Capítulo 2: Un Grito al Vacío
Bueno, habían pasado exactamente cinco segundos desde que había dado el maldito clic para inscribirme, y ya estaba empezando a dudar de mi sanidad mental.
¿Así funcionábamos los humanos? ¿Era parte del contrato?
"Bienvenido al club de los que toman decisiones importantes, pero cuidado, viene con una dosis gratis de duda existencial y ganas de echarse para atrás".
Fantástico.
La emoción, esa mezcla de adrenalina y terror, me estaba ganando terreno rápidamente. Sentía como si un pequeño comité en mi cerebro hubiera decidido entrar en sesión permanente. Por un lado, estaba "El Entusiasta", aplaudiendo como loco y gritando algo sobre perseguir sueños y no dejar escapar oportunidades. Pero justo al lado, "El Realista" estaba levantando la mano, con su ceño fruncido y un montón de preocupaciones como: ¿Y si te olvidas la letra? ¿Y si te va mal? ¿Y si te desmayas frente a una multitud?
Y, claro, no podía faltar "El Sarcástico", apoyado contra la pared, rodando los ojos y murmurando: "Por favor, Trevor, ¿qué te hace pensar que puedes estar a la altura? ¿Te crees el próximo Shawn Mendes o algo así?"
Tragué saliva, sintiendo cómo la mezcla de nervios y emoción empezaba a hacer su trabajo. Sabía que ya no había marcha atrás. Bueno, técnicamente sí la había, pero era como borrar un mensaje después de enviarlo: el daño ya estaba hecho, solo que ahora sería menos oficial.
Pero no podía permitirme quedar como un cobarde... otra vez.
Aunque, siendo sincero, no era solo miedo lo que me frenaba. Era también esa pequeña y molesta voz interna que decía: "¿De verdad vas a exponerte así, Trevor? ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que intentaste algo grande?" Sí, claro que lo recordaba, pero no quería pensarlo ahora.
A ver, hablar de mi amor por la música es como hablar del aire que respiro o del café con el que logro sobrevivir las mañanas en Moné, la cafetería del pueblo. La música siempre ha sido ese escape donde puedo ser yo, sin filtros, sin miedos. Un refugio donde esconderme de la versión socialmente incómoda de mí mismo. Y Taylor Swift... bueno, ella es prácticamente la dueña de este refugio. Sus letras son como un manual de instrucciones de todo lo que nunca supe cómo decir. Porque sí, cada vez que canta sobre corazones rotos y malas decisiones, siento que está hablando de mi vida como si fuera el personaje principal de una telenovela de tres temporadas.
Mi habitación era una especie de altar musical. Las paredes están empapeladas con posters de Taylor, sus ojos como testigos silenciosos de cada intento, de cada nota que golpeo y de cada desastrosa versión de All Too Well que me he aventado. Tengo una guitarra, mi compañera fiel, que me costó casi todos los ahorros que había juntado en tres veranos de trabajo. Salem, mi adorable y eterno pueblo aburrido, no era precisamente el centro de oportunidades, pero ahí estaba yo, pensando que la música me podría sacar de aquí. Una nota a la vez.
La mayoría de mis amigos... bueno, para ellos, esto de la música es una etapa. "Trevor y su guitarra", dicen, como si fuera una fiebre pasajera. Para mí, la música es como respirar. Pero intenten decirles eso a ellos sin que te miren como si necesitaras terapia.
Entonces, cuando apareció esa notificación de Taylor Nation, el concurso, el concurso, fue como si alguien en el universo finalmente hubiera decidido darme una señal.
Una oportunidad, un boleto de salida.
Ser telonero de Taylor Swift en uno de sus shows no era cualquier cosa; era la cosa. Lo más cerca que estuve de verla en vivo fue cuando las entradas se agotaron en dos segundos. Y un vuelo a Latinoamérica para seguir su gira... claro, como si Moné pagara tanto.
Me resigné, claramente. ¿Qué más podía hacer? Hasta que, un día, casi por accidente, vi ese anuncio del concurso. Era un concurso regional, pero podría llevarme a un show de The Eras Tour. Yo, Trevor, en un escenario real. Se siente raro de decir y de imaginar, pero ahí estaba.
Cerré los ojos un segundo, dejando que la imagen se asentara: luces, el murmullo de la audiencia esperando... pero también una vocecita en mi cabeza que me decía: ¿Y si arruinas tu única oportunidad? Porque claro, mi mente es experta en sabotearme.
—Bueno, Trevor —me dije en voz baja, como si estuviera hablando solo—, no hay más excusas. Si alguna vez hubo un momento para intentar dejar de ser solo el chico que canta para sus paredes, este es.
Josh dejó su mando de videojuego, lo puso sobre la mesa y me miró sin la típica expresión sarcástica. Parecía que ahora iba en serio, o al menos eso me parecía.
—Mira, Trevor —empezó, su tono más bajo de lo habitual—, la verdad es que si no lo haces ahora, nunca sabrás qué hubiera pasado. Y si algo vas a lamentar, es no haber intentado.
Me quedé en silencio por un momento, sintiendo una mezcla de miedo y adrenalina que me subía por el pecho.
—Lo sé —murmuré, aunque no sé si estaba tratando de convencerme a mí o a él.
Era ahora o nunca. Esta era la oportunidad que había estado esperando, y aunque tenía miedo de hacer el ridículo, no podía dejarla escapar. Este concurso, esta posibilidad de ver a Taylor en el escenario... no podía simplemente ignorarla.
Josh dejó escapar una risa suave y se encogió de hombros.
—Es una locura, ¿verdad? Pero aún así... —se quedó en silencio un momento—. ¿Seguro que quieres hacerlo? Quiero decir, ¿es esto lo que realmente quieres? ¿No te da miedo que salga todo mal?
Suspiré y miré a Josh. Él, siempre tan práctico, siempre buscando la razón. Pero yo no podía ser como él. No podía quedarme ahí, sentado, preguntándome qué hubiera sido.
—Sí, es lo que quiero —dije, con más firmeza de la que sentía en ese momento—. Es mi oportunidad. Esta es mi oportunidad.
Josh arqueó una ceja, como si no estuviera del todo convencido.
—A ver, soñador —dijo, medio en broma, medio en serio—. Sé que la música es tu vida, pero ¿y si no es lo que esperas? ¿Y si te rechazan? ¿Y si no es tan perfecto como te lo imaginas?
Sonreí, un poco amargamente, pero aún con esperanza.
—Claro que me da miedo, ¿crees que no? Pero prefiero saber que lo intenté antes que pasarme la vida pensando en "qué hubiera pasado". Y es Taylor Swift, Josh. Es la razón por la que empecé a tocar la guitarra. Esto... es algo que tengo que hacer.
Josh me dio un golpe amistoso en el hombro, aunque su mirada seguía siendo un tanto burlona.
—Bueno, tienes mi apoyo, T. Pero si no funciona... siempre tendrás el espejo de tu cuarto para hacer tus conciertos privados.
Reí junto a él, aunque sabía que esto era mucho más importante que un simple sueño adolescente.
—¿Sabes? Algún día entenderás lo que es la música —le dije, mientras pensaba que nunca entendería por completo lo que yo sentía.
—Oh, entiendo que te guste —respondió, rodando los ojos—. Solo que... ¿Taylor Swift? ¿No hay algo más "normal" que te pueda gustar? Maroon 5, Coldplay, no sé, algo menos... "emocional".
Solté un suspiro y lo miré, como si fuera obvio.
—No, Josh. Tenía que ser ella. Sus canciones... tienen algo. Como si me hablara directamente. Cada letra, cada acorde, es como si me estuviera susurrando mis propias experiencias. No se trata solo de música; es más profundo. Es algo que siento aquí —me señalé el pecho—. Lo entiendes, ¿verdad?
Josh hizo una mueca, medio burlesca, medio comprensiva.
—Sí, sí... historias y drama. Siempre con el drama.
—¡La vida es dramática, Josh! —solté entre risas—. Y si no gano, al menos tendré una historia épica que contar. "Recuerden aquella vez en que intenté ser el telonero de Taylor Swift y casi lo logré".
Josh se echó a reír también, pero algo en su mirada era diferente. Había algo de admiración, y tal vez un poco de lástima.
—Espero que no te rompan el corazón, T.
—Y yo espero no quedarme cantando solo para mi reflejo—respondí, sonriendo y encogiéndome de hombros.
Pero ahí estaba el pensamiento, como un cuchillo en la mente: que no me rompan el corazón. El concurso podía hacerlo, claro, pero no era eso lo que realmente me aterraba.
Era Lara.
Pensar en ella no me daba miedo; me daba esperanza. Y eso era mucho peor. Porque si algo podía destrozarme, no era un jurado ni un mal acorde. Era ella.
—¿Trevor? —Josh me saca de mis pensamientos, chasqueando los dedos frente a mí—. ¿Estás aquí o ya te fuiste al planeta Trevor?
—Sí... sí, estoy aquí —murmuré, aunque en realidad mi mente estaba perdida entre un "vas a hacer el ridículo" y un "¿qué pensará Lara si fallas?". La posibilidad de que me viera tropezar —literal o figurativamente— hacía que el peso de todo esto se sintiera aún más insoportable.
Josh suelta una risa leve y me da un codazo.
—Por si te lo perdiste, te lo repito: yo no me voy a inscribir a ese concurso, pero estaré aquí para ayudarte a prepararte. Sé que esa obsesión que tienes con Taylor Swift va más allá de ser un fan. La música es... es parte de lo que te hace ser tú.
Lo miro, esta vez realmente presente en la conversación, tratando de entender la seriedad en su voz.
—¿De verdad, Josh? ¿Vas a estar ahí mientras intento no colapsar frente al jurado? Porque, créeme, es probable que eso suceda.
—Exactamente. Pero no esperes que esté gritando tu nombre como loco en la primera fila —dice, riendo—. Lo que quiero decir es que, aunque te toque lanzarte solo al escenario, no estarás solo en esto. Incluso puedo bajar mi vieja guitarra del ático y enseñarte un par de acordes. No soy Slash, pero algo sé.
—¿Verdad que tocas la guitarra? —pregunto, algo sorprendido. Me había olvidado de ese detalle, y por un momento pensé que estaba bromeando, pero su mirada me decía lo contrario.
—Bueno, toco lo básico. Pero entre los dos, podemos armar algo decente para los ensayos, ¿no? Dicen que dos cabezas piensan mejor que una.
Le doy un golpe amistoso en el hombro.
—Gracias, amigo. En serio. Aunque llevamos años con el "vos podés" solo para ver cómo me estrello contra la realidad.
—Para eso estamos, ¿no? —responde Josh, sonriendo—. Solo asegúrate de darlo todo cuando estés ahí. No tienes que impresionar al mundo, solo a ti mismo. Y cuando llegues a la cima, acuérdate de este humilde servidor.
Sonrío, algo inseguro, pero decidido a mantener la fachada.
—Eso jamás pasará. Aunque, si hablamos de la cima... bueno, tal vez me quede a mitad de camino. Más seguro.
—Entonces, ¡bienvenido a la era de Trevor en el mundo de la música! —exclama Josh, levantando el puño con un entusiasmo que debería ser contagioso pero que en mí solo activa el modo "cuidado con las expectativas".
Aun así, choco mi puño contra el suyo. Es lo que se hace, ¿no?
—¡Que así sea! —digo con una sonrisa tensa—. O al menos que no termine siendo un espectáculo digno de un meme.
Josh se ríe, pero luego se queda en silencio por un segundo, con esa expresión que pone cuando está tramando algo. Eso nunca es bueno. Antes de que pueda preguntar, se levanta de repente y camina hacia la ventana de mi habitación.
—¿Qué haces? —le pregunto, con el ceño fruncido mientras lo veo abrir la ventana.
—Nada importante... —responde, pero hay un brillo de malicia en sus ojos que me pone los pelos de punta. Entonces, asoma medio cuerpo y grita—: ¡Lara!
Mi corazón se detiene. Literalmente, podría haber muerto en ese momento y habría sido menos humillante. Me lanzo hacia él para detenerlo, pero ya es demasiado tarde.
—¡Tenemos algo que decirte!
El mundo parece detenerse. Desde la ventana de alado, la voz de Lara responde con curiosidad:
—¿Josh? ¿Qué está pasando?
Y ahí estaba, el desastre que tanto temía, tomando forma en vivo y en directo.
—Josh, te juro que si sobrevivo a esto, serás hombre muerto —murmuro, mientras trato de recuperar algo de dignidad antes de asomarme.
Pero claro, con Josh cerca, la dignidad siempre está en oferta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top