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Llegaron a la casa de Wang en poco tiempo.

- Aquí tienes.- Lee le entregó el ticket y una de las bolsas, esperando a recibir el dinero que Jackson le entregó rápidamente.

-¿Queréis pasar?- preguntó el mayor, dejando ver la gran fiesta que había dentro.

Jisung miró a Minho, asustado por tanta explosión del color odioso. Lee miraba la fiesta con una sonrisa, pero acabó rechazando la oferta por varias razones.

- Tengo cosas que hacer.

El pelirrosa asintió, entrando de nuevo a la fiesta después de despedirse de ambos chicos.

-¿Seguro que no quieres entrar?- preguntó Jisung, balanceándose nuevamente en su sitio como anteriormente.

Lee negó, enternecido por el menor. Tomó su mano y empezó a correr arrastrando al menor con él, que lo seguía a duras penas demasiado confundido por el repentino acto del mayor y sus manos unidas.

Llegaron a una parada de autobús y subieron antes de que el vehículo se pusiera en marcha, con la respiración agitada.

- ¿Qué...?

- Íbamos a perder el bus.- cortó, mirando la hora. Habían llegado justo a tiempo.- Pasa cada veinte minutos, y quedaba un minuto.

-¿Y para qué nos lo hemos cogido?- preguntó Jisung, aún confundido, mientras caminaban para sentarse en unos asientos vacíos.

- Para no llegar tarde.- Cada vez que iba a la universidad tomaba aquel bus al salir, por lo que repetía esa misma rutina una y otra vez.

- ¿A dónde?

- A... Oh.- Pero Minho, al estar algo despistado, había cogido el bus por cogerlo.- Soy idiota.

- Lo eres.- afirmó el menor, riendo por lo ocurrido. No entendía muy bien qué hacían ahí, pero sería estúpido bajarse ahora.- ¿Por dónde pasa esto?

- Por casi toda la ciudad.- contestó, mirando por la ventana. Al menos al montar en el bus se habían salvado de la lluvia que había empezado a caer.

- Podríamos hacer una ruta por toda la ciudad.- propuso, acomodándose en su sitio. Minho se encogió de hombros, asintiendo.

Ambos miraban por la ventana mientras hablaban de cualquier cosa, conociéndose.

Las horas pasaron, y ninguno se dió cuenta de que tenían que bajarse ya en la última parada del bus si no fuera por que el conductor les avisó.

Bajaron y comenzaron a caminar por la desconocida calle.

- ¿Hemos pasado dos horas ahí dentro?- preguntó el menor, riéndose. Minho le observaba, maravillado con su sonrisa.

- Sí.- dijo, apretando sus manos aún unidas. Ninguno había dado el paso para apartarlas, porque los dos creían que así se estaba bien.

Al final caminaron hasta bien entrada la noche. Hubieran seguido así, si no fuera porque el menor tuvo que despedirse diciendo que ya debía volver a casa para que su madre no se preocupara.

Al final habían pasado un muy buen día.

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