Capítulo 4: Compases de Valor
El nombre de Lara resonando desde su ventana todavía no salía de mi cabeza. Podía oírlo como si Jake lo hubiera gritado hace un segundo, no anoche. No ayudaba que mi cerebro hubiera decidido convertir esa escena en un bucle infinito: la sombra detrás de las cortinas, su voz rompiendo el silencio, y la sensación de que algo en mi estómago se retorcía cada vez que lo recordaba.
Me giré en la cama, buscando una posición que me ayudara a dejar de pensar en ello, pero no había escapatoria. ¿Qué estaba haciendo Jake ahí? ¿Por qué su sombra parecía estar demasiado cómoda en un lugar que no era suyo? Y lo peor de todo: ¿por qué Lara no cerró la maldita ventana?
El despertador sonó, como si estuviera compitiendo por ser el ruido más irritante de las últimas doce horas. Lo apagué de un manotazo, pero el eco de mis pensamientos seguía ahí. Entre Jake y Lara, el concurso de Taylor Swift, y mi estúpida manía de analizarlo todo, sentía que mi cerebro era un rompecabezas con piezas que nunca encajaban.
Hoy era el primer día de clases, pero, sinceramente, lo que más me aterraba no era enfrentarme a la rutina escolar, sino las mil incógnitas que me había dejado la noche anterior.
Me levanté a tropezones y pisé el suelo frío, que me dio un salto de realidad. Fui al baño, abrí la ducha y dejé que el agua caliente hiciera lo suyo, aunque mis pensamientos seguían en modo repetición: el concurso. ¿De verdad era mi oportunidad para salir del anonimato, o estaba dejándome llevar por un delirio momentáneo? Una parte de mí quería convencerse de que esto sería pan comido, pero mi cerebro no dejaba de lanzarme advertencias. Quiero decir, sí, quiero impresionar. Pero... ¿y si no estoy a la altura? ¿Y si termino haciendo el ridículo?
Ya vestido —nada especial, solo una camiseta blanca y jeans oscuros porque no me iba a complicar con el look—, desayuné algo ligero, registrando todo en mi app de calorías. Sí, claro, como si contar calorías fuera el tipo de control que me iba a ayudar a ganar el concurso. Pero bueno, al menos controlaba algo en mi vida.
Salí de casa con mi mochila al hombro y ahí estaba Josh, mientras sus ojos cafés oscuro me estudiaban con paciencia, como si intentara descifrar mis pensamientos. Su camiseta verde sandía casi me hacía desviar la vista; combinada con esos shorts que parecían gritar "mírame", era imposible ignorarlo. Alto y delgado, con el cabello café oscuro desordenado por la brisa matutina y su piel bronceada que contrastaba con la mía, Josh siempre lograba llamar la atención sin siquiera intentarlo.
—Sabes, es muy curioso cómo todo esto del concurso empezó justo con el inicio del año escolar —comentó Josh mientras caminábamos hacia la escuela, como si hubiera descubierto un gran misterio del universo.
—Tienes razón, aunque demasiado cliché para mi gusto. ¿Qué sigue? ¿Un montaje motivacional con música de fondo? —reí, pero mi humor no era tan ligero como pretendía.
—Cliché o no, siento que este año va a ser diferente, Trevor. Lo sé —dijo con un tono casi profético, como si en cualquier momento fuera a abrirse el cielo y bajaran ángeles a confirmarlo.
Lo miré, dudando.
—¿Diferente tipo "me va increíble" o tipo "me estrello espectacularmente"? Porque tengo experiencia en ambos.
Josh se encogió de hombros.
—Eh, a veces tienes que esperar para saberlo. Pero algo me dice que este año va a sorprendernos.
Me limité a mirar al cielo, buscando algún mensaje en las nubes, aunque lo único que encontré fue una forma extraña que tal vez podría ser un perro.
—¿Alguna predicción para este año escolar? ¿Un "Trevor logra sobrevivir sin hacer el ridículo"?
Josh sonrió, divertido.
—Nah, eso sería demasiado aburrido. Pero si apostara, diría que este es tu año.
Me reí, pero no de alegría.
—Bueno, espero que sí. Porque entre la escuela y el concurso, siento que estoy jugando en modo difícil.
Josh levantó una ceja.
—¿Y el tuyo? —pregunté de repente, más por curiosidad que por instinto.
Josh levantó la vista como si estuviera buscando una respuesta en el horizonte.
—Mi año... bueno, digamos que tengo que sobrevivir al torneo de debate primero.
Fruncí el ceño.
—¿El torneo? ¿Eso no es lo que normalmente esperas con ansias?
—Sí, lo era. Hasta que me pusieron en un equipo con Kevin, el genio de las palabras rápidas y los egos inflados. Según él, soy "demasiado relajado" para ganar algo importante.
—Qué sorpresa —murmuré, rodando los ojos—. Alguien insultando tu estilo zen. ¿Qué hiciste?
Josh suspiró, encogiéndose de hombros.
—Nada. ¿Qué voy a hacer? Si me peleo con él, solo voy a confirmar lo que piensa. Así que estoy intentando demostrarle que puede contar conmigo... aunque, sinceramente, a veces dudo de mí mismo.
La confesión me tomó por sorpresa. Josh no era del tipo que mostraba inseguridades, y mucho menos que las admitía.
—Mira, si alguien puede sobrevivir a un torneo con Kevin, ese eres tú. Y si necesitas ayuda con estrategias o alguien que finja ser un jurado odioso, cuenta conmigo.
Josh sonrió, esta vez con más sinceridad.
—Gracias, Trev. Pero antes de eso, asegúrate de no arruinar el concurso. Al menos uno de nosotros tiene que brillar este año.
Me reí, aunque sabía que ambos cargábamos con más de lo que queríamos admitir.
—Trato hecho.
—Lo haremos genial, pero, de verdad, ¿cómo te sientes con lo del concurso? —preguntó, cambiando hábilmente el foco de atención.
—Aterrorizado. —Solté la palabra como si fuera un veneno que me estuviera quemando por dentro—. La competencia va a ser brutal, y no sé si estoy a la altura. Pero al mismo tiempo, no puedo dejar de pensar en lo increíble que sería si gano. Es como si tuviera que hacerlo, ¿me entiendes?
Josh asintió, tranquilo.
—Claro que lo entiendo. Pero no tienes que hacerlo solo. Y si Lara también se apunta, sería algo que podrías compartir con ella, ¿no crees? —Josh me miró con esa expresión que era mitad consejo amistoso, mitad empujón calculado.
Mi estómago dio un vuelco. Lara. Si ella también participa, las cosas se van a complicar. ¿Pero eso sería bueno o malo? No tenía idea.
—Lara... —empecé, tratando de sonar despreocupado, aunque mi tono probablemente delataba lo contrario—. No sé, Josh. Si ella se une, todo va a ser más... intenso. Pero también está Jake, y ya sabes cómo se pone.
Josh bufó, restándole importancia con un gesto de la mano.
—Jake es un idiota. Siempre lo ha sido. No dejes que eso te distraiga. Lara puede tomar sus propias decisiones, y si ella quiere estar en el concurso, es su elección. Vos concéntrate en lo tuyo, Trevor. Olvida a Jake.
Lo miré, esperando que siguiera, porque siempre lo hacía. Josh nunca terminaba una conversación sin lanzar un dato o comentario extra que hacía que mi cabeza diera vueltas. Y, por supuesto, no me decepcionó.
—Además, no sería raro que Lara se inscriba. ¿Te olvidaste que cantaba en el coro? Ella tiene talento, Trevor. Y... bueno, es swiftie. Si hay alguien que se emociona con una buena competencia de música, es ella.
¿De dónde sacaba todo esto? Mi cerebro se detuvo un segundo, procesando la información. Por un lado, tenía sentido; por otro, ¿cómo demonios sabía Josh tanto sobre Lara?
—Espera, espera, espera... —dije, señalándolo con los ojos entrecerrados—. ¿Desde cuándo eres una enciclopedia ambulante de Lara? ¿Qué sigue, me vas a decir su comida favorita?
Josh levantó las manos en señal de rendición, una sonrisa divertida en su rostro.
—Relájate, Sherlock. Solo soy observador. Además, lo del coro no es un secreto. Lo mencionó mil veces en clases, y... bueno, es difícil no saber que es fan de Taylor Swift cuando tiene las letras de All Too Well escritas en su cuaderno.
Intenté no reír, pero fracasé. Sí, tenía razón. Lara era el tipo de persona que escribía las letras de canciones que la emocionaban, y probablemente Josh la había visto hacerlo.
—Bueno, tienes un punto —admití, cruzándome de brazos—. Seguro se inscribe. Creo que incluso la escuché mencionar el concurso en Mone. Pero eso no hace que las cosas sean menos complicadas.
Josh me dio un leve golpe en el hombro, su sonrisa ahora más suave.
—Complicado no significa imposible, amigo. Significa que vale la pena. Si Lara se inscribe, será una oportunidad para trabajar juntos. Y si Jake se mete, bueno, le demuestras que no tiene el monopolio de la música ni de Lara.
Mis pensamientos empezaron a correr, procesando lo que acababa de decir. Era cierto: si Lara participaba, eso no solo podría acercarnos más en términos del concurso, sino que también me daría una oportunidad para demostrar que podía manejarme, con Jake o sin él.
—Supongo que tienes razón —murmuré, aunque mi mente seguía analizando cada posible escenario. ¿Qué haría yo si ella realmente se inscribe?
Josh, como si leyera mis pensamientos, sonrió con complicidad.
—No supongas tanto, Trevor. A veces solo tienes que actuar.
Lo miré, agradecido, aunque una parte de mí seguía sintiendo ese nudo en el estómago.
—Gracias, Josh. En serio.
Josh sonrió y me dio una palmada en la espalda.
—Tranquilo, bro. Esto es solo el inicio. Pero, eso sí, si tienes un colapso nervioso, al menos avísame para que lo grabe. Podría hacerse viral.
Rodé los ojos, pero no pude evitar reírme. Con Josh, al menos, sabía que tenía a alguien que siempre estaría ahí, ya fuera para apoyarme o para reírse conmigo (o de mí).
Seguimos caminando hasta la escuela, un edificio de ladrillos rojos con ventanas altas que dejaban entrar la luz del sol de la mañana que se veía igual de aburrido que siempre. Los pasillos están llenos de estudiantes que conversan y se apresuran a sus clases. El bullicio típico del primer día de clases llena el aire, mezclándose con emoción.
Josh y yo nos dirigimos hacia nuestros casilleros, ubicados cerca del pasillo principal. El sonido de las cerraduras de las taquillas y las conversaciones animadas de nuestros compañeros de clase crean un telón de fondo mientras nos preparamos para enfrentar un nuevo año escolar.
Mientras rebuscaba entre mis libros, la vi. Lara. Porque claro, ¿por qué no añadir más caos a mi mañana? Ahí estaba, como si hubiera salido directamente de una de esas películas donde todo el mundo parece perfecto, menos tú. Llevaba una falda a cuadros que parecía diseñada específicamente para lucir perfecta en ella, y una blusa blanca que contrastaba con su piel pálida, casi porcelana. Su cabello oscuro, ondulado de forma sospechosamente impecable, caía sobre sus hombros. Y esos ojos ligeramente rasgados... Definitivamente había heredado algo especial de su familia japonesa. ¿Cómo alguien podía ser tan perfectamente "ella" sin siquiera intentarlo?
Cuando me sonrió, lo sentí: el universo entero se detuvo un segundo. Mis manos, por supuesto, decidieron sudar como si estuviera a punto de dar un discurso en público.
Genial.
Porque lo único que necesitaba era parecer aún más torpe frente a ella.
¿Quién necesita un concierto de Taylor Swift cuando tienes un espectáculo como este a dos metros de distancia? Aunque, claro, en este espectáculo yo soy el extra incómodo al fondo de la escena.
Nos conocemos desde siempre, y aunque nuestras casas están tan pegadas (como en el video de "You Belong With Me") que casi puedo escuchar cuando Lara tose, todavía me pongo nervioso como si acabara de conocerla. Es absurdo. Cada vez que nos cruzamos, no puedo evitar sentirme como un extra torpe en una obra romántica, sonrojándome como un tomate. Pero hoy, después de lo de ayer, tenía una sensación diferente. Tal vez... tal vez este año todo podría cambiar. O al menos eso quería creer.
Y entonces, porque aparentemente soy un fanático de las malas ideas, se me ocurrió algo. ¿Brillante o pésimo?
Spoiler: probablemente lo segundo.
Era una mezcla de lo que Josh y yo habíamos discutido ayer y también hace apenas unos minutos atrás, combinado con el tipo de plan impulsivo que solo funciona en las películas. Mi cerebro estaba dividido entre un Trevor-ángel diciéndome que me calmara y un Trevor-diablillo animándome con un "el que no arriesga, no gana".
Obviamente, ganó el diablillo.
Así que, con el corazón latiendo más rápido de lo que debería, me acerqué a Lara. Podía sentir mis manos sudorosas, pero intenté disimularlo.
—Lara —solté, acercándome a ella con un toque de nerviosismo, aunque intenté cubrirlo con una sonrisa que probablemente salió más torcida de lo que esperaba—. ¿Podemos hablar un rato?
Ella me miró, un brillo curioso en los ojos, y en ese instante supe que lo que dijera a continuación cambiaría todo.
Y, como siempre, mi cerebro decidió abandonarme justo en ese momento.
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