Capítulo Once: Tentar
Capítulo Once: Tentar.
Azhar.
Tengo pereza para hacerme desayuno, pero eso no es extraño. Lo más extraño es estar despierta para el desayuno, más teniendo en cuenta lo tarde que me dormí luego de una amena conversación de pocos minutos con Leonid por teléfono.
Debo admitir, a regañadientes, que por primera vez en mucho tiempo siento emoción sobre hacer algo, estoy esperando cómo una adolescente ilusionada la cena no cita que tendré con Leonid. Otra cosa con la que molestamente debo ser sincera es que fue difícil envolverlo, tuve que jugar la carta de una avergonzada mujer que quería saldar la deuda de ese almuerzo que me compro, pero al final él nuevamente dice que pagará porque tiene un lugar en mente y a mí me daba pereza protestar.
¿Me siento culpable por lo que estoy haciendo? No.
Ahora, lo que sí siento es un poco de remordimiento, pero por Leonid ya que puedo ver cuánto se esfuerza en ser un prometido soñado. Su vida es ordenada, parece un muchacho con toda su vida trazada y aquí estoy yo, queriendo empujarlo hacia el pecado. Lo siento, Leonid.
Ayer tenía la adrenalina del semitrío en el que jugué, luego el orgasmo bien inducido de mi vibrador, estaba a rebosar de energía y no me detuve al llamarlo, tomando la decisión de que no podía resistirme a tantear un poco el terreno.
Sin embargo, puede que él me guste y me tiente demasiado, le tengo muchas ganas a este chico surfista, pero no lo presionaré. Seré la típica Azhar sin inhibiciones, descarada y con libertad verbal, si él quiere jugar conmigo es su decisión. Después de esta cena veremos cómo marcha todo. No tengo la necesidad de obligar a un hombre a caer por mí, estamos lo suficiente grandecitos para decidir con quién pecar y en qué tentaciones caer.
Con ese pensamiento muy claro camino hasta la cocina, tomo una botella de agua y compruebo que no hay ningún mensaje de mis compañeras en la pizarra, eso me hace pensar nuevamente en lo extraño que actúo la mamá de Shaina ayer, el cómo tenía el teléfono de su hija y luego parecía nerviosa cuando mis mensajes llegaron. Si fuese una buena compañera y un ser humano interesado en ayudar a todas las personas que se cruzan por su camino, podría proponerme indagar, pero la verdad es que podría solo tratarse de problemas madre e hija y desconozco de cómo se lidian con esos asuntos pues mis padres han estado muertos desde hace un tiempo y tengo cero recuerdos confusos sobre lo que fue nuestra relación previa a su trágica muerte, pero sé que no fueron los padres del año, eso lo tengo clarísimo.
Pobre Shaina, su mamá parece un poco intensa. No me malinterpretes, la señora Hawk no ha sido más que amable e incluso un tanto permisiva conmigo, pero sé que hay algo extraño en ella, algo que no me afecta, pero que quizá tenga mucho que ver con su hija.
Me doy cuenta de que esto está despertando una preocupación en mí que no deseo ¿Cómo terminé pensando en tantas cosas cuando todo lo que quería hacer era salir de casa para encontrarme a desayuna con mi zorra favorita? Y sí, por supuesto que estoy hablando de Albert.
Acomodo mis lentes de sol para ocultar las ojeras por no haber dormido más de tres horas y medias y salgo del apartamento. Me doy el gusto de tomar un taxi cuando leo un mensaje de mi amigo diciéndome que ya se encuentra en el local en dónde me invitó a comer. No tardo más que unos veinte minutos en llegar y eso es debido al tráfico.
Cuando llego ubica rápido a mi amigo, está de espaldas a la entrada y muy concentrado en su teléfono por lo que es fácil tomarlo por sorpresa cuando le cubro los ojos con las manos, por inercia de inmediato sus manos están sobre ellas.
—Adivina quién soy.
—La única mujer malvada a la que estoy esperando —responde.
Riendo le beso mejilla de manera sonora antes de rodearlo y tomar asiento en la silla frente a él. Lo primero es quitarme los lentes, lo segundo acomodarme el cabello detrás de la oreja Me quito mis lentes y meto un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y lo último darle toda la atención a mi gran amigo.
— ¿Estuviste de juerga? Tienes unas ojeras que te delatan.
No respondo a su pregunta mientras hago una rápida revisión del menú y le digo al mesero, que Albert se come con la mirada, lo que deseo. Cuando el muchacho se retira, los ojos de Albert no están en mí porque están ocupados comiéndose el culo del pobre hombre.
—Es hetero —Le señalo.
— ¿Y? solo estoy viéndolo. Igual mis padres no me dejarían jugar con niños meseros.
—Dudo que en líneas generales tus padres te dejen jugar con tipos mayores, casados, menores o de la empresa, pero siempre te ha dado igual.
—Tienes razón —Se ríe—. Entonces ¿Juerga?
—No. La verdad es que África me invitó a jugar y acepté —Me encojo de hombros—. Fue divertido.
— ¿Fuiste a ver o participaste? —pregunta con picardía—. Me gusta cuando veo porque el chico no sabe que me gusta más verlo a él que a ella y si las cosas se ponen emocionantes participo chupando o siendo chupado. ¡Delicioso!
Su tono de voz no es alto y dudo que de igual forma le importe ser escuchado, para desgracia de nuestro mesero él escuchó tal declaración y su rostro está muy sonrojado mientras nos entrega nuestros pedidos; Albert le guiña un ojo.
Rebecca, Albert y yo hemos ido al menos un par de veces a ver a África ser follada, ya ves, de verdad eso la pone a mil y teniendo en cuenta que parece que en esta amistad todo se lleva a otro nivel, a ninguno nos importa, además, por mi parte lo encuentro divertido y erótico. No es que amé vivir viéndola follar, prefiero ocuparme en mis propios asuntos, pero no tengo problemas en apuntarme de vez en cuando a los fetiches de nuestra elitista amiga.
—Hice más que ver, pero no follé. Creo que África de verdad estaba cautivada por ese pelirrojo, tal vez quede con él varias veces más, se veía radiante, extasiada.
— ¿Esa perra frívola teniendo por más de un par de veces a un juguete? Ver para creer. A ella le gusta masticar a los hombres y luego escupirlos —dice Albert bebiendo de su jugo—. ¿Sabes cómo la llaman dentro del círculo social? Víbora y no por venenosa, si no por atrapar a sus presas y destrozarlas a sangre fría.
»Amo a África y agradezco que me amé porque Dios sabe que esa perra frívola disfruta quebrando voluntades y rompiendo corazones —finge estremecerse—, pero es tan deseable y buena cama que igual ahí van todos felices a ser devorados —Se ríe.
—Tú también eres un devorador de hombres, Albie —bromeo.
—Todos lo somos ¿Después de todo no quiere devorar al hombre perfecto? Leonid Walsh —Sacude su cabeza riendo y me señala con el tenedor—. Te amo, pero eres malas noticias.
» ¿Realmente quieres hacer esto con Leonid? —Enarco una ceja—. No me malentiendas, bebé, te amo y sé que no eres una mala persona, no es tu culpa ser un huracán haciendo daño a tu paso, es solo que...Crecí con Leonid y a diferencia de todos los bastardos que te comes, él es un buen tipo.
»Tendrá sus trapos sucios, pero dentro de la basura que abunda, él no es una y Marissa lo ama y hasta dónde sé él también lo hace...
—Yo no quiero terminar su compromiso, Albert, tampoco quiero que me ame. Yo quiero que se divierta si así lo quiere y que follemos.
»Mira, no presionaré nada. Cenaré con él y actuaré cómo soy. Ni siquiera le diré que quiero follarlo —Me encojo de hombros—. Es un hombre adulto y que él decida lo que quiere. No pretendo robármelo de su compromiso ni obligarlo, hago mis elecciones, él tiene el poder de hacer las suyas.
—No tienes ni idea de cómo funciona el amor ¿Verdad? —Me da una sonrisita—. Una infidelidad de Leonid Walsh destrozaría el mundo perfecto de Marissa, podría hacer añicos la boda que básicamente la alta sociedad de Australia ha estado esperando.
—El único amor que conozco es el que ustedes me dan —frunzo mis labios y le arrojo un beso—. Albert, dime ¿Quieres que no vaya a esa cena? Porque tuve mis dudas sobre llamarlo, sabes que siempre actúo en pro a mis deseos, pero de la misma manera en la que vi sus grietas también vi que él es diferente, no puedo explicarte la manera en la que me atrae...Es diferente.
»Pero soy honesta cuando digo que eres de las personas que me importan y que amo, si quieres que retroceda, lo haré. En este punto, tu amistad vale más que un hombre.
Albert me mira midiendo mi sinceridad, no estoy segura de si hablo en serio, pero sea mentira o verdad, él termina por sonreír y respiro aliviada porque es la sonrisa pícara que me hace saber de qué irán sus próximas palabras.
Mi amigo alza su vaso con jugo de manzana y yo el mío con jugo de naranja, le sonrío.
—No lo presiones, ese hombre caerá solo. Que la destrucción no llegue a Leonid, pero que la pasé estupendo follando ¡Salud!
—Salud —digo riendo.
***
Tarareo una canción mientras aplico delineador arriba y abajo, hoy quiero que mis ojos, ovalados y un poco rasgados en las esquinas, sean el centro de atención y lo consigo porque el avellana se ve más cercano al verde que al marrón. Dejo la tenaza caliente a un lado del lavabo y estoy complacida con el resultado: mi cabello oscuro normalmente grueso que no sabe si quiere ser ondulado o liso, ahora es lacio, brillante y más largo de lo habitual. Tomo el vaso con ron descansando sobre la tapa del inodoro y doy un pequeño trago, lo devuelvo a su lugar y maquillo mis cejas volviéndolas un poco más oscuras porque son una belleza que no necesitan de eso.
Guardo todo el maquillaje en los cajones y lucho contra el impulso de revisar los de Priscila, pero al final decido que no tengo tiempo para ello y camino en bata hacia mi habitación, al llegar me encargo de hacer sonar música desde mi teléfono mientras en mi espejo de cuerpo entero junto a la puerta, aprieto mis pechos en el sujetador y me rio contra mi reflejo. En medio de tonterías y bailecitos me visto con el vestido verde ajustado de mangas cortas, es simple y recatado que llega a mis rodillas, lo único sexy es el hecho de que es muy ajustado ¿Ven? Estoy siendo una niña decente.
Vuelvo al baño y tomo el ron que queda también agarro un broche y lo dejo a un lado de mi cabello ¡Bellísima! Con el vaso vacío vuelvo a mi habitación, me encargo de una sandalias con un tacón corrido que no llega ni a seis centímetros ¿Ven? Mujer muy decente que no quiere seducir, ajá, esa soy yo. Aplico un labial sumamente claro que solo sirve para darle un poco de color a mis labios, perfume y estoy lista.
Sería genial tener un auto, pero casi todas las veces que intenté concretar una cita para sacar la licencia, había algún problema o fallaba en la prueba escrita, así que dejé de luchar y puesto que los libros son devorados digitalmente, aprovecho para en ocasiones, cómo estas, tomarme la libertad de un taxi o un Uber, así que intento primero con el último, pero no hay ninguno cerca, termino pagando más por un taxi, pero al menos lo consigo rápido.
En el camino recibo el mensaje de agradecimiento a su manera de África, quien ¡Sorpresa, sorpresa! Hasta hace un par de horas estuvo jugando con el pelirrojo, trasladaron la fiesta a su apartamento de juerga lo cual solo verifica que tenía razón cuando le decía a Albert que ella gozó de más. Respondo un mensaje de Rebecca que me pide que vaya a su casa, le hago saber que tengo planes y hace un pequeño berrinche.
Cedo a verla después de reunirme con Leonid porque no soy tan arrogante cómo para creer que esta noche terminará con su sus partes divirtiéndose con las mías. Finalmente llego a mi destino y cuando bajo del taxi, sonrío.
Ahí, en la entrada de un elegante restaurante, me espera Leonid Walsh con un pantalón negro ajustado, una camisa de cuello blanca y blazer gris encima. No hay duda de que es un tipo que sabe cómo vestirse e iniciar tendencias. Camino hasta él disfrutando de su atención y cuando lo alcanzo, estiro mi mano en forma de saludo.
La mira y ríe antes de estrecharla ¿Lo ven? Súper decente, toda una dama.
—De haber sabido que vendrías en taxi, pasaba por ti, después de todo hoy invito.
Sí, eso hubiese estado genial, incluso lo pensé, pero teniendo en cuenta que la señora Hawk no permite visita o que demos nuestra dirección, decidí no correr riegos, no deseo ser echada del arreglo en el apartamento que me viene tan bien, lo que ya se siente más hogar que en el que viví antes.
—No te preocupes ¿Entramos?
—Claro —hace ademan de que avance primero.
La anfitriona pide nuestra reserva y luego nos guía dentro de un muy hermoso restaurante, aunque confieso que disfruto más de los lugares sencillos, solo juego a la vida lujosa cuando acompaño a mis amigos a eventos o me obligan a sufrir con ellos en sus responsabilidades sociales, sin embargo, entiendo que tal vez Leonid pensó que esto es lo que, como muchos elitistas, esperaba. Le dejaré pasar este error, pero lo aclararé para que no suceda de nuevo.
Me siento luego de que retire la silla para mí y veo alrededor dándome cuenta de que nadie está al pendiente de nosotros. Me pregunto si no le molesta ser visto conmigo ¿Le dijo a su prometida de este encuentro? Por muy buena que sea ¿Quién quiere que su perfecto prometido salga porque sí con una desconocida? Sí, dudo que le dijera.
— ¿Todo bien? —pregunta ante mi silencio.
—Sí, esto es elegante y hermoso, pero no suele ser mi estilo —Le sonrío—. Sin embargo, gracias por traerme, disfrutaré mucho de ello.
»Ah y no creas que no es mi estilo por falta de dinero, solo que me gustan más las cosas sencillas. Excepto en ropa, en ropa y maquillaje soy caprichosa —acompaño mi declaración con una media sonrisa.
—Tal vez debí preguntar primero qué te apetecía comer —Sonríe apenado—, podemos irnos y acudir a un lugar que te guste.
—No, no, está bien. Siempre es bueno adquirir nuevas experiencias. Si llega haber una próxima vez, yo escojo —Me arriesgo a decir.
—No parece un mal trato.
El anfitrión de esta noche se acerca a decirnos las botellas de vino más caras seguramente, su voz es exageradamente fina y mantiene su barbilla alzada ¿Cómo reaccionaría este tipo si por molestia le pido una cerveza? Casi quiero reír al imaginarlo.
—La verdad es que no soy amante del vino —confieso viendo a Leonid—. La última vez ya habías ordenado antes de que pudiese decir algo.
— ¿Qué quieres beber? Pide lo que quieras, Azhar.
Mi nombre en su voz gruesa y masculina suena como algo que quiero escuchar en un timbre más ronco y tal vez con algo de gruñidos y jadeos de por medio. Contrólate, Azhar, hoy eres una mujer decente.
— ¿Qué tal champagne? Hoy podría ir con lo espumoso.
Él pide para él un coctel nulo en licor porque me recuerda que está conduciendo y dice que nos tomaremos el tiempo de evaluar el menú, el cual reviso y me parece que los platos de comida son exageradamente costosos ¿Con qué cocinan? ¿Oro? El almuerzo que pagó aquella vez nada tiene que ver con estos precios, no parece un trato justo y mira que lo está diciendo alguien a quien no suele importarle mucho estas cosas.
—Leonid, creo que no hay problema en que pague por mi comida. Esto es obscenamente costoso —digo sin despegar la vista del menú—. Tengo el dinero, pero que gasto tan innecesario por comidas que con nombres más simples en otros restaurantes salen menos de la mitad.
—Eres mi invitada, no te preocupes.
—Bueno, pero yo invito el postre —Lo miro—, pero fuera de este lugar. Conozco cosas más deliciosas.
Tarde registro mis palabras dándome cuenta que suenan sugestiva, supongo que lo lasciva lo llevo en la sangre y no puedo evitarlo. Su mirada baja a mi boca, lo noto, vuelve a mis ojos y asiente con lentitud.
El anfitrión vuelve con nuestras bebidas y toma nuestras órdenes, se retira con una discreción envidiable y decido tomar la copa, pero antes de que pueda dar un sorbo, Leonid me detiene.
—Pareces una mujer con prisas ¿Y el brindis?
—Correcto, mejor seguir los pasos ¿No? Para llegar a un mejor final —Sonrío.
Me rindo: no soy una chica decente.
—Brindo por esta ridículamente cena costosa y por la posibilidad de un futuro postre delicioso —Él ríe de una manera ronca ante mis palabras que me eriza los vellos—. ¿Por qué brindas?
—Por la voluntad —No especifica nada más y chocamos de manera sutil nuestras copas.
—Cuéntame algo, Leonid ¿No te da miedo ser visto conmigo?
— ¿Te precede una mala fama que ocasione que no deban verme contigo? —pregunta sonriendo y ahí está el hoyuelo—. No estoy haciendo nada malo.
—Entonces ¿Sabe tu prometida que estás cenando conmigo? —doy otro pequeño sorbo.
Muerde su carnoso labio inferior y baja la vista a su bebida, cuando vuelve a alzarla, ladea su cabeza a un lado mientras me observa.
—No estoy haciendo nada malo, pero eso no quiere decir que tenga que decirle a Marissa cada cosa que hago.
Grietas, grietas y más grietas. Pero ya dije, no presionaré nada, que él tome sus decisiones no vayan luego a tildarme de "buscona" aunque me da igual lo que los demás piensen de mí. Si me dispusiera a vivir de lo que otros piensen o digan, sería una jodida mártir y acomplejada.
—Bueno, lo que digas, de todas formas no sería yo quien me estaría portando mal —Me encojo de hombros—, pero no hablemos de eso. Mejor cuéntame cualquier cosa, ejemplo ¿Qué hiciste hoy?
Eso lo relaja totalmente y con una sonrisa me cuenta desde el momento en que despertó. Encuentro un poco dulce la manera en la que cuenta hasta el más pequeño de los detalles, tal vez es muy confiado. Cuando pregunta por mi día me siento un poco vaga porque todo se reduce a que comí con mi amigo y di un montón de vueltas en el apartamento porque ni siquiera me senté a escribir ¡Súper productiva!
Traen nuestras comidas y cuando doy el primer bocado de mi filete bañado en alguna salsa extraña, creo que mis ojos se abren un poco lo cual lo hace reír por lo bajo.
— ¡Maldición! Es bueno ¡Ash! Los odio —Me quejo amando el sabor en mi paladar—. Quería que fuese malo para poder quejarme con mayor tranquilidad.
— ¿Vale cada dólar?
—No quiero rebajarme a admitir eso —digo haciéndolo reír—. Tu plato también se ve muy bueno. ¿Me das?
Parece desconcertado de que le pida ¿Qué hay de extraño en eso? ¿No le da de comer a su prometida? Digo, compartir comida no es tan raro ¿O sí? Cómo sea, ya le pedí. Él asiente con lentitud y estiro mi tenedor tomando un poco su pechuga de pollo y tomando de la ensalada ¡Joder! Su comida sabe incluso mejor que la mía.
—De verdad estoy odiando este lugar —frunzo el ceño—. No quiero que me hagan volver por más. Bastardos.
Su risa baja y ronca me toma por sorpresa, la diversión brilla en sus ojos mientras me mira, le sonrío y me relajo mientras continuamos comiendo y conversando. Reímos y la conversación no es nada aburrida. Pese a ser un hombre de negocios, no se centra solo en ello excepto cuando le hago preguntas generales sobre tener tantas responsabilidades, me intereso de manera genuina por todas sus respuestas. Me habla sobre su perro Tood, sobre la manera en la que Albert era en la escuela y también se interesa por saber de mí, incluso si no hay mucho que pueda decirle porque toda mi vida se siente cómo una incertidumbre.
— ¿Qué puedes decirme sobre ti? Sobre cómo eres, Azhar.
Limpio los alrededores de mi boca con la servilleta de tela. Esta podría ser la parte en la que puedo mentir y posicionarme cómo la mujer que nadie quisiera dejar ir, pero no miento sobre quién soy para agradar a otros o gustar.
—Soy una maldición —respondo bebiendo lo que resta de mi copa—. No es que haya sido científicamente comprobado, pero suelo traer problemas.
— ¿Es así?
—Sí, Leonid. Me veo cómo una tentación, me gusta divertirme y soy pro "vive el momento, no pienses en el futuro" por lo que a veces causo daño sin desearlo —Me paso un pulgar por la esquina de mi labio limpiando un poco de bebida derramada, él sigue el movimiento con los ojos—. No me adapto a los arquetipos de moral, no tengo la mejor ética y amo las fiestas.
»Todo me genera curiosidad, parece que siempre quiero experimentar y me gustan las cosas a mi modo. No me molesto ni ofendo con facilidad. No me importa lo que otros digan de mí y me gusta ser mala...O en todo caso portarme mal, con frecuencia. Sueno cómo malas noticias ¿Verdad? —Le sonrío.
—Suenas cómo una mujer peligrosa despertando la curiosidad de cualquiera.
—No albergo tanto misterio —Sonrío.
— ¿Segura? Siento que no es así.
— ¿Desean el postre, señor? —pregunta el anfitrión.
Brevemente quiero decirle "disculpa ¿Por qué no me preguntas a mí? ¿Por qué solo a él?" pero estoy demasiado ocupada con la mirada trabada en la de Leonid. Él despliega una pequeña sonrisa.
—No, muchas gracias. La señorita prometió un postre delicioso —responde.
La cuenta es traída poco después, él entrega una de sus tarjetas y luego estamos saliendo del restaurante; puesto que no tengo un lugar en mente, le propongo caminar hasta dar con el postre perfecto y él acepta sin problemas. Me gusta que parece no complicarse la vida.
Las calles se encuentran algo concurridas, en su mayoría parece que por estudiantes extranjeros. Lo que más me gusta de Sydney o Australia en general, es que es multicultural, la economía suele basarse en el ingreso de estudiantes extranjeros, por lo que en las calles siempre encontrarás culturas diferentes y lenguajes de todo tipo. Se siente cómo viajar por el mundo sin salir de la ciudad.
— ¿Eres solo australiano? ¿O tienes alguna otra nacionalidad en ti? —pregunto caminando a su lado.
—Mi mamá es brasileña, eso sale en todo internet.
—Lo siento, señor popular, no lo busqué en internet —espeto y ríe—. La sangre brasileña en ti te ha de hacer más interesante. Debes tener mucho... —Hago un gesto con mi mano intentando encontrar la expresión para usar.
— ¿Sabor? —bromea y choco mi brazo con el suyo.
—Ahora estás siendo arrogante, señor Brasil —Tomo su mano y dejo la mía más pequeña sobre su dorso mientras dejamos de caminar—. Mira, la diferencia de nuestras pieles.
No soy de piel muy clara, siempre me gusta decir que soy un poco trigueña porque pareciera que el sol me besó con amor, pero aun así, mi piel es notablemente más clara que el tono oscuro de Leonid. Qué raro, solo esa visión me emociona.
— ¿Debo tomar esa declaración cómo un problema? —pregunta.
—Para nada, soy fan de un buen chocolate —respondo dejando ir su mano—. ¿Escucho recelos en tu voz? ¿Problemas por ello?
—No, la verdad es que aquí nadie nunca ha sido odioso o grosero al respecto, tal vez por la posición de mi familia —responde con calma—, pero cuando viajo o alguien hace referencia a ello, supongo que espero lo peor para de esa manera no decepcionarme.
—Racismo, xenofobia, discriminación...Muchas cosas que aún faltan por desaparecer —digo de manera distraída—. Las personas siempre hablarán, tú solo debes bajarles el volumen hasta solo escuchar un eco ¿Para qué escuchar estupideces cuando hay otras tantas cosas geniales con las que nutrirse?
—Interesante postura sobre el tema.
—Lo sé, muchas cosas en mí son interesantes.
— ¿Qué hay de ti? ¿Australiana 100%?
—Eso parece —No estoy segura—. Así que Leonid, cuéntame algo que te guste hacer.
—En la empresa...
—No, no, nada de trabajo —Lo veo de reojo antes de ver al frente—. Me refiero a algo que hagas por diversión, por placer.
» ¡Mira! Esa franquicia de donus es buenísima ¿Qué te parece de postre? —pregunto con entusiasmo.
—Adelante —responde siguiéndome.
Por suerte pese a haber una fila algo larga, avanza rápido y compro seis donus para llevar, todas variadas en sabores. Nos sentamos en una banca más adelante y dejo que él tome la primera, escoge una con glaseado azucarado y yo una rellena de sirope de fresa.
—Me gusta surfear...No, amo surfear —dice respondiendo la pregunta hecha hace tantos minutos—. Desde que tengo seis años es algo que me gusta, antes era un pasatiempo por el que nadie se preocupaba, pero al crecer, eso cambió.
— ¿En qué manera?
—A papá no le gustaba, decía que era un deporte muy peligroso para su único hijo y era un desperdicio de tiempo, a mamá no le importaba, veía que me hacía feliz, así que me ayudaba a hacerlo a escondidas.
»Soy bueno —Me sonríe—, muy bueno y amaría hacerlo profesionalmente o entrar en competencias, pero no puedo. Todavía es mi pequeño secreto con mamá, no dejo de hacerlo incluso si es solo un hobbie.
—Y conmigo, ahora es un secreto conmigo —agrego.
—Y contigo —Me mira fijamente—, supongo que estoy loco por contarte algo tan privado.
—Creo que lo amas tanto que deseabas en el fondo compartirlo con más personas y de esa manera sentirlo más real —señalo—. Creo que es genial que hagas surf, es un deporte difícil. Me gustaría verte romper olas alguna vez.
—Si no hubieses estados tirada en la arena aquel día, capaz lo hubieses visto.
—Cierto —rio—, el día en el que fuiste el héroe de la mujer vagabunda.
—Claramente no eres una vagabunda —Ve desde mis pies a mi rostro antes de terminarse su donus y tomar otra—. Leí o estoy leyendo uno de tus libros.
Mordiéndome el labio inferior, rio, esta conversación se pondrá interesante. Me giro y dejo la caja sobre mis piernas para que no se me vean las bragas.
— ¿Cuál de todos compraste? Y gracias por tu compra, tus dólares me ayudarán a sobrevivir, vuelva pronto.
—De nada, no queremos que seas una vagabunda —Se burla— y respondiendo a tu pregunta, compré el ebook de Enlazados, la portada me llamaba.
— ¿Las sabanas rojas con la silueta de una mujer? Un buen gancho —Bromeo—. Esa no es tan fuerte en contenido erótico.
— ¿Por qué te gusta escribir ese género?
—No solo escribo temática erótica. También escribo acción y nuevo adulto...Con escenas de sexo incluidas.
Ambos reímos, termino y tomo otro donus, este relleno de chocolate. Sí, queda en claro que lo mío es el chocolate solo basta con ver cómo me trae babeando Leonid.
—No soy una gran escritora, así que escribo de lo que conozco porque soy floja. Escribir no es mi sueño, es mi trabajo, así que mi evaluación en el mercado me dice que historia debo escribir, pero siempre agregando sexo explícito porque eso impulsa mis ventas —confieso—. Además soy buena en el tema.
— ¿Así que estoy leyendo sexo real?
—Algo así. Algunas son experiencias de amigos, conocidos, otras ficción o porno que vi y recreé. Otras experiencias propias y muchas de ellas, sexo que espero experimentar alguna vez. Me divierto escribiendo sobre ello.
—Nunca conocí a alguien cómo tú.
—Eso es bueno, no hubieses sobrevivido a dos cómo yo.
— ¿Sobreviviré a alguien cómo tú?
—Depende de si eres de los que juega con fuego sin quemarse —respondo y estiro mi mano en automático limpiando la esquina de su boca con mi pulgar.
Lamo el rastro de dulce en mi pulgar bajo su mirada y le sonrío.
—Gracias por pagar mi cena, Leonid.
—Gracias por el postre, Azhar.
Me mira con fijeza y luego sacude la cabeza, mira hacia el cielo y suspira ¿Qué pasa por tu cabeza, Leonid? Vuelve su vista a mí.
—Debo irme, déjame llevarte a tu casa.
—De hecho voy a la de una amiga, vive en Ryde ¿Crees que puedas acercarme?
—Sin problema.
— ¿No quieres más? —Señalo las donus.
—Suficiente tentación por hoy.
No sé si habla de algo más que los donus. Decido que los dos restantes se los daré a Rebecca, si solo ha estado en marihuana estará ansiosa de dulce, si es algo más, dependerá de su estado de ánimos, lo que sí sé es que no hay manera de que la encuentre limpia.
Caminamos hasta el restaurante donde minutos después le entregan su auto, no es el mismo de aquella vez que me rescató en Mosman, pero es igual de imponente y costoso. Durante el camino a casa de Rebecca la conversación es tranquila y trivial, él es algo silencioso cómo si estuviese perdido en sus pensamientos. Cuando hemos llegado me encuentro girándome mientras. Le aseguré a Albert que no iba a presionar y no lo he hecho, fui yo misma, no fui agresiva coqueteando y con honestidad, me divertí mucho. Incluso si no vuelvo a saber de Leonid, me quedo con este recuerdo.
—De nuevo, gracias, Leonid. La pasé genial.
—Fue divertido —Su sonrisa aparece—. Hasta la próxima, Azhar.
Estiro mi mano hacia él, volviendo al lema de "soy una chica decente" y una vez más ríe estrechándola. Alejo la mano con lentitud acariciando sus dedos en el proceso y bajo del auto. Lo veo alejarse y suspiro: me tienta demasiado.
Tiene más grietas de las que imaginé, veamos si vuelvo a saber de él.
Para mi fortuna la puerta de la mansión de Rebecca es abierta por la ama de llaves y cuando pregunto, los padres de Rebecca se encuentran en viaje de negocios. Grito el nombre de mi amiga y la encuentro sentada al borde de una de las espléndidas piscinas. Sobres con polvo blanco se encuentran a su alrededor diciéndome cuál es la droga de esta noche.
—Bonitas golosinas —digo—. Te traje Donus.
Ella gira y me da una sonrisa mientras toma la caja, parece que no está ida y ahora fuma un cigarrillo. Me dejo caer a su lado luego de despeinar adrede su cabello rubio casi blanco mientras me palmea la rodilla.
—Qué sexy ¿Estabas de cacería? —pregunta echándome el humo en la cara.
Ruedo los ojos y le quito el cigarrillo dándole una profunda calada, me encojo de hombros hacia ella. A veces fumo, no tengo problema con ello.
— ¿Te comiste alguna de estas golosinas? —Hago ademan a las bolsas con lo que llama polvo mágico.
—No, todavía no. Algunas de ellas están mezcladas con otra cosa dañina. Levy agarró los paquetes equivocados —Le devuelvo el cigarrillo luego de darle otra calada—. Podría morir si me meto esto ligado con quién sabe qué.
— ¿Levy es el tipo de la fiesta de Mosman? ¿Ese traficante?
—No hablamos de esa fiesta, Azhar, lo sabes.
No sabía que era un decreto, solo pensé que ambas éramos lo suficiente irresponsables y cobardes para esquivar ese gran día en el que alguien murió.
— ¿Sales con el traficante?
—No salgo con él, solo follo.
— ¿Follas a cambio de golosinas? —pregunto tomando una de las bolsas y examinándola.
—Tengo dinero para comprarme mis cosas, lo follo porque me gusta —Se encoge de hombros y toma una donus después de entregarme lo que queda del cigarrillo—. Igual esto al parecer era una entrega importante porque está enloqueciendo por ello. Dice que podrían matarlo.
No entiendo qué hace Rebecca mezclándose con gente peligrosa y arriesgándose, pero no opino, en su lugar juego con la droga adulterada y termino de fumar ¿A quiénes les llegará esta mercancía? ¿Qué tan peligrosa es?
— ¿Hablas con alguien sobre el otro día?
— ¿Qué otro día? —pregunto en respuesta.
—Cuando te pusiste rara con mis cocodrilos.
No me puse rara con los cocodrilos, me puse rara con el hecho de la identificación que encontré, pero solo me encojo de hombros y me saco las sandalias para meter los pies en el agua.
Ella acaba su donut y del escote de su camisa saca una bolsita, enarco una ceja ¡Pero por supuesto que tendría una reserva de polvo mágico! Me sonríe y mete su índice dentro, saca un poco y lo prueba, cómo si midiera la calidad. Luego la miro alinear el polvo en su teléfono con la tarjeta de crédito negra.
— ¿Tienes un billete?
—Te lo regalo —Saco uno de mi bolso y veo cómo se mete toda esa porquería por la nariz—. ¿Feliz con tu golosina?
—Deberías probar.
—Paso —respondo tomando la donut que dejó olvidada—. Haz el viaje por las dos.
Mi teléfono vibra y sonrío viendo el remitente del mensaje.
Tentación: Me gustó cenar contigo.
Tal vez no pasé demasiado tiempo antes de que vuelva a saber de él, me parece que está haciendo sus elecciones.
Holiss, aquí les dejo otro capítulo de estos loquitos, disculpen la tardanza :*
Para más noticias de la historia:
Instagram: DarlisStefany
Twitter: Darlis_Steff
Espero les guste.
Un beso.
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