Capítulo 21: Entre Estrellas y Despedidas

El eco de mis pasos resonaba en el pasillo mientras salía del estadio. Cada vez que uno de mis zapatos tocaba el suelo, sentía que la realidad me golpeaba con más fuerza. Había salido decidido, impulsado por esa chispa que había encendido el recuerdo de Lara. Pero, cuanto más caminaba, más pesado se volvía todo.

El rugido distante de las ovaciones seguía persiguiéndome, como si el universo quisiera recordarme que no estaba entre los que celebraban. Los flashes de verde que había visto antes, esos destellos de triunfo en las pantallas de los demás, aún quemaban en mi memoria. Mi mente se repetía una y otra vez el momento exacto en que mi pantalla se iluminó de rojo. Definitivo. Cruel.

"Quizá no era suficiente", pensé. Y, como si eso fuera la llave de un candado, las dudas comenzaron a desbordarse. ¿Y si nunca lo fui? ¿Y si esto no era un tropiezo, sino simplemente una confirmación de que mi lugar no estaba en los escenarios?

Me detuve por un momento, apoyándome contra una pared mientras las piernas me temblaban. Cerré los ojos e inhalé profundamente, intentando contener la tormenta en mi cabeza. Pero no importaba cuánto lo intentara, el vacío se colaba en cada rincón de mi ser.

La decisión de ir a buscar a Lara seguía ahí, intacta, pero ahora estaba rodeada de un caos de inseguridades que no podía ignorar. ¿Qué le diría? ¿Cómo podía enfrentarla después de este fracaso?

Abrí los ojos y miré hacia el pasillo que se extendía frente a mí. A lo lejos, vi a otros concursantes celebrando con sus familias, sus risas llenando el aire como un recordatorio de lo lejos que estaba de compartir esa alegría.

La voz de Josh resonó en mi memoria: "Hiciste lo mejor que podías, ¿no?" La verdad era que no estaba seguro. Tal vez había fallado en más de un sentido.

Pero entonces pensé en Lara. En su sonrisa, en su silencio incómodo después del beso, y en el modo en que su recuerdo seguía siendo lo único capaz de atravesar mi maraña de pensamientos autodestructivos.

Respiré hondo y me obligué a dar un paso más. Si había algo que aún podía salvar, tenía que intentarlo, aunque fuera con el peso de la decepción sobre los hombros. La música podía esperar. El escenario podía esperar. Pero Lara no.

Con ese pensamiento, seguí avanzando. Cada paso era una pequeña batalla contra la parte de mí que quería rendirse. Pero mientras más me acercaba a la salida del estadio, más claro se hacía un objetivo: arreglar las cosas con ella. Porque, incluso en este momento de oscuridad, su recuerdo seguía siendo mi única luz.

—Vamos, Trevor, ¿quieres seguir poniendo esa cara de funeral? —me dije, intentando sonar como el coach motivacional que claramente no soy—. Hiciste lo mejor que podías, ¿no? Bueno, no, pero en teoría, sí.

En medio de este drama personal, un abrazo firme y repentino me sacó de mi ensimismamiento. Era Josh, con una mezcla de lástima y solidaridad en su expresión, como si ya conociera todo el lío mental que tenía.

—Lo siento, Trevor —me susurró, soltándome, pero manteniéndome en un "sujeta hombros" amistoso—. Sé que tenías grandes expectativas.

—¿Qué? —le solté, medio riéndome, medio buscando alguna explicación lógica—. ¿Cómo lo sabes? No he dicho nada.

Josh se rió suavemente, sacudiendo la cabeza como si yo fuera un libro abierto.

—Claro que lo sé. Con solo verte caminar hacia aquí, lo noté.

—¿En serio? —le dije, arqueando una ceja y medio queriendo desaparecer en el pavimento—. ¿Tan obvio era?

Josh soltó una risa suave, sin pizca de burla, más bien con la clase de compasión que logra que no odies tu vida por cinco segundos.

—T, vamos, te conozco mejor que vos mismo. Sabía que algo andaba mal en cuanto te vi.

—¿Cómo así? —insistí, realmente intrigado. Él no había estado cerca cuando llegaron los resultados, así que... ¿cómo demonios lo sabía?

Josh se rió, como si hubiera estado esperando la pregunta.

—Bueno, para empezar, venías caminando como si llevaras un saco de cemento encima. Esa no es precisamente la cara de alguien que está a punto de saltar de alegría —respondió, moviendo las manos para exagerar mi "pose de perdedor".

Intenté negar con la cabeza, pero tenía razón. Debí haber tenido un aspecto patético.

—Y otra cosa —continuó él, poniéndose serio un segundo—. Te conozco, T. He visto todas tus caras en estos años, y créeme, esa era la de "me acaban de romper el corazón, pero fingiré que todo está bien".

Me mordí el labio, entre avergonzado y agradecido por su intuición.

—Así que... no, no necesitabas decirme nada. Apenas te vi caminar hacia acá, supe cómo había salido.

Me rasqué la cabeza, en parte para no tener que mirarlo a los ojos.

—Wow. Tal vez deberías dejar de leerme tan bien, Josh. No es sano.

Josh se echó a reír, golpeándome el hombro con un poco más de fuerza de la necesaria.

—Bueno, mejor que alguien te lea bien, ¿no? Así no andas solo lidiando con esas decepciones "a la Trevor", sin dejar que nadie entre.

Puse los ojos en blanco, aunque en el fondo, no podía evitar sentirme mejor por tener a alguien así cerca.

—Bueno, bueno. Supongo que tengo suerte de que seas tan perceptivo. Aunque me molesta un poco que sea tan obvio. —Le di una sonrisa torcida, tratando de no sonar tan agradecido como realmente me sentía.

—Ya, hombre —me dijo, quitándole peso al asunto con un ademán—. Para eso estamos.

Era reconfortante saber que no tenía que decir ni una palabra para que alguien supiera lo que me pasaba. Por un momento, me di cuenta de que, aunque el sueño del concurso se hubiera esfumado, lo importante era tener a alguien al lado que no dudara en ofrecer un abrazo y una broma.

—Gracias, Josh —le dije, y esta vez fue sincero, sin sarcamos ni autocrítica de fondo—. Supongo que la vida tiene otros planes para mí. Planes sin brillos, ni ovaciones, ni nada de eso.

—¡Exacto! —exclamó Josh, en su modo alegre de siempre—. ¿Te acordás de cuando intentamos hacer esa fogata y terminamos perdidos en el bosque? Pues, lo mismo. A veces, la vida nos tiene giros y vueltas.

Nos reímos recordando aquel desastre, y por primera vez en el día, el peso de la decepción se aligeró un poco. Así que esto era: la amistad era, en realidad, una especie de mini escenario donde uno también puede ser auténtico, sin preocuparse por la crítica.

—Por cierto, tengo una sorpresa para vos —anunció Josh, con una expresión de misteriosa conspiración—. Vamos a hacer un tour turístico por Seattle y luego al Space Needle. Tú y yo. Nada de volver a casa con esta cara de velorio.

Me quedé un momento en silencio, sorprendido.

—¿De verdad? Pensé que después de esto regresábamos directo a casa a lamentarnos.

—Oh, ni lo pienses, T. Vamos a aprovechar esta ciudad. Subir al Space Needle, ver Seattle desde arriba, ¿qué más da el concurso? —dijo, con una sonrisa segura.

Mi teléfono vibró con una notificación de Taylor Nation mientras ajustábamos los detalles del paseo. Miré la pantalla: "Sabemos que no pudiste pasar a la siguiente ronda, pero tu talento...". No necesité leer más. Deslicé la notificación y la eliminé antes de que la frase pudiera seguir torturándome.

Josh me miró con curiosidad.

—¿Todo bien?

—Si, todo bien, solo la app que no se cansa de recordarme que soy un perdedor —respondí, tratando de mantener el tono de la conversación liviano.

Decidí centrarme en lo que estaba por venir, en lugar de quedarme atado a lo que ya no era. La competencia se había terminado, sí, pero esta ciudad aún tenía su propia canción lista para nosotros.

Pensé en Lara de nuevo, en todo lo que había quedado sin decir entre nosotros, en el impulso que había tenido de salir corriendo a buscarla. Pero al mirar a Josh, que seguía lanzando ideas sobre lo que podíamos hacer en Seattle, me di cuenta de algo importante. Él había estado allí para mí desde el principio, acompañándome en este viaje sin pedir nada a cambio. Fue él quien me levantó después de cada ensayo fallido, quien celebró conmigo cada pequeña victoria, quien se quedó despierto hasta tarde cuando mi mente estaba consumida por el pánico antes de subir al escenario.

Sí, quería arreglar las cosas con Lara, pero quizás este no era el momento. Quizás ahora se trataba de pasar tiempo con alguien que me había apoyado sin condiciones, quien merecía mi atención tanto como ella.

—¿Entonces qué dices, T? —preguntó Josh, levantando las cejas con una sonrisa ansiosa—. ¿Espontaneidad, aventura y, probablemente, comida chatarra en el camino?

Sonreí, sintiendo una genuina calidez que no había experimentado en todo el día.

—Claro, ¿por qué no? —respondí—. Pero nada de perritos calientes raros esta vez.

Josh soltó una carcajada y me golpeó el hombro suavemente. —¡Oh, vamos! Admitirás que aquel perro caliente con macarrones estaba buenazo.

—No estoy tan seguro —dije, negando con la cabeza pero sonriendo de todos modos.

Caminamos juntos hacia la salida, dejando atrás el ruido del estadio, los aplausos y las pantallas brillantes que habían decidido mi destino. Mientras el frío aire de Seattle nos envolvía, sentí algo parecido a la paz. No había vencido en el concurso, pero no todo estaba perdido. A veces, las derrotas abren caminos inesperados, y quizás este era uno de ellos.

Sí, Lara aún ocupaba un espacio importante en mi mente, pero ahora entendía que también debía valorar a quienes estaban a mi lado en los momentos difíciles. Josh había sido ese ancla para mí, y ahora era el momento de devolverle un poco de todo lo que él había hecho por mí.

—¿Espontaneidad y aventuras, entonces? —pregunté, alzando una ceja.

Josh sonrió ampliamente, como si acabara de ganar el premio mayor.

—Esa es la actitud, Trevor. Vamos a conquistar Seattle.

***

Con los tickets en mano, nos dirigimos hacia el Space Needle, esa icónica torre que parecía una mezcla entre una nave espacial y una aguja gigante. Desde abajo, se alzaba imponente, como si desafiara a cualquiera a mirarla sin sentirse diminuto. Pero ahí estábamos, listos para ascender hasta la cima y ver la ciudad desde las alturas.

Mientras esperábamos el elevador, Josh y yo intercambiábamos bromas para calmar el entusiasmo—o tal vez los nervios—cuando, justo antes de que las puertas se cerraran, alguien entró apresuradamente. Al levantar la vista, mi estómago dio un vuelco. Era Lara.

Por un segundo, el mundo pareció detenerse. Sus ojos se cruzaron con los míos, y sentí un latigazo de emociones contradictorias: sorpresa, incomodidad, y, por qué no admitirlo, algo de enojo. ¿Qué hacía aquí? Más importante aún, ¿cómo lograba lucir tan tranquila mientras yo apenas podía respirar?

El silencio en el elevador se volvió denso, cargado de una tensión eléctrica. Mi mente se llenó de pensamientos desordenados. ¿Por qué me dejó de seguir en Instagram? ¿Qué significaba el mensaje tan frío que me envió después del beso? ¿Y por qué, de todas las personas en Seattle, tenía que toparme con ella aquí, ahora?

Josh, siendo Josh, no pudo soportar el silencio y rompió la incomodidad como solo él sabía hacerlo:

—Así que, Lara, ¿cómo te fue en el concurso?

Lara sonrió con una naturalidad que me descolocó por completo. Esa sonrisa suya, tan familiar y tan desconcertante, parecía ocultar algo que no alcanzaba a descifrar.

—No pasé a la siguiente ronda —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero estoy bien con eso. Fue una experiencia increíble, y siempre hay una próxima vez.

¿"Estoy bien con eso"? ¿Cómo alguien podía aceptar la derrota con tanta ligereza? Yo todavía sentía el peso del fracaso clavado en el pecho, y ella actuaba como si la vida siguiera siendo una canción alegre.

Josh frunció el ceño, tan confundido como yo.

—¿Y por qué esa sonrisa tan radiante, entonces? —preguntó, con genuina incredulidad.

Lara soltó una risa suave, esa clase de risa que parecía decir que ella sabía algo que nosotros no.

—No sé, simplemente... me siento bien —respondió—. Estar en el escenario, la energía, estar aquí ahora mismo... Me hace recordar que hay mucho más en la vida que una competencia.

Mientras ella hablaba, yo intentaba procesar sus palabras. ¿De verdad estaba tan en paz con todo? ¿O era solo una fachada? Mientras Josh intentaba seguir el ritmo de su optimismo zen, yo no podía dejar de pensar en el mensaje que me había enviado después de aquel beso.

Ese mensaje había estado en mi mente como un eco constante desde entonces. Había intentado darle sentido, justificarlo, pero al final lo único que había logrado era sentirme más frustrado. Y luego, sin explicación alguna, me dejó de seguir en Instagram. ¿Por qué? ¿Fue su manera de cerrar la puerta, de asegurarse de que no volveríamos a cruzarnos?

Josh, ajeno a mi torbellino interno, insistió:

—Pero... ¿no te sientes decepcionada? O sea, mínimo, una pizca de frustración, ¿no?

Lara negó con la cabeza, con esa calma suya que empezaba a irritarme.

—Claro, hubiera sido genial avanzar. Pero no voy a dejar que eso me impida disfrutar de esto. La música es mi pasión, y al final eso es lo que importa, ¿no?

Sus palabras resonaron en el aire mientras el elevador seguía su ascenso. Me mordí el labio, tratando de no dejar que mi confusión se notara demasiado. ¿Cómo era posible que ella tuviera esa claridad mientras yo seguía destrozándome por lo que había salido mal?

—Suena increíble, Lara. Lo mejor es seguir adelante y todo eso —dije finalmente, con un intento de neutralidad que probablemente no engañó a nadie.

Ella me sonrió, pero algo en su expresión cambió. Sus ojos brillaron con una emoción que no pude identificar, y antes de que pudiera preguntarle qué pasaba, añadió:

—Bueno, tampoco quedé con las manos vacías... ¡Gané un premio! Boletos para el concierto en Argentina.

Josh, que justo estaba tomando un sorbo de agua, casi se atragantó.

—¡¿QUÉ?! Espera, espera... ¿Cómo es que recibiste un premio? ¿No dijiste que te eliminaron?

Lara rió al ver nuestras expresiones, claramente disfrutando del momento.

—Sí, después de que me eliminaron, recibí una notificación de la app. Parece que estaban otorgando premios de consolación, y resulta que fui seleccionada. ¡Tengo un par de entradas para el concierto de Taylor en Argentina, con hospedaje y todo incluido!

El elevador se detuvo con un leve "ding", y las puertas se abrieron, invitándonos a salir a la plataforma de observación. Pero yo apenas podía moverme. Mientras Josh seguía emocionado con el giro inesperado de Lara, yo solo podía pensar en una cosa: había tantas preguntas sin respuesta, tantas emociones enterradas que ahora estaban resurgiendo con fuerza.

Y Lara, con esa sonrisa despreocupada y esas palabras llenas de serenidad, parecía tener todas las respuestas que yo ni siquiera sabía cómo formular.

Pero mientras Lara contaba sobre su premio, sentí una mezcla incómoda: felicidad genuina por ella, sí, pero también una punzada de envidia que se instaló en mi pecho como un peso agrio. Recordé el anuncio de la gira por Latinoamérica, cómo me había emocionado con la idea de asistir, y ahora ese sueño estaba en sus manos. Cada palabra que salía de su boca parecía remarcar algo que me faltaba, un recordatorio de las cosas que yo aún no lograba. Pero, claro, era Lara. Si alguien merecía un golpe de suerte como ese, era ella.

Josh, siempre oportuno, rompió mi cadena de pensamientos con un comentario lleno de su típica ligereza:

—¡Y yo que pensaba que lo mejor de tu día sería la vista desde el Space Needle! Te subestimé, Lara.

Ella rió, una risa auténtica que parecía llenar el elevador, y luego miró alrededor como si estuviera evaluando la competencia entre el premio y la vista nocturna de Seattle.

—Bueno, esto también es genial, ¿verdad? —respondió Lara, con esa facilidad que tenía para encontrar belleza en lo simple.

La miré de reojo mientras Josh seguía bromeando, y no pude evitar pensar en lo diferente que era nuestra forma de ver el mundo. Ella parecía vivir el momento con una soltura que yo solo podía soñar. Mientras tanto, yo me aferraba al pasado y me preocupaba por un futuro que aún no existía. Era un recordatorio incómodo de que tal vez estaba enfocado en lo equivocado.

Llegamos al mirador, donde la vista de Seattle se desplegaba como un mar de luces titilantes bajo un cielo oscuro. Todos parecíamos sincronizados en nuestro asombro, menos yo, cuya mente aún estaba atrapada en esa mezcla de celos y admiración. La ciudad era impresionante, pero las palabras de Lara seguían resonando en mi cabeza.

De repente, Lara rompió el silencio con un tono más serio:

—Chicos, antes de venir a Seattle, tomé una decisión importante. Terminé con Jake.

Su confesión cayó como un rayo en medio de la calma. Josh y yo nos volteamos hacia ella, sorprendidos.

—Simplemente ya no era lo mismo —continuó, con una sonrisa que intentaba ocultar la tristeza en sus ojos—. Necesitaba algo diferente.

Josh fue el primero en reaccionar, poniéndole una mano en el hombro con ese toque fraternal que solo él sabía dar:

—A veces cambiar de canción es justo lo que necesitas.

Yo seguía procesando. Jake había sido una constante en su vida, una figura que yo siempre asumí inamovible. Y ahora, no solo había terminado con él, sino que lo decía con una calma que me descolocaba.

Lara se encogió de hombros, como quitándole peso al asunto:

—Pero no quiero que eso empañe mi día. Todavía tengo las entradas para el concierto y, bueno, todo lo demás para Argentina. Los veré en la parte del suelo transparente.

Con esa última frase, nos dejó para explorar la zona del mirador, pero no sin antes despedirse de nosotros de una manera que me dejó más confundido que nunca. Primero, un beso rápido en la mejilla a Josh, casual y natural. Luego, cuando llegó a mí, fue... diferente. No sé si fue la pausa, el contacto o el hecho de que parecía mirarme un segundo más de lo necesario, pero ese breve gesto dejó una huella inesperada.

Cuando se alejó, Josh me miró arqueando una ceja, claramente leyendo mis pensamientos como un libro abierto.

—¿Acabas de ver eso? —dijo con una sonrisa pícara.

Me encogí de hombros, intentando jugarla de indiferente.

—Es solo Lara siendo... Lara.

Pero incluso mientras decíamos eso, no podía evitar sentir que había algo más. Mi cabeza empezó a hilvanar escenarios, como si fuera un guion de película. Tal vez esto significaba algo. Tal vez el "no perteneces aquí conmigo" que siempre había sentido estaba evolucionando a un "perteneces aquí conmigo". Era ridículo, lo sabía, pero mi mente no podía evitarlo.

Josh me dio un empujón amistoso, trayéndome de vuelta a la realidad:

—Oye, aterriza, ¿quieres? Lara acaba de salir de una relación. Dale tiempo, ¿sí?

—Lo sé, lo sé. Es solo mi imaginación desbordada, como siempre —admití, suspirando.

Josh asintió con complicidad, pero con un toque de seriedad:

—Claro, todos hemos estado ahí. Pero estas cosas llevan tiempo. No te apresures, amigo.

Tenía razón. No había prisa, y definitivamente no quería complicar más las cosas. Así que dejé que la conversación se diluyera mientras nos acercábamos a la barandilla para disfrutar de la vista. Seattle brillaba como un millón de promesas, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que quizás no tenía que tener todas las respuestas.

A veces, la vida no es una competencia ni una meta que alcanzar. A veces, es simplemente estar aquí, en el momento, dejando que las cosas se desarrollen. Con esa idea en mente, me permití relajarme, aunque fuera solo por un instante, y disfrutar del espectáculo que ofrecía la noche.

Entonces seguimos explorando el mirador, pero mis pensamientos seguían anclados en Lara y en lo que "podría" ser. ¿Sería esto el comienzo de algo grande o solo un capítulo más en nuestra historia? En cualquier caso, el tiempo se encargaría de decidir.

Finalmente, llegamos a la baranda de cristal. La vista de Seattle desde allí era inigualable: luces parpadeantes, rascacielos que casi rozaban las estrellas y el reflejo del agua que parecía sacado de una película. El aire fresco tenía un toque especial, y, al menos por un momento, dejé de pensar en el concurso y en Lara. Solo quedaba esa ciudad extendiéndose como un tapiz iluminado.

—¿Ves, T? —dijo Josh, señalando la ciudad—. Todo el viaje hasta aquí no ha sido tan malo, ¿verdad?

Le devolví la sonrisa, agradecido de estar aquí, de que al menos no estaba solo en toda esta aventura. A veces, uno necesita amigos que te hagan ver el presente cuando tu cabeza está perdida en el futuro.

—Tienes razón, Josh. A veces es fácil perderse en nuestras historias y olvidarse de lo que tenemos justo en frente.

La noche, las luces... Era el momento perfecto. Pero entonces, lo recordé. Esa notificación que ignoré cuando salimos del estadio, cuando Josh me encontró en la entrada. Saqué mi celular, sintiendo una mezcla de nervios y curiosidad. La notificación de la app del concurso seguía allí. Mi corazón empezó a latir con fuerza.

—Bueno, aquí vamos... —murmuré, preparándome mentalmente para lo que fuera.

Temblando, saqué mi celular. Mi pulgar flotó sobre el ícono de Taylor Nation como si esa fuera la puerta hacia la revelación final de mi destino. Sentí un nudo en el estómago que parecía estar retorciéndose, quizás en protesta por toda la cafeína de las últimas horas, o tal vez en respuesta al miedo de ver un simple "Gracias por participar" y no el anuncio de mis sueños.

Respiré hondo y toqué la pantalla. El logo se desvaneció, y la pantalla de carga se demoraba de una forma casi sádica. ¿Había sido suficiente lo que hice? La pregunta era como una herida abierta que no dejaba de sangrar pensamientos inseguros. ¿Había cantado con suficiente emoción? ¿Había afinado cada nota? Porque claro, en ese escenario frente a un jurado, uno siente que lo deja todo, pero ahora, con la perspectiva de unos días, cada segundo parecía una potencial catástrofe.

Por fin, la pantalla se iluminó con los colores celeste, blanco y celeste. Un sol dorado apareció en el centro. Y ahí, en ese instante, me di cuenta. Era Buenos Aires. La emoción estalló en mi pecho, un salto de adrenalina que se sintió como si el corazón se hubiera convertido en un bailarín de tango dando giros imposibles. Mi cerebro apenas procesaba lo que estaba viendo. Era como si cada letra del mensaje en pantalla brillara con un resplandor especial solo para mí.

"¡Felicidades, Trevor! Has sido seleccionado por tu desempeño y talento."

El mensaje estaba ahí, en mi cara, pero mis ojos se resistían a aceptar la realidad. Releí cada palabra como si fuera un hechizo, algo tan frágil que podría desvanecerse si me movía demasiado rápido. "Recibirás una entrada para ti y otra para un acompañante, pasaje aéreo de ida y vuelta y cinco días de hospedaje en Buenos Aires, Argentina. ¡Disfruta tu estadía mientras ves a Taylor en su gira por Latinoamérica!"

La información se me acumulaba en la mente, como una ráfaga de viento que arrastra cada emoción posible. Primero vino la incredulidad: ¿Yo? ¿En serio? Luego, la alegría pura, casi como un alivio que me arrancó una risa nerviosa. La decepción inicial de no avanzar en el concurso en Seattle desapareció de inmediato. Estaba claro: el destino había decidido compensarme con un premio que ni siquiera había imaginado. Iba a Argentina. Iba a ver a Taylor Swift. Yo, Trevor, el chico que a veces duda de su propia sombra, estaba a punto de vivir algo extraordinario.

Un sinfín de imágenes llenaban mi cabeza. Me vi en el avión, aterrizando en una ciudad desconocida, experimentando cada segundo de la experiencia en un país lleno de gente, de cultura y de música. Una oportunidad totalmente inesperada y, lo mejor de todo, mía.

Suspiré, dejando salir algo del vértigo que me recorría. Se sentía como un salto en paracaídas en cámara lenta. Mis pensamientos volaron hacia Lara. Ella también iría a Argentina; su viaje y el mío ahora se cruzaban en algún punto que el destino había marcado sin mi permiso. Un escalofrío me recorrió al imaginar lo que ese cruce podía significar. ¿Sería esto una señal? De repente, la idea de que ella estuviera allí conmigo adquirió un nuevo peso, algo que iba más allá de cualquier amistad. Una posibilidad... o, bueno, tal vez era solo mi mente dramatizando otra vez.

Entonces, solté una risa casi de incredulidad, mitad burla hacia el universo, mitad emoción pura.

—No era "Welcome to Seattle," era "Welcome to Buenos Aires."

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top