actuación—. Él se disculpará antes de decirlo, pero algo habrá surgido y no podrá almorzar conmigo. Así que tendré dos opciones: esperarlo aquí con mucha hambre o ir a comer sola mientras se desocupa. Me lo ha hecho antes, pero dijo que hoy no sucedería.
—Lo siento, nena, de verdad lo siento —Estira su mano y toma la mía—. Pero tengo una reunión urgente con Liam, asuntos de negocios.
Ya, puedo imaginar que esos negocios incluyen choque de espadas, garganta profunda y lubricante. Esta pequeña zorra es una descarada, puedo ver la diversión en su mirada, es algo bueno que Leonid no lo preste atención.
—Está bien, lo entiendo —suspiro y me vuelvo a sentar—. Te esperaré aquí, odiaría comer sola.
—Gracias —Se agacha y besa mi frente—. Te prometo que será rápido.
Me guiña un ojo...Será tan largo cómo quiera que sea, capto el mensaje. Él se despide de Leonid y se acerca a Liam, se ven muy serios conversando mientras caminan por el largo pasillo, supongo que a la oficina. Suspiro y vuelvo mi atención a Leonid.
—No tengo una conversación tan buena como la que te puede dar Albert, pero no será tan aburrido almorzar conmigo ¿Vienes?
Ding dong, ding dong, tenemos a una ganadora. Él se gira sin esperar a que le dé una respuesta, me pongo de pie y camino detrás de él. El sonido de mis tacones contra el suelo es cómo la melodía de una ganadora.
***
El restaurante al que venimos queda a tan solo una cuadra de la empresa y caminarla junto a él, incluso si íbamos en completo silencio, no fue desagradable. Lo saludaron con simpatía y por su apellido cuando llegamos, no tuvimos que esperar por una mesa y la anfitriona luego de darme una mirada discreta se encargó de preguntarle por su prometida. Casi rodé los ojos y le dije: cariño, no te esfuerces, sé que ella existe.
Ahora nos encontramos sentados, el mesero sirviéndonos una copa de vino mientras nuestras órdenes ya fueron tomadas. El camarero me da una larga mirada acompañada de una sonrisa, asiento y murmuro un agradecimiento esperando que no tarde demasiado en irse.
—Parece que ya tienes un fanático en el restaurante —dice Leonid en referencia al mesero que se fue.
Me encojo de hombros y tomo la copa en mis dedos, guiándola a mis labios, pero él me detiene diciendo mi nombre.
— ¿Y el brindis? —Se burla.
Sonrío y alzo la copa hacia él quien se encuentra acercando la suya.
—Por volverte un fanático —Brindo golpeando de manera sutil su copa, me mira con sorpresa— ¿Por qué quieres brindar?
Parece pensarlo, luego despliega una lenta sonrisa que incluye el seductor hoyuelo de su mejilla.
—Brindo por las vagabundas encontradas en la playa.
—Halagador —Es lo que digo aceptando el brindis.
Saboreo el vino, actuando muy bien sobre disfrutar su sabor en mi paladar. La verdad es que no me gusta el vino, prefiero bebidas fuertes cómo ron, tequila o vodka, pero decido que debido a esta ocasión lo aceptaré.
—Debo advertirte algo —informo—. Tengo dinero, pero mi bolso está en el auto de Albert. Por lo que tenemos dos opciones.
—Cuéntame de estas opciones —Se relaja sobre la silla, parece estar disfrutando este encuentro.
—La primera es que me des tu cuenta bancaria para pagarte mi parte de este almuerzo —comienzo—. La segunda, es que me dejes invitarte otro almuerzo y quedamos a mano. Tú decides, no me gusta deberle a alguien.
—Uhmm... ¿Se me permite decidir al final del almuerzo?
Asiento y pese a que este podría ser un encuentro incómodo, comenzamos hablando sobre qué tal ha ido nuestro día. Primero lo escucho hablar sobre que ha sido más tranquilo que los anteriores lo que lo lleva a explicarme su posición en la empresa. Resulta que es nada más y nada menos que el COO: director de operaciones. Estoy familiarizada con las funciones de una empresa gracias a mis amigos, sin embargo, lo dejo que me explique que su trabajo consiste en supervisar cómo está funcionando el proceso de creación y distribución en la empresa.
—Básicamente soy el responsable de implementar planes que sean estratégicos —Continúa mientras nuestros platos de comida llegan y los dejan sobre la mesa—, de esa manera aseguro que toda la operación de negocios dentro de la empresa alcance las metas en un tiempo previsto, dentro del costo establecido.
—Suena a que estás muy cerca del camino a ser un CEO —comento viendo mi plato de comida.
Luce delicioso, pero pongo en duda que pueda comerlo todo cuando comí hace un par de horas. Haré mi mejor intento.
—El COO es un aliado del CEO, siempre estamos intercambiando información para obtener resultados positivos —Sin embargo algo en su tono me hace saber que es un tema delicado en el que no pienso meterme.
—Me resulta interesante. ¿Cuántos años tienes?
—Veinticuatro, puedo con esta responsabilidad y más.
—Apuesto a que sí —Corto un trozo de mi milanesa de pollo y lo llevo a mi boca.
— ¿Qué hay de ti?
— ¿Mi edad? Veinticinco años, en un par de meses veintiséis. Soy escritora de novelas autopublicadas —Tomo un poco de agua, ignorando el vino—. Novelas eróticas, me va muy bien.
Le doy crédito, no se ahoga o actúa cómo un idiota cachondo. Todo lo que hace es asentir y sonreír mientras me dice "cuéntame de ello." Mi trabajo no me avergüenza, menos cuando vivo de ello. No soñé con ser escritora ni es mi trabajo soñado, simplemente un día buscando maneras de hacer dinero en la librería del tío de Shaina escuché que la autopublicación estaba siendo un mercado rentable y muy competitivo, así que investigué viendo que tenía demanda. No conozco del romance, sin embargo, no es difícil escribir sobre amor tonto, agrégale experiencias sexuales de amigos, tuyas o porno, y tienes un libro vendiéndose cómo pan caliente. Además, supongo que aun cuando no conozco el amor tengo experiencia sobre la vida que sirven para armar tramas que me ayudan a contar historias.
Hago un trabajo bueno ¿Eh? Mi redacción es muy buena, pago a una correctora y a alguien que maqueta y diseña mis portadas, no voy vendiendo mierda. No me apasiona nada sobre lo que quiera ser una profesional y escribir no fue un sueño descubierto, solo es algo práctico que está manteniéndome muy bien.
Pero claro, a Leonid se lo describo más apasionante, cómo si escribir fuera el aire que respiro y creo que tal vez el hecho de que deje en claro que tiene mucho contenido sexual, parece interesarle.
—Me gusta que no te avergüences de ello.
— ¿Por qué lo haría? —Rio cortando otro poco de milanesa—. Hay muchas personas reprimidas sexualmente, muchas con fetiches que les avergüenza admitir, dudas sexuales que no emiten en voz alta, deseos y fantasías que calla por miedo a ser juzgados.
»Mis historias podrían ser eso que necesitan para saltar al vacío o darse cuenta que no hay nada de malo sobre asumir la sexualidad y explorar tus fantasías...Siempre que no lastimen a otros o no sean unos malditos pederastas, violadores o todas esas cosas atroces que muchos enfermos practican.
»No me incomoda hablar de sexo y mucho menos escribir de ello. Por ahora es mi trabajo y teniendo en cuenta que no es algo de lo qué avergonzarse, lo digo sin problema alguno.
Se hace hacia atrás en su silla y se dedica a mirarme, respira hondo sacudiendo la cabeza. No tengo problema en echar un poco más de leña a este fuego iniciando.
—Podrías intentarlo ¿Sabes? —comento—. Leer una de mis historias y decirme qué te parece. Ya sabes, podrías encontrar algo que te gusta en mi escritura.
— ¿Cómo te busco? —Saca su teléfono.
—Azhar Beckett.
Le deletreo mi nombre y dejo en claro que mi apellido es con dos "t", me muestra los resultados y tomo su teléfono haciendo clic en la lista de mis novelas, se lo devuelvo y él toma otro bocado de la comida mientras desplaza su pulgar por la pantalla del teléfono sonriendo.
—Ya te diré qué me parece luego, leer esto será interesante.
—Tal vez aprendas cosas nuevas sobre el sexo —Lo provoco.
Porque ¿Cómo actúan los hombres cuando le hieres el orgullo de sus habilidades en el sexo? Sin embargo, su respuesta no es lo que esperaba:
—Siempre estoy abierto a conocer cosas nuevas si se trata de sexo —Creo que nota mi sorpresa, el hoyuelo vuelve a aparecer—. Espero y en estos libros seas una buena maestra.
—Y si tienes una sugerencia, no dudes en ofrecérmelas —acompaño la declaración con un guiño.
Riendo guarda de nuevo su teléfono. Continuamos conversando y a medida que lo hacemos, me doy cuenta de que tenía razón: su personalidad también me atrae.
Generalmente solo me dejo llevar por el físico y el buen momento porque consigo folladas esporádicas en fiestas. Tengo unos pocos frecuentes a los que sí conozco un poco más por haber estado con ellos más de una vez. Esto que estoy haciendo con Leonid no es mi modus operandi, pero es que él me tienta tanto. Me siento seducida.
A medida que hablamos solo me doy cuenta de que quiero esforzarme todavía más por ser la grieta en su vida tan bien ordenada.
Tal cómo esperaba, no termino la mitad de mi comida y declino totalmente el ofrecimiento de un postre. Él paga la cuenta y salimos del restaurante porque debe volver a su trabajo y yo espero Albert ya haya tenido su diversión. Caminamos en silencio hasta la empresa.
Saluda a varias personas y luego nos adentramos en uno de los ascensores. Recargando la espalda del espejo, miro su espalda mientras marca el piso al que volvemos. Se gira encontrándose con mi mirada.
—Entonces ¿Qué opción tomaste sobre pagarte el almuerzo? —pregunto.
Metiéndose la mano en el bolsillo trasero del pantalón saca su billetera, toma lo que luce cómo una tarjeta de presentación y la extiende hacia mí, no dudo en tomarla. Me doy cuenta de que él es bastante consciente sobre evitar que nuestras pieles se toquen.
Nos vemos, sus ojos chocolates se muestran intensos y persistente sobre los míos. El ascensor anuncia que hemos llegado a nuestro piso y sonríe.
—Opción dos —responde y sale del cubículo de metal.
Veo la tarjeta en mi mano cómo un billete de lotería ganador y escondo cómo una profesional mi sonrisa. Salgo antes de que las puertas se cierren y lo veo conversar con la recepcionista que parece ponerlo al día. Camino hasta el sofá en donde tendré que esperar a Albert y me siento cruzándome de piernas, tal cómo Leonid me encontró hace una hora.
Él asiente hacia mí en despedida y camina hacia una de las puertas más cercanas, su oficina. Saco el teléfono de mi bolsillo y dentro de la funda guardo la tarjeta. Le escribo un mensaje a Albert.
Azhar: Te diviertes? Porque yo lo hice
Ella es una chica descarriada 🎵🎵🎵🎵🎵 jejejejeje.
Para más noticias de la historia: Instagram: DarlisStefany / Twitter: Darlis_Steff / Younow: DarlisStefany
Espero les guste.
Un beso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top