Capítulo Cuarenta y Cinco: Una víctima, una victimaria


Capítulo Cuarenta y Cinco: Una víctima, una victimaria

Azhar


«Es mi culpa.

Esa quizás es la declaración más real que me había dicho a mí misma en años y me hubiese gustado nunca tener que haberla emitido.

En mi mente están transcurriendo imágenes, recuerdos que son tan míos cómo desconocidos. Oh, Dios, ¿Por qué lo hice?

¿Por qué destruyo todo lo que toco y todo lo que amo?

¿Por qué estoy aquí?

Soy una maldición, los traje a este destino que hoy empaña a una ciudad. Yo más que romper, destruí estos corazones y en el proceso hice cenizas los trozos que quedaban del mío.

Miro mis manos cubiertas de sangre, ellas tiemblan, pero con lentitud las voy alzando hasta sostenerlas por encima de mi cabeza mientras las luces rojas y azules bailan sobre mí.

Las armas están apuntándome y pidiéndome no hacer algo imprudente.

Pero ya lo hice.

La imprudencia fue cometida hace mucho.

Y ahora es mi culpa.

Él no respira, él se ha ido y la sangre en mis manos deja en claro quién es el culpable de que una hermosa luz se apagara.

¿Qué hice?

¿Cómo todo terminó en tanto daño?

Miro a las armas apuntándome, escucho sus voces lejanas de la multitud y siento que el mundo se mueve en cámara lenta.

¿Qué hago?

¿Qué hice?

Veo cómo comienzan a acercarse ¿Es este mi final?

¿Es así como termina?

¿Me creerán?

Estoy asustada, mis manos alzadas tiemblan y mi cuerpo se sacude con espasmos.

Abro mis labios emitiendo unas palabras verdaderas que a su vez tienen un sabor a mentira:

—Yo no lo hice.»

Cuando la voz termina la lectura no tengo que voltear para saber que se trata de Priscila. Es su voz y ese es el pasaje de uno de mis libros, cuando el protagonista muere.

La protagonista no es quien acaba con su vida, es quién lo lleva ahí con una serie de errores y decisiones cuestionables.

¿Suena familiar?

—Tal vez veías el futuro y lo escribías, Número Dos —Se ríe Denzel—, uno de tus dones, porque antes creías ver a tus madres muertas ¿Verdad? Eso era divertido y entretenido, algo patético, pero nunca has sido grandiosa.

—Creo que este pasaje te representa a ti y al señorito Walsh —murmura Priscila con su voz cada vez más cerca detrás de mí.

—No, ese no es el final para la historia de Azhar —asegura Odette.

No la miro.

En su lugar miro a Leonid.

Hace un momento dije que iba a matarlo, cuando creí en la posibilidad de que estuviese aquí como uno de ellos, pero él no estaba en la lista.

Él no tendría que estar aquí.

Su rostro está pálido y sus ojos se ven demasiado grandes en su rostro reflejando su miedo. No puede apartar la mirada de mí y sé lo que ve: una mujer cubierta de la sangre de otros, con dos cuchillos, mirada desquiciada y que hace un rato sonreía mientras asesinaba cruelmente.

Está acostumbrado a verme hermosa, sensual y divertida, que es quien soy, pero esta también soy yo y me teme.

Veo el miedo en sus ojos.

Le teme a la situación en la que se encuentra envuelto, pero también a mí.

No lo lastimaría físicamente, porque me queda claro que mi predicción se ha hecho realidad: lo he lastimado con todo esto.

Lleva los pedazos de su corazón en su mirada que refleja el horror, está sin palabras y posiblemente al borde de un colapso.

Leonid necesita salir de aquí.

—Suéltalo —Le ordeno a Denzel y finge pensárselo.

—Hum, solo si me devuelves a Número Uno.

—No soy una cosa, estúpido y tengo un nombre —Le recuerda Odette.

Sí y no hay manera en la que Odette vaya con él, soy fuerte, pero esa es una línea difícil de cruzar, sin embargo, la miro y ella sacude la cabeza en negación, sentándose encima de un cadáver.

—Es tu amante, no el mío, no me sacrificaré por él —Me hace saber mi clon mirando con fastidio detrás de mí.

Volteo y encuentro a Priscila a pocos pasos, pero lo que tiene la atención de Odette es a las seis personas restantes saliendo por el ventanal que entré, tomando la oportunidad de huir.

—No llegarán muy lejos —Sentencia Odette.

Camino hacia un lado para no darle la espalda a Priscila y para alejarme de Engel que se arrastra por el suelo hacia la salida.

—¿Eso es porque tu amante se hará cargo? —Escupe Denzel con ira hacia Odette y la miro rodar los ojos antes de enfocarse en las uñas ensangrentadas y las manos magulladas con cortes.

—En primer lugar, es mi precioso novio y no, aunque André puede asesinar muy bien no es por ello que lo digo. No seas patético, Denzel. Ahora deja a ir a ese niño rico y enfréntate a nosotras como un hombre.

—No voy a enfrentarme a ti cuando tenemos que estar juntos ¡Juntos!

—No me quedaré sentada a escuchar esta mierda —Odette se pone de pie entonces se saca una estrella afilada y se la arroja clavándosela en el hombro.

—Fallaste, cariño —Se burla sin inmutarse por la herida, le sonríe.

—Oh, no, siempre quise apuntarte al hombro, aun no quiero matarte.

Mi clon dirige su atención a Priscila.

—Entonces, eres dependiente de una droga menos genial que te ha mantenido viva durante demasiado tiempo a diferencia de otros, son de múltiples colores y tamaños. Una hija bastarda de los Fischer con una rara enfermedad cardiaca que usaron para experimentar. Preston es tu hermano adoptivo luego de que lo reclutaran para ser sujeto voluntariamente —Le resume—. Fuiste entrenada para asesinar y servir a la casa criminal de los Fischer, eres una lacaya y tu acercamiento raro seductor hacia Shaina solo era algún tipo de consuelo ¿Cierto?

—Cállate.

—Porque no querías follar a Shaina ni a Odette, solo querías a alguien con la cara de quien ni siquiera cuando escogía tetas te buscaba a ti, consciente o inconsciente, nunca te daba atención. Ow, pobre Priscila, tu crush ni te mira.

Odette se ríe y Priscila arremete contra ella sosteniéndola en el suelo con la mano alrededor de su cuello porque mi clon se lo permite.

—Siempre rechazada, bueno, no siempre —Sonríe—, porque eres de las primas favoritas de Bryce Fischer ¿verdad?

Priscila le da un puñetazo a Odette que se ríe y escupe sangre.

—¡Basta! ¡No la golpees! —Grita Denzel.

—Un primo con una horrible obsesión de tomar de mujeres cosas que no le dan ¿Sabes? En realidad, lamento lo que tu primo te hizo, pero no justificaré con eso que seas realmente mala —Odette suspira—. Agrediste a Azhar cuando estaba inconsciente y luego fingiste ayudarla.

Odette me mira.

—¿Recuerdas cuando despertaste sintiéndote terrible y te arrastraste al baño con dolor en partes de tu cuerpo? ¿La entrepierna? Tenías moratones y estabas débil y cuando casi te desmayas, ella era quien estaba para ayudarte... Ella quien también fue la que te lastimó.

—No...

—Sí, Priscila —No la deja defenderse—. Grababan todo en ese apartamento y vi lo que le hiciste. No eres diferente a tu primo ni a ningunas de las basuras que murieron esta noche.

Deslizo las manos por mi cuerpo sintiéndome asqueada de que algo que es mío, haya sido tocado por tantas personas que se creían con el poder ¿Quiénes se creen que son? ¡Basta! Nunca nadie más pondrá un dedo indeseado en mi piel.

Grito llena de furia recordando que ese día lloré en la ducha sin entender lo qué pasaba cuando de hecho fui jodidamente abusada en mi apartamento por mi compañera de piso que fingía odiarme y que trabaja para quienes me han hecho todo esto.

—Zeta y Blue supervisan tu extraño caso porque eres de las pocas que no ha muerto con esa droga. BK7-Z así llaman a tus drogas, probadas en estudiantes de Nottingham, la OUON, actualmente también en la sede de Berlín. A tu expediente lo llaman abierto —Odette me mira—. ¿La quieres?

Miro hacia las escaleras y Leonid parece sacudir la cabeza en negación, parece querer huir.

Debe salir de aquí.

Pero siempre le advertí que no era buena, que gran parte de mí es egoísta y antes de enfocarme en ayudarlo, me concentro en mi ira cuando asiento hacia Odette.

En dos movimientos Odette se la quita de encima y Priscila me da toda su atención.

Me mide y aunque tiene determinación en su mirada, también visualizo el miedo y me da asco notar que de manera incrédula parece dolida por este enfrentamiento.

No me ruega porque sabe que no funcionará, sabe que soy un monstruo que en este momento no va a razonar y también porque, aunque ella no fue entrenada como nosotros, se formó dentro de una mafia y sabe defenderse.

Me saco uno a uno los cuchillos arrojándolos a los pies de Odette sin dejar de mirar a Priscila, quedándome desarmada y en un gesto realmente estúpido o de orgullo, ella hace lo mismo.

Otra persona se quedaría esperando a que ella ataque, pero yo decido atacar yendo hacia ella con un puño que apunta a su rostro, pero que a último momento redirijo hacia su tráquea, lo que no se esperaba y la hace atragantarse, de inmediato la golpeo en el estómago.

Sus dedos se clavan en mi costado en donde me hirió Engel con la botella y me trago el dolor porque no grito, se acabaron mis gritos de dolor que nunca nadie escuchó.

Un puñetazo explota en mi ojo y luego dos sobre mi costado herido. Un rápido razonamiento me hace saber que engañarla es lo mejor por lo que le permito que me dé un rodillazo en el estómago y me tiro al suelo, ella viene detrás de mí.

Es algo extraño ver arrepentimiento, dolor y frustración en la mirada de alguien que te hirió. Es como si su mirada me reprochara que este fuese nuestro final, por no quererla ni adorarla, por llevarla a hacer lo que me hizo.

Fui su víctima y me convierte en su victimaria.

—He chupado tetas y comido coños, pero nunca se lo haría al tuyo. Me das asco, Priscila y sabías que, si no lo robabas, nunca lo tendrías —Le digo sonriendo cuando sus manos van a mi cuello y le escupo la cara.

Sus emociones la tienen y como alguien que asesina bajo el poder de ellas, puedo intuir que en donde las mías me guían, a ella la entorpecen por lo que la dejo cortarme el aire con sus manos durante unos segundos antes de enrollar mis piernas a su alrededor y girar dejándola debajo de mí, antes de que siquiera pueda procesarlo, le tomo la cabeza y se la golpeo del suelo dos veces, con fuerza, haciéndola sangrar y causando alguna conmoción cerebral.

Está aturdida y desorientada, tiene arcadas y sus ojos dan vuelta.

—Nunca más volverás a poner tus sucias manos en mí —murmuro y llevo mis pulgares ensangrentados a las cuencas de sus ojos, presionando.

Empleo todas mis fuerzas y ella grita, su conmoción no la deja orientarse mientras le extirpo los ojos.

—Basta, basta, basta —grita Leonid y alzo la mirada a las escaleras encontrándolo de rodillas y vomitado.

Ha alcanzado su límite, se ha roto.

Los cuerpos, la sangre, las tripas, sesos y muchas cosas más que deberían estar dentro del cuerpo humano son la decoración de nuestra escena sangrienta que para él es una auténtica pesadilla.

Preston mira a Leonid vomitar y sacude la cabeza.

Me doy cuenta de que Leonid también llora. Lo hemos lastimado.

Tantas grietas y finalmente hice la último que terminó de quebrarlo. Esto es lo que soy: destrucción para las personas malas y buenas.

Posiblemente soy un error, pero soy uno que decide vivir.

Mis dedos dejan de presionar los ojos sangrantes de Priscila y bajo de su cuerpo con mis pulgares húmedos y viscosos, retrocediendo antes de ponerme de pie, resbalando con un charco de sangre, pero consiguiendo recuperar el equilibrio.

Priscila gimotea en el suelo con los ojos extirpados y sangre corriéndole por el rostro.

—Leonid —intento sonar suave, pero mi voz es cruda, cruel y amenazante.

Los ojos acuosos de quien fue mi amante y a quien de alguna manera retorcida quiero, me miran: terror, rechazo, asco, desconcierto, pero también amor porque no puede matar esa emoción a la que arraigó tan profundamente por la mujer equivocada.

Leonid ha amado dos veces y ambas fueron un error.

—No, Priscila debe morir —Se queja Odette tomando uno de mis cuchillos—. Yo me hago cargo.

Me pasa por un lado, se arrodilla a un lado de Priscila y le abre la garganta de manera vertical, se escuchan los gorgoteos de Priscila, pero Odette adentra sus dedos en su garganta y tira arrancándole algo sangriento que levanta como si fuese un trofeo antes de arrojarlo al suelo.

—Listo —Sonríe poniéndose de pie mientras el cuerpo de Priscila se sacude con espasmos—. Le doy un minuto o poco más de sufrimiento hasta morir.

—¡Mierda! Eso es tan sexy, cariño —elogia Denzel sin un ápice de dolor por su hermana adoptiva a la que sabe que trajo para morir.

Leonid que acaba de presenciar cómo le extirpé los ojos a una persona y lo que acaba de hacer mi clon, vomita la bilis y se sacude con temblores.

Denzel lo agarra del cuello de la camisa para ponerlo de pie pese a que parece a poco de desmayarse.

—Tu amor no es parte de esto, Número Dos. De hecho, su prometida lo trajo a esta fiesta porque se lo ordenaron sin saber qué pasaría, para él era otra fiesta más. Imagina la sorpresa de Leonid Walsh cuando aparece una mujer con el rostro de su amada volando sesos con disparos, pero imagina la sorpresa más grande cuando su amada comienza a bañarse en sangre —Denzel se ríe—. Creo que pensó que era una pesadilla y vale, lloró por su prometida muerta, pero lo vi mirarte, su dolor estaba puesto en ti, en el deterioro de la mujer que ama ¿Cierto, Leonid?

No hay respuesta porque él está hiperventilando, posiblemente teniendo un ataque de pánico y necesito alcanzarlo, sacarlo de aquí y salir de su vida.

—Así que buscó cualquier habitación para esconderse y posiblemente procesar esta pesadilla, pero yo venía por él porque esa era mi misión, pero lo sabías, cariño ¿Verdad? —Mira a Odette y también la miro.

—El único inocente en la fiesta —sus palabras resuenan por la estancia.

—¡¿Sabías que estaba aquí y no me dejaste sacarlo?! —grito.

Odette no me responde, pero ambas sabemos la respuesta.

Camino hacia ella y le doy un puñetazo que la tiene escupiendo sangre.

—De acuerdo, ese te lo permito, pero no habrá un segundo —Me advierte.

—¡Es inocente! No tiene que estar aquí ¡No me advertiste! No es un puto señuelo.

—Deja de jugar, Denzel, estamos aquí. Ya no tienes que atraernos con Leonid —Me ignora y le habla a él.

—Humm... —tararea Denzel dándole una mirada a Leonid que está por perder el conocimiento con el ataque de pánico—. Es verdad.

Lo suelta haciéndolo rodar por las escaleras y voy hacia él, cuyo cuerpo, a diferencia de las telenovelas, no rueda hasta el final, sino que se detiene en una posición incómoda a mitad de ellas.

Lo alcanzo y le acaricio la mejilla, lamentándolo cuando la sangre le mancha la piel.

—Leonid, terminó, puedes ir a casa —susurro.

—Azhar... —murmura— Yo no...

Pero no alcanzar a terminar la frase cuando sus sesos me salpican en la cara y parte de la mitad de su cara es destrozada.

Parpadeo sintiendo la viscosidad en mi rostro, su rostro hermoso no está y el cuerpo en mis brazos no tiene latidos.

No grito, todo lo que hago es mirarlo con masa cerebral desbordada, piel y carne abierta, un ojo colgando y su nariz destrozada.

Mi rostro es una mezcla de sangre de múltiples personas, de sudor, sesos y lágrimas.

Estoy llorando.

No hay sollozos ni gritos, hay lágrimas silenciosas.

La voz de Priscila narrando el pasaje de mi libro resuena en mi cabeza:

«Él no respira, él se ha ido y la sangre en mis manos deja en claro quién es el culpable de que una hermosa luz se apagara.

¿Qué hice?»

Y lo último que vio fue mi rostro: el de una mentira.



Sí, esto acaba de suceder.

En paz descanse.

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